Acababa de despertarme para lo que pensé sería la primera mañana de unas vacaciones aburridas. No podía haber estado más equivocado. Empezaré por decirles que soy una persona común y corriente, un joven estudiante normal en una universidad común. Pero esa mañana sentía algo extraño en mí, como si una fuerza que siempre estuvo yacente en mi interior acabase de despertar.
Miré el reloj, eran las seis de la mañana. Era la primera vez desde que vivía solo en ese departamento que me despertaba tan temprano, Intenté regresar a mi sueño, no lo logré. Así que me levante para bañarme y ver que podía desayunar. Ojalá el agua no esté muy fría pensé antes de entrar a la ducha.
Mientras me bañaba me di cuenta que, en efecto, el agua estaba caliente y no había razón para que lo esté. Agradecí mi suerte y Salí de la ducha, eran las seis y media de la mañana y no tenía ni sueño, ni algo que hacer así que decidí salir a la ventana de mi cuarto y prender un cigarro.
Una sonrisa se dibujó en mi rostro cuando vi a mi vecina en pijama. Esta chica tendría unos veinticinco años, a veces la veía salir de su casa usando ropa super púdica como faldas oscuras hasta el talon y chompas, pero siempre supe que tenía un muy buen cuerpo, y esa mañana lo comprobé. El pijama que estaba usando constaba simplemente de un top blanco semi transparente que dejaba translucir sus pequeños pezones y un short ajustado del mismo color que remarcaba sus redondas nalgas. Aspire por primera vez el cigarro. El color blanco de su pijama junto a su rubia cabellera y sus increíbles ojos verdes me empezaron a calentar. La vi levantarse de su cama y estirarse, al hacer esto sus deliciosos pechos se marcaron contra la tela de su ropa. Boté el humo aspirado, esta visión de ella me encantaba.
Vi como se levantaba y abría su ropero, noté que tenía una falda blanca corta como para jugar tennis. Pensé que se vería demasiado sexy con eso puesto y para mi sorpresa, cogió la falda y se la puso sobre el short pijama, hizo un movimiento sensual, moviendo las caderas mientras se agachaba un poco hacia adelante dejándome ver sus deliciosas nalgas. Se detuvo en seco. Me pareció que pensó que estaba haciendo tonterías porque se la quitó avergonzada e hizo un gesto con la cabeza. Me di cuenta que eso no podía haber sido una coincidencia así que decidí hacer la prueba de nuevo. Le ordené mentalmente que empiece a desvestirse lentamente. Noté como sin dejar de mirar el ropero mi vecina liberaba sus redondas tetas del top. Luego observé como se agachaba para empujar el short, dejándome ver desde el mejor ángulo su excitante culo, solo tapado por un calzón negro de encaje. Deseé que se quedara en esa posición. Lo hizo.
Le ordené mentalmente que empiece a nalguearse y oí como dejo soltar un gemido cuando la palma de su mano golpeó su nalga derecha. Le ordené que lo haga más fuerte y me obedeció, soltando otro gemido que hasta los demás vecinos pudieron escuchar. La perra estaba gritando muy fuerte. Le ordené que termine de quitarse el short y se lo meta en la boca. Dejó de doblar su culo para mí y se paro derecha, metiéndose el short en la boca. Vi que en sus piernas había un líquido, al costado de su coño. Se había mojado. Apagué mi primer cigarro y prendí otro.
Tenía a una mujer riquísima vestida con nada más que un calzón mojado a mi entera disposición, y no sabía qué hacer. No podía entrar a su casa, era muy arriesgado, primero quería aprender a dominar bien este nuevo poder. Seguiré experimentando con ella pensé.
Sóbate los pezones hasta excitarte –le ordene mientras aspiraba el relajante humo del cigarro-. Empezó a hacerlo y poco a poco sus pezones se iban endureciendo, dejándome ver como crecía su excitación. Utilizando su propia voluntad, ya que yo no le ordené nada, mi cachonda vecina bajó la mano que tenía libre para tocarse con la yema de sus dedos el clítoris y satisfacer así esos deseos que no sabía de dónde venían. Soltando pequeños gemidos fue moviendo sus dos manos en círculos, una en su pequeño pezón izquierdo y la otra metida entre su calzón y su mojado coño. Hice que se baje el calzón hasta las rodillas y que las ponga de una manera que este se estire y no pueda caerse, luego de hacer eso que siga masturbándose, pero que la mano que iba en su pezón ahora empezaría a acariciar los bordes de su sensible ano.
Le ordené masturbarse cada vez más fuerte sin embargo bloqueé en su cuerpo la posibilidad de tener un orgasmo, estaba empezando a dominar este nuevo poder. La chica cuyo nombre nunca llegué a saber dejó de hacer simples círculos en su ano y metió su delgado dedo índice en el estrecho agujero mientras aceleraba las caricias que estaba haciéndole a su apretada vagina. Empezó a temblar, debía mantener las rodillas abiertas por la orden que le había dado de no dejar caer el calzón, pero a su vez estaba envuelta en el mejor placer de su vida. Cada vez se movía más fuerte para poder conseguir tan anhelado orgasmo que se negaba a llegar y ella no sabía por qué. Ella sentía como el deseado orgasmo se acercaba cada vez más y más pero no llegaba a sentirlo, metió dos dedos en su ano y empezó a darles vueltas sin dejar de tocar su goteante vagina.
Mi último cigarro se terminó así que lo apague y boté por la ventana.
-¡¡¡AAAAaAaAAA Dioos miiiooo!!! -escuche a mi deseadísima vecina gritar de placer-, dejó de mover sus manos y cayó de rodillas al suelo, bajando la cabeza hasta casi poder besar sus hermosas piernas. Había tenido el mejor orgasmo de su vida. Siguió gimiendo en esa morbosa posición para tranquilizar su alborotado cuerpo. Le ordené lamerse los dedos, no lo hizo. Se paró y corrió a su ducha, cerrando la ventana por la que me había estado deleitando viéndola, de camino al baño.