Por circunstancias de la vida, como dicen un mal día mis padres, al igual que mi novia, finalmente se cansaron de mí y me botaron de casa, simplemente por que dejé de estudiar, me la pasaba de fiesta en fiesta, emborrachándome, fumando de la buena y no quería trabajar. Después de eso simplemente terminé siendo un mendigo más, digamos que fácilmente encontré un lugar donde dormir, lo que sería el equivalente a una suite, en los terrenos de una fabrica abandonada, de no se que. Tenía un buen lugar donde cobijarme de la lluvia, tranquilo, sin vigilantes molestosos y lo mejor de todo, aparte de la gran cantidad de cartones, también tenía sus grifos de agua que funcionaban.
Hasta ese punto todo iba viento en popa, había gente que me daba una limosna, otros que pasaban a mi lado como si yo no existiera y hasta los que ya fuera me dieran o no algo, se detenían a decirme que era un hombre joven que bien podía buscar un empleo y todas esas cosas, lo que al parecer ellos no saben es que cuando una persona es pordiosera, difícilmente consigue trabajo, por eso mismo por ser pordiosero. Como les decía todo a pesar de los pesares iba bien, pero no contaba con los buitres. O sea uno que otro pordiosero, que se dedica a vivir explotando de cualquier forma a otros pordioseros.
Hasta esos momentos, ignoraba la existencia de tales tipos, pero ya en la madrugada cuando me dirigía al lugar donde dormía. Me salieron por decirlo así, tres colegas. Exigiéndome que les diera, aparte de mis zapatos y mi chaqueta, y el poco dinero que cargaba encima. Bastante asustado, ya estaba por darles todo lo que me estaban pidiendo, cuando apareció otro tipo más, armado con una especie de garrote, los tres buitres, al verlo de inmediato desaparecieron. Este aparte de tener una abundante barba completamente oscura, era bastante alto y grueso. Su sola presencia de por sí sola, sin el garrote que portaba, era impresionante. De inmediato le di las gracias y hasta lo invité a comer algo, con lo que había recogido, pidiendo en las calles cerca de las iglesias.
Dijo llamarse José a secas y mientras comíamos comentó así como quien no quiere la cosa, que no tenía donde dormir esa noche, ya que el viejo auto donde acostumbraba hacerlo, fue recogido por quien sabe que institución del gobierno municipal. En ese instante, pensando que era lo más justo, le ofrecí que me acompañase al sitio donde guardaba mis cartones y en el cual estaríamos protegidos hasta de la lluvia. Apenas pasamos la cerca de alambre, noté que José, me miraba de manera bien rara, pero no le di importancia, pensé que quizás le parecía raro que alguien como yo, o sea otro mendigo le ofreciera donde dormir. Apenas llegamos, saqué los cartones de un escondite entre dos paredes y los coloqué en el piso y preparé el sitio para poder dormir sin preocupaciones. Hasta esos momentos, no tenía ni puta idea, de lo que me esperaba. Tras acostarnos sobre los cartones, José que se encontraba a mi lado, comentó algo que al principio pensé se trataba de una broma, al decir. Ahora lo que falta, es que en agradecimiento me des el culo, para quedar a mano.
Como les dije, pensé que era una broma, de mal gusto, pero una broma al fin. Al darse cuenta de que yo no lo tomaba en serio, simplemente sin darme la menor oportunidad de defenderme, colocó todo su enorme cuerpo sobre el mío. Mientras me colocaba una afilada navaja de barbero, sobre mi cuello dijo. Bueno tú has decidido, que sea por las malas, ahora quítate toda la ropa y no hagas tonterías como ponerte gritar. Sintiendo su navaja sobre mi cuello, entendí que nada valía, cualquier esfuerzo por hacerlo cambiar de idea. Por lo que aun en contra de mi voluntad, comencé a ir quitándome toda la ropa que cargaba puesta. A todas estas, sin casi poderme mover, al tenerlo a él todo el tiempo sobre mi cuerpo. Ya cuando fue necesario que él se quitase sobre mí, para poder seguir quitándome el resto de la ropa, fue que se movió ligeramente, pero sin llegar a soltarme del todo, ya qu
e con una de sus gruesas y fuertes manos no dejaba de sujetarme fuertemente mí brazo derecho. A medida que me iba quitando la ropa, trataba de convencerlo ofreciéndole que le daría todo el dinero que tenía escondido, a cambio de que no me hiciera daño, pero ni se inmutó siquiera. Una vez que me quité los pantalones, me ordenó que también me quitase las medias y los interiores. Quedando yo completamente desnudo a su lado y sin poder hacer nada por defenderme, tirado sobre los cartones.
