Les voy a platicar lo que me paso hace algunos meses.
Vivo en un departamento que aunque no es muy grande no me puedo quejar ya que al menos puedo pagar la renta. Solo hay algo que no me gusta y desde cuando comencé a rentarlo no me gustó: tiene un pasillo que va a dar a la puerta de la entrada y aún lado de la puerta tiene una ventana grande que se ve la sala desde a fuera. Pensé dentro de mí misma que la solución para mi privacidad sería siempre tener la ventana cerrada y con la cortina cerrada. El dueño que me lo renta es un hombre de una edad de unos 50 años aproximadamente, gordo, tez blanca, con muy poco pelo, de temperamento especial y es de esas personas especiales que puntualmente va cada mes por la renta.
Sucedió que un día domingo por la mañana estaba sola escuchándo música a alto volumen y como de costumbre estaba vestidad de nena haciendo algunos quehaceres domésticos porque un día antes hice una fiesta. Así que ya se imaginarán cómo terminó de sucio el departamento. Tenía puesto un uniforme de sirvienta negro chiquitito, un liguero negro con una tanga negra y un sostén negro con relleno. Me puse una peluca y maquillaje y me coloqué unos zapatos negros.
Comencé la limpieza por el cuarto de la recámara que queda a un lado de la puerta principal, pasé la escoba y tenía amontonada la basura casí en la puerta de cuarto. Para este momento y para mi desgracia llegó mi casero, quien estuvo tocando en repatidas ocaciones la puerta y por culpa de la música que tenía en alto volumen no le escuché. El casero al no abrile y al escuchar la música no se fue de la entrada, si no que decidió esperar un intervalo de silencio entre canción y canción para volver a tocar.
Mientras, yo seguía limpiando en el cuarto de la recámara. Ya por terminar de barrer la recámara, decidí mover con la escoba la basura hacia a fuera del cuarto (grave error)… Estaba tan absorta, agachada y haciendo la basura hacia atrás con la escoba que no me dí cuenta que el casero había metido la mano por la ventana y había recorrido ligueramente la cortina para ver al interior del departamento. Me imagino que estubo viendome el tracero por uno o dos minutos por mucho, y como estaba inclinada hacia el frente dándole la espalda a él, con el tracero al aire y recorriéndome hacia atrás, pudo verme desde los zapatos hasta toda la tanga metida entre mis nalgas. Y yo no pude darme cuenta de que me estaba observando hasta que terminé de llenar el recogedor de basura.
Me enderecé, me dí la vuelta y me sorprendí tanto que solté el recogedor y la escoba. No podia creerlo… saltaron muchas cosas a mi mente. No era posible, alguien la noche anterior había abierto la ventana, y como siempre estaba cerrada la cortina, no lo había notado…
El casero me saludo con un tono burlista: «Buenos días jotito, con que esas tenemos». Me quedé callada, no le respondí el saludo. Agregó con el mismo tono burlista: «Como mañana salgo fuera de la ciudad quise pasar hoy por la renta, ¿cómo ves jotito?». Una vez más seguí inmóvil y sentí un escalofrío desde los pies hasta la cabeza, pasé un trago de saliba y le hablé con mi voz nerviosa de hombre y le dije tartamudeando: «Ss-si sr. Ro-Rober-to, pe-pe-permítame u-un s-se-gundo…». Pensé en entrar rápido al cuarto y taparme con una bata para darle el dinero por la ventana. Pero antes de hacerlo me dijo ya con un tono más compresivo que no me pusiera nervioso, que si eso hacía en la intimidad que no era su problema, y que lo disculpara si al saludarme se había hablado con un tono de burla. Es más me pidió de favor lo dejara entrar al baño a orinar. Y pues como al fin y al cabo ya me había visto se me hizo fácil habrirle la puerta para entrar al baño (mala desición).
Al entrar amablemente cerró la puerta en cuanto entró y cerró la ventana por la cual me había visto y volvió a acomodar la cortina. Mientras el casero hacía eso le dí la espalda para entrar al cuarto para buscar el dinero. Pensé dentro de mí misma, para cuando salga del baño ya tengo su dinero para que se vaya rápido. Pero no fue así. Al ir llegando a la cama me alcanzó por atrás y me dió una nalgada fuerte, yo giré rápidamente a verlo y me dió otro bofetada, tan fuerte fue que me tumbó en la cama.
– Así que te gusta vertirte de puta – dijo
Del golpe quedé toda aturdida. Y en ese momento me di cuenta que estaba en problemas. No podía correr para salir del departamento por como estaba vestida, ni tampoco podía gritar pidiendo ayuda. Me agarró de la cara con sus manos me dijo: «Te la voy a meter toda puta, vas a ser mía ahora». Me soltó y se bajó el cierre de su pantalón, me enseño su pene y me ordenó que se la mamara. Yo le contesté que no lo haría, entonces me amenazó con contarle a todo el vecindario sobre mi costumbre de vestirme de mujer. Mi casero me daba asco, pero ante esta amenaza accedí a hacer lo que quisiera.
