Había sido invitado a una fiesta en casa de un amigo; según su versión, iba a ser memorable….
Había sido invitado a una fiesta en casa de un amigo; según su versión, iba a ser memorable, pues sus padres no estarían en casa; además había invitado a sus primas que tenían la muy bien ganada fama de «fáciles.» Al parecer correría el vino y el sexo a más no poder, pero nunca pensé que ocurriría aquella experiencia de proporciones románicas, que a todos los presentes nos marcó.
Mi amigo es de los llamados «ricos», su casa tiene dimensiones casi de mansión, jardines parecidos a campos de fútbol con arbustos por doquier y rejas que no permiten el acceso a cualquiera.
Todos los invitados asistieron desde las 19:00 horas de ese sábado; todos con atuendos mus extravagantes y sofisticados. Algunos de ellos llevaban incluso a sus mascotas, que iban desde los gatos, pericos hasta uno que otro reptil; pero lo que definitivamente predominó fueron los perros.
La fiesta estaba a todo lo que daba, la música hacía que todos se contorsionaran al ritmo de sus notas y el alcohol y la droga se encargaron de eliminar las barreras económicas y el pudor.
Ya para las 23:00 horas todo era un verdadero caos. Las primas de mi amigo estaban incontenibles; fajaban con el primero que se les ponía en su camino; dos de ellas, las más atrevidas, andaban por toda la caza en calzoncillos y sin sostén. Los invitados estaban felices con el espectáculo. Yo esperaba la oportunidad de atacar, aunque no sabía con cual, pues las cinco son muy hermosas y están bastante dotadas de todo a todo.
Al filo de la 1:00 a.m. casi todos estábamos desnudos y la mayoría haciendo el amor, unos con otros; los 60’s regresaban en pleno año 2002. En ese desenfreno, algunos invitados habían tenido la puntada de administrar dosis pequeñas de droga a algunas mascotas. Especial gracia causó un perro de raza labrador que se puso bastante acelerado; corría de un lugar a otro tirando muebles, jarrones, cuadros en sí, todo aquello que se anteponía en su camino. Estábamos muy divertidos.
Ya como a las 3:00 a.m. los invitados menos allegados se habían marchado, quedábamos de 200 invitados sólo 20 o 25 cuando mucho; Claro está, contando a las primas.
Estaba con una de ellas. Practicábamos todas las posiciones que se nos venían a la mente; empecé haciéndole sexo oral vaginal, ella recostada en un viejo sillón de uno de los recibidores. Lengüeteaba y lengüeteaba, ella sólo me acariciaba la cabeza. Parecía no hacerle el menor cosquilleo, así que intenté hacérselo más interesante, mordisqueando sus labios pudendos e introduciendo mi dedo; sus bellos rojizos y su piel blanca contrastaban de manera muy especial, era maravilloso saborearlos.
Aun así, parecía que la estaba aburriendo, intenté cambiar posición, le di vuelta y la puse de rodillas; comencé a penetrarla por de tras (vaginalmente) y trataba de hacerlo profundo, primero lento y después rápido. Sentía que iba a 200 km/h pero al ver su reacción, ¡ Ho desilusión!. La cambié nuevamente, ahora ella estaba sobre de mí, subía y bajaba con una cadencia de torero, lenta y suave, batiendo la cadera; ahora sí parecía estar feliz, pues tenía el control. Al parecer habíamos encontrado la manera perfecta; en ese instante ambos sentimos un lengüetazo que fue desde mis huevos hasta su culo. Era el perro drogado que al parecer se había puesto igualmente frenético y deseoso.
Los que vieron la acción comenzaron a reír como locos, ella y yo también, pues pensábamos que de ahí no pasaría. De repente se sintió otra vez y varias más; el perro estaba muy emocionado, se me ocurrió abrirle más las nalgas a ella y ofrecérselas más cómodamente. Ella empezó a excitarse más, no la había visto tan prendida y emocionada en toda la noche. Ahora, mi canino socio lo había logrado. Pensé que el perro se había cansado pues dejé de sentir su lengua, que a decir verdad era muy agradable, cálida, húmeda y suave. Me di cuenta que no lo sentía pues estaba montándola ¡la quería penetrar!. Ella estaba perdida, así que no hizo el menor intento por zafarse, los invitados empezaron a poner más atención a lo que ocurría; estaba algo incómodo
por la complicidad que suponía mi participación. Aun dentro de ella comencé a sentir su punta compitiendo con la mía por ingresar a su orificio. Me dio algo de asco, así que decidí retirar mi miembro, tan pronto lo hice, el suyo ingresó. Ella lo sintió y mostró una expresión en su rostro de sorpresa; el perro comenzó a bombear a gran velocidad, ella gritaba de placer; ¡no lo podía creer! Estaba debajo de una relación zoofílica.
Los invitados se miraban asombrados; ella se retorcía y pedía más y más, el perro al parecer se cansó y bajó de la chica, aproveché el momento para quitarme debajo e integrarme con los demás invitados.
