Soy Emmanuel tengo 23 años, de cabellos negros, piel blanca y ojos celestes. En los primeros días de nuestro caluroso noviembre había estado bebiendo cervezas a la salida del gimnasio, cuando mi amante que tiene 43 años, me sorprendió.
Él me tiene prohibido beber más de una «latita» de cerveza, ya que estoy medicado y ese día me llevó arrastrando hasta el auto ante mis amigos. Luego me condujo hasta un departamento de él, de cuya existencia su familia no sabe.
Ese día, además, 43, el de los ojos verdes y la piel bronceada estaba furioso porque yo no le dirigía la palabra desde hacía más de una semana y por eso fue a buscarme al gimnasio seguro de encontrarme. Me trató mal durante todo el viaje.
Una vez en el departamento, antes de pedirme cualquier explicación me subió a la mesa y me desnudó, luego se desnudó él y subiéndose en ese mueble me penetró lanzando dentro de mí todas las ganas acumuladas durante diez días.
Ese día quise vengarme, y entonces lo desafié a una situación a la que nunca me había animado. Después que él terminó, le pregunté: «¿Qué hay de mi?» Entonces me miró extrañado pero satisfecho y me dijo: «No te entiendo ¿qué querés?» Yo aproveché y me animé: «quiero terminar yo también pero dentro tuyo»
Él me miró sorprendido, me miró a los ojos y a los labios, lo atrapé, tomándole de los cabellos siempre despeinados y lo obligué a un beso largo, profundo, lleno de amor. ¡Cuánto amo a 43! Adoro a mi príncipe, el esbelto y alto. Ese de la sonrisa perfecta.
A él se le había ido toda la furia con el semen derramado, estaba sumiso y dejándose amar. Otra vez lo urgí: «quiero penetrarte, quiero poseerte de esa manera. Quiero derramar dentro tuyo».
43 titubeó. Murmuró: «nunca lo hice…». Lo apuré diciendo: «mejor, yo seré tu primera vez. Te entregué todo ahora quiero que vos también lo hagas». El bajó la cabeza y advirtió: «está bien, lo harás delicadamente, entrarás despacio y después haz lo que quieras».
No perdí el tiempo, estaba impaciente. Como estábamos desnudos y sobre la mesa, allí nomás lo di vuelta, y comencé a frotarme sobre sus nalgas. Los glúteos de 43 son abundantes, duros y paraditos. Ni él sabe el culito que tiene porque siempre ha hecho el rol activo.
El pene se me puso durísimo, entonces le exigí que parara la cola. Él no se resistió y paró la cola. No me di cuenta de dilatarle antes con los dedos, así que me puse crema en la pija y comencé a buscar su agujerito, éste estaba cerradito. Recordé que 43 había dicho que nunca había sido penetrado.
Así que con la idea de que era yo el que lo desvirgaba, elevé temperatura y muy caliente empujé el glande hacia dentro. 43 pegó un gritito pero inmediatamente se calló. Él estaba tenso y me dejaba hacer. Cuando el glande ingresó a su esfínter, comencé a penetrarlo despacio hasta que le enterré todo el tronco.
Me pidió que esperara un poquito, lo hice. A los segundos había comenzado el bombeo, 43 se tomaba de los bordes de la mesa pero no expresaba gestos de dolor, aunque se que lo sentía porque mi pija entraba y salía así como venía.
Se me cruzó por la cabeza, la vez que me pegó, como me había tratado hacía una hora antes, como me había humillado antes mis amigos del gimnasio y como me había arrastrado hasta el auto. Cada pensamiento era una imagen y cada imagen era una entrada y salida de mi pene de su ano.
Hasta que sentí que me venía y fui yo el que pegué un suspiro fuerte, de triunfo, de victoria, en el mismo momento que derramaba dentro de 43 y por primera vez ingresaba semen hasta su intestino. Había desvirgado a mi amo, a mi señor, sentí la satisfacción de una venganza. Ese día
lo viví como uno de los días más importante de nuestras vidas.
Después de esa ocasión, nuestra relación de pareja mejoró notablemente. Otra vez volvimos a encontrarnos en el departamento de manera cotidiana. Nuevamente volvieron las intimidades, las confidencias y las complicidades del amor.
Reiteradamente disfruté del cuerpo de mi macho, de mi único y verdadero amor.
Otra vez sentí la protección de mi amante. Nuevamente me refugié en sus brazos mientras duraba la hora diaria de felicidad y orgasmo. Hubo oportunidad cotidiana de decirle que lo amo, que lo respeto y que estoy a su disposición de manera plena.
