Eran las tres de la tarde. Estaba nervioso. Aún no había decidido si iba a entrar o no. Llevaba más de tres meses hablando con ella vía Messenger y enviándonos mails. Se había convertido en mi primera y única esclava virtual. Después de muchas dudas por fin habíamos quedado para una sesión real, estaba a menos de 10 metros de conocerla, pero las dudas me mantenían inmóvil. Finalmente abrí la puerta del bar y entré.
El bar estaba abarrotado, buscaba a mi morena con vestido rojo y provocativo, finalmente la divisé, en el fondo del bar, en una mesa, sola, como habíamos acordado. Conforme me iba acercando podía notar la fuerza de sus ojos, unos ojos marrones, centelleantes, llenos de lujuria y expectación, definitivamente los dos habíamos esperado ansiosos este momento.
Me siento y la observo, a pesar de haber visto su cuerpo infinidad de ocasiones me asombra la turgencia de sus pechos y la longitud de sus piernas que parecen no tener fin. Le miro la cara, es la primera vez que lo hago, de hecho es la primera vez que nos vemos las caras, nuestras sesiones por webcam siempre las hacíamos cubriéndonos esa zona para evitar la posibilidad de chantajes. Es guapa, en realidad es muy guapa, ojos marrones enormes, labios carnosos, facciones marcadas y lleva un pequeño piercing en la nariz, una nariz respingona, estrecha, más tarde descubriría que uno de sus mayores encantos era como se ensanchaban las «aletas» de la nariz cada vez que se ríe, esa risa contagiosa me acabaría volviendo loco.
Hacemos las presentaciones de rigor, nos intercambiamos DNI y cada uno envía un mensaje a su enlace, así tenemos la absoluta certeza que ninguno sobrepasara los límites, y que si lo hace, al menos, será el principal sospechoso. Se acerca el camarero, pido una copa para mí y una botella de agua para ella, necesitará hidratarse, teniendo en cuenta todo lo que le voy a hacer sudar.
Le ordeno que debe ir al water y cambiarse las bragas por un tanga de cuero que le he traído, debe hacerlo antes de que vuelva el camarero. Se levanta, en el bar se hace un silencio sepulcral, todos la observan, admirando su belleza. Se dirige con un suave contoneo de caderas hacía el lavabo. Tarda un minuto, regresa y se sienta a mi lado.
– Ya está hecho. ¿Qué hago con las mías? – Se las daremos al camarero como propina, con las miradas que te ha echado a pesar de estar conmigo creo que es un regalo que agradecerá.
Le parece bien, a ella siempre le parece todo bien. El camarero regresa y nos sirve lo que habíamos pedido. Decido que ese es el momento y activo el control remoto, el tanga que se ha puesto lleva un pequeño vibrador que queda justo a la altura del clítoris, al activarlo deja escapar un pequeño aullido, sorprendida, el camarero la mira, ella intenta guardar la compostura, pero imagino que será difícil hacerlo mientras te estimulan de esa forma. Apago el vibrador, nos tomamos las copas con tranquilidad y pagamos. Antes de salir le preguntó que si no olvida algo. Ella reacciona y deja sus bragas encima de la mesa, le digo que con eso no es suficiente, que saque su pintalabios y ponga su número de teléfono. Evidentemente todos nos miran, pero ella sin rechistar obedece. Mientras cruzamos la puerta oigo sin ningún género de dudas como varios hombres se abalanzan sobre el tesoro que les hemos regalado, puedo oír los golpes que se propinan.
El taxi ya nos estaba esperando. La hago subir delante y yo me siento justo detrás. Voy desviando la conversación hasta que el taxista se dirige exclusivamente a ella, la mira, la observa, se la come con los ojos. Decido que es el momento de volver a encender nuestro amiguito. Esta vez reacciona mejor, casi de forma imperceptible. Solo nos podríamos dar cuenta si nos fijáramos en el constante meneo de sus piernas y en como sus pezones se van erizando cada vez más. Le cuesta hablar con el taxista, su voz va haciendo gallos, noto como poco a poco empiezan a caer las primeras gotas de sudor por su frente. Ya tengo bastante y apago el aparato.
Por fin llegamos al hotel. No es excesivamente lujoso, pero satisfará todas nuestras exigencias. La habi
tación reservada ya está lista. Le ordenó que suba y me espere arrodillada y desnuda dentro de la habitación. Mientras me deleito observando como va hacia el ascensor, me dirijo al bar. Pido una cerveza y dejo transcurrir media hora, media hora que me imagino que a ella se le hará eterna, el suelo tiene moqueta así que eso seguramente aliviará un poco sus rodillas. Antes de subir cojo una botella de cava y el hielo para mantenerla fría.
