Fue el día más extraño de nuestro matrimonio. Mi mujer estaba fuera de la ciudad hasta la noche, y yo, de vacaciones, mataba el tiempo curioseando por Internet las páginas pornográficas que solía visitar, por supuesto a escondidas de ella.
Fue el día más extraño de nuestro matrimonio. Mi mujer estaba fuera de la ciudad hasta la noche, y yo, de vacaciones, mataba el tiempo curioseando por Internet las páginas pornográficas que solía visitar, por supuesto a escondidas de ella. Me detenía especialmente en las de transexuales, que constituían para mí el colmo de la excitación. Recorrer esos cuerpos perfectos de mujer con mi lengua hasta llegar a una hermosa polla erecta, tomarla con mis manos y engullirla suavemente, sentir en mi ano una lengua acariciante, mientras unos aguzados pezones rozan mi piel…. Era el sueño erótico que últimamente me rondaba en las noches de insomnio. Naturalmente, en las momentos más ardientes de sexo con mi mujer habíamos compartido nuestros deseos sexuales más profundos: ella se recreaba pensando en una relación lésbica en la que junto a otra mujer me dominaban, me poseían por el culo con consoladores, me esclavizaban y sometían, para luego ser folladas con violencia como castigo a su atrevimiento. Yo, por mi parte, tan solo le había permitido utilizar el consolador con el que jugueteábamos algunas noches para acariciar mi ano con su ligera vibración, mientras ella lo recorría con su lengua, pero no había pasado de ahí. En cuanto a mí, ella intuía que me rondaba la idea de mantener una relación homosexual, pero yo le dejaba creer que se trataría de un trío en el que ella sería la más favorecida. Desconocía que el consolador lo he usado más de una vez para masturbarme analmente, y que desde adolescente mis fantasías sexuales me habían llevado a juguetear con mis dedos en mi ano. Aquel día, sin embargo, tenía tal calentón que mi polla parecía a punto de estallar mientras, en pijama todavía, me recreaba con aquellas fotos por Internet. Estaba tan excitado que empecé a pensar en atender a alguno de los contactos que por chat había entablado en alguna ocasión con hombres bisexuales. Nos habíamos ciber-pajeado, intercambiado fotos y poco más, pero con uno de ellos había estado pensando seriamente en tener un contacto real, aunque era algo que nunca quise hacer. Tenía un cuerpo hermoso a ojos de alguien como yo, al que solo atraían hombres físicamente ambiguos. Unos 35 años, poco velludo, alto y algo regordete, con una verga no muy grande pero hermosa y muy curvada ante cuya imagen me había pajeado a menudo mientras intercambiábamos confidencias por el chat. Le conocía por «Ariel», y según él le gustaba travestirse en la intimidad, pero su mujer veía con desagrado cómo se acentuaban sus gustos femeninos. El conocía, igualmente, mis anhelos sexuales y las fantasías gays que me rondaban desde joven. Hoy es el día, me dije, y sin pensarlo mucho, le mandé un e-mail citándolo en mi casa en una hora. Hacer eso pareció relajarme, pues apagué el ordenador, desayuné, me duché y empezaba a vestirme cuando llamaron al timbre. Realmente no esperaba que fuera mi contacto, pues había dado por supuesto que no vería el correo hasta la tarde, que era cuando solíamos chatear, y para entonces le habría enviado otro explicándole mi «calentón». Así pues, con el albornoz puesto, abrí la puerta y me encontré con un antiguo amigo mío, Santiago, compañero de estudios hacía años y al que veía desde entonces de vez en cuando.
— Hombre, Santiago, que casualidad, como tú por aquí –le dije. Entonces, al ver su expresión, caí en la cuenta del motivo de su visita. Yo mismo me quedé boquiabierto.
— Ariel…- y permanecí en silencio.
— Neobix. –exclamó él, llamándome por mi Nick-. Supuse que podías ser tu. En una ciudad tan pequeña como ésta, no deberías contar ciertas intimidades juveniles por el chat.-
Era cierto. Cuando empezaba a dudar de mi sexualidad de adolescente, Santiago fue el primero al que había mirado con deseo, en los vestuarios del colegio. Pudo haber sido mi primera experiencia sexual si él hubiera dado el primer paso, aunque en ese tiempo era uno de los machitos de la
clase, siempre alardeando de sus ligues, y hasta que la universidad nos separó fuimos bastante amigos. Lo cierto es que entonces yo me hacía pajas en la soledad de mi cuarto pensando tanto en él como en su hermana, una hembra grande y de enormes tetas, sintiéndome un degenerado.
