Como desde hacía ya un tiempo, mi atención se centró en mi suegra. Kely (así se llamaba ella) era una mujer tirando a petiza, de buenas piernas y tetas, y una boca bastante seductora. Si bien el paso de los años había dejado su huella en su figura, estaba muy buena y ejercía una gran atracción en mí, y frecuentemente era objeto de mi deseo. Por supuesto que yo disimulaba todo el tiempo, máxime desde que vino a vivir con nosotros (mi mujer y yo). Yo tengo 45 años, y mi suegra me lleva unos diez.
La cosa transcurría sin novedad aparente, y si bien yo tenía toda clase de pensamientos obscenos cuando la miraba, mi actitud era de completa diríamos indiferencia. La sola idea que mi mujer sospechara que me gustaba su madre me aterrorizaba, porque iba a hacerle mucho daño y yo, posiblemente, me iba a quedar "sin el pan y sin la torta".
Cuando mi mujer comenzó a viajar al interior por razones de trabajo (era representante de una casa de productos de belleza que estaba tratando de conseguir nuevos clientes por una política de expansión del negocio), yo, que trabajo en mi casa en la computadora porque soy analista de sistemas y programador, tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para no exteriorizar lo que estaba sintiendo. Trabajando en mi PC, no podía dejar de mirarla cuando pasaba, y empecé a buscar las excusas más idiotas que encontraba para entablar una charla, pasar cerca de ella, y esas cosas.
Pero me frenaba como ya dije el miedo, el temor a cómo podía reaccionar. Si bien imaginaba que por el bien de su hija mi suegra nunca le contaría a su hija cualquier desfachatez mía, me imaginaba que de suceder algo así ella se iría de mi casa, y no quería eso, sino todo lo contrario. Ella me trataba amablemente, pero como si fuera su hijo, y eso me excitaba aún más. La verdad es que era una incógnita total saber que pasaba por su cabeza, cómo manejaba sus sensaciones y sus calenturas, desde que había quedado viuda no había salido con nadie. Bueno, como les estaba contando, los viajes de mi mujer se hicieron más y más frecuentes, y me acostumbré a compartir muchos momentos con mi suegrita, yo siempre trabajando en mi PC y ella yendo y viniendo por la casa haciendo las tareas propias del hogar.
Una mañana advertí que mi impresora se había quedado sin tinta, y me dispuse a ir al centro a comprar el insumo necesario. Mi suegra estaba en el lavadero. Me voy a avisarle que voy a salir, y aprovechando la situación y en un golpe de audacia, viendo que tenía las dos manos ocupadas sosteniendo un montón de ropa que llevaba al tendedero, como quien no siempre justificadas, pero desde que vino a vivir con nosotros nunca más.
Bueno, me dije, vamos bien, no tengo que apurarme ahora ni meter la pata como una criatura, a todo hay que darle su tiempo. Y le di su tiempo. Como a los dos meses del episodio que acabo de contar, mi mujer seguía viajando y pasando fuera de casa varios días de la semana, y en esos días yo aprovechaba con cara de inocentón cualquier oportunidad razonable para darle un beso, agregando algunos condimentos como apoyarla un poco como al descuido y esas cosas, pero dentro de todo bastante normal.
Mi calentura con ella había alcanzado niveles altísimos, y ya tenía que masturbarme pensando en ella porque no aguantaba más. Una tarde sucedió lo inesperado.
Ella estaba en la cocina, preparando el té, y yo me fui a verla y me puse detrás de ella simulando que buscaba algo en un armario colgante que estaba arriba en la pared. La cocina tenía frente a nosotros un amplio ventanal, que daba a un patio lleno de plantas (que ella cuidaba, obvio).
En esa situación, sin saber que hacer y resignándome a no hacer nada, porque no había la menor justificación para absolutamente nada, la naturaleza vino en mi auxilio.
Se había formado una gran tormenta y estaba por llover, y de golpe, estando los dos como describí recién, sonó un trueno de esos que parece que se viene el fin del mundo. Ella era media asustadiza con las tormentas, y parece que el trueno la agarró desprevenida, vaya a saber en que estaba pensando, y tuvo un gran sobresalto que la impulsó hacia atrás en una reacción de temor. Pero atr&aa
cute;s estaba yo, que ni lerdo ni perezoso aproveché para rodearla con mis brazos en forma protectora.
Sentir su cuerpo apoyado sobre el mío me produjo una calentura irresistible, y curiosamente en forma simultánea una sensación de ternura o cariño que me sorprendió.
Ella no hizo nada, me refiero a algún movimiento sugestivo o algo así, simplemente se quedó quieta, pero nos sentimos mutuamente. Se dio vuelta entonces y me hizo un comentario sobre el trueno y la tormenta y esas cosas, pero yo estaba enloquecido, así que aproveché para abrazarla y decirle "tranquila Kely" y le di un beso, corto, eso sí, breve, pero… en los labios.
Así fue la primera vez que nos besamos en los labios, con las bocas cerradas, un instante apenas. Nunca olvidaré ese momento. Por timidez o miedo o ese tipo de cosas, salí de la cocina y me fui a la habitación donde trabajaba, intentando concentrarme en lo que estaba haciendo ese día, pero con una calentura y una emoción enormes.
