Fue una de las noches más calurosas del verano, pasaban las horas y no podía dormir, apenas ingresaba una suave brisa en la habitación, que rozaba algunas partes de mi piel generando la sensación de una muy suave caricia sobre mi piel, en especial sobre mi torso desnudo, daba vueltas en la cama, buscando esas delicadas caricias en mi piel, noté mis pezones duros, comencé a jugar con ellos, nunca lo había hecho antes, tenía el prejuicio de que solo las mujeres sentían placer en esa zona erógena del cuerpo humano, portaba una enorme erección, mi pene no soportaba ya la prisión del slip que tenía puesto como única prenda, se me antojó que afuera podría estar mejor, me sentí invitado a salir, por el silencio de la tranquila noche, solo se escuchaba algunos ruidos emitidos por animales a lo lejos, y en especial los grillos.
Cuando me paré, creí explotar de éxtasis al observarme en el espejo de pie que estaba en uno de los rincones de la habitación, podría verme de cuerpo entero, alumbrado por la luz de luna que ingresaba por los inmensos ventanales, mi piel casi dorada, por el color adquirido por efectos del sol, durante los días previos de verano, que había disfrutado de campamento en San Gregorio de Polanco, junto a mi hermano y amigos de éste, me deleitaba enormemente la imagen que proyectaba, sobre todo la de mi pene erecto apretado en un diminuto slip blanco no acostumbro a usar ese tipo de prendas, prefiero la ropa interior más holgada pero también descubría mis prominentes nalgas, firmes, tersas, parecían esculpidas, y la prenda que llevaba tenía la particularidad que las resaltaba de tal forma que se podía adivinar claramente la extensa línea que separaba ambas nalgas, me resultó un espectáculo inesperado, es un culo fabuloso pensé que remataba excepcionalmente mi espalda triangular, y al tiempo coronaba mis gruesas piernas, que lucían potentes, musculosas, muy viriles, con el vello justo, – que lástima que no pueda cogerme a mi mismo, me dije, al mismo tiempo que me reía de la ocurrencia, reflexionando por un instante sobre lo locos que pueden llegarnos a poner una excitación como la que estaba viviendo, tan intensa, tan deseada, y al mismo tiempo tan desconocida-.
Finalmente salí por uno de los ventanales, que casi llegaban al piso, accediendo a una galería que daba a un patio interno de la casa, donde se encontraba el aljibe, me dirigí a uno de los extremos, lentamente, disfrutando de cada brisa, seguro de que nadie me observaría, pues excepcionalmente estaba casi solo en ese casco de estancia, mi abuelo había tenid seguramente rondaba o superaba los 50 años, era viudo, vivía solo. Las faenas de campo habían logrado que el hombre se mantuviera en forma, se podía adivinar entre sus ropas tradicionales, y que son muy holgadas que tenía un muy buen cuerpo, sus brazos muy fuertes y musculosos, tenía un tórax bien ancho, y parecía tener una pequeña panza supongo que producto de la edad y la cerveza su piel curtida por el sol, y muchos años de trabajo duro a la intemperie en invierno y verano, nunca había podido ver sus piernas debido al atuendo que siempre llevaba, hace más de 20 años que trabaja con mi abuelo.
Ese verano me estaba inventado unas vacaciones, ya que mi familia no podía hacerlas en ese momento por razones laborales de mi padre, había estado de campamento con uno de mis hermanos, y amigos, pero resultaron muy cortas aunque las disfruté intensamente, como ya les conté en mi relato anterior- , así que acepté la invitación que siempre extendían mis abuelos a todos los nietos, para que fuéramos al campo, y que además casi siempre declinábamos, en realidad la vida de campaña siempre nos había resultado muy aburrida para nosotros, en mi caso, hacía por los menos 6 años que no visitaba el lugar, había llegado hacía dos días, y pensaba pasar el mes de Febrero entero por ahí, planificando varias actividades con mi abuelo, que inesperadamente tuvo que dejarme, aparentemente solo por un par de días, y ya me estaba arrepintiendo de la idea de esas vacaciones. Salí de la casa, apenas mis pies tocaron el pasto, se intensific&oa
cute; el universo de sensaciones que estaba descubriendo, miré alrededor, solo se observaba las siluetas de los árboles a los lejos, y de las construcciones, y en especial una pequeña colina a unos doscientos metros de la casa que estaba coronada por cinco frondosos árboles daba la sensación de un pequeño bosquecillo, dispuestos en círculo, sabía que existía allí, un par de troncos de un viejo árbol que eran usados como asientos, la luna hacía que el pasto brillase, y su luz iluminaba literalmente mi piel, me sentía hermoso, y al mismo tiempo triste de no poder compartir esas sensaciones tan intensas con nadie, me dirigí rápidamente a la colina, cuidando de moverme por el sendero de pasto prolijamente cortado muy ancho por cierto pues temía que saliéndome del sendero podría toparme con alguna culebra u otro animal que no me gustase.
