Todo aquel extenso territorio y hasta donde la vista abarcara, las tierras, los sembradíos y toda la gente que allí trabajaba pertenecían a un solo hombre, Clyde Hale. Hijo de ricos terratenientes, había sabido acrecentar la fortuna familiar, y ahora poseía uno de los mayores sembradíos de caña de azúcar del país, así como una de las mayores cantidades de esclavos. Desde su abuelo, la compra de negros traídos desde África para el trabajo de la tierra había sido uno de los pilares de su buena fortuna. En aquel tiempo las leyes permitían que los blancos poseyeran tantos esclavos como pudieran comprar, y ellos habían sido una de las familias que mejor se habían aprovechado de esto.
Como cada año, Mr.Hale se dirigió a la ciudad, donde se aparecía solamente una vez cada año, para la compra de esclavos. Esta vez lo acompañaba Harry, su hijo mayor, que con 18 años cumplidos debería ya empezar a prepararse para poder administrar en el futuro todos los bienes que le serían heredados. Clyde deseaba que su hijo aprendiera el arte de elegir a los esclavos, pues eran una parte muy importante del complicado equilibrio económico de su hacienda. Padre e hijo no podían ser más diferentes. Clyde era famoso por su carácter fiero y rudo, mientras su hijo parecía ser todo lo contrario, razón por la cual el padre se esforzaba por sacar esa vena cruel que con seguridad corría por la sangre de Harry.
Cuando llegaron al enorme terraplén donde se había montado la carpa de la subasta, Harry se maravilló ante aquel enorme recinto, que contenía los dos extremos de la escala social, por un lado los ricos terratenientes y por el otro, aquella gente que casi ni podría considerarse humana, los esclavos. Con los ojos abiertos como platos, Harry se interesó en todos los detalles, pero lo que más le impactó fue la casi absoluta desnudez de todos los esclavos. El muchacho había sido educado prácticamente dentro de los confines de la hacienda, y no estaba muy familiarizado con los esclavos. Sabía que limpiaban, le llevaban la comida y cosas así, y se había encariñado con la voluminosa nana negra que lo cuidó desde niño, pero los hombres rara vez entraban en la casa, por lo que ver ahora a la mayoría de los esclavos varones medio desnudos ser llevados de un lado a otro en largas filas y atados con cadenas lo llenó de admiración y una creciente excitación al admirar sus magníficos y oscuros cuerpos.
En silencio, presenció la puja de esclavos. Su padre era un hábil comprador, y sabía elegir lo mejor y regatear el precio para obtener el mejor trato. Le bastaba una mirada para saber si el hombre era fuerte, si daría problemas en el trabajo y hasta si tenía alguna enfermedad que no fuera notoriamente visible. Clyde daba unas cuantas vueltas al esclavo, revisaba sus dientes y sus manos, y en ocasiones los golpeaba con su fusta para estudiar sus reacciones. Después de comprar un par de docenas, incluyendo hombres, mujeres y algunos niños, padre e hijo pasaron a un apartado, donde sólo unos cuantos más compradores estaban presentes. Allí, en el centro de todos ellos, estaban unos 6 o 7 esclavos. Eran los más caros, los especialmente escogidos por su perfección y los que mejor rendimiento prometían. A Clyde le llamó la atención uno en especial. Le dijeron que se llamaba Joao y costaba una fortuna. Era mucho más grande y fuerte que cualquier otro esclavo, con una piel oscura y brillantes dientes blancos. Clyde lo revisó atentamente, con mucho mayor detenimiento que a los demás esclavos adquiridos. Harry vio que su padre giraba al esclavo, tocando las anchas espaldas, los fuertes músculos pectorales, y al final algo que lo llenó de consternación, le bajó el taparrabos y sin mayor empacho tomó el oscuro pene del esclavo con una mano y lo hizo a un lado, mientras con la otra mano le palpaba los testículos. Satisfecho llamó a Harry para que se acercara.
– Mira hijo, cuando pienses invertir una buena suma en un esclavo tan bueno como este, aseg&uacut
e;rate de revisarlo a fondo. Los huevos deben sentirse firmes y sin protuberancias. Eso indica una buena salud y que podrá procrear excelentes ejemplares cuando se aparee. La hacienda sale ganando con eso.