Los días que siguieron a esa situación que relaté, fueron ocasión para que 43 se portara como mi soberano de siempre, mi rey. Sus manos recorrieron mis curvas juveniles y sus labios besaron mi vientre, mi cuello y mis glúteos.
Pero los días pasaron y otra vez aparecen las limitaciones. Para colmo, ahora se suma a los problemas diarios, las insinuaciones cada vez mas osadas que me hace su hijo el menor. Uriel, de 18 años, el benjamín de la familia cada vez está mas atrevido conmigo.
En el relato anterior conté como una noche se masturbó viéndome desnudo mientras yo fingía dormir, pero fui testigo de la paja que se hizo mirando mi desnudez en la cama refugiado en la oscuridad. Desde allí comenzó a tocarme el culo con frecuencia y a pesar que le ordené que no hiciera más esas «bromas», sin embargo el chico no cesó en sus arremetidas.
Muy por el contrario las insinuaciones crecen. Cuando estamos solos, o nadie nos ve no pierde la oportunidad de frotarse la bragueta y el bulto cuando lo miro. Uriel, su hijo está caliente conmigo y no me deja tranquilo.43 no es ingenuo.
A todo esto, una noche voy con sus hijos a un boliche, allí me tenté, tomé cervezas de mas, y días después, cenando con la familia, Nicolás, el hijo mayor comentó risueño como había bebido y lo mareado que estaba. Su padre disimuló ante la familia su furia, pero con una mirada me fulminó y supe que estaba enojado.
Al otro día, durante la semana que pasó, cuando nos encontramos en el departamento, el me recriminó duramente. 43 hasta el momento me autorizaba concurrir a los boliches, sólo si iba con sus hijos, desde ahora la prohibición era total. Ya no saldría a ninguna fiesta salvo que fuese con él y su esposa. No me dejó defender.
Luego me ordenó que lo esperase en la habitación desnudo, él bajó a comprar cigarrillos al subir entró al dormitorio completamente desnudo, se paró al lado de la cama, y yo supe que eso significaba una mamada. Le tomé el miembro con la mano, me lo llevé a la boca y comencé a ordeñarlo. Su gruesa y larga pija se le puso al instante durísima. La mía también.
Luego se lanzó arriba mío y comenzó a besarme, le respondí con un aluvión de besos. El me besó los labios, bajó a mi cuello, luego a mi vientre, y finalmente me dio vuelta y comenzó a lamer mi esfínter, yo gemía afiebrado. 43 si que sabe poner en situación. Me hizo colocar en posición de perrito, y fue allí donde me clavó hasta los huevos.
Me dolía, pero cuando él está loco no lo paró de ninguna manera, así que me entregué a gozar. Con su «pito» erguido, me hizo levantar, nos paramos en la cama, me puso contra la pared de la cabecera, y allí de pie. Me ensartó nuevamente, me levantó de la cintura contra la pared, y allí comenzó a bombear.
Él es más alto que yo y tiene mucha fuerza, así que quedé con los pies colgando, estaba en el aire cuando sentí el calor típico del semen que corre por dentro.
Cuando él terminó, no le permití acostarse. Le dije que yo iba a derramar dentro de él. Esta vez no se extrañó, simplemente me dijo: «pero con cuidado» Nos acostamos, 43 nuevamente estaba dócil. Esta vez comencé a hacerle cosquillas en el esfínter con la punta de mi dedo, y fui metiéndolo, lo entré lo saqué varias veces. Le pregunté: «¿te molesta?», y él me respondió: «haz lo que quieras. Está bien».
Después de jugar con mis dedos en su agujerito, lo tomé de la cintura con un brazo, y con el otro dirigí mi pene a su hoyito. Nuevamente 43 gimió de dolor cuando entró mi gland
e. Nuevamente se dejó someter. Otra vez me calenté pensando que yo era el único en toda su vida que lo había penetrado.
De nuevo recordé su autoritarismo, su voz levantada, sus prohibiciones, su orden de que no voy a salir sino con él y su esposa. Regresaron unas ganas tremendas de venganza, y como efecto se me paró tanto, que gimió cuando entró toda, y con el mismo apremio lo bombeé.
Sentí sabor a venganza cuando toda mi leche corría por su canal intestinal. Me quedé un rato sobre sus nalgas y su espalda como el guerrero que descansa después de una jadeante batalla. Al penetrarlo sentí que era yo quien lo sometía. El siervo que se impone sobre su Amo. Siento ternura por mi príncipe que me hace inmensamente feliz.
Autor: Emmanuel sebastianmemoria (arroba) hotmail.com