Al llegar a la colina, el paisaje se agrandó, podía ver a varios kilómetros a la redonda me parecía- era una vista basta y maravillosa, me dio una sensación de tremenda soledad, y al mismo tiempo intimidad, lo que me animó a tumbarme de espaldas sobre el pasto y observar la luna, mientras disfrutaba de mayores brisas, que acariciaban mi piel, humedecí mis dedos con saliva, y comencé a jugar con mis pezones, y a sobar mi pija que seguía dura como un hierro, queriendo salir del slip que la atrapaba, era tal la excitación que había desarrollado que comencé a rodar por el pasto, fregaba mi cuerpo contra el césped improvisando con la fricción una tremenda paja, me estaba masturbando sin las manos, pronto comencé a sentir picazón en mi piel, lo que hizo que incorporara, y me dirigiera a uno de los troncos, dispuesto a modo de asiento, y me montara en él, comenzando a refregar suavemente mi pene sobre el mismo mientras mis brazos lo abrazaban, quedando mis piernas a los lados, el movimiento hacía que mi cola subiera y bajara, moviéndose al mismo tiempo en forma circular, con cuidado para no lastimarme y permitir masajear en forma gozosa mi pene contra el tronco. Al cabo de un hacia mí, dejándome ver al abandonar la sombra de los árboles, que se trataba del capataz, Don Pedro, llevaba una camisa de manga corta, totalmente desprendida, dejando ver su torso desnudo, el vello de su pecho, abundante, concentrado sobre sus pectorales, que se veían fuertes, firmes, y seguían en hilera hasta debajo de su ombligo, y perderse en la faja de la bombacha para los que no son rioplatenses les aclaro, que acá se le llama bombacha, a una prenda de tela tipo pantalón largo, muy holgada, que se usa tradicionalmente para el trabajo de campo y forma parte de la indumentaria típica de los gauchos iba descalzo, tenía unos pies muy grandes, y anchos, se notaba que tenía la piel gruesa, con cayos, mi primer pensamiento fue, menos mal que no era el abuelo, pero enseguida me dije, igual seguro que le cuenta, estaba en esos pensamientos y sin decidirme si levantarme en busca de mi slip o permanecer desnudo abrazado al tronco, cuando siento sobre mi piel la enorme mano de ese hombre, callosa, dura como lija, que se deslizaba con cuidado explorando mi espalda, hasta acercarse a mis hombros, esa sensación literalmente me petrificó. Don Pedro, sin mediar palabras, se sentó a horcadillas sobre el mismo tronco, justo delante de mi cabeza, -como si montara a un caballo- y con sus toscas manotas intentaba hacerme un masaje sobre mis hombros, supongo, por lo firmes de sus movimientos, eso me tranquilizó, era como una señal de comprensión, o aceptación de lo que me había visto hacer, desconocía el tiempo que estuvo observándome sin que lo notara. Alcé mi vista, lo miré a la cara, tenía sus ojos clavados en mi espalda, por donde pasaba sus manos, tenía una expresión como de sorpresa, y al mismo tiempo de placer, de gusto, parecía encantarle la textura de mi piel, y pasaba una y otra vez la palma de sus manos por mis hombros, espalda y hasta mi cintura, con un poco de esfuerzo se reclinaba hasta alcanzar las parte superior de mis nalgas.