Harry sintió vergüenza. Primero por el esclavo, al cual no se le daba más valor que al de un semental, y luego por si mismo, que jamás había visto el pene de otro hombre, y menos en aquellas circunstancias. Su padre ni cuenta se dio de su turbación, y como parte de su enseñanza tomó una de las manos del joven y lo obligó a sopesar las grandes y oscuras bolas del esclavo. Harry sintió la cálida pesadez de los testículos y en la otra mano, el pene grande y suave del esclavo latía imperceptiblemente. Una oleada de intenso calor recorrió el cuerpo de Harry y su pene se enderezó con una intensa erección. El esclavo le sacaba casi una cabeza de estatura y su padre le revisaba mientras los dientes y los ojos.. Harry en vez de soltarle los huevos, permaneció con ellos entre la mano, disfrutando secretamente de aquel contacto. Finalmente su padre le reclamó su atención, explicándole otras cosas y Harry tuvo que soltar el enorme pene, no sin dejar de admirar como colgaba majestuosamente, haciendo juego con los gordos testículos. Su padre le explicaba entonces que los hombros eran anchos y fuertes y Harry se perdió de todo lo demás cuando vio las anchas caderas y las nalgas prietas y fuertes de Joao. Hubiera deseado que su padre le ordenara también tocarlas, pero Clyde no lo consideró necesario y poco después el esclavo se cubría ya con el taparrabos terminada la exploración.
Cuando salieron de allí con el contingente de esclavos nuevos, Joao era parte del grupo y Clyde ya hacía planes para sacarle provecho a su reciente adquisición.
Harry no volvió a ver a Joao por más de un mes. Sin embargo pensaba en él a menudo. En sus más íntimos sueños, recordaba el espléndido cuerpo del esclavo, y la innegable excitación que le había provocado auscultarlo. Los deberes en la casa consumían todo su tiempo, y no fue sino hasta que su padre salió de viaje para la negociación de la venta del azúcar que dispuso de libertad para vagar por los anchos territorios de la hacienda, con el único fin de volver a ver al magnífico esclavo.
Por varios días no lo encontró. No quería preguntar abiertamente por él y se limitó a recorrer a caballo la hacienda y los sembradíos, pero era tan extensa que el día se le iba volando sin haber dado con el paradero de Joao. Finalmente, un día, mientras su caballo abrevaba en el río vio a un grupo de esclavos tomando un breve descanso en la dura jornada de trabajo. Entre ellos estaba Joao, y lo vio deambular solo por la ribera, apartándose de los demás. Lo siguió desde la orilla opuesta, siempre ocultándose en los matorrales, hasta que Joao, ya bastante lejos de los otros se tumbó a descansar bajo la sombra de una palmera. A diferencia de la primera vez que lo vio, ahora en vez de taparrabos llevaba puestos unos pantalones blancos, igual que el resto de los esclavos de la hacienda. Su torso ancho y fuerte relumbraba al sol cubierto de sudor, por lo que poco después, Joao se acercó al río y probando el agua fresca y limpia se despojó de los pantalones y desnudo, se metió a bañar.
Harry sintió nuevamente la excitación correr por sus venas. Lo poco que alcanzó a vislumbrar del oscuro cuerpo del esclavo antes de lanzarse al agua lo hicieron desear ver más y más de cerca. Regresó por su caballo y montándolo buscó un vado no muy hondo para cruzar el río. Se acercó entonces al sitio donde se bañaba Joao, el cual al darse cuenta de su presencia, servilmente bajó la mirada y permaneció quieto donde estaba. Harry le ordenó que saliera del agua y el esclavo obedeció. Harry sabía que era el hijo del amo, que podría ordenarle cualquier cosa y que el esclavo tendría que obedecer. Consciente de este poder descendió del caballo, admirando el cuerpo mojado y brillante bajo la luz del sol. Era todavía más impresionante que como lo recordaba. La mano de Harry temblaba cuando tocó la satinada y húmeda piel. El esclavo, de pie, no se atrevía ni a moverse. Al resguardo de las miradas Harry se fue animando, atreviéndose a tocar con más familiaridad aquel cuerpo magnífico. Recorrió con sus manos las anchas espaldas, los bíceps marcados y e
l pecho firme y fuerte, el abdomen plano y más abajo, su anhelado sueño, el enorme y negro pene.
