En el vagón viajaba un hombre de un aspecto bastante desaliñado con lo que dudé entre irme o quedarme.
Hola amigos, soy Laura. Vengo de pasar diez días de vacaciones con mi familia de Cornellá, una ciudad del cinturón de Barcelona. Quique me llevó al aeropuerto y como cada año que me voy con mi hermana de vacaciones se rebota hasta límites que rozan lo absurdo, así que al despedirnos en la terminal de Barajas le dije que consultara esta página y leyera los relatos que llevan mi nombre y así te entretienes un poco. Le di un beso y me dispuse a pasar el control de salida. He pasado quince días fabulosos con mi hermana, mi cuñado y mi sobrina, pasando las noches en la capital en un hotel en Rambla Catalunya. La noche del viernes quise aprovechar para estar con ellos hasta última hora ya que el sábado marchaba en puente aéreo hacia aquí. Así que me dispuse a tomar el metro de la linea uno desde Cornellá hasta la parada de plaza Catalunya. Eran las once menos diez cuando apareció el metro en una estación vacía y lo tomé. En el vagón viajaba un hombre de un aspecto bastante desaliñado con lo que dudé entre irme o quedarme. El aviso de cierre de puertas me hizo decidir en quedarme pero sentándome lo más lejos posible de aquel individuo. Cuando pasé por su lado el vagón se movió y caí sobre aquel personaje. Rápidamente me incorporé pidiéndole perdón y me senté frente a él, con tan mala fortuna que la minifalda que llevaba dejó al descubierto mis muslos y supongo que algo más ya que aquel individuo levantó su vista y clavó sus ojos en los míos con una mirada penetrante. Sin tiempo a la reacción se sentó a mi derecha pasando un brazo sobre mis hombros e intentó besarme. Olía fatal a sudor y forcejeé con él pero se colocó de tal forma que lo único que conseguí es que mi falda se subiera más y facilitarle el que su otra mano me desabrochara los botones de la blusa y me sobara mis tetas a su total antojo. El tren se detuvo y sonó el silbato, ¿abría entrado alguien?. Él me quiso tranquilizar diciéndome que a esas horas difícilmente entraba nadie en el metro. Y inconscientemente me relajé lo que aprovechó para clavar su boca en la mía y meterme su lengua hasta el fondo de mi garganta. Tenía su cuerpo encima y seguía jugando con mis tetas masajeándomelas y estrujándomelas con una fuerza descomunal.
Otra parada más y no me preocupé de nada. Error. Otro individuo había entrado y lo supe por que noté como me arrancaba el tanga y me mantenía con las piernas abiertas con su cuerpo metido entre ellas. Aprovechó para comerme el coño mientras que el primero me obligaba a comerme su polla de un sabor acre pero aunque parezca mentira me sentí totalmente mojada. Al rato dejaron de comerme el coño y noté como se metía en mi coño una polla que bombeaba con fuerza. De lejos oía algún que otro comentario pero no me importaba lo más mínimo el echo de que pudiera estar el vagón repleto de gente. Tenía una polla en la boca y otra en el coño. Aquellos dos desconocidos, entre ellos y para mí, hicieron que me corriera más de una vez y que me llenaran la cara y el coño de caliente leche. Al rato estaba sola en el vagón, ellos se habrían bajado pero me había pasado de parada un par de estaciones. Decidí ir por la calle paseando al hotel. Así que me compuse un poco y me fui al calor de la noche barcelonesa paseando al hotel. Al llegar me duché y no pude por menos que masturbarme con la alcachofa de la ducha dirigiendo el chorro de agua contra mi clítoris. Tuve que sentarme en el fondo de la bañera para evitar caerme. Me quedé relajada, me acosté y dormí hasta la hora de tener que coger el transporte hasta el aeropuerto del Prat. Cuando llegué a Madrid Quique estaba esperándome para llevarme a casa. Me recibió con un beso, tomó las maletas y fuimos a retirar el coche. Ya de camino a casa le conté como me habían ido las vacaciones y le conté lo que acabáis de leer. Sólo me preguntó si había ido bien el viaje. Estábamos llegando a casa, detuvo el coche delante de la puerta y bajó las maletas, las entró en casa y me dijo que fuera a guardar el coche en la cochera que iba a
l baño. Entré las maletas en la habitación y me fui a llevar el auto. Al entrar en la cochera me quedé atónita. Bajé del auto y pude ver en qué había invertido su tiempo Quique. Había convertido la cochera en una sala de torturas, (?). Al fondo pude ver que colgada de una barra del techo y con los brazos abiertos estaba Rosa, con una barra en los tibillos que le obligaba a tener las piernas separadas y colgando de sus pezones unas pesas y de sus labios vaginales otros. Cuando quise reaccionar oí un estrepitoso golpe, era la puerta de la cochera que se había cerrado detrás de Quique y de…CARLOS.
– ¿qué le estáis haciendo a Rosa?
– Lo mismo que te haremos a ti, me contestó Quique. Ya te enseñaré a no ir contando por internet nuestras relaciones.