Seguía con el cigarrillo en la boca, encendido, lo fumaba sin quitárselo de la misma, me gustaba el olor que expedía, una mezcla a tabaco, mezclada con la transpiración del cuerpo, y a una loción, bastante fuerte, me dejé acariciar, y tocar como si fuera un gatito, a pesar de la aspereza de la piel de Don Pedro, disfrutaba del contacto con esas manos grandes y fuertes; una de las veces que se inclinó para alcanzar mis nalgas, tuvo que levantar un poco su cuerpo y aproveché
; la ocasión para con una de mis manos tocar su entrepierna, y confirmar la erección que tenía hacía ya algunos minutos, pero que con la prenda tan holgada que estaba usando, tenía dudas de si ese bulto que aparecía era real o el efecto de la prenda. El bulto era totalmente real, tenía una verga bien dura, posé mi mano en ella por sobre el pantalón (bombacha), y apreté corriendo mi mano en toda su extensión para sentir como palpitaba, y tuve la intención de llevármela a la boca, pero Don Pedro, no me dejó, inmediatamente se paró, me tomó de un brazo, y casi me arrastró hasta la zona donde los árboles generaban una sombra oscura, el lugar donde él había estado parado observándome, quise decir algo, y con un gesto, y mirada severa me dejó bien claro que no esgrimiera ruido alguno. Me soltó, se quitó la camisa que colocó en el suelo, me volvió a tomar por los hombros y me acostó sobre ella, boca abajo, se colocó sobre mi, sentí el calor de su torso desnudo y fuerte sobre mi espalda, y su aliento sobre mi rostro, con un olor a tabaco y alcohol muy potente, su lengua pasó por mi nuca, y una de mis orejas, eso me excitó aún más de lo que estaba, también dedo que se sentía delicioso.
No paso más que instantes, para sentir su pija abrirse paso entre mis nalgas, ingresaba rápidamente, sin problemas, como cuchillo caliente en la manteca, se introducía con gran facilidad, probablemente por las ganas que yo tenía de sentir esa pija, y la dilatación que había producido, ese hombre si que tenía experiencia, fue la penetración más disfrutada desde un primer instante, en ningún momento sentí molestia alguna, solo placer, el placer de sentir latir la verga dentro de mi cola, y el movimiento de entrada y salida, rítmico de esa pija, durísima, potente, me sentía como un animal, pronto todo su cuerpo estaba sobre mi, y sentía sus testículos golpear mis nalgas, y su lengua que babeaba mi nuca, oreja hombros, y un olor fuerte a tabaco y alcohol que me cubría por completo. Mientras me estaba montando, levanté las caderas, para poder deslizar unas de mis manos debajo para menear mi pija que también estaba dura, pero me tomó el brazo, y lo sujetó fuertemente contra el piso, por sobre mi cabeza, evidentemente quería paralizarme, y comenzó a cogerme en forma más fuerte, prácticamente sacaba totalmente su verga de mi cola, y la introducía nuevamente de una sola embestida, era una bestia, me ensartaba sin piedad alguna, pero me estaba dando un placer enorme, de pronto no resistí más y el refriegue de mi pija contra el pasto, hizo que eyaculara, antes que Don Pedro, él ni cuenta se dio y continúo con su labor en romperme el culo, por suerte no duró más que unos instantes en eyacular, inundando mi recto, sentí claramente ese líquido inundar mis entrañas, y su cuerpo estremecerse sobre el mío, su potentes brazos por momentos me presionaban tanto que dejaron marcas en mi piel que llevó varios días en desaparecer, la contracción de sus piernas el momento en que eyaculó me hizo tomar conciencia de la fuerza que tenía ese hombre.