Harry se extasió ante aquel enorme mástil de carne morena. El glande era del color del chocolate con leche, más claro que el tronco, que era tan oscuro como la noche. Harry se hincó para mirar esta vez de cerca aquel prodigioso apéndice. Lo tomó entre sus manos. Era tan largo y grueso como una serpiente. Suave y limpio. Caliente y vibrante. Lo manipuló un poco, observando su grosor y flexibilidad, pero sobre todo, deseoso de provocar alguna reacción en el hermoso miembro de Joao. Pronto sus manipuleos dieron resultado, y la verga comenzó a hincharse bajo las caricias persistentes del muchacho. Empezó a crecer y crecer, a engrosarse y ponerse duro como la roca, hasta alcanzar una considerable longitud. Maravillado, Harry sobaba aquella verga de caballo, y los enormes testículos empezaron a hincharse de excitación. Los acarició también, mientras Joao trataba de permanecer quieto a pesar del intenso placer que aquel lindo chico rubio le estaba proporcionando.
Cuando se cansó de sobar y manipular el enorme miembro, Harry lo tomó con ambas manos y con inmenso deleite comenzó a lamerlo. Empezó por la base, bajo el pubis de apretados rizos negros y continuó hacia arriba, recorriendo las marcadas venas que lo surcaban y que lo llevaron finalmente a su punta gruesa e hinchada. El glande de chocolate y leche lo llenó de placer. Mamó la cabeza, tratando de meterla toda en su boca, mientras sus manos apretaban los huevos duros y suaves al mismo tiempo. Joao resistía estoicamente, sin saber que haría si el placer llegaba a tal extremo que tuviera que venirse en aquella boquita rosada que tanto placer le brindaba. Harry por el contrario, ansiaba ese momento, y no descansó hasta lograr que el miembro se hinchara hasta tal punto que un torrente de leche, cálida y mucosa le inundó la boca. Bebió aquella sustancia hasta la última gota, sin dejar de aferrar la enorme manguera hasta que la dejó seca y limpia.
Después de aquella sesión, le ordenó al esclavo visitar diariamente aquel paraje en su tiempo de descanso y Joao, por supuesto, obedeció. Cada día Harry aprovechaba que su padre no estaba para escaparse al río y disfrutar del esclavo. Las mamadas diarias terminaron gustándole mucho al enorme negro, que casi siempre lo esperaba ya con una enorme erección. Harry desmontaba el caballo en cuanto llegaba, y como si fuera una droga, se empinaba sobre aquel cuerpo de dios, y se tragaba la soberbia herramienta de Joao hasta donde le fuera posible. El miembro era tan grande que su boca no alcanzaba a darle cabida y aquellos centímetros desperdiciados molestaban a Harry. En ninguna de esas ocasiones, el esclavo se atrevió a tocar al hijo del amo. Permanecía quieto y mudo a sus deseos, siempre dejándole a él cualquier iniciativa.
Llegó el momento en que naturalmente Harry quiso más. Ya había visto a los perros de la hacienda montando a las perras y sabía bien lo que éstos les metían. Un día se desnudó frente a Joao y se puso en cuatro patas, dándole la espalda. El esclavo miró la pálida desnudez del muchacho, y si lo encontró deseable por lo exótico de su color o las claras diferencias, no lo expresó. Pero su verga se puso más dura que nunca cuando el chico le ordenó que lo montara como si fuera una de esas perras en celo. Joao sintió las pequeñas y blancas nalgas de Harry rozando su verga y ésta latió ansiosa por entrar en aquel rosado agujerito. Ambos se preguntaron si aquel reducido espacio podría darle cabida a semejante monstruo, y se lanzaron a averiguarlo.
No fue fácil. La gorda cabeza presionaba sobre el apretado esfínter del chico, pero no lograba traspasar su entrada. Harry tragaba saliva, decidido a salirse con la suya, y Joao, obediente empujaba. Después de muchos intentos, el glande de chocolate reventó la entrada y conquistó gloriosamente su interior. Las lágrimas de Harry se perdieron en el torbellino de sensaciones y lentamente el resto del deseado miembro comenzó a introducirse en su cuerpo.
Se necesitaron de varios días para que Harry aprendiera a darle cabida al enorme mástil negro en su totalidad, pero finalmente lo logró. Ninguno de los dos sabía explicarse cómo era posible que en aquel angosto pasaje cupiera la enorme verga oscura e hinchada, pero así era. El chico llegaba a la casa exhausto, dolorido y maltratado, pero su hambriento
culito siempre volvía al día siguiente por más. Después de hacerlo en el piso, exigió que se la metiera de frente, colgando sus piernas de los anchos hombros morenos y sin perder de vista las cinceladas facciones de Joao que apretando los blancos dientes lo penetraba despacio para no causarle mayores estragos. A veces lo quería a sus espaldas, mientras aferrado a una palmera le ofrecía las nalgas y sostenía los embates decididos del negro apretado fuertemente del tronco. O le ordenaba acostarse boca arriba, y mientras Joao veía el cielo azul cubrirse de nubes, Harry se sentaba lentamente sobre su verga enhiesta, clavándose con deleite, sentándose sobre aquél grueso pivote de carne dura hasta que lo sentía latir en sus entrañas y entonces comenzaba a deslizarse sobre aquel largo apéndice, llenándose de verga hasta el cansancio.