A ella le preguntaban: «¿Qué tal? ¿Lo hace bien?»; ella sólo contestó: «Es el mejor…» Se había puesto en píe, pero el perro se volvió a interesar en el asunto, lengüeteó, ahora por el frente a su amante, e intentó volverla a poner en cuatro patas, abrazándola por la cintura.
Estaba a punto de ceder a los deseos del can cuando otra de las primas dijo: «ahora déjame probar a mí.» Así que se puso en cuatro y llamó al animalito. Éste ni tardo ni perezoso le dio un par de lengüetazos y se dispuso a montarla. Intentó por unos instantes, pero no atinaba, así que ella tomó su miembro y lo dirigió a su rajita. Inmediatamente adquirió ritmo de nueva cuenta. Ella gemía de gusto, de su panochita comenzó a escurrir la leche del perro, eran cantidades abundantes y viscosas.
Ella empezó a gritar: «Me va a romper me la va a romper..»; pero ni con eso dejaba de parar el culo. De pronto el perro paró su loca carrera, pero ésta vez no bajaba. Alguien dijo: » ¡Están pegados!. El ambiente se puso extremadamente candente. Las demás primas se acercaron para constatar el hecho. Sí, tenía una bola de carne que no permitía la salida de su miembro. Todos estábamos muy excitados. El perro bajó de ella y con algo de fuerza logró sacar su verga, era roja, venuda, tremendamente grande y aun escurría semen. Otra de las primas, la menor, se acercó al can y tomó el miembro en sus manos, lo acarició y lo besó lenta y suavemente. Poco a poco comenzó a lamerlo y chuparlo, después lo introdujo completamente en su boca. Un invitado se acercó por detrás de ella y la cogió; mientras lamía él la poseía.
El resto de los invitados estaban atónitos por el espectáculo presentado; así que fueron saliendo aquellos que no lo soportaron.
Eran las 4:00 a.m. y nada más quedábamos tres de las primas el anfitrión y otro amigo. El perro al parecer se le había pasado el efecto de la droga y estaba acostado. No me podía quitar de la mente las imágenes percibidas.
Como éramos seis formábamos tres parejas. Las primas son insaciables, así que le seguía el juego de lamer y mordisquear, pero ya sin mucho entusiasmo; las otras parejas aun tenían energías y seguían fornicando. Estaba a punto de partir a casa cuando el perro despertó, y como si recordara el momento volvió a acercarse a una de las chicas que hincada la hacía sexo oral a su pareja. Lengüeteó nuevamente, sólo que ahora más pausado, pues la droga ya no surtía efecto.
La prima dijo: «conque quieres más…» Al tiempo que levantaba la cadera para dejar ver mejor su conchita. El perro lamía hasta los rincones más recónditos de su puchita, trataba de meter el hocico lo más profundo posible. Ella seguía chupando la de su pareja.
El perro volvió a montar, ella lo dejó hacerlo, y se dispuso a recibírsela. Mi pareja al ver que estaba más interesado en el show decidió irse con su primo, quien se estaba cogiendo a su otra prima. Hacían un buen trío.
Mientras tanto, estaba como simple espectador, saboreando cada una de las arremetidas de aquel animal. Fiel a su costumbre, bajó de ella volvió a lengüetear sólo que ahora se concentró en su ano. Lo lamía con tanto gusto que se antojaba, de vez en vez bajaba a lamer un poco su rajita, pero regresaba raudo con su labor anal. Como podrán imaginarse ella estaba súper húmeda, se notaba a leguas.
El perro volvió a montar pero ahora con envestidas más agresivas, sin la misma velocidad, pero más potentes. Ella lo sintió otra vez, crecía el miembro en sus adentros.; gemía a gritos. Su pareja la consolaba y a
cariciaba, motivándola a seguirle chupando el miembro. Nuevamente el perro se detuvo, jadeaba tranquilo y cansado sobre ella, bajó y quedó abotonado culo con culo. Me sentía súper excitado.
Me acerqué y comencé a acariciar las nalguitas de la prima, suaves como duraznos; ella paraba el trasero de manera que quedara bien expuesto y a la vez el perro se sintiera cómodo. No aguanté más y decidí entrar al juego. Atravesé mi pierna sobre sus caderas e introduje poco a poco mi miembro en su estrecho ano. ¡Qué sensación!. Ella sólo decía: «Despacio, con cariño que para los dos tengo…» Poco a poco su trasero fue cediendo, al grado que comencé a bombear con mejor ritmo. Sentía como el perro seguía abotonado, ella gemía por tener en su poder tres miembros. Era algo nuevo, no lo sé, era totalmente diferente a lo que había vivido. Mi corazón se aceleró; sentí el cosquilleo en mi cintura y supe que era el momento: «me voy a ir…» le dije; ella respondió: «quiero que los dos se vengan en mi al mismo tiempo…» No sé como le hicimos o si sólo fue suerte o qué sé yo; la cuestión es que eyaculamos casi al mismo tiempo; él en la cara; yo, salpiqué todo su culito y nalgas, fue increíble. Al poco rato nuestro canino amigo se la sacó.
Desde esa fiesta las cosas fueron diferentes; ahora somos los anfitriones de honor y claro está, procuramos invitar a nuestros amigos humanos y animales.
Autor: buito
buito ( arroba ) terra.com