El comienzo de sentir como nuestros cuerpos quieren placer..
Cuba es un país maravilloso. Tuve el privilegio de crecer ahí los primeros 20 años de mi vida, justo cuando empezamos a notar las distintas sensaciones que pueden ser disfrutadas con nuestros recién estrenados cuerpos. La sociedad es muy liberal, por eso muchas veces nos estereotipan como putas o gigolós pero la realidad es que disfrutamos el sexo de una manera tan abierta como pocos lo hacen. No tenemos tapujos ni prejuicios religiosos ni de ninguna otra índole. Nada de «esto no se debe hacer», nada del «qué dirán», no creemos en esas estupideces y punto. Hasta el mismo lugar tiene un «algo» que se percibe inmediatamente al llegar a la isla. Los colores son muy brillantes, hace calor, el aire es límpido, húmedo y con un ligero olor salobre; aún la tierra misma parece emanar sensualidad. Por diversos motivos que ahora n o vienen al caso tuve que abandonar mi isla, ahora soy profesionista de éxito, no me quejo de mi situación (económica o emocional) y vivo en una próspera y hermosa nación (Canadá). Sin embargo, mi corazón aún deambula por las deterioradas calles de La Habana, los edificios de la Escuela Lenin, las blanquiazules playas y los campos de intenso verdor de mi vieja patria. ¿La Escuela Lenin? Sí, me refiero al Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas Vladimir I. Lenin, una de las más conocidas escuelas en la región occidental del país. Es un enorme complejo de edificios de más de 1 Km de largo que alberga nada más y nada menos que a cinco mil estudiantes, todos viviendo y estudiando ahí de tiempo completo, pues es un internado (beca, como le llamamos nosotros). Lo mejor es la distribución demográfica (je, je) pues al menos en la época en la que estudié ahí, había 4 mil mujeres y apenas mil hombres. A eso súmenle las características liberalísimas de nuestra cultura, una tremenda crisis energética que traía consigo apagones varias veces a la semana, y muchos pero muchos espacios vacíos y solitarios a nuestro alrededor. ¿El resultado? Imagínenlo por ustedes mismos. Aquello era un paraíso sexual (además de que no había muchas otras cosas que hacer). Les quiero contar una que otra de mis experiencias ahí que me vienen a la mente de cuando en cuando (una al menos por ahora). Como recordar es volver a vivir, me siento en la máquina del tiempo y los invito a acompañarme.
«La chica del concierto de salsa» Había una hondonada estratégicamente ubicada enfrente del centro de la escuela que era lo suficientemente amplia como para que cupiéramos todos. En una parte baja se ponía un escenario y ahí se daban conciertos, actividades culturales, etc. Varios artistas de renombre nacional iban a darnos espectáculos y el ambiente se ponía buenísimo (como no había peligro de conflictivos, nos explayábamos a nuestro gusto). En aquella ocasión era un grupo de salsa y estábamos felices porque es en ese tipo de conciertos en los que más se goza. Todos nos apiñábamos lo más cerca posible del escenario y nos poníamos a brincar y gritar pero sobre todo a bailar, en particular un tipo de baile que se llama «despelote» que consiste en mover brutalmente la cadera, de preferencia con las mujeres pegando el trasero al frente de los hombres, lo más posible. También era costumbre el que las chicas se subieran en nuestros hombros (a menearse ahí con tremenda sabrosura). La pasábamos rico. Luego de un rato de bailar despelote con una muchacha que apenas conocía (le llamaré «Sofía») y de estar así en el vacile y la jodedera, le ofrecí cargarla sobre mis hombros e inmediatamente aceptó. Sofía era la típica «guajira» (campesina) cubana, de piel muy blanca, rostro muy bello, pelo negro, ojos marrón-verdosos enormes y expresivos, rodeados de unas pestañotas. Sin embargo, lo que más llamaba la atención de ella eran sin duda sus tremendamente carnosas nalgotas y sus caderonas, como corresponde a una buena criollita cubana. Además tenía cinturita estrecha y pechos relativamente pequeños pero paraditos y deliciosos. En resumidas cuentas, estaba la desgraciada como para comérsela viva ahí mismo. Cuando la estaba subiendo noté inmediatamente un olor peculiar, apenas distinguible pero inconfundible ¡El olor de su sexo! Candela, eso me puso a mil, así es que empec&