Las cosas parecían mejorar con cada día que pasaba, y si no hubiera estado tan embebido con el placer que el esclavo le proporcionaba, Harry se hubiera enterado a tiempo del regreso de su padre. No fue así, y cuando Clyde llegó a la hacienda, su hijo estaba ausente. Cuando preguntó dónde estaba, nadie supo decirle, aunque si le informaron que diariamente desaparecía a la misma hora. Aquello no le gustó nada, y tomando un caballo salió a buscarlo. No le costó nada averiguar el rumbo de Harry, pues todos le temían y nadie se iba a arriesgar a provocar su ira. Le dijeron que diario pasaba rumbo al río y eso fue suficiente. Siguió la serpenteante orilla hasta escuchar el relincho del caballo de Harry que ya había detectado su presencia. Desmontó y sigilosamente se acercó al claro, tratando de descubrir en qué andaba metido Harry.
La escena lo dejó mudo de sorpresa primero, y rabia después. El carísimo esclavo que acababa de comprar estaba desnudo, de pie en medio del claro con el enorme miembro erecto, y entre sus poderosas y fuertes piernas, su hijo mayor, también desnudo, se lo chupaba. Clyde quedó petrificado. No alcanzó a salir de su asombro cuando el muchacho dejó escapar el miembro de su boca y girándose se acomodó a gatas y el negro sin más demora le enterró aquel gigantesco pito entre las blancas y suculentas nalgas. El asombro de Clyde fue mayúsculo, al comprobar como desaparecía la gruesa cachiporra del esclavo en el rosado culo de Harry.
Sin proponérselo, Clyde sintió una furiosa erección bajo los pantalones. Aquello era inaudito, inaceptable, pero de algún modo, también era excitante. La forma en que la poderosa verga entraba y salía del pequeño trasero era increíble y extrañamente sensual, y la atropellada mente de Clyde no daba crédito a lo que veía. Finalmente le ganó el orgullo de padre herido y furioso salió de su escondite. La pareja quedó como petrificada y sólo la fusta descargando golpes furiosos sobre las espaldas de Joao logró que éste retirara el hinchado miembro de su apretado escondite y hecho un ovillo se protegió la cabeza mientras la lluvia de golpes e insultos continuaba. Harry por su parte comenzó a vestirse, no sin antes recibir un tremendo azote que le cruzó las nalgas y dejó en su blanca piel un trazo rojo y violento.
Cuando Clyde se cansó de golpear a Joao, éste mostraba verdugones por todo el cuerpo, y allí tirado como un animal lo dejaron para dirigirse a la casa. En el camino ninguno habló, y Harry fue castigado a quedarse en su cuarto hasta nuevo aviso.
Esa noche, Clyde entró a la habitación de Harry y antes de decirle nada le cruzó la cara con un par de cachetadas que arrojaron al muchacho sobre la cama. Allí tendido, el padre le bajó los pantalones de dormir de un manotazo y poniéndole boca abajo le auscultó el trasero. La marca de la fusta atravesaba ambas nalgas y los dedos de Clyde siguieron su recto camino sobre la piel. Después de eso, Clyde le separó las nalgas, dejando al descubierto el agujero de su culo. El muchacho no podía saberlo, pero Clyde estaba intrigado por lo que le había visto que era capaz de hacer. El pequeño y rosado agujerito se veía tan normal como el de cualquiera y el padre volvió a sentir un ramalazo de excitación al acercar un dedo y probar la resistencia del esfínter para aceptarlo. El dedo fue engullido sin mayores problemas y entonces probó con dos dedos y también entraron sin ningún esfuerzo. Para entonces Harry ya se había excitado también y go
loso se abrió las nalgas para permitir que su padre le metiera todo lo que quisiera. Clyde se sintió tentado a sacar su miembro y meterlo en aquel dulce agujero, pero la idea era espantosa y antes de sucumbir ante ella le propinó un sonoro cachete a aquel culo pernicioso y salió furioso de la habitación de su hijo antes que reconocer ante él lo excitado que se sentía.
