Había quedado con unas amigas a tomar unas copas. Era un local de estos que está de moda en la ciudad. Sabíamos que no debíamos llegar muy tarde, porque sino después no podrías entrar de lo lleno que se ponía. Quedamos seis chicas para pasarlo bien; reírnos mucho, bailar y tomar una copas, simplemente eso. Dijimos que ninguna se pondría en plan ligoteo ya que si unas ligaban y otras no, se cortaría el rollo de pasarlo bien; así que nada, todas seríamos muy buenas. El local estaba casi desierto de lo temprano que era, pero nosotras seis lo animamos, estábamos en el centro de la pista bailando. Todo el mundo nos miraba, los chicos a ver cual de nosotras era la más accesible para ligársela y las chicas pensando que seis locas llamando la atención. Pero estábamos tan divertidas que no nos preocupaba lo del alrededor.
A mí no me habían obligado hacer la promesa de portarme como una buena chica, de no ir a ligar, ya que al estar casada, supuestamente yo no tenía ese tipo de tentaciones. Pero no obstante cuando unas horas antes me preparaba para salir me dediqué mucho tiempo para arreglarme, por si acaso, nunca se sabe. Llené la bañera hasta arriba de agua caliente y vacié casi todo el bote de sales en ella, cuando me fui a meter tenía duda de si debajo de tanta espuma habría agua. Estuve una hora allí metida, relajándome y perfumando mi cuerpo. Salí y también dediqué bastante tiempo a repartir bodymilk. No creo que quedará ni un centímetro de mi cuerpo sin crema. Me puse un conjunto de lencería azul que tengo. El sujetador no lleva encaje, pero el tanguita sí. De encaje azul con hilos dorados. Me gusta mirarme al espejo en lencería. Además ese tanguita hace que mi culo parezca todavía más duro y redondo de lo que es. Me maquillé. Peiné mi melena larga morena, aunque más que peinarla me gusta sacudir la cabeza para que el pelo tome un aspecto de libertad sobre mi, parecer un poco una gatita salvaje. Después me vestí. Vaqueros muy ajustados, y una camisa blanca cruzada, con unas botas negras de tacón muy alto. Y así me fui con mis amigas.
Todo iba genial, lo estábamos pasando de lujo. Hasta que de pronto lo vi. No me podía creer que él hubiese entrado. Con la de locales de copas que hay y entraba en el mismo que estaba yo. Era el chico del probador, con el que la semana pasada había cumplido una de mis fantasías. Enrollarme con un desconocido. Bueno, había cumplido dos de mis fantasías, la del probador y la mamada en el parking del centro comercial. Y allí estaba cara reconociera los labios que le hicieron una buena mamada. Les dije a mis amigas que iba al baño y pasé por delante de él. No lo vi mirarme, pero sentí perfectamente su mirara en mi cuerpo, sentí como sus ojos me recorrían por completo y me reconocía. Sentí desde lejos como su polla se ponía dura y sentí las mismas ganas que yo le tenía a él. Cuando volví del baño desde lejos encontré sus ojos clavados en los míos. No cruzamos palabra, sólo nos miramos. Por unos segundos estábamos los dos solos en el local, poseyéndonos como fieras salvajes. Al pasar por su lado me rozó la mano con su mano y puso un papel en ella.
Llegué donde estaban mis amigas y creo que me costó muchísimo disimular la excitación que estaba sufriendo en esos momentos. Pero lo conseguí. Cuando miré al sitio donde él tenía que estar, había desaparecido. A los poco minutos pude abrir el papelito, era su número de móvil. Me disculpé diciendo que tenía que llamar a casa y volví al baño. Cuando dejó de sonar los tonos de la llamada, pude escuchar su voz, dijo: mi coche está en la acera de enfrente, te espero No hablé, colgó. Si lo hubiera hecho de otra manera no me hubiese puesto tan caliente, me sentía una zorrita bajo su dominio. Iba hacerlo, claro que lo haría podían más mi ganas de follármelo que mi mente que me pedía que lo pensara dos veces, iba a aceptar la propuesta de un completo desconocido que me daba órdenes. Pero no me importaba nada, solo pod
ía sentir la humedad bajar por mis piernas y mi coñito gritando quiero esa polla. Puse una excusa a mis amigas y salí corriendo, sin dejar que me convencieran de que me iban a acompañar a tomar un taxi. Iba al encuentro de un buen polvo sólo, nada más importaba.
