Con Marta todo fue una sorpresa. La conocí cuando cursaba el segundo año de la universidad. Fue una tarde de calor y lluvia que anunciaba el verano. Mientras en el bar compartía la cuarta ronda de cervezas con los amigos y nos distraíamos mirando los cuerpos cada día con menos ropa de las chicas, no tuve ni fuerzas suficientes para comentarles que un ángel se había cruzado en mi camino. Tejanos ajustadísimos que le acentuaban un culo redondo y erguido como si fuera un guante, piernas larguísimas y una camiseta de tirantes que envolvía unas tetas como dos quesos que bamboleaban a ritmo de sus elegantes pasos. El generoso escote dejaba a la vista aquellas dos maravillas retenidas en el sujetador coronado por la blonda que embellecía las hinchadas copas. Su cara, aniñada y dulce, quedaba envuelta por una media melena rubia de cabellos lisos y brillantes como los rayos del sol de otoño.
Dos semanas después me presenté a ella y empezamos una relación de simpatía y trabajos conjuntos. Poco a poco fuimos creando un clima de cierta intimidad y en pocos días le pedí que saliéramos juntos. Ella aceptó dándome un beso inexperto, pero muy cariñoso, y me invitó a cenar dos días después en el piso de estudiantes que compartía con su compañera María. La cena transcurrió tranquilamente. Hablábamos los tres sobre temas triviales y a la hora de los postres llegó Pedro, el novio de María. Durante la noche recibí de Marta un par de besos y muchas miraditas propias de los primeros días de noviazgo, propias de una chica que parecía cándida y sin mucho recorrido en las relaciones íntimas de pareja.
Después de unas copas, Marta propuso jugar a las cartas. Todos estuvimos de acuerdo y Pedro dijo que podríamos jugar al strip-póker.
-Claro, ¿por qué no? Dijo Marta con una sonrisa pícara que yo aún no conocía.
-Pues, venga… añadió María, su compañera y también estudiante de nuestra facultad.
Las primeras mangas fueron una sangría para la compañera. María, que siempre vestía ropas anchas, se descubrió como un auténtico volcán. Quedándose sólo con las braguitas, nos mostró unos pechos enormes que nos dejaron, a los chicos, sin habla. Gracias a las copas y a un ambiente realmente relajado, la situación era muy caliente, pero sin ningún tipo de tensión. En pocos minutos quedamos los dos chicos en calzoncillos y Marta con toda su ropa interior. María ya estaba desnuda completamente, y no mostraba ningún reparo en abrir y cerrar las piernas mostrándonos su rasurado coño.
Las siguientes partidas nos dejaron a los dos chicos en pelotas, con una erección in disimulable y la concentración muy lejos de las cartas. Al cabo de un rato, Marta perdió dos veces seguidas y se despojó de su ropa interior con unos movimientos sensuales y un guiño de ojo que me puso aún más cachondo.
-¿Ahora que no tenemos pruebas, qué nos vamos a quitar? ¿Ya hemos terminado?, preguntó Pedro.
-No, ahora jugaremos a las pruebas. El que gane podrá pedir a quién quiera pasar una prueba. ¿Vale? dijo María.
Todos asentimos y seguimos jugando. La suerte quiso que yo ganara la siguiente manga. Un poco cortado pedí a María que nos bailara durante un minuto al ritmo que marcaba el CD que escuchábamos. Entre risas y excitación, Marta dijo que tenía poca imaginación. Todos se rieron y seguimos con las cartas.
La siguiente la ganó Pedro. Se levantó y con la polla totalmente tiesa le pidió a su novia que le hiciera una paja delante de todos. María, sentada, empezó a moverle el miembro a un ritmo lento que incrementaba poco a poco. En menos de dos minutos un gran disparó de semen salió de la enorme polla de Pedro, cayendo en las manos de María que empezó a lamerse hasta limpiárselas.
-Esto sí que se pone interesante. Dijo Marta, descubriéndome la chica caliente que era y que hasta aquellos momentos ni me imaginaba.
Marta ganó con un póker de jotas. Pensé que era la ocasión para que pudiera, por fin, tocarla. Pero mi sorpresa
fue mayúscula cuando dijo que quería que yo tuviera que hacer correr a María sin ayudarme de las manos. Un poco aturdido, miré a Pedro, que me sonrío con un suspiro que era una confirmación. Me levanté y me coloqué debajo de ella. Empecé a lamerle el coño que estaba mojadísimo. Y durante cinco minutos fui bebiendo sus jugos hasta que una eyaculación bastante cuantiosa me mojó toda la cara. Sus gemidos y las caras que vi de Pedro y Marta cuando me levanté certificaron mi pericia a la hora de chupar coños.
Terriblemente excitados y un poco intranquilos seguimos con el juego. Le tocó la suerte a Marta de nuevo y esta vez, pensé, me tocaría, de una vez, disfrutar del cuerpo de mi novia. No sé si fue por la situación, por la excitación que nos hacía seguir en aquella actividad realmente fuera de lo común, que todos permanecimos en un silencio total mientras ella pensaba la prueba.
-Quiero que le comas la polla a Pedro y que guardes todo su semen en la boca sin tragarlo.
El silencio se hizo aún más tormentoso. Nunca había tenido sexo con otro chico, aunque alguna vez había pensado en ello sin excesivas ganas de llevarlo a cabo.
-¿No te atreves cariño? Dijo Marta muy sensualmente. Sólo es un juego.
No sé aún porqué, pero me levanté y sin dejar de mirar a Marta me puse de rodillas frente a Pedro, que se había levantado mientras su novia le cogía las manos detrás de la cintura. María le cogió aquella enorme polla y la dirigió hacia mi boca. Un poco asustado lamí su capullo y noté el gusto de alguna gota de su anterior corrida. No me desagradó. Cómo si estuviera fuera de mí, abrí la boca y empecé a lamer todo el tronco de Pedro. Cada vez me sentía mejor y seguí mamando como un experto. Un rato después, noté la descarga de semen llenándome y escurriéndose por mis labios.
-Muy bien, amor mío. ¿Por qué no me dejas probar la leche de tu boca?, dijo Marta.
Y colocándose a mi lado abrió la boca, y sin dejar que la tocase, vertí todo el semen que me quedaba por sus labios y su agujero lleno de dientes blanquísimos.
Después se levantó lamiéndose la comisura de los labios y propuso: seguimos, ¿no?
Autor: Manuel manuelfer2006 (arroba) hotmail.com