En su despacho, la erección no cedió, y caliente como un animal en celo mandó ensillar el caballo y salió a la fresca noche buscando un alivio a su tormento. Sin proponérselo conscientemente enfiló a las casuchas donde dormían los esclavos. Llegó hasta las últimas, donde habían acomodado a los adquiridos recientemente y entró en la de Joao sin tocar la puerta. En el camastro, el negro se recuperaba de la golpiza. Nadie había preguntado siquiera el motivo del castigo. Todos estaban acostumbrados a recibir de vez en cuando latigazos, incluso sin haber motivo para ellos, por lo que a nadie le había extrañado que el esclavo nuevo llegara maltrecho después del descanso en el río, y él solo se había curado las heridas.
Cuando entró Clyde, el esclavo se puso de pie y agachó la cabeza con humildad. El hombre sintió ganas de matarlo, pero recordó lo caro que le había salido y tampoco era tonto como para desperdiciar su dinero. Así que tomó la fusta y le acomodó algunos azotes que el negro aguantó estoicamente. Después de azotar un poco su espalda y pecho, lo despojó de un manotazo del delgado pantalón que lo cubría, y su firme y grande trasero le llamó la atención. Ahora, en la soledad de la cabaña podía hacer lo que quisiera con él, y descargó la fusta sobre las gruesas posaderas del esclavo. La carne bailó bajo el efecto de los azotes, y la erección de Clyde lejos de amainar se incrementó. Disfrutaba de golpear a los esclavos, pero más a éste, que tanto daño le había causado a la familia y que además poseía un físico impresionante.
El deseo incestuoso que había sentido en la recámara de Harry lo había llenado de locas ideas. El ver ahora al esclavo desnudo y sentir el poder que tenía sobre él lo hizo tener ideas descabelladas. La fusta tenía un grueso mango de madera forrada de finas tiras de piel. Lo cambió de posición y ahora utilizó el mango para meterlo entre las nalgas oscuras de Joao. El esclavo sintió que el amo le trataba de meter aquello en el culo, y aguantó en silencio aquella vergüenza. Jamás nadie le había hecho nada como aquello, pero no se atrevió a emitir el más mínimo quejido. El mango de la fusta no entraba y para aumentar su vergüenza el amo aumentó la débil luz de la lámpara llenando la habitación en penumbras con una clara luz que lo cegó. Entonces Clyde volvió al trasero del esclavo y separándole las nalgas con fuerza encontró el esfínter negro y apretado, metiéndole sin más dilación el mango de la fusta hasta donde le fue posible. La humillación de Joao llenó de regocijo al amo y comenzó a meter y sacar la fusta hasta que se hartó de hacerlo. Para entonces ya sentía la verga tan dura que hasta comenzaba a dolerle y se la sacó, liberándola y con ganas de encontrar algún tipo de satisfacción.
Las nalgas de Joao, incluso golpeadas por la fusta, eran un magnífico regalo, y sin pensárselo más lo empinó para tenerlo a la altura correcta y lo penetró. Las dimensiones del miembro de Clyde no podían compararse siquiera con las del enorme negro, pero poseía una verga de muy buen tamaño, y sobre todo, excesivamente gruesa. El glande, rosado e hinchado era del tamaño de un puño, y con él se abrió camino dentro del hermoso cuerpo de Joao. Este jamás había sido penetrado, y el dolor que aquel miembro cabezón le causó fue insufrible para él. Por su parte, Clyde gozó la violación de su ano con una increíble sensación de placer y lujuria. Aquel tremendo espécimen, tan viril y atlético, le estaba dando uno de los mayores placeres de su vida, y se olvidó de todo mientras le enterraba la verga en el culo una y mil veces, hasta que la furia que sentía dentro explotó en un torrente de leche que fue a parar a las recónditas profundidades de aquel precioso culo de ébano.
Después de aquell
a noche, Clyde sintió la tentación de regresar de nuevo con el esclavo, pero se sentía rebajado por haber tenido algo que ver con él. Era como si se hubiera cogido a un perro, e incluso peor que eso, y trató de olvidar aquel encuentro. Sin embargo, la sensación de su apretado culo rodeando su verga era más difícil de olvidar. Varias veces se descubrió anhelando el apretado contacto de un ano sobre su grueso miembro y un día, al mirar a Harry, que seguía castigado sin poder abandonar la casa, mientras subía las escaleras hacia su habitación, se dio cuenta que estaba pensando en sus pequeñas y bonitas nalgas y en la forma en que éstas habían acogido sus dedos aquella noche en que lo castigó.