eacute; a menearme como desesperado, lo que sumado a su propio movimiento nos hacía parecer una batidora gigante. Mientras más bailábamos, más sudábamos y más se sentía el olor, con lo que ya empezaba a perder la cabeza. De pronto no pude aguantar más y me puse a masacotearle las nalgonas (que quedaban arriba de mis hombros), diz que con el pretexto de que no se fuera a caer al principio (porque me miró como diciendo: ¿Qué coño crees que haces?) pero poco a poco le fue gustando. De manera que terminé tocándole los pechos, los muslos, todo, y además besándole las piernas, con lo que se calentó tanto que me pidió bajar. Volvimos a bailar despelote con ella frente a mí y aprovechaba la ocasión para darme una tremenda repegada a su trasero y ¿Por qué no? Meter una que otra mano por aquí o por allá. En una de esas me tocó bajar (mientras me meneaba, era parte del baile) y cuando iba de subida, so pretexto de agarrarme porque me estaba cayendo, me las arreglé para meterle un poco un dedo en el chochito (afortunadamente usaba la saya muy floja). Se viró y me miró con expresión de alarma en la cara pero una indiscutible mirada pícara y cómplice, así es que no se me ocurrió nada mejor que oler el dedo, poner cara de éxtasis y luego chuparlo como el mejor manjar de la tierra o el cielo (que por cierto, lo era). Me dijo:
-Contra, mijo, qué cochino eres. ¿No te da asco?
-¿Tengo cara de asco, o de sentirme en el cielo?
-No me dio tiempo de bañarme y con tanto meneo estoy muy sudada, me da pena.
-Pero ese olor es la cosa más rica que sentidos humanos puedan percibir jamás. El agua con la que te bañas es una criminal por llevarse algo así todos los días.
-¿De verdad te gusta? Hay más en el lugar de donde sacaste eso y en la vida real me tienes calientísima.
-No se hable más, sobramos en este lugar, vamos echando.
Y nos metimos en uno como auditorio que casi nunca se usaba, lo suficientemente lejos del lugar del concierto como para que estuviese en condiciones de ser usado por nosotros solos. El lugar estaba en la penumbra, casi sin luz a no ser por un levísimo resplandor de un lejano bombillo. Había butacas de plástico y una pequeña alfombra roja que cubría una tarimita justo delante de la primera fila. Era el lugar perfecto y la compañía perfecta. Aquella velada fue de esos sucesos que hacen que la vida valga tanto la pena. Llegamos besándonos y excitadísimos, metiéndonos mano por todas partes, explorando en la medida de lo posible (por lo caótico de la situación) cada palmo de nuestros cuerpos. Sentía la necesidad imperiosa de navegar en la fuente de ese olor y remar en sus flujos, pero era preciso prolongar el momento para así disfrutarlo más. Poco a poco nos despojamos de nuestra ropa mientras besaba su espalda, su cuello y la acariciaba por todas partes. Entonces comencé por besar desde su ombligo hacia abajo, apenas tocando con mi labio superior los pequeñísimos vellos que van en aumento hasta convertirse finalmente en el Monte de Venus. Y mientras tanto el olor iba en aumento, es una sensación mágica, casi indescriptible, así hasta que llegué al objeto de mi deseo, que estaba cubierto por unas blancas braguitas de algodón (que tuve que apartar con los dientes por muy sexys que se vieran). Apenas si había luz pero se podía distinguir la abundante mata de pelos que lo cubría, aún así los labios eran muy carnosos y el clítoris prominente, por lo que sobresalían. Todo su sexo invitaba a ser devorado y como no es cosa de rechazar una tan amable y tentadora invitación, me hundí en él. Estaba en estado de trance, disfrutando como alguien que encuentra un oasis en el Sahara mientras ella se retorcía y gemía de placer:
-¡Ay papi pero qué rico! ¡Qué cosa más rica!
-¡Chúpame toda papito, cómeme!
-¡Ahhhhhhhhhhhhh! Continua…
Autor: Pgx
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