Siempre he sido un hombre fogoso, aunque mi novia era muy tradicional y siempre quiso que esperásemos a nuestra boda. Mis ganas de sexo necesitaban ser saciadas, por lo que siempre recurrí a la masturbación cada vez que mi novia me dejaba caliente e insatisfecho en el portal de casa de sus padres.
Recuerdo que una vez al dejarla en su casa me dijo que sus padres se habían ido de viaje urgente, que a su abuela la habían ingresado en el hospital:
– ¿Y te vas a quedar sola? Mejor te acompaño un rato.
Mis planes eran terminar con su virginidad y la mía esa misma noche pues ya estaba cansado de pelármela pensando en ella (y en su hermana que estudiaba fuera, por cierto). Mi novia me dijo que me quedase viendo la tele mientras ella se duchaba antes de acostarse, como hacía todos los días. En el canal clásico estaban poniendo "Enmanuelle" y me quedé viéndola, y al igual que yo me excitaba, mi pene también.
– ¿Qué estás viendo? Me dijo mientras Enmanuelle empezaba una escena en la que yo sabía que terminaría con una gran felación. – Una peli del canal clásico, ¿quieres verla conmigo? – Vale
Y se sentó a mi lado en camisón rosa, de esos semi transparentes de verano que llegan a mitad de muslo. Llevaba tanga pero no sujetador, se iba a ir a la cama. Olía de maravilla, después de la ducha se había puesto un "body-milk" que me hubiese gustado poner a mí, recorriendo cada rincón de su cuerpo, sus pechos, su culo, sus piernas… y su entrepierna. Era una de mis fantasías favoritas cuando me masturbaba, pensar que después ella se restregaba mi semen por su cuerpo como si fuese el "body-milk" de cada noche.
Le pasé mi brazo por el hombro y dejé caer mi mano sobre su pecho, alguna vez me había dejado hacerlo, y esta vez también. Se apoyó en mi pecho y me dijo:
– Te quiero.
Y sin dejarme contestar me dio un beso de tornillo que todavía me relamo al pensar en él.
La escena de la película avanzaba y mi novia se empezó a dar cuenta de que aquello no era el tipo de clásico que ella se esperaba. Sin dejarle pensar mucho empecé a acariciarla en sus pezón izquierdo mientras deslizaba mi mano derecha bajo su corto camisón entre los muslos.
No era la primera vez que le metía mano, pero esta vez ella, quizá guiada por la película, me puso la mano en el bulto de mi pantalón, mis fantasías con ella parecían hacerse realidad. Le di un beso en los labios mientras ella masajeaba mi huevos y mi pene, yo ya tenía mi mano en su tanga y empezaba a notar como se humedecía. En el televisor "Enmanuelle" estaba sólo en bragas danzando alrededor de un hombre sentado en una silla, haciendo que sus pechos tocasen los labios de su amante.
De repente, de un solo movimiento tiré del camisón y la dejé como a la de la película y, tal como ocurría en la pantalla, mi novia me bajó la cremallera y me sacó el pene, que estaba tieso y vigoroso, como cada noche cuando yo me auto satisfacía pensando en la mujer que ahora mismo me lo estaba sosteniendo y admirando.
Empezó a tocármelo suavemente, imitando la película que estábamos viendo, llevó sus pechos a mi pene y se lo puso entre sus tetas. Yo ya me había desnudado de cintura para abajo y ella estaba de rodillas mientras yo me reclinaba en el sofá, excitado doblemente con una de mis pelis porno favoritas y la mujer de mis sueños haciéndola realidad. Empezó a subir y bajar su mano mientras se restregaba mi polla en su cara. Me acerqué a ella y la besé, y mientras le ponía mis dos manos sobre sus pechos le susurré al oído:
– Cómemela,
Y en ese momento vimos como la mujer de la pantalla se introducía un enorme pene tan excitado como el mío hasta el fondo de su garganta. Mi novia dudó y le dije:
– Estamos solos – Vale, pero recuerda que no me puedes desvirgar. Me susurró con una sonrisa.
Primero sacó su lengua y co
n la punta empezó a recorrer mi pene desde los huevos hasta la punta, lentamente. Le dio un beso a la punta de mi glande y luego se abalanzó sobre mi boca y me dio otro. Volvió sobre mi polla, grande y gorda como nunca y repitió con la punta de su lengua, pero esta vez después de besar mi glande con la misma suavidad dejó los labios apoyados mientras con su mano recorría un pene a punto de estallar hacia abajo.
Enmanuelle no dejaba de subir y bajar su cabeza y de fondo oíamos a su pareja gemir de excitación. Mi novia movía sus caderas y yo había conseguido que una de mis manos le acariciase la vulva mientras con la otra le acariciaba los pezones. Abrió su boca y poco a poco se introdujo mis 18 centímetros de polla hasta el fondo de su garganta. Sus labios carnosos, recorrían mi excitado miembro viril, mientras mis manos hacían su trabajo.
Fui deslizando mi dedo corazón por entre su coñito virgen. Nunca se lo había depilado, por lo que me costó atravesar la pelambre hasta encontrar sus labios vaginales. Nunca habíamos llegado tan lejos y su excitación fue rápida e intensa. Tras un largo minuto en el que sólo se oían los gemidos de los cuatro (los de la película y los nuestros) mi novia se contorneaba cada vez más y yo ya no podía aguantar más mi corrida. De placer ella se echó para atrás, dando un gemido de placer y dejando mi polla sobre su pecho, y en ese momento me corrí como no lo había hecho en todas mis noches de autosatisfacción.
Mi semen, espeso y caliente, salió despedido hacia su cuerpo, ella se lo restregó por su pecho y sus hombros como si me hubiese leído la mente, y se masajeaba los pezones mientras soltaba pequeños gemidos.
Yo estaba apoyado en el sofá viendo como Enmanuelle se tragaba el semen que tenía en la cara y lo lamía con su lengua.
Abracé a mi novia, apagué la tele y la luz y nos dormimos allí mismo, desnudos los dos, exhaustos, con muchas de nuestras fantasías realizadas como ella me confesó al día siguiente, aunque seguíamos vírgenes, ¿por mucho tiempo?
Autor: fogoso y casado