Naturalmente le invité a pasar, sin poder pronunciar palabra, aunque mi pene empezaba a cosquillearme. Traía una pequeña maleta, y antes de decirnos nada, me pidió que le dejara cambiarse. Entró en mi dormitorio mientras lo esperaba en el salón, sorprendido. Cuando salió, mi pene sí se disparó totalmente. Vestía un salto de cama tras el que se entreveía un sujetador y un tanga con liguero, pero no resultaba grotesco pues se había puesto una peluca rubia y pintado como una auténtica drag queen; con su cuerpo depilado parecía una mujer alta y rellenita. Se dirigió hacia mí, y sin mediar palabra agarró mi cabeza con ambas manos y me pegó un morreo impresionante. – Hola, Javier, hace tiempo que quería hacer esto-. Y me llevó a mi propia cama. Le dejé que tomara la iniciativa, y me despojó del albornoz, dejándome con el pene tieso y tumbado boca arriba. –Así que te gustan los hombres, eh?. Lo sabía desde que me mirabas con deseo cuando eramos adolescentes. – Y mientras hablaba se desprendía del tanga, dejando salir su hermosa polla, brillante y curva, gruesa, enorme a mis ojos.- Pues aquí tengo lo que tanto querías- y sentándose a horcajadas sobre mí, puso su pene junto a mi boca.
No esperé. La cogí con ambas manos y empecé a chupetearla mientras lo miraba a los ojos. –Claro que sí, Santiago, – le dije entre lamida y lamida-. Siempre me has gustado, siempre soñaba con estar acostado sobre tí, sobre tu cuerpo caliente, con mi polla apretada sobre tu vientre mientras la tuya me partía el culo.- Noté como se tensaba más aún. –Pero no sé cómo has cambiado tanto, como eres el «Ariel» de nuestros contactos.- Agarré sus glúteos con fuerza mientras me introducía su verga profundamente, notando las primeras gotas de sus jugos preseminales en mi boca. Era la primera vez que chupaba una polla, pero disfrutaba como un loco. – ¡Mmm!, sigue, sigue – jadeó. –Empecé a travestirme en casa, a solas, hace un par de años, y desde entonces me lo monto con tíos como tú en el chat, ansiosos de probar un hombre.- Y siguió bombeando con fuerza. A punto de correrse, cuando yo deseaba tragarme su semen caliente, se separó de mí, y me dio la vuelta con violencia. – Ahora verás lo que te gusta, maricona.- Se ensalivó la polla y, tras ponerme a cuatro patas, sentí su presión en el orificio de mi culo. Este, acostumbrado al consolador de buen tamaño, se dilató al contacto de la polla, y sin demasiado esfuerzo sentí como Santiago introducía una buena porción de su miembro en mí.
Comencé a sentir su dolorosa presión, pero al mismo tiempo, la imagen que se reflejaba en el espejo de mi dormitorio me hizo sentir un placer extremo que se extendió por todo mi cuerpo, hasta tensar mi polla al máximo mientras Santiago comenzaba a penetrarme profundamente. Veía en el espejo como una rubia grande y envuelta en lencería me daba por el culo en mi propia habitación. El placer se hizo más intenso a cada acometida, al tiempo que Santiago se inclinaba hacia mí y pellizcaba con fuerza mis pezones erectos. –Toma, toma, mira como te jodo!- repetía. Sentí su mano pajearme a la vez que incrementaba el ritmo en mi culo, ardiente y abierto para su nabo. No pude reprimir más mi excitación y me vacié sobre las sábanas mientras el eyaculaba en mí, sintiendo en mi interior los calientes chorros de semen.
Descansé un momento, con la respiración acelerada y los ojos cerrados, con un doloroso placer que vibraba en mi culo, mientras sus manos aún me agarraban por la cintura. Mi polla renacía, y dándome la vuelta, hice que Santiago descansara boca arriba sobre la cama. Me acerqué a su boca y susurré:- Ha sido maravilloso…- Besé con fuerza sus labios pintados, sintiendo su respiración aún jadeante, y recorrí con los míos su pecho, aún cubierto por el sujetador. Lo aparté y mordisqueé sus pezones algo velludos, mientras mis manos recorrían su torso. Chupé su polla semierecta y rezumante de fluidos, hasta que creció dentro de mi boca. Entonces él se dio la vuelta, y dándom
e la espalda, me dijo: -Ahora quiero que tú me des por el culo- y guió mi polla ya endurecida hacia sus glúteos grandes y firmes. Los acaricié con pasión y los abrí suavemente, hasta encontrar el agujero, al que dirigí mi lengua. Actuaba como un autómata, dejando salir todos mis deseos más profundos, pero otra parte de mí estaba alucinando, al pensar lo que estaba haciendo, follando con otro tío y sintiéndome vibrar como en los buenos polvos con mi mujer. Era algo maravilloso.