Tenía que besarla de nuevo, pero no se me ocurría cómo hacerlo nuevamente, así que inventé un motivo para salir, pese a la lluvia que ya caía a cántaros. La encontré viendo la televisión en el living, sentadita en un sofá, me senté al lado de ella y le dije "Kely me voy a comprar pilas para la linterna porque seguro se va a cortar la luz". Me dijo "no salgas que llueve mucho, esperá que pase". Le dije "no, enseguida vengo, no hay problema". No es que quisiera salir, esa era la excusa para darle otro beso, así que aunque me iba a mojar todo no me importaba, cualquier cosa con tal de poder hacerlo, así que medio me levanté y la besé de nuevo, otra vez en los labios con la boca cerrada, otro instante apenas, y me fui.
Desde ese día nada había cambiado, lo único es que ya era como natural que en determinadas situaciones (buen día, buenas noches, salgo un rato, etc.) nos besáramos en los labios, pero siempre besitos inocentes, pero besitos al fin. Los días en que mi mujer estaba en casa no no levantado.
Estaba toda tapada, así que no era muy sensual la cosa, pero con la calentura que yo tenía me sobraba eso para calentarme aún más. Intentó levantarse, pero yo no le di tiempo, le dije "No te molestes, seguí descansando" y me arrodillé en el borde de la cama y no pudiendo más otra vez el beso, pero esta vez mi deseo se había hecho irresistible, así que la besé, y la volví a besar, y ella me dijo no, y sentí el movimiento de sus labios sobre los míos y eso me puso loco, y la seguí besando y besando siempre con la boca cerrada en los labios y sus alrededores, y ella se resistía y se ponía como enojada, pero yo ya estaba jugado, no se si me explico, nada iba a detenerme.
La tenía inmovilizada, y le exigí que me diera la boca, y abrió un poco los labios y sacó la punta de su lengüita y la empecé a chupar como un demente. La sentía deliciosa, era algo indescriptible, mi pene con una erección terrible, me dolían los testículos de la calentura, no iba a dejar que eso quedara ahí, no le iba a dar tiempo que pensara absolutamente nada. Así seguí besándola y chupándole la lengua y bebiendo sus jugos, mientras con mis manos recorría su cuerpo con prudencia, pero con claras intenciones de llegar a sus partes íntimas. Empecé por las piernas, esas piernas divinas que tanto había mirado y deseado, y seguí por su abdomen y sus pechos.
Finalmente corrí los cobertores y me acosté con ella. Ahí pude apreciar en plenitud lo hermosa que era, y la besé toda, la acaricié toda, mientras ellas respondía débilmente a mis mimos murmurando "no, no…, no". Pero yo sabía que ese no era sí. Yo sentía un deseo descomunal y no iba a parar hasta disfrutarla plenamente como mujer, pero advertí que esa ternura, ese cariño que sentía por ella, en realidad… era amor. Me había enamorado de mi suegra. No me entraba en la cabeza la posibilidad de vivir sin ella, de no tenerla, de no hacerla mía todo el tiempo. Así las cosas, mientras la adoraba, le dije "Kely te amo, Kely te necesito, quiero que seas mía, mi mujer, mi vida".
Ella me dice "Papito no puede ser eso, ya sabés por qué, yo nunca le haría a la nena una cosa así", y luego prosigue con "No, no, definitivamente no, esto tiene que parar…"A
es altura de los acontecimientos y dejándome llevar por lo que sentía, sin importarme ya nada de nada, me saqué los pantalones y quedé rápidamente desnudo, mientras la sujetaba y prácticamente la inmovilizaba. Ella estaba desnuda, sin ropita interior, con un camisón que le quedaba suelto y que a mi gusto la hacía más deseable aún.
Le abrí las piernas. Eso me costó un poco, ya que si bien mi suegrita no tenía fuerza para nada parece que para cerrar las piernas sí tenía, pero obviamente yo era muchísimo más fuerte que ella.
Incluso pensé en pegarle una cachetada y violarla ahí mismo, pero traté de seguir "por las buenas". Cuando ya tenía las piernas medio abiertas le puse mi pene en el lugar preciso y la penetré profundamente de un solo envión, comprobando que estaba excelentemente lubricada. Bueno, a partir de ese momento me va a ser difícil seguir este cuento, porque no tengo tanta facilidad de la palabra para explicar las cosas, mi fuerte no son las letras, lo que si puedo decir que en mi vida había tenido una relación como la que estaba teniendo en ese momento. Nuestros cuerpos parecían hechos el uno para el otro. Con un ritmo constante y firme le hice el amor mientras ella se abrí el fondo de su tesorito, mientras ella también tenía un orgasmo fabuloso. Así quedamos abrazados, besándonos y acariciándonos un largo rato.
Después nos levantamos y fuimos juntos al baño, y nos bañamos juntos. Nos secamos sin dejar de besarnos y acariciarnos. "Tenemos que hablar" me dijo, y yo le contesté "Si mi amor, como quieras, vamos a hablar de lo que quieras, pero lo nuestro no voy a permitir que se termine, a partir de este momento sos mi mujer, ya no me importa nada de nada". Entonces me dijo "Si papito, vos sabés que lo nuestro es para siempre, ya no podemos dejar de estar juntos, sos mi hombre".
Se arrodilló, y mirándome fijamente abrió la boquita y comenzó a chuparme el pene como una reina. Mientras gozaba como un loco, esperando poder llenarle esa lengüita divina con mi semen, pensé en lo que tendríamos que hacer en el futuro para que ella se transformara realmente en mi mujer.
Continuará.
Autor: Carlos nkonsistente ( arroba ) yahoo.com.ar