Por un momento me observó detenidamente, sin decir palabra o hacer gesto alguno, nada más hasta esos momentos repasaba todo mi cuerpo con su vista. Yo aparte de estar todo asustado y nervioso, pensando en todo lo que me podría pasar, casi estaba a punto de llorar. En ese momento comenzó a decirme con su gruesa voz, tratando de calmarme. Tranquilízate, no es para tanto, procuraré ser lo más considerado contigo, pero con la condición de que tú te portes bien y no trates de huir. Al decir eso comenzó acercar su cuerpo al mío, yo en medio de todo, no se como de inmediato comencé a defenderme, aunque le di unos cuantos golpes que a otra persona de seguro lo hubieran noqueado, pero a él por lo visto lo único que hice fue enfadarlo. Yo estuve tratándome de defenderme, hasta que sentí toda la fuerza de una de sus manos que me golpeaba en el estómago. Ese golpe me sacó todo el aire, haciendo que parcialmente perdiera el sentido. Cuando comencé a recuperarme, de inmediato me di cuenta de que yo estaba acostado boca abajo sobre los cartones y que sobre mi, se encontraba él sujetándome fuertemente por la cintura, restregando su verga contra mis nalgas, al tiempo que me mordía la nuca suavemente.
Al principio no hice otra cosa que tratar de soltarme a como diera lugar, le gritaba que me soltase, pero a medida que más resistencia yo hacía. José me apretaba con mayor fuerza contra su cuerpo y podía sentir su dura verga pegada a mis nalgas. En medio de ese forcejeo, comencé a sentir algo, que nunca en mi vida me había sentido. Yo estaba completamente desnudo, mientras que él únicamente había sacado su verga del pantalón, de por si esa situación, me era muy morbosa. Además el tener su dura verga tan pegada a mis nalgas, algo de momento me hizo el desearla tener dentro de mí. Aunque seguía resistiéndome en apariencia, dejé de gritarle que me soltase, realmente comencé a restregar mi culo contra su cuerpo.
De momento José se dio cuenta que más que resistirme yo estaba, como él me dijo después, disfrutando de lo que pasaba. Desistió de apretarme con fuerza contra él, dejándome espacio para acomodarme. En ese instante bien pude salir corriendo, pero algo raro como ya les dije me estaba pasando, me sentía tan y tan bien entre sus brazos, que en lugar de escaparme, simplemente me puse en cuatro patas, realmente con mis rodillas bien separadas, sobre uno de los cartones en los que me acostaba y mi torso pegado al piso, mi culo quedó al aire, mientras que con mis manos separando yo mismo mis nalgas, dejándolo completamente abierto, ofreciéndoselo sin resistencia alguna a José.
Sentí las grandes manos de José, que casi de inmediato comenzaron acariciar mis nalgas, aunque yo sabía de sobra que me llegaría a doler, por las experiencias que llegué a tener con mi novia, cuando yo se lo enterraba a ella por el culo, para que no fuera a salir preñada. Eso realmente no me importó mucho, sentir sus dedos mojados con su propia saliva pasando sobre mi esfínter, me hizo sentir una especie de rico escalofrió, que me recorrió todo el cuerpo y no pude evitar dejar escapar un profundo suspiro de satisfacción. Lentamente José comenzó a presionar suavemente mi esfínter, poco a poco fue introduciendo algunos de sus dedos dentro de mi cuerpo, les daba vuelta, los introducía profundamente y nuevamente los sacaba hasta que los dejaba por completo fuera de mi cuerpo. De inmediato volvía a repetir el mismo movimiento, mojando sus dedos nuevamente con su saliva. A todas estas, cada vez que él comenzaba a penetrarme, yo movía suavemente mis nalgas y caderas de un lado al otro. Hasta el momento en que él consideró apropiado, para enterrarme su verga por el culo.
Cuando sentí esa cosa caliente presionando contra mi esfínter supe que a ciencia cierta que había comenzado, respiré profundo y con mis manos mantuve mis nalgas bien separ
adas. Ese raro dolor fue embargando todo mi cuerpo, pero aunque era molesto al mismo tiempo lo encontré bien sabroso. Yo procuraba mantenerme relajado a medida que su verga atravesaba mis nalgas y se hundía totalmente dentro de mi cuerpo. No fue hasta que finalmente me llegó a penetrar totalmente, que me comencé a mover, además me di cuenta que podía apretar y soltar mi esfínter, al tiempo que José seguía hundiendo y sacando su verga de mi culo, mis caderas como si ellas solas se mandasen las comencé a mover nuevamente. Mientras que yo me quejaba y gemía por el placentero dolor, José me mientras me sujetaba por las caderas, decía una y otra vez, que culito más rico y tan bien dispuesto tienes. Yo orgullosamente. Más fuerte lo movía de lado a lado.