Llego a la habitación y abro la puerta. Está allí, tal como le había ordenado, observo de cerca la mancha de su espalda, ese lunar…había fantaseado cientos de veces con tocarlo, la acarició y le ordeno ponerse en pie.
Le vendo los ojos, esposo sus manos y con una cuerda las ato a la lámpara, de esta forma le obligo a tener el cuerpo recto, erguido. Paseo alrededor, observo su figura, realmente es una diosa, curvas perfectas, pechos redondos y firmes, cintura estrecha, piernas rectas y torneadas, y su culo es el paraíso donde todo hombre anhela perderse. Acto seguido cojo mi látigo, y lo hago chocar contra la pared para que sepa que le espera. Noto como se estremece, seguramente es la primera vez en toda la tarde donde se da cuenta que esta completamente expuesta, puedo oler su miedo y eso me excita. Voy pasando las tiras del látigo sobre su piel, que inmediatamente se pone de piel de gallina, lo paso por sus pechos, por sus labios, en el cuello me recreó ya que recuerdo que me había contado que era su mayor zona erógena, sigo bajando hasta recorrer sus muslos cada vez más encharcados. Me alejo dos pasos y empiezo a fustigarla, con suavidad, no le quiero hacer daño, solo que note el cuero golpeando su cuerpo. La «tortura» se mantiene durante 20 minutos, 20 minutos deliciosos donde ella no deja escapar ni un murmullo.
Aguanta estoicamente, una lagrima se desliza por su mejilla y me doy cuenta que es el momento de parar. La desato, miro sus labios y la beso con ternura, con admiración, ella devuelve el beso, lentamente nuestras lenguas van jugando y nos recreamos en ese momento de paz.
La tumbo en la cama, sigue vendada, y vuelvo atarla, esta vez de pies y manos. Esta con las manos juntas atadas al cabecero de la cama justo encima de su cabeza, las piernas están atadas cada una en un extremo de forma que su sexo queda expuesto. Empiezo de nuevo con la tortura, cojo una pluma y voy recorriendo con ella cada recoveco de su cuerpo, primero la frente, después sus labios, el cuello, veo como se pone tensa cuando la pluma llega a su axila así que la mantengo allí, jugando, se esfuerza por no reír, pero no lo consigue, esa carcajada me acaba de enamorar. Sigo bajando, su vientre me fascina y es otra de las zonas donde más atención dedico. De repente cambio el utensilio, esta vez toca un hielo, lo mantengo en sus pezones, cada vez más gordos, cada vez más excitados, puedo notar como le duele y como, al cabo de cinco minutos, la zona ya esta insensibilizada, así que cojo dos pinzas y le pongo cada una en un pezón. Después empiezo a masturbarla, su entrepierna parece un charco, introduzco dos dedos mientras con el hielo le estimulo el clítoris, ella se retuerce de placer, intercambio la postura, ahora le introduzco el hielo y estimulo el clítoris con mis dedos, lo pellizco, lo estiro, lo mimo, lo acarició. Le doy permiso para correrse, cosa que hace de inmediato.
Dejo que descansé, pero a los 15 minutos empieza mi ataque final, le beso el pubis y notó como vuelve a humedecerse, sigo jugando en esa zona, ella empieza a reaccionar, intenta acompasar sus caderas para que le haga una felación, intenta sumergir mi lengua en su vagina, pero no es eso lo que entra, cojo un vibrador de 23 cm. de largo por 10 de ancho y lo introduzco, le pongo un tanga (de apertura lateral) para evitar que el vibrador salga y lo enchufo, primero al mínimo. La asusto diciendo que la voy a tener así toda la noche, y mucho más cuando me despido y doy un portazo, evidentemente no me he ido, me he sentado en una butaca para observar el espectáculo. Ella al principio se alegra de su situación, cree que va a disfrutar, sin ninguna duda ignora que se puede enloquecer de placer. A los 20 minutos empieza a dar muestras de agotamiento, así que con el control remoto pongo el vibrador en la posición intermedia, tensa los músculos de sus brazos y empieza a dar esfuerzos para deshacerse de él, es inútil. La tengo así 40 minutos más para finalmente ponerlo al máximo, ella empieza a aullar, no sé si de placer o de dolor, seguramente sea una mezcla de las dos. Observó sorprendido y complacido
durante una hora el show que ella me proporciona.
Finalmente decido desatarla, libero sus muñecas y le saco el consolador, también desató sus piernas. Le beso en la frente y le deseo buenas noches. Hay que dejarla descansar, hoy ha sido una tarde, pero mañana le espera un día completo.
Se agradecen todo tipo de comentarios.
Autor: Rafa rafa_marqueze (arroba) hotmail.com
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