Lubriqué con mi lengua su ano, y luego profundicé más aún sintiéndome como una puta, mientras él se retorcía sobre la cama. Aún llevaba puesto el sostén y el liguero, así como la peluca, y recorrí con mis manos su espalda, sintiéndome como si fuera a sodomizar a una mujer. Me agarré con fuerza a sus costados y penetré de un golpe en su interior, y empecé a bombear con fuerza, mientras Santiago gemía de placer. No era precisamente virgen pues mi polla, de unos 18 cm. y gruesa, se deslizó dentro de él con cierta facilidad. –¡Así, así, sigue Javier, fóllame, fóllame! – jadeó, y yo aceleré las envestidas, mientras golpeaba con fuertes cachetadas sus nalgas, algo que siempre soñé poder hacer con mi mujer. Me excitaba más y más, a cada acometida, y estaba a punto de vaciarme dentro de él, cuando un ruido a mis espaldas me dejó instantáneamente helado. Era una exclamación entrecortada, y reconocí la voz de mi mujer.
**************** Angela, mi mujer, es una rubia bajita y con bastantes curvas, unos pechos enormes de pezones grandes y sabrosos, un culo poderoso y un genio endiablado. Santiago y yo nos desplomamos sobre la cama, yo con mi polla aún en su interior, mientras Angela gritaba:
– ¡Cabrón, hijo de puta!. Ponerme los cuernos en mi propia cama, asqueroso, …
Y volvió a quedarse sin habla. Había supuesto que me estaba follando a una tía, pero Santiago se había dado la vuelta, bastante acojonado, y dejando al descubierto por encima de los ligueros su pene aún erecto. Se despojó de la peluca, el sujetador y los ligueros mientras mi mujer hacía esfuerzos inhumanos por recuperar el habla. – Pero, pero, … – Poco a poco, su mente se fue iluminando, y me dirigió una mirada aún peor.
– Así que esas tenemos – dijo, con voz más calmada. – Y tú eres Santiago no se qué, su compañero del colegio, te reconozco. Supongo que llevaréis años haciendo esto.
Así pues, llegó la hora de las explicaciones. Le conté toda la historia desde el principio, incluyendo mi antigua pasión por Santiago, mi ambigua sexualidad que ella ya adivinaba, el chat, y todo lo demás.
– Y te lo has follado. – me preguntó. Asentí. – ¿Y él a ti? – volvió a preguntar, con expresión anhelante. Volví a asentir. – Maricón, eres un maricón – rugió. Tuve que recordarle todas nuestras noches de pasión, las folladas locas que habíamos disfrutado en tantos sitios extraños, las mamadas que me hacía en el ascensor de su casa, expuestos a que alguien nos sorprendiera y superexcitados, y entonces comenzó a entender que mi deseo por siempre había sido verdadero. Además, noté en sus ojos el brillo especial que le aparecía cuando se le despertaba la líbido. – Supongo que sabes que has de pagar por esto. Espera aquí en el dormitorio y no te vistas. – Cogió de la mano a un alucinado Santiago, que apenas pudo recoger sus cosas, y salió con él de la habitación, cerrando la puerta.
Así pues, pasó más de una hora sin que supiera qué tramaba Angela, aunque entonces escuché la puerta de la casa, una llamada telefónica, silencio, y casi dos horas después volví a escuchar como alguien entraba en casa, y de nuevo silencio. Entretanto, desnudo sobre la cama, mi mente comenzaba a rebobinar todo lo sucedido, a recrear las imágenes de mi primera experiencia homosexual real, y sin poder evitarlo volví a empalmarme.
En ese estado me sorprendió mi mujer, entrando en el dormitorio desnuda bajo su albornoz de baño y varios objetos en las manos, y sonrió. – Veo que sigues disfrutando de tu nueva vida bisexual, o debo decir homosexual?. Pero ahora te toca sufrir el castigo por tu infidelidad, así que obedéceme en todo, y puede que yo también te sorprenda un poco. – Asentí con la cabeza,
y dejé que me atara las manos a la espalda y a su vez al cabecero de la cama, dejándome boca arriba reclinado sobre la almohada. Su cara pasó cerca de la mía mientras hacía los nudos, y su aliento a alcohol me hizo pensar que había necesitado estimularse para lo que pensara hacer, lo que junto con la visión de una fusta que había dejado sobre la mesa de noche me preocupó bastante. Entonces hizo entrar a alguien. Era una impresionante negra, de alrededor de 1.80 de estatura, pelo corto y lacio, facciones duras en las que sobresalían unos gruesos labios y pómulos acentuados, pechos grandes que hacían tensar una exigua camiseta y unas impresionantes piernas que una minúscula falda dejaba ver casi en su totalidad.