Se acercó y me puso su pene ya erecto en frente de la cara y me ordenó: «Chúpalo pendeja que sí has de saber cómo». Como no comencé inmediatamente a mamarcelo, me lo restregó en la cara y me dijo: «Abre la boca puta, ábrela que si no te voy a dar una bola de putazos y cuidado con morderme porque te mato…». La abrí un poco y con sus dos manos me agarró la cabeza y la mandúbula para abrirme más la boca y de un solo movimiento me la metió toda hasta la garganta mientras me día una bola de groserías insultantes. Sentí ganas de vomitar, pero me aguanté. El maldito empezó a moverse para meterme su pene una y otra vez hacia fuera y hacia dentro, mientras me salía más y más saliva de la boca. Su pene lo sentía caliente y estaba realmente durísimo, perecía un palo de madera. Podía olerle bien el olor de su pene y sentía sus bellos del tronco de su miembro y los de sus testículos en mis labios y en la nariz en cada mentida al fono de que daba. Duró haciendo el juego de mete y saca por unos 10 minutos y entonces sentí como se contraía su cuerpo y eyaculó en el interior de mi boca, sentí el chorro de su esperma caliente y viscoso. Cuando eyaculó dejó de decirme groserías y solamente gimió. Me llenó la boca pronto porque no me los pasé. Me sacó de la boca su miembro y me lo saudió en la frente. Me ordenó que me lo tragara todo y así lo hice. Ya para ese momento no me veía ni me sentía muy femenina, tenía corrida la pintura de la boca y de los ojos.
Pensé que con esto se marcharía pero no fue así. Terminó de quitarse su pantalón y su calzón, y me ordenó que me pusiera en cuatro sobre la cama. Le rogué que no, que por favor se fuera ya y me dejara en paz. Me contestó: «Como de que me vaya pinche puta, si no me has pagado la renta todavía pendeja. Así que si no quieres moverte yo te voy a acomodar». Y una vez más me golpeó en la cara y me empujó para quedar acostada en la cama. Me jaló y me dió la vuelta para quedar boca abajo. Me acomodó en la esquina de la cama, me levantó la cola hacia él, me movió el hilo de la tanga hacia un lado, me escupió en medio de las nalgas, me acomodó su pene erecto todavía y me la metió de un solo movimiento. Me sentí violada y ultrajada. Me decía toda clase de groserías y me subajaba con muchos apodos. Me decía puta, piruja, pinche maricón, puto, mama vergas, perra y cosas así. En cada metida que me daba se escuchaba como me golpeaba con su cuerpo al mío, estaba completamente a su merced. Sentía su miembro grueso y duro en mi tracero, a veces lo sacaba completamente y de un solo empujón lo metía de repente, a veces solo me metía la pura cabeza y lo volvía a sacar como si lo que me estaba haciendo fuera un juego de niños. Le rogaba que parara que me dolía, pero más y más seguía metiéndomela hasta que despues de unos 15 minutos gimió y eyaculó. Se me hicieron eternos esos 15 minutos. Me llenó el ano con su semen pero no lo sacaba, ahí me lo dejó metido como unos dos minutos aproximadamente. Me preguntaba dentro de mi misma que ¿qué era lo que esperaba para sacarme su pene?. Después, hasta que quizo sacó su miembro y ahora me orinó todo el tracero y el vestido, eso era lo que estaba esperando el maldito. Su orina caliente me escurrió por las piernes y me mojó el liguero y los zapatos. Se lo sacudió en una de mis nalgas y me dijo: «Ya ves ni te dolió tanto pinche puta, ahora ya te marqué como lo hacen los perros a sus perras. Este es mi territorio». Al decir eso me daba unas ligueras nalgadas en mi nalga derecha.
Se vistió y me pidió el dinero de la renta. Me dijo que cada vez que viniera por la renta me haría suya. Yo no podía caminar bien, me dolía me colita y me escurría tanto semen como orina. Quedé toda olorosa.
«Ahora vas a ser mi pinche perra puta – dijo – y te la voy a meter cada vez que venga por la pinche renta y quiero que cuando venga encontrarte vestida de puta para que me atiendas. Y hay de ti y no estes lista. Te voy a avisar cuando vaya a venir y me vale madre si estas ocupada».
No le respondí nada, le pagué la renta y se fue.
Después les contaré lo que sucedió el mes siguiente.
Besos y espero sus comentarios.
espectacular mi pene clitoris esta todo mojado, gracia maricon
No me gusta la violencia. Lo ideal hubiera sido que te hubiera tratado delicadamente, y estoy seguro que le hubieras consentido que te follara y disfrutarais los dos. La verdad es que estás muy rica y debe ser un placer tenerte en cuatro bien abierta.
Tu relato me resultó muy excitante. Sólo diría que te falto contarnos cuanto te gustó todo aquello, por que no hiciste un esfuerzo real por escapar. No creo que tu casero espere todo un mes para pasar a «visitarte» y reclamar otro pago ;-)
Sólo puedo decirte que si esto que has contado es verdad, no dudes en irte aunque sea bajo un puente, es un ser indigno y vil que no merece nada, bueno, sí merece, merece la cárcel por ser violador y que ahi se encarguen de él como le corresponde.
Un cariño para vos y salí de esa casa