Esta historia está inspirada en revelaciones que Alejandro y Vero, una hermosa pareja de amigos cibernautas, me han confiado. Se trata de una de sus múltiples aventuras pre maritales y gozo del permiso de ellos para contarla aquí.
-¡Pobre!-, dijo Vero a su novio compadeciéndose de Carlos -si tú me lo pides, lo consuelo ahora que regrese-. Sorprendido, Alejandro, el novio de Vero, le preguntó a qué se refería. -Mira, por ti yo estoy dispuesta a hacer lo que me pidas; si tú quieres que esté con él un rato para consolarlo, sólo dímelo- le contestó.
Atónito por su propuesta, y sin aún entenderla del todo, Alejandro se detuvo a pensar en sus implicaciones. Si entendía bien, su antes tímida novia, quizá un poco afectada por el alcohol, le estaba proponiendo coger con su mejor amigo, el mismo que acababa de ser botado por su novia y estaba súper deprimido. Aunque de momento se sentía irritado por los celos, comprendió que ella tenía derecho a satisfacer sus fantasías y su mejor amigo no merecía estar tan triste.
-¿Tú quieres hacerlo?- le preguntó.
Con una sonrisa que delataba sus deseos, Vero le contestó afirmativamente. -Yo soy feliz si tú eres feliz-, respondió aquel comprensivo novio, aprobando la propuesta de su chica, cuyo rostro se encendió de inmediato por la excitación. Se quedaron platicando en la sala de su casa aguardando la llegada del Carlos. Transcurridos unos minutos, escucharon que Carlos regresaba al departamento. -¿Quieres que le comente?- dijo Alejandro con ganas de ayudar.
-No gracias, déjamelo todo a mí- dijo Vero sacando del pantalón de su novio la cartera y de ella un preservativo.
Tras unos instantes se abrió la puerta y entró Carlos con un rostro decaído. -Ya regresé, voy a descansar un rato- dijo a los novios a manera de saludo caminando hacia su habitación. Cuando desapareció de su vista, Vero volteó hacia su novio y dedicándole una sonrisa, se levantó, para dirigirse hacia el cuarto de Carlos. En ese momento Alejandro deseó salir de la casa para darles privacidad y no sentir tantos celos, pero su novia le había pedido aguardar en la sala.
Pasaron cerca de quince minutos sin que Alejandro supiera nada, hasta que empezó a escuchar cual deliciosa música, los inconfundibles jadeos que Vero emitía cuando disfrutaba sexualmente. En ese momento sus sentimientos eran encontrados. Por un lado deseaba ser él quien hiciera gemir de placer a su novia, pero por otro lado, se sentía bien de saber que Vero cumplía su fantasía y su amigo convertiría su depresión en placer. Por un momento Alejandro sintió el impulso de convertirse en testigo del evento, pero su escaso pudor tuvo una de las pocas victorias de su vida y permaneció sentado en la sala, escuchando los rechinidos y golpeteos de la cama y los jadeos eróticos que Vero y su amigo emitían.
Finalmente el silencio regresó al departamento. Aquel novio se mantuvo a la expectativa hasta que después de unos minutos apareció Vero en la sala radiante de satisfacción y aún desnuda. -Es casi tan bueno como tú- dijo sonriente a manera de broma. Alejandro no pudo más que alegrarse de que la experiencia hubiera resultado agradable para Vero, como lo evidenciaba la felicidad que su rostro irradiaba.
-Ahora te toca tu premio por ser más bueno que el pan- le dijo al tiempo que se volteaba de espaldas a él poniendo su trasero a la altura de su boca y flexionándose hacia el frente como invitándole a besarle ahí.
Motivado por la voluptuosa visión, aceptó gustoso la invitación y comenzó a lamer sus orificios con fogosidad. Nunca antes había hecho algo así; le pareció uno de los más deliciosos manjares que jamás había probado. Lamió entusiastamente por varios minutos, para luego recostarla en el sillón, abrir sus piernas y continuar besándola en su intimidad.
Enajenado por el frenesí del momento liberó su sexo con la intenci&oa
cute;n de penetrarla. -Espérame mi amor, con tanta acción en el día siento que mi conejito ha de estar un poco rozado- le explicó refiriéndose a su entrada vaginal- mejor házmelo por el chiquito- dijo al tiempo que se volteaba para ponerse en posición canina. A pesar de ser de por sí una mujer sumamente sensual, Alejandro jamás la había sentido tan cachonda como en ese momento. Agradeció al alcohol que hubiera enfatizado la sensualidad de su novia.
Cubrió su pene con un condón para facilitar el ingreso e intentó penetrarla. Quizá como consecuencia de su virginidad anal, le resultó imposible introducirle su miembro, por lo que decidió quitarse el preservativo y lubricar pene y ano con saliva, tras lo cual, finalmente logró la ansiada meta. Comenzó a bombear frenéticamente alentado por el deseo de vaciar allí toda la frustración que había acumulado mientras Carlos se cogía a su novia.
Con su mano derecha estimulaba aquel clítoris, y con su mano izquierda masajeaba los hermosos senos. Apareció de nuevo la música de sus gemidos provocados por el deleite carnal. El hecho de que ahora sí eran provocados por Alejandro, le entusiasmó al grado de chorrear todo su semen dentro de ella. Continuó masturbando el clítoris de la chica sin retirar su miembro hasta que Vero también se vino, tras lo cual finalmente separaron sus cuerpos.
Como ya estaba oscureciendo y los papás de ella la regañarían si llegaba tarde, se dieron a la tarea de vestirse para dirigirse a la casa de Vero. Alejandro fue a recoger la ropa de la chica, que se había quedado en el cuarto de su amigo, quien aún tirado en la cama, le dijo -te debo una, hermano-. -A Vero- le contestó el novio enfatizando que ella era la del mérito. Recogió la ropa que yacía aún en el piso. Cuando se despedía entró Vero al cuarto, y tomando de las manos de su novio sus prendas una a una, se fue vistiendo ante la vista de aquellos jóvenes.
Cuando hubo terminado, se despidió de Carlos con un beso en la boca y una caricia en su entrepierna.
Camino a su casa platicaron alegremente sobre lo activo que había resultado el día. Sin embargo, de momento la chica se puso seria y preguntó a su novio si aún la quería. Le explicó que aunque en verdad había gozado el día, sabía que lo que había hecho se salía completamente de lo convencional y comprendía que eso podría afectar su relación. Alejandro le contestó que el placer es de las pocas cosas buenas que ofrece la vida, de manera que uno debe aprovecharlo en toda su magnitud; que él también había disfrutado plenamente el día y se alegraba de que igualmente ella lo hubiera hecho.
Le explicó además que ambos podían confiar plenamente en la discreción de Carlos, pues era la mejor de sus cualidades, y que de ahora en adelante podrían tener en su departamento un lugar seguro donde poder amarse libremente sin temor a ser descubiertos.
Ella sonrió satisfecha por aquella explicación y poco antes de llegar a su casa se quitó las pantaletas y dándoselas a su novio le indicó: -dile a Carlos que se las regalo… si a ti no te molesta-.
Con la diversión en su rostro, su novio tomó aquel presente, lo olfateó cual aromático perfume y lo guardó en la guantera. Ella sólo sonrió juguetonamente. Finalmente, aunque aún un poco mareada por el alcohol, aquella chica llegó a su casa más puntual que nunca.
Sus votos me llenan de alegría, los espero…Mónica…besos…
Autor: Mónica