De nuevo, la permanente erección que siempre acompañaba esos recuerdos, le dolió con furiosa intensidad. Esa noche durante la cena mandó a Harry a dormir castigado nuevamente, utilizando por excusa un comentario sin importancia que había hecho el muchacho. Cuando todos se acostaron a dormir, entró al cuarto de Harry y le dijo que su conducta en la mesa era inexcusable. El chico no había entendido qué falta había cometido, pero temeroso de su padre agachó la cabeza. Clyde extrajo su cinturón y volteando al chico sobre la cama le azotó el trasero varias veces. Al terminar le bajó los pantalones para revisar el daño causado, y comprobó que la blanca piel ya casi se había recuperado del golpe de la fusta, pero la carne caliente y rosada mostraba ahora el efecto de los golpes del cinto. Acarició con la mano la pálida superficie, sintiendo entre las piernas crecer su ya incontenible excitación. De nueva cuenta probó la elasticidad del culito de Harry, y éste aceptó de muy buen grado el sondeo del papá. Sus nalgas se abrieron para él, y Clyde se demoró en la silenciosa habitación, metiéndole uno, luego dos y hasta tres dedos en su caliente agujero.
Cuando se puso de pie, en la cama Harry lo miraba aceptando cualquier cosa que él quisiera hacer. La mano temblorosa de Clyde liberó su miembro, que grueso y excitado emergió entre sus ropas. Con un poco de temor, Harry se acercó a aquel bello órgano, y el padre dejó que se acercara y cuando su boca hizo contacto, dejó que lo lamiera y lo chupara. Por fin encontraba alivio a su excitación, y la lengua cálida lo llenó de un placer indescriptible. Harry, ya con más confianza, se metió toda la gruesa verga en la boca, algo que difícilmente habría podido hacer con su añorado Joao, y se deleitó de placer al sentir los rubios vellos del pubis de su padre rozándole la nariz. Entonces bajó lamiendo hasta sus huevos, y a diferencia de los del negro, encontró que éstos estaban cubiertos de suave vello amarillo, y los lamió complacido también. Las gordas bolas terminaron húmedas de su saliva y Clyde sintió su deseo llegar a cimas desconocidas.
Ya fuera de control, le arrancó las ropas a su hijo, y una vez que estuvo desnudo le ordenó que se pusiera a gatas sobre la cama. A la memoria le vino entonces la imagen de Harry en esa misma posición, esperando que el enorme miembro del esclavo lo sodomizara, y ciego de furia y deseo le arrimó la verga al trasero deseando que se la comiera igual como se había comido la del negro. Harry por supuesto cooperó. Abrió las piernas y las nalgas, permitiendo que la cabeza del pito paterno tocara la íntima calidez de su pequeño ano. Cuando la verga lo penetró, Harry, con todo y el entrenamiento que había tenido con Joao sintió que le partían el culo en dos. La verga de Clyde era extremadamente gruesa, y le dilató el ano hasta un límite indecible de soportar. Pero ambos estaban ya demasiado calientes para detenerse. Clyde tomó el control de la situación, e inmovilizando a su hijo por la cintura, le obligó a aceptar la totalidad de su congestionado miembro por el culo. Harry se sintió llenó hasta el tope, empalado y vigorosamente zarandeado por su padre, disfrutó de cada una de sus embestidas, y se sintió feliz cuando los sedosos pelos de su pubis tocaron sus nalgas, señal de que toda la verga de su padre estaba dentro de él. Minutos después Clyde explotaba con firmes y furiosas embestidas que el muchacho aguantó sin rechistar y rápidamente se marchó cerrando la puerta silenciosamente. Harry, sudoroso y satisfecho se acarició la verga hasta obtener un orgasmo y después
se durmió plácidamente.
Los tormentos de esa noche fueron para Clyde, que arrepentido por lo que había hecho daba vueltas y vueltas en la cama sin poder conciliar el sueño. Por una semana se mantuvo alejado de su hijo, sin siquiera dirigirle la palabra durante la comida. Sin embargo seguía deseándolo. Al ver que ya nada pasaba, Harry provocó nuevamente su enojo a propósito, dándole la excusa perfecta a Clyde para castigarlo y esa misma noche entró en su habitación para administrarle el castigo.