Los relatos que le había dije que leyera a Quique se los había enseñado a Carlos y ahora habían hecho frente común contra nosotras.
– Y a Rosa, replicó Carlos, a no follarse a mis amigos.
– Ni a follar con desconocidos en el metro de Barcelona.
– ¡No me jodas! contestó Carlos. ¿Eso ha hecho?
– Sí, dijo Quique, eso es lo que ha hecho la guarra de mi mujer, que encima me lo cuenta.
– Merecen un castigo.
Quique y Carlos se acercaron a mí . Me colocaron unas muñequeras que luego ataron a una barra que me mantenía los brazos como a Rosa muy abiertos, los levantaron por encima de mi cabeza y empezaron a subirlos. Entre los dos me pusieron una barra en los tobillos, la cual me mantenía las piernas abiertas a tope. Me izaron hasta que mis pies perdieron el contacto con el suelo y quedé suspendida enfrente de Rosa. Tenía la boca con una pelota roja y una cinta atada al parecer por detrás del cuello. De pronto me di cuenta de que Quique llevaba unas tijeras que cortaron mi corta falda de arriba abajo y después recortaron las mangas del top que llevaba dirección al cuello, cayendo suavemente al duelo. Carlos se acercó con un cuchillo y lo pasó por mi mejilla, estaba muy asustada y grité, pero pareció enervarlos más, y la punta del cuchillo se deslizó por mi mejilla pasó por el mentón y resbaló por el cuello hasta cortar la cinta del hombro de mi sujetador, luego, manteniendo el contacto con mi cuerpo cortó la otra cinta , bajó dejándome sentir aquel frío metal hasta que topó con el sujetador por medio de mis tetas que por la postura estaban muy ofrecidas y de un corte lo hizo caer al suelo. Clavó la punta del cuchillo en mis pezones que los tenía muy excitados haciendo que se retrajeran. Luego bajó por el vientre hasta el tanga que en dos cortes hizo que mi coño quedara a la vista de los dos. En cuanto acabó un latigazo cayó sobre mis nalgas y otro, y luego otro, por mi postura, mi cuerpo se balanceaba dejando un nuevo rincón donde descargar el látigo aquel, que ahora caía en mis muslos o en mi vientre o en mi pubis hasta que descargó uno que me pareció que me partía en dos, con todo el tino con el que fue capaz descargó uno de abajo a arriba que fue a impactar contra mi ofrecido coño. Quique vino con unas pinzas de ropa y las empezó a colocar en mi cuerpo, brazos, costados, tetas, pezones, el dolor era intenso, siguió, por el abdomen, el ombligo, los muslos por dentro, aquello era insufrible, las lágrimas caían por mis mejillas por el dolor. Carlos al verme así pasó su mano por mi coño y luego esa mano mojada la pasó por mi cara diciéndome que llorase cuanto quisiese, pero que sabían que estaba disfrutando como la zorra que era. Empezó a descargar golpes de látigo por el cuerpo haciendo que aquellas agujas me pellizcaran más, pero cuando golpeó de arriba abajo sobre las de los pezones el estremecimiento fue bárbaro. Me retiraron con una lentitud pasmosas las agujas y me dejaron un rato tranquila. Pero sólo un rato mientras que le eran retirados lo pesos de los pezones a Rosa y para sorpresa mía Carlos me colocó uno en mi coño, por que el otro se encargó de ponérmelo Quique, que una vez puesto se le ocurrió soltarlos para que de una sacudida, que me recorrió todo el coño, mis labios se estiraran. Y para mi castigo lo repitió dos veces más. Con las bocas cerradas no podíamos gritar y ellos lo sabían aunque no nos hubiera servido de nada ya que las casas cercanas están bastante lejos. Nos pusieron unas pinzas en los pezones que me unían a Rosa con una
cadenita. Aquellas pinzas apretaban con fuerza mis pezones. Un latigazo cayó sobre mi culo que me hizo balancear de forma que mis pezones se estiraron por la quietud de Rosa.
Otro recaía ahora sobre Rosa que también se balanceó estirándome los pezones.
Alternativamente fueron azotándonos el culo a Rosa y a mí provocando que nuestros pezones notaran los tirones producidos por las pinzas que estaban unidas a los pezones de la otra. Lo peor fue cuando se le ocurrió a Carlos primero azotar el coño de Rosa, ésta se tensó de tal forma que el tiron de mis pezones fue brutal y lo volvió a ser cuando Quique descargó el látigo haciendo que por una parte las pesas de mi coño subieran y bajaran produciéndome un dolor intenso y al retorcerme mis pezones se estiraran.
