Hola, espero me recuerden, soy Dany, la chica del aeropuerto y las fantasías policiales. Lo que les voy a contar hoy es algo que me paso muy recientemente, para ser mas exactos, ayer.
Era domingo, uno de esos días en los que no se decide ni el sol a brillar, ni la lluvia a caer. Me sentía un poco cansada de estar toda la mañana en la cama y decidí ir al gimnasio ya que era temprano aun y podría hacer algunos largos y usar la sauna por un rato. Antes de entrar ese pequeño diablillo que todos poseemos, me hizo marcar el numero de mi chica y le comente que estaba en el casillero y que usaría la sauna pero que deseaba pudiera estar ahí conmigo, ya que habían algunos lugares a los que no podría alcanzar a ponerme yo sola la miel que usaría para humectar mi piel.
Pude escuchar como suspiraba al imaginar mi cuerpo bañado en ese liquido espeso y ambarino. La corte y le dije que la llamaría tan pronto saliera. Al entrar fui recibida por la mirada de dos chicas que se encontraban allí también y que para mi deleite se veían bastante interesadas la una en la otra. Por lo que me sentí en confianza y me quite la toalla que apenas me cubría y les pedí que si podían frotar un poco de miel en mi espalda. No sé quien me toco primero, lo único que se fue que sentí como unos dedos tibios y largos hacían zig-zag por mi espalda. Fue un toque rápido y casual, que sirvió su objetivo, pero que me dejo la espalda encendida y la imaginación desbordada. Amo profundamente a mi chica, por lo que no me paso por la mente él serle infiel, aunque la carne traicionera me lanzara dardos de interés al ver como las chicas frente a mi se tocaban delicadamente por las piernas.
Las vi entrelazarse en ese abrazo que tanto promete y pude ver como sus lenguas entraban y salían de la boca de cada una al besarse como si en ello se les fuera la vida. Una de ellas morena, con unas piernas geniales y la otra en contraste más blanda y blanca, me trajo a la mente los sorbetes de chocolate y vainilla al ver como las dos desaparecían en brazos de la otra. La morena parecía tomar el control y la vi sostener la cabeza de su pareja mientras enterraba sus dedos en sus cabellos húmedos y le alaba la cabeza hacia atrás para poder saborear mejor su cuello y seguir bajando hasta el huequito en su garganta, donde serpenteo con su lengua y bebió la mezcla a sudor y frutilla que parecía exhalar.
Yo me retorcía incomoda en el rincón al que había ido a parar, no queriendo interrumpir tanta perfección y a la vez sintiéndome intrusa de su momento. Para ese momento la otra chica que si mal no escuche se llamaba Laura (la morena se llamaba Silvia), se había recostado sobre el asiento y anidada entre sus piernas a Silvia, mientras apretaba sus nalgas con una mano y con la otra torturaba un pezón oscuro que parecía a punto de estallar. Yo creo que deje de respirar en el momento que las vi friccionar la una contra la otra, subiendo una encima de la otra, como si lucharan por llegar primero a alguna cima lejana. Silvia se sostenía con las manos a ambos lados de la cabeza de Laura y laura atrapaba entre sus labios uno de los pezones más puntiagudos que yo hubiera visto.
En cierto momento pude ver como aquel contacto les fue insuficiente y pude escuchar ese sonido peculiar de piel, sudor y secreciones cuando Silvia se restregaba contra Laura y bajaba para morder todo a su alrededor, parecía que estaba en todas partes, Laura movía la cabeza hacia los lados y tocaba ya la cintura, los hombros y ya la cabeza de Silvia mientras esta seguía bajando. Las palabras que susurraba eran sustituidas por quejidos que iban subiendo de tono. Y yo para ese momento me levante suavemente y pase el seguro de la puerta, no quería que nadie interrumpiera ese espectáculo del cual yo era espectadora gratuita. Para ese momento Las dos abrieron los ojos y miraron en mi dirección y vi como una de las manos de Laura soltaban a Laura y me pedía que me acercara, intentando atrapar mis piernas. No pudo, puesto que mi piel resbalaba por el sudor que se había multiplicado ya en mi cuerpo. La semi ignore y me senté frente a ellas, mientras abría mis piernas y comenzaba a tocarme los pezones, el derecho que es mi favorito y jugaba con la en
trada de mi conchita.
Resbalaba mis dedos por mis sedosos labios superiores, lubricados con mi sudor y la miel, y seguía bajando, y al hacerlo me llenaba los dedos con mis jugos y sin poder controlarme y mirar como Silvia llegaba a la conchita de Laura y movía la cabeza de izq. a derecha separando los labios superiores mientras los chupaba delicadamente, yo me llevaba mis dedos a los labios para probar mi propio tesoro agridulce.
Mientras lo hacia notaba como Silvia seguía mis movimientos atentamente con sus ojos y imprimía mas rapidez y fuerza a sus movimientos mientras me dejaba notar el grosor y largo de su lengua que parecía abarcar toda la concha de Laura. Y me hacia preguntar si podría copar la mía de la misma manera. Laura se movía ondulantemente debajo de la lengua y las manos de Silvia que la sostenían por las caderas y subían para pellizcar sus pechos. Laura sostenía ya fuertemente la cabeza de Silvia, impidiendo que esta pudiera mirar lo que yo hacia para ese momento. Mientras me pellizcaba los pezones, y con mis dedos mojados ya de saliva, ya de miel derretida, sudor y jugos vaginales, remontaba un concierto de espirales sobre mi clítoris ya inflamado y durito… Para ese momento los quejidos de Laura se mezclaban con los míos, ya que estaba tan excitada que no tendría que esperar mucho para lograr un clímax explosivo, repiqueteando en mis oídos y mis labios el nombre de mi chica a quien llamaba a la distancia. Pude sentir los temblores internos y las contracciones más fuertes de mi vagína al descargarse sobre mis dedos y esa corriente eléctrica que te sacude por la espina dorsal y te hace sentir gigante y entre carnes prestadas. Rápidamente abrí los ojos recordando donde me encontraba y viendo como mis quejidos habían sofocado los de Laura y esta aun con una mano sobre la cabeza de Silvia y entornados sus ojos, se sucedía en otro glorioso y sucesivo orgasmo.
Para entonces me levante y recogí mis pocas pertenencias, me ate como pude la toalla alrededor, saliendo apresurada. Llegue nuevamente a los casilleros y busque sofocada mi celular. Por un lado me sentía nerviosa y hasta mal por haber tenido un orgasmo frente a dos desconocidas de las que sabia los nombres por sus demostraciones de placer mutuas, y por el otro seguía sintiendo esa necesidad incontrolable de seguir tocándome, pero esta vez junto a la mujer que sabia complacerme. La llame como para asegurarme que si existía y al escuchar su voz, le susurre cuanto la deseaba y le pedí que no abandonara su casa porque la iba a llamar tan pronto llegara a mi casa.