Esta vez Harry estaba preparado. Estaba en el baño cuando Clyde llegó, así que lo encontró ya desnudo y después de regañarlo lo llevó hasta la cama y lo atravesó sobre sus piernas para darle de nalgadas. Las blancas y lindas nalgas de Harry pronto se pusieron rojas con los manotazos y cuando Clyde consideró que ya tenía suficiente, el muchacho sin necesidad de pedírselo se puso a gatas y buscando entre las ropas del padre extrajo su pene, duro y turgente. Se lo chupó hasta casi hacerlo venirse en su boca, y empujando a Clyde suavemente sobre la cama, se montó sobre su grueso miembro y lentamente se sentó en él, haciéndolo desaparecer en sus entrañas. Clyde, maravillado con aquella técnica observó como el delgado y bien formado cuerpo de Harry consumía su verga hasta tenerla profundamente enterrada en su pequeño culo, que como un forro justo y exacto abrazaba toda su hombría hasta hacerlo enloquecer.
Después de esa noche, hubieron varias más. Siempre sintiéndose culpable pero siempre volviendo para buscar más. Clyde gozó de Harry hasta que el muchacho cumplió los 19 años, y ya reconciliadas sus relaciones le preguntó qué quería recibir de regalo.. Harry, después de mil vueltas y rodeos, dijo que quería ver una vez más al esclavo negro. Clyde montó en cólera, lleno de celos y de recuerdos amargos, pero su propia naturaleza libidinosa terminó convenciéndole, y cediendo, autorizó a Harry para que por única vez estuviera con Joao, pero con la condición de que él estuviera presente. Harry aceptó, para no provocar más a su padre y excitado ya por la perspectiva se desnudó y le ofreció a Clyde una de las mejores sesiones de sexo que hubieran tenido jamás.
El día elegido, Clyde mandó a su hijo a una alejada cabaña en las montañas a la cual le gustaba retirarse de vez en cuando, con instrucciones de esperar allí a que llegara él con su regalo. Harry montó su caballo muy temprano y se marchó de la hacienda. Más tarde, Clyde pasó por Joao al sembradío de caña y le dijo que lo acompañara. El esclavo, lleno de miedo obedeció al instante, siguiendo el trote del caballo del amo hasta la ribera del río. Allí, Clyde le ordenó que se bañara, y Joao rápidamente se desnudó y se metió al agua. Su magnífico cuerpo volvió a admirar al amo, y complacido se percató que la golpiza había sanado y que la oscura piel brillaba sana nuevamente. Cuando estuvo bañado le arrojó un pequeño taparrabos igual al que llevaba puesto cuando lo compró, en vez de los pantalones blancos que se usaban en la hacienda, y una vez que se los puso echo a andar, indicándole que lo siguiera.
En cuanto abandonaron los conocidos caminos de la hacienda para internarse en el monte, Joao temió que el amo lo matara, pero en vez de eso, como ya llevaban caminando un par de horas y el negro estaba cansado y sudoroso, hicieron un alto para refrescarse. Después de otro baño en un pequeño riachuelo, ambos estaban como nuevos. Clyde montó en el caballo, y le ordenó a Joao subir también. El esclavo, extrañado, montó como se lo indicaron, y Clyde lo sujetó por la cintura mientras el caballo reanudaba la marcha. Minutos después, el roce de la montura y el calor de Joao excitaron a Clyde. Las fuertes nalgas del esclavo rozando su entrepierna le habían provocado una buena erección. Sin decirle una sola palabra, la mano con que sostenía al negro subió por el torso desnudo para acariciarle los fenomenales pechos. Las oscuras y anchas tetillas recibieron sus toscas caricias, mientras más abajo, la cabezona verga de Clyde ya intentaba encontrar un camino hasta el negro agujero del esclavo. El taparrabos solo era un estorbo, y en aquellas soledades no pensaba encontrarse con nadie, así que decidido se lo arrancó de u
n tirón, dejando a Joao completamente desnudo sobre el caballo. Sus piernas separadas sobre la montura dejaban su ano expuesto y abierto. Clyde sólo necesito empujar al negro hacia delante y abrirse los pantalones, para entonces enterrarle el miembro casi hasta la mitad. Joao no pudo impedir que un gemido de dolor se le escapara, y recibió un cachete en las nalgas por semejante atrevimiento. El trote sereno del caballo hizo que el resto de la verga le entrara hasta el fondo, sin necesidad de que Clyde hiciera el menor movimiento. El amo no podía bombear en aquella posición, así que se contentó con viajar con el pito profundamente enterrado en el culo de Joao, disfrutando de su apretado contacto y por varios kilómetros el negro tuvo que soportar aquella humillante situación. Finalmente hizo un alto bajo la sombra de un enorme árbol, y allí, sin desmontar siquiera gozó del negro apoyando su peso en la espalda morena hasta conseguir en breves embestidas el tan postergado alivio del orgasmo.