– Es Bibiana, me la ha facilitado tu amigo Santiago. Es colombiana, y como ves está buenísima, aunque puede que tú ya no lo aprecies -. La negra, de piel no demasiado oscura pero muy bronceada, se acercó a mí, me besó suavemente en los labios y me sonrió: – Hola, cariño. Me encantan estos jueguecitos y espero que disfrutemos mucho.- Su voz era ronca y sensual, y empezó a desnudarse mientras Angela me contaba: – Sabes, Santiago no quería colaborar, creo que le has impresionado, pero también conserva algo de su lado masculino, solo he tenido que mamársela un ratito y me ha dado el teléfono de Bibiana. Es una recién llegada, y una profesional muy reconocida en su género, como puedes ver. – Y me dejó con la boca abierta, dudando si creerla o no, pero mentalmente tome nota de acudir a Santiago cuando tuviera alguna «necesidad» semejante. Entonces, se despojó del albornoz dejando al aire ese cuerpo redondito y apetitoso que tan bien conocía y se dirigió a Bibiana, que solo conservaba la faldita y el minúsculo sujetador. Se puso de puntillas, atrajo su boca y comenzó a morrearla intensamente, mientras le quitaba el sujetador, liberando unos pechos redondos y duros de pequeños pezones. Ambas se abrazaron y se dejaron caer sobre la cama, frotando sus cuerpos con pasión. Así pues, mi mujer iba a satisfacer su sueño lésbico delante de mí, lo que verdaderamente me parecía muy bien. Mi polla iba a explotar viéndolas morrearse y acariciarse mutuamente sus tetas, las de Angela grandes y blancas contrastando con la negra piel de Bibiana. Esta se dirigió al coño de mi mujer, y empezó a lamerla con fruicción, haciéndola retorcerse de gusto hasta el punto que su mano, casi sin querer, se aferró a mi polla como a un agarradero donde sujetarse. Vibré como nunca, pues estaba sufriendo con mis manos atadas a la espalda y sin poder pajearme viéndolas, pero rápidamente la soltó y se concentró en sujetar la cabeza de Bibiana en su coño. Apenas a unos centímetros de ellas y sin poder tocarlas ni masturbarme por culpa de mis manos atadas, ahora sobre mi cabeza, me retorcía de excitación, en tanto que Angela, entre gemido y gemido, me dirigía miradas insidiosas realimentando su placer al ver a su marido atado de esa manera, hasta que no pudo más y se corrió salvajemente sobre la cama por los intensos lengüetazos de la negra.
Poco a poco fue recuperando la respiración, mientras Bibiana se incorporaba de su posición arrodillada, quedando su pubis aún recubierto por la faldita a la altura de mis ojos, y entonces empecé a entrever lo que vendría a continuación, porque se apreciaba un enorme paquete pugnando por salir de la falda. Mi mujer sorprendió mi mirada de estupor, y dijo: – Veo que te has dado cuenta de que Bibiana tiene una sorpresita escondida, y sonriendo le dijo: – Adelante, cariño –. Con gesto lascivo, la negra se bajó lentamente la cremallera de la falda, dejando salir poco a poco una impresionante verga gruesa y achocolatada, de unos 22 cm., que se desperezó como una serpiente al verse libre de la presión. Mis ojos se desorbitaron, pero Angela dijo: – No, Javier, no te hagas ilusiones, solo si te portas bien y eres sumiso te dejaré que la pruebes un poquito- . Sin llegar a desatarme cambió mi postura de forma que quedé acostado boca arriba, con los brazos estirados y atados sobre mi cabeza, aunque apenas me di cuenta pues no quitaba ojo del cuerpo de Bibiana y de su enorme polla que se empinaba poco a poco, hasta que Angela me dio una bofetada: – Te he dicho que te portes bien, cariño, o el castigo será peor -. Entonces se colocó sobre mí, con las rodillas a ambos lados de mi cabeza dejando su coño húmedo delante de mis ojos y una pequeña fusta
que había traído a la habitación en la mano, mientras Bibiana, de pie junto a la cama, acercaba su miembro a mi mujer, que con la otra mano lo cogió de la base y empezó a lamer el brillante glande, hasta introducir lo que pudo dentro de su boca, al tiempo que acercó su coño a la mía, y volviéndose un momento, me golpeó con la fusta en mi nabo erecto, haciéndome chillar de dolor. – Ahora come bien y no te haré mucho daño, y sobre todo no te excites demasiado o te arreo otro fustazo – . Su venganza comenzaba a ser cruel, porque el dolor y la humillación me escocían, pero al mismo tiempo sentía un morbo especial en mi sumisión y su actitud violenta, y dejé que las nuevas sensaciones de sometimiento y dolor se apoderaran de mí como un nuevo placer, especial y distinto. Concentré mi lengua en su clítoris que tan bien conocía, pues era una de nuestras aficiones favoritas, mientras tumbado veía, sobre el pubis depilado de mi mujer, la imagen al revés de mi mujer engullendo con fruicción la negra polla, y los testículos bamboleantes de Bibiana flotaban sobre mí con su movimiento de vaivén.