Nos sacaron las cadenitas y empezaron a pasar una cuerda muy fina por mi pecho, dándole vueltas dejándomelo como una pelota, luego hizo lo mismo con el otro, una vez hecho me rodeó por detrás de la espalda y la hizo pasar por mis pezones ejerciendo una presión sobre ellos, que con lo doloridos que los tenía aún me dolían más. Fue rodeándome con aquella cuerda y desde la espalda me la pasó por entre los pesos que mantenían mis labios del coño estirados, haciendo contacto con mi clítoris y la acabó atando a las cuerdas que apretaban mis pezones. Hicieron lo mismo con Rosa. Una vez atada Rosa pusieron un trozo que nos unía los pesos del coño. No sabía que iba a pasar aunque pronto lo comprobé, aquello con lo que nos habían atado era hilo eléctrico y Carlos aplicó una pinza a la cuerda de nuestros coño y recibimos una descarga que me recorrió los pechos y los pezones como si me hubieran mordido y no quiero explicaros la sensación que experimenté en mi coño ya que las pinzas que mantenían aquellos pesos en mi coño hicieron lo propio en los labios vaginales y el hilo eléctrico en mi botón. Recibí tres descargas eléctricas y a la cuarta me meé. Eso les dio otra idea me bajaron y me tumbaron sin soltarme de las barras debajo de Rosa y le aplicaron tantas descargas como las que hicieron falta hasta que se meó encima mía con las consiguientes risas de los dos. Le quitaron a Rosa las cuerdas y después hicieron lo mismo conmigo. Me suspendieron de nuevo del techo pero para mi sorpresa lo que subía ahora eran mis piernas dejándome boca abajo. Bajaron a Rosa obligándola a ponerse de rodillas. Mi boca entró en contacto con su coño que sabía a meado, y me retiré.
– Fíjate, ayer le comió la polla a un tío a las once de la noche que tenía que oler a todo y ahora es una remilgada con tu mujer. Y cogiéndome por la nuca me incrusto en el coño de Rosa ordenándome que lo chupara dejándoselo bien limpio ya que él lo probaría después.
Hicieron que Rosa también me comiera el coño mientras nos azotaban con el látigo. Nos corrimos las dos. Después me bajaron y nos desataron de aquellas barras, pero si pensaba que ya había acabado estaba en un error. Nos pusieron sobre unos caballetes, atándonos los pies y las manos a las patas de estos y dejando nuestros culos ofrecidos y nuestros coños también. No tuvieron ningún tipo de problema en meterme un consolador por el coño y cuando estuvo bien mojado Carlos lo metió en mi culo, cosa que Quique hizo con Rosa a la misma vez por la reacción que esta tuvo. Nos los ataron con precinto para que no se salieran y empezó un sin fin de descargas con algo que me hacía estremecer. Después de unos cuantos azotes lo puso delante de nuestros ojos, era una vara fina, no sé, como una fusta de montar o algo así.
– Y ahora para que me veas bien Rosa, Quique te subirá la cabeza y podrás comprobar como me follo a la perra de tu amiga.
Quique le ató una cuerda al pelo y le tensó la melena desde el techo y Carlos lo hizo conmigo mientras Quique me decía y verás como yo me follo a la viciosa de tu amiga. Sin sacarme el vibrador del culo noté como una polla respetable entraba en mi coño y chocaba con el fondo una y otra vez mientras Carlos me iba dando palmetazos en mi culo al ritmo de la follada. Mientras me follaba me retiró la mordaza y lo mismo hicieron con Rosa y mientras nos follaban nos obligaban a que nuestras lenguas fueran besándose.
– Mira lo golfa que es esta Laura, decía Quique.
– Pues esa pe
rra no te digo nada, le contestaba Carlos.
Nos follaron hasta que se corrieron. Nos palmearon hasta que se corrieron.
Y nos calentaron a latigazos hasta que tuvimos el culo rojo, entonces nos desataron de aquellos caballetes y nos pusieron contra la pared atadas a unas argollas que habían sido puestas para la ocasión, con el culo contra la pared, pared que estaba fría en comparación con nuestro caliente culo y con los brazos y las piernas abiertas. Al agitarme Quique preguntó, ¿os ha gustado, eh?. Y se fue. Por el interior de mis muslo caía la leche que dentro de mi coño había dejado Carlos. Mientras Carlos se dedicó a dar alternativamente a nuestras tetas y a nuestros coños bofetones y tirones de nuestros labios doloridos por las pesas y las descargas. No solo notaba el culo caliente sino que mis tetas y mi coño que estaban recibiendo bofetadas, una detrás de otra, también estaban calientes. En estas llegó Quique y sin mediar ni media palabra introdujo un cubo de hielo en mi chocho que me hizo ver el firmamento, aprisionándome los labios del coño para que no lo soltara, y le dijo a Carlos, trae unas pinzas y me las colocó de forma que mi coño permaneciera cerrado y no permitiera que el hielo saliera de mi interior y que lo pudiera sentir derretirse en mi coño. Carlos agarró otros dos y los puso sobre mis pezones que los sentí contraerse y dispararse al contacto con el hielo. Le hicieron lo mismo a Rosa. Las dos gritábamos como posesas de dolor y placer. Nos desataron. Carlos agarró a Rosa y salió con ella de la cochera mientras Quique me decía:
– Ahora vas y con mi consentimiento te dejo que escribas lo que ha sucedido desde que te fuiste de vacaciones y lo mandes. Hazlo bien sino atente a las consecuencias. Amigos espero que os guste por que si no, no sé que va hacer de mí. Os quiero.
Autor: Laura
trosdecel ( arroba ) hotmail.com