Así estuvimos por quien sabe cuanto tiempo, Yo disfrutando plenamente de todo lo que él me estaba haciendo, hasta que me apretó con fuerza y sus rápidos movimientos se fueron apagando. José se había venido dentro de mi, no es que yo lo haya sentido plenamente, mientras se venía, no puedo decir eso por que sería faltar a la verdad. Pero después de un corto rato nos separamos, yo quedé con mi culo al aire, mientras que José se quedó acostado a mi lado. Pero agarrando una de mis nalgas con sus manos. Fue cuando lo escuché preguntarme si me había gustado, algo raro me había pasado ya que sin vergüenza alguna y con mi voz algo aflautada le respondí que si y le dije que para la próxima vez, no haría falta que me presionase con la navaja. José se puso a reír, y de inmediato me dijo, si quieres lo seguimos, pero primero me lo mamas para que se me pare. En mi vida nunca hasta ese momento, llegué a pensar que aceptaría de muy buena gana la proposición que José me terminaba de hacer.
Luego continuó diciendo, lastima que no tengamos agua para lavarnos y seguir. Yo de inmediato levantándome del piso, moví unos cartones que se encontraban cerca de nosotros, ocultando un grifo de agua, el que abrí y como pude me lavé las nalgas y expulsé todo lo que él había dejado dentro de mí. Luego agarré una de mis camisetas la mojé, y de la manera más delicada me puse a limpiar su verga. José se encontraba completamente tendido sobre uno de los cartones boca arriba, yo después de limpiar su verga, me coloqué entre sus piernas y como si fuera algo de lo más normal, comencé a lamer toda su verga, pero su ropa no me dejaba hacerlo cómodamente, por lo que sin decirle nada me di a la tarea de abrir su pantalón y bajarlo hasta las rodillas. Para de inmediato seguir pasando mi lengua por todo el tallo de su verga, desde sus bolas hasta la cabeza. A medida que yo se lo estaba comenzando a lamer, su verga se fue parando y poniendo dura.
En cierto momento, no me conformé con lamérselo sino que me dediqué a chupárselo y mamárselo hasta donde mi boca lo permitía. Por un buen rato seguí haciendo eso, hasta que el mismo José me dijo ahora siéntate sobre mi verga, a menos que no quieras que me venga dentro de tu boca. Eso realmente no me pareció nada mal, pero deseaba intensamente volver a sentir su verga dentro de mi culo, sus fuertes brazos apretándome contra su cuerpo y sus dientes mordiendo mi nuca. Por lo que con toda la calma que pude, me fui sentando sobre su erecta verga.
Cabalgué como un loco sobre su verga, la podía sentir entrar y salir de mi culo divinamente, Por un buen rato mantuvimos esa rica posición, hasta que él me indicó que me acostase boca arriba sobre los cartones. Apenas lo hice, me tomó por los tobillos, separó mis piernas y nuevamente me enterró su verga dentro de mi goloso culo. Lo bueno de esa posición era que podía ver directo y a todo color como dicen en la TV. como su verga entraba y salía de entre mis nalgas. Hasta que después de un buen rato yo no pude aguantarme las ganas de masturbarme a medida que el seguía metiendo y sacando su verga de mi cuerpo. Por unos cuantos meses, José y yo fuimos pareja como quien dice, hasta que él conoció a una puta que me lo levantó, la muy desgraciada. Pero en medio de todo fue bueno que lo hiciera, ya que eso fue lo que me motivó a salir del estado de mendicidad en que me encontraba.
Regresé a casa de mis padres, les dije que me había arrepentido de ser un tarambana, les conté todas mis vicisitudes, todas menos mi relación con José y que deseaba seguir estudiand
o y trabajando. Me inscribí de noche para seguir estudiando y mi padre me consiguió un puesto en la estación de televisión de la cual es gerente. Hoy en día ya terminé mis estudios, trabajo, me mudé solo y hasta tengo mi propio auto. Ocasionalmente e visto a José en la calle, no me le acerco, por que la verdad es que me da asco, además tengo un amigo intimo que no tiene nada que envidiarle a José.
Autor: Narrador narrador (arroba) hotmail.com