– Ajá, mi niña, toma mi rico nabo, mmm, mira que bien que me chupas… – . Bibiana, apretando las nalgas, disfrutaba la mejor especialidad de mi mujer que recorría su polla con dulces lamidas, hasta que decidió darse la vuelta, como si fuéramos a hacer un 69 con ella aún de rodillas encima de mí; pero entonces, con voz temblorosa por el deseo le dijo a Bibiana: – La quiero dentro de mí, fóllame, por favor – . Había perdido totalmente el control, lo que conmigo le ocurría solo en los polvos más especiales, y separando sus nalgas con ambas manos ofreció su coño mojado por mis chupadas. Bibiana, sonriendo, la aferró por detrás, la cogió con ambas manos por la cintura y comenzó a penetrarla con suavidad, a pequeños empellones, y todo ello apenas a unos centímetros de mi cara. Yo ya no podía más, sus tetas rozaban mi cuerpo con las suaves embestidas de Bibiana, su cabello mi polla, y supliqué: – Por favor cariño, cómeme la polla, por favor,… -. Sus labios rozaron mi miembro, pero al momento sentí otro doloroso fustazo.- Espera tu turno- susurró. Sus palabras me animaron, e incorporé un poco mi cabeza hasta alcanzar los testículos y la polla de la negra que se introducía en el coño de Angela, y empezé a lamer el clítoris, la polla que entraba y salía, ahora con más rapidez, jugueteé con los testículos enormes y los introduje dentro de mi boca, hasta que mi mujer comenzó a gritar de éxtasis, al tiempo que Bibiana gruñía de manera poco femenina, y se vaciaba dentro de ella. Gotas de semen calleron sobre mi cara, y al retirar su nabo Bibiana lo dirigió a mi boca, jadeando: – Límpiamela bien, cariño – . Así que engullí la porción que pude, que no era mucha, y limpié con mi lengua su semen caliente. Angela apartó entonces a Bibiana, y me desató diciendo: – Bueno, ya te he sido infiel en tus narices, como tú a mí, solo que Bibiana es mucho más atractiva que Santiago- . Y sonrió, mientras se echaba boca arriba sobre la cama y me tomaba de las manos, haciéndo que me reclinara sobre ella, y me dijo: – Ahora, tómame, cariño -.No necesité que me lo dijera dos veces, mi polla por fin iba a tener consuelo, y apretándome sobre su cuerpo sudoroso la penetré con facilidad lubricada como estaba con los fluidos que acababa de recibir, y empujé con fuerza para vaciarme rápidamente. Pero entonces la muy zorra, cuando estaba a punto de correrme, hizo un gesto, y sentí cómo Bibiana se echaba sobre mí, y cómo su pene enorme tanteaba mi culo hasta que sin darme tiempo a decir nada me penetró de un fuerte impulso. Grité de dolor e intenté apartarme, pero entre las dos me emparedaron con fuerza, de forma que las enculadas de Bibiana me hacían penetrar aún más profundamente a mi mujer, que entre jadeos, me susurró al oído: – No querías una buena polla en tu culo, pues ésta es la mejor, la he probado-. El dolor se hizo más intenso, pues mi ano no estaba preparado para algo tan grande, hasta que el dolor dejó entrever un placer finísimo, alimentado por el contacto simultáneo de ambos cuerpos, de los senos apretados de Angela en mi pecho y los de Bibiana en mi espalda, y mi «castigo» empezó a ser placentero
. Acompasamos los tres las acometidas, y por fin, exhaustos y sudorosos, nos corrimos casi simultáneamente.
Autor: neobix
neobix ( arroba ) eresmas.com