De allí en adelante, dolorido y bien cogido, Joao viajó a pie hasta que la cabaña apareció y Harry salió contento a recibirlos. El esclavo miró al hijo del amo y una notoria erección ensanchó el taparrabos. Clyde les ordenó a ambos entrar y al cerrar la puerta decidió dejar afuera cualquier sentimiento de culpa por lo que iba a suceder.
En medio de la habitación, después de haber descansado y cenado, los tres se miraron sin decir palabra. Clyde encendió un puro y se sentó a observar en silencio. Harry se puso delante del esclavo y lentamente lo desnudó. El magnífico gigante negro relucía bajo la luz de queroseno y el muchacho se extasió ante la vista de la enorme verga erecta apuntando directamente a él.
Como en trance, Harry se desnudó, hincándose después frente a la verga de Joao, metiéndosela en la boca frente a la atenta mirada de Clyde, que sintió hervir su sangre al ver aquello. El rubio cabello del muchacho acariciaba el vientre de Joao mientras le chupaba con ímpetu su enorme miembro. Clyde observó maravillado el afanoso trabajo de su hijo, hasta que éste, loco de deseo se dio la vuelta ofreciéndole las nalgas al esclavo. Joao miró al amo, y con imperceptible movimiento éste le autorizó a continuar, mientras se acercaba para ver de cerca todo lo que ocurriera. Como en un sueño, la enorme verga oscura se acercó al culo de Harry. El padre estaba a escasos centímetros, su cara casi descansaba sobre la espalda tensa del chico y cuando la punta lustrosa empujó para entrar, Clyde pudo observar cómo el esfínter se abría lentamente, dilatándose hasta darle cabida al grueso miembro y la temible espada negra entraba casi en su totalidad en el cuerpo de su hijo.
Como si eso fuera poco, el miembro se puso en movimiento, y con lentas y controladas embestidas, comenzó a cogerse al empalado muchacho. Para Clyde fue demasiado. Se quitó las ropas también y se unió a aquel dúo, buscando dónde acomodar su miembro, tan hinchado y duro como nunca antes. La boca de Harry lo recibió contento, lamiendo la gorda punta, saboreando la excitada cabeza mientras de vez en cuando lengüeteaba también los pesados y rubios testículos. Joao incrementó la fuerza de sus embestidas, impulsando al muchacho hacia el frente, obligándolo a acoger en la boca la totalidad del hinchado miembro de su padre. Necesitado de más acción, Clyde le sacó el pito de la boca y le buscó acomodo entre las suculentas y prietas nalgas del esclavo, que esta vez se dejó montar sin mayor inconveniente, perdido en las sensaciones que el culito del joven amo le estaba proporcionando.
El culo del negro le ajustaba en la verga de una forma deliciosa, pero con cada vez mayor ansiedad empezó a desear el culo de Harry, que justo en esos momentos llevaba a Joao al clímax, exprimiéndole la verga hasta dejarlo seco. Entonces el esclavo se retiró, y Clyde se agachó entre las nalgas de Harry y se las abrió de par en par. La leche blanca y abundante del esclavo empezaba a salir del perforado túnel trasero del chico, y preso de una salvaje excitación, Clyde selló con su verga embravecida la salida, proyectándose dentro de Harry con un violento empujón hasta la empuñadura, pues el semen viscoso del esclavo le sirvió de lubricante. Así, el culo de Harry se vio llenado de nuevo, sin haber tenido el menor respiro, y el cuerpo saturado ya de sensaciones, explotó con aquella nueva intromisi&oacu
te;n, obligando con sus estertores a que la verga del padre también escupiera su carga de leche al mismo tiempo.
Jadeantes y sudorosos, los tres hombres durmieron esa noche juntos en la misma cama, y por una sola vez en su vida, Clyde hizo a un lado sus viejas costumbres para permitir que un esclavo durmiera en el mismo sitio que él. En la madrugada, el amasijo de cuerpos encontró nuevas oportunidades de dar rienda suelta a las oscuras fantasías que los alimentaba, y cuando dos días después volvieron a la hacienda, siguieron el rumbo de sus vidas, aunque siempre dejaron un momento para recordar, y tal vez revivir, lo que juntos habían experimentado.
Autor: Jerry jerry.equis (arroba) gmail.com
Que buen relato, es el mejor que he leido, me gustaria leer más escritos de este autor [correos NO permitidos en comentarios – eliminado por la administración R.M.]