Hetero, polvazo. Tras la pelea llega la reconciliación de la pareja.
Habíamos discutido. Hasta me dolía la cabeza de los gritos que había pegado,
y él, como es su costumbre, no contesta, prefiere enfurecerme con su
parsimonia, fingida o real. Serios y callados nos dirigimos juntos a la
puerta del departamento para salir.
De pronto, frente a la puerta, sin razón, nos estrechamos en un abrazo frenético, en un beso enloquecido. Su lengua y la mía se destrozaban, nuestras bocas se devoraban y mis pechos se apretaban a su cuerpo mientras podía sentir lo dura que se le estaba poniendo la pija.
Y no aguanté. No aguante más y ahí junto a la puerta, como en un delirio
místico caí de rodillas ante mi dios, baje el cierre de su bragueta y extraí
de ella mi preciado trozo de carne, todavía semi-erecto.
Me metí esa hermosa pija en la boca, presa de una lujuria exorbitante la
chupe desesperada, con la lengua la recorría, la metía toda en mi boca hasta
el fondo, me demoraba en la cabeza lamiéndola y apresándola con los labios
para hacerlo gozar bien. Cada vez se ponía más y más dura, podía sentirlo,
podía palparlo, mi concha chorreaba de ganas de coger.
Y de pronto, él me apartó; dude medio segundo hasta que advertí que lo hacia
para bajar su ropa y sacar todo su aparato por encima del elástico para
facilitar mi tarea, y mostrármelo bien en plenitud. Entonces hizo y dijo
algo que aún me vuelve loca, que en este momento me calienta como cada vez
que lo recuerdo: tomó todo el pedazo con su mano derecha, y al tiempo que
empezaba a masturbarse, me ordenó, con un hilo de voz, perdido en el placer:
"..los huevos…"
Y entendí al instante la orden de mi dios. Mientras se hacia una paja
bestial, lamí y chupe esos huevos hermosos y calientes, como una
desesperada, estaba posesa, me calentaba como nunca en la vida chupar unos
buenos huevos, peludos y bien duros.
Así seguí un rato largo, hasta que volví a chuparle la cabeza de la pija
otra vez mientras el se seguía dando, yo estaba recaliente y el gemía,
sintiendo mi lengua en su agujerito, en su glande, mis labios y el calor de
mi boca en la puntita.
Yo deseaba que soltase la pija para que me la pudiera meter toda adentro de
la boca, y mi deseo se realizo sin demora: con un gemido ahogado, de un
golpe me la metió toda y pude sentir en mí toda la dimensión de esa poronga
fantástica, durísima, esos 20 centímetros de carne espléndida curtida por mi
cuerpo tras tantas cogidas. Me devoraba esa verga a un ritmo enloquecido, y
de pronto empecé a sentirla mucho mas dura, algo que creí imposible, hasta
que sentí la cabeza en el fondo de mi boca y al mismo tiempo un terrible
chorro de leche caliente que pegaba en mi garganta, y más y mas leche que me
trague integra, mientras escuchaba sus gemidos desgarradores, los gritos que
mi macho satisfecho prefería ahí arriba, desahogado, habiendo usado a esta
puta para echarle todo su esperma, allí, donde debe estar, ante él
arrodillada.