Salí del bar, crucé la calle, abrí la puerta y entré por segunda vez en aquel coche que tan buenos recuerdos me traía, mejor dicho tan buen sabor de boca me traía. Me miró, me sonrío y arrancó. No me habló, ni yo le hablé. Que le iba a decir, no quería hablar, sólo pensaba en actuar. Me dejaba llevar a donde él quisiese. Estuvimos en el coche unos veinte minutos hasta que llegamos a lo que supuse que era su casa. Bajamos del coche y me cogió de la mano. Me apretaba, ¿pensaría que me iba a escapar? Me hubiera gustado decirle, no te preocupes sin mi buena ración de sexo no voy a ningún sitio. Entramos en el portal y después al ascensor. Entonces se abalanzó sobre mí por primera vez aquella noche. Me sentía como una pequeña presa entre las fauces de una gran fiera, sentía que estaba a punto de ser comida. No eran besos normales, eran besos con ansias, lujuriosos, me devoraba. Mi mente me gritaba: Reacciona, toma las riendas, controla la situación, pero no podía, él tenía por completo el control de todo lo que sucedía.
Cuando el ascensor se detuvo me volvió a apretar la mano y me guió hasta la puerta del piso. Pasamos y sin encender ninguna luz siguió llevándome de la mano hasta su dormitorio, volvía a hacer suposiciones, de mi compañero de sexo no obtenía ninguna información. La verdad es que ni las necesitaba. Me tomó por el cuello para volver a meter su lengua en mi garganta, para morderme los labios y pasar dejar pasar a mi boca su saliva caliente. Era tal la concentración en esos besos que apenas me di cuenta que con unas manos rápidas y hábiles me quitaba la camisa y los vaqueros. Entonces se apartó de mí para encender la luz. Era lujuria lo que veía en sus o abajo para que su polla entrara directamente a mi boca. Volvía a estar con esta apetitosa polla en la boca. Volvía a chuparla, volvía a sentir su calor en mi garganta y su exquisito sabor. Pero esta vez no me dejó que consiguiera su preciado líquido, esta vez iba buscando el calor de mi coñito. Quería conocer como era por dentro lo que ya había deleitado con sus dedos. Así que se sentó al borde de la cama y me sentó encima de él. Fue fantástico, entró a la primera como si conociera a la perfección mi coñito, si volviera a casa después de mucho tiempo de ausencia. Sólo me tuve que mover un par de veces para comprobar que él también se encontraba en la gloria. Que le había gustado mi rinconcito oculto, creo que mi coñito le pareció un sitio muy acogedor. Y entonces me dije: «Esta es la mía, ahora soy yo la que controla, vas a caer rendido por mi sexo; no vas a ser tú el que solo sepas jugar. Aprendo rápido.»
Movía mi culo hacía delante y hacia atrás. Cuando me apretaba contra él mi coñito se había más y su vello me rozaba el clítoris, un gustazo. Después lo hice lento de arriba abajo, metiéndome bien su polla y volviéndola a sacar. Su cara era la imagen del placer. Y eso me hacía a mí moverme cada vez más deprisa. Girando las caderas, subiendo y bajando,… De pronto me tomó por la cintura y me apretó contra su cuerpo para que su polla entrará hasta el fondo, bien dentro. Mi orgasmo estaba allí mismo, pero cuando sentí su leche llenándome por dentro, mi orgasmo se disparó. Mi cuerpo se contrajo de placer y me apreté más contra él para disfrutar del momento, para saborear la sensación que recorría mi espalda y me hacía palpitar el coñito. Fue el primero de nuestro orgasmos, la noche no quedó ahí.
Autor: Nely
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