Permaneció sobre mi durante largos minutos, sujetándome, solo sentía su tórax moverse sobre mi espalda al ritmo de su respiración, y percibía como iba decayendo la fuerza de la pija dentro de ano, hasta casi hacerse imperceptible, y salirse. Ciertamente no era una de las pijas más grandes que me había comido hasta ese momento, pero me hizo gozar tanto como cualquiera otra verga de inmenso tamaño. Comencé a sentirme incómodo en esa situación, y me moví con fuerza para quitármelo de arriba, me costó, pero lo logré, esa acción parece que hizo reaccionar a Don Pedro, que hasta ese momento no había emitido ninguna palabra solo sonidos guturales, suspiros, resoplidos Tenemos que hablar seriamente.. me dijo en un tono de voz severo y solemne. ¡¡¡Zas!!! Pensé yo, ahora viene un rezongo, amenaza, o algo por el estilo. Decidí permanecer callado y escuchar lo que tenía que decirme, con dificultad, lentamente, cada palabra parecía durar una eternidad, fue tratando de justificarse, de explicar porque había actuado de esa manera, noté como si me estuviera pidiendo disculpas, entonces lo interrumpí diciéndole que no se preocupara, que yo había querido hacerlo, y que me había gustado, eso par
eció calmarlo, su rostro cambió y su tono de voz se volvió menos severo, me aclaró que se había asustado por lo que había hecho y que hasta se le había pasado por la mente el renunciar a su trabajo e irse, si yo se lo pidiera a cambio de que no revelara lo que había sucedido se ve que pensó que me había violado, je pensé yo, si supiera en que asuntos he estado antes – . Le daba vergüenza lo sucedido, me explicaba que me hombre muy difícil de tratar- así que ingresé y me duché rápidamente, el agua estaba muy agradable, no era caliente, pero tampoco estaba fría, me sequé y le dejé el lugar. Luego esperé unos instantes, y cuando estuve seguro de que Don Pedro estaba bajo la ducha, me asomé a la puerta del baño, para observarlo desnudo, para la edad que tenía, estaba muy bien, unas piernotas bien gruesas, con nalgas desarrolladas y firmes, y unos brazotes muy anchos, de joven debió haber sido todo un adonis. De pronto se dio cuenta de que lo estaba observando, y me preguntó si necesitaba algo, respondí nada, solo quería mirar, y muy atrevidamente, me acerqué más y me paré a su lado.
Minutos después estaba Don Pedro con una nueva erección, en una etapa inicial, no estaba totalmente dura, entonces estiré mi mano y la tomé, comencé a menearla, no resistí y casi sin darme cuenta me encontré arrodillado chupando esa pija, que poco antes me había dado tanto placer por el culo. Se nota que usted lo lleva en la sangre, igual que su tío… exclamó Don Pedro, eso me sorprendió, ¿Cuál de mis tíos pensé?, pero no pregunté seguí chupando, hasta que la sentí bien dura abriéndose paso en mi garganta, la mamé con ganas, como si fuera la golosina más sabrosa del mundo, lamí sus testículos, su entrepierna, él había apoyado sus manos en mi cabeza y jugaba con mi cabello húmedo aún, que bien, siga, siga.. decía, y decía algunas cosas sucias, que me gustaron, como que la mamaba mejor que las putas del pueblo, que jamás se habían hecho tan bien, y esas cosas que se dicen en momentos de calenturas, hasta que logré que se corriera, en mi boca, luego escupí su leche no me gusta tragármela y me lavé la boca en el lavabo, luego salimos del baño.
Una vez en la habitación continua, mientras se vestía, y acomodaba, le pregunté a que tío se refería, al Sr. Enrique, me respondió, y ahí me di cuenta que se refería a un tío abuelo, hermano menor de mi abuelo, que esta radicado en España desde hace tiempo, y que toda la familia siempre supo sus preferencias sexuales, debería contar con más de 60 años. Ahí me enteré del motivo por el que el tío Enrique pasaba hace años tanto tiempo en el campo, y que durante varios años fue amante de Don Pedro, antes de que éste se casara, e incluso, tuvieron algunos encuentros después de su matrimonio. Don Pedro, hacía 6 años que era viudo, y sus dos hijos se habían ido a Montevideo, uno a trabajar en la construcción, el otro ingresó en el ejército, se veían poco, aunque sabían de sus respectivas vidas.
En días posteriores tuvimos otros encuentros tan calientes como el que les relaté, y entrando en confianza me fui enterando de más cosas sobre mi tío abuelo y la relación con Don Pedro, me confesó que le hacía recordar a ese tío, que yo era su viva imagen cuando era joven, y de que le propuso a Don Pedro formar una pareja, éste no estaba preparado para eso, no entraba esa posibilidad en su mentalidad, y prefirió casarse, eso llevó a Enrique a buscar otros hombres, intentando darle celos, o que se yo, la cuestión es que su vida sexual trascendió la intimidad de los encuentros, y poco tiempo estuvo en boca de todo el pueblo y zonas adyacentes, hasta que su padre lo comprobó cuando lo encontró con otro hombre en un galpón, fue un momento familiar bastante doloroso, por lo que se, de las cosas que se cuentan en mi familia, y el pobre Enrique t cola»>
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