Ese sábado era el matrimonio de mi hermana, yo había estado un poco molesto de que fijara la fecha de su boda justo un día antes de mi cumpleaños, ya que yo pensaba festejarme con un pequeño viaje al interior del país.
Y bueno, no siempre se tiene lo que se quiere. Ya me había resignado a pasar mi cumpleaños con mis hermanos y los apáticos de mis primos, (con los cuales nunca había tenido un buen trato a diferencia de mis hermanos).
Ellos llegarían de una ciudad bastante lejana por lo que se hospedarían en la casa de mis padres, en la cual gracias a Dios no vivía desde mis 18 años, por lo cual su molesta visita no me afectaría mucho.
Llegado el día de la boda traté de pasarlo lo más normal posible, lo cual era casi imposible tomando en cuenta que estaba encargado de las flores y el altar en la iglesia. Imagínense, iba a entrar a una iglesia después de más de 6 años, obviamente ese día no pintaba para ser normal.
Pasada la ceremonia bastante sencilla fui a darme una vuelta por el centro de la ciudad antes de ir a la fiesta, esperaba que mis parientes se emborracharan rápido y así se ocuparan de lo suyo y no me estarían jodiendo la noche.
Al llegar mi esperanza quedó hecha polvo, mis primos habían estado esperándome para comenzar la farra (acaso no se daban cuenta de que no me los tragaba ni con agua). Teniendo que saludarlos uno a uno (hacia varios años que no veía a la mayoría de ellos), me fui sorprendiendo que la mayoría se había casado y ninguno me había invitado a sus matrimonios (tal vez si sabían de mi indiferencia hacia ellos). Fue cuando fui a saludar a José, hijo de mi tía Hortensia, prima de mi madre, de él sabia que estaba casado ya que antes vivía en mi ciudad y conocía a su esposa, o por lo menos así lo creía.
-Recuerdas a mi esposa Rocío? – Me preguntó – se conocieron hace tiempo.
-Claro que si – le respondí, aunque era obvio que no, no podría olvidar a una mujer así.
Rocío era una mujer alta, como de 1, 70 metros, delgada y….
-recuerdas? Tú andabas detrás de una de mis amigas de colegio – me recordó ella.
………..claro!. Ahora la recordaba la había conocido hace casi 10 años cuando yo aún estaba en el colegio, José se había casado con ella porque la había embarazado estando él en la Universidad y ella aún en el colegio, un año más adelantada que yo y 6 menos que mi primo.
Pero de aquella niña de 17 años a la mujer de 26 de ahora, por Dios que estaba cambiada, tenia una figura celestial, unos pechos enormes que pedían a gritos su liberación de ese incomodo vestido de noche, un trasero que dibujaba un hermoso perfil de su cuerpo y una cintura mínima a pesar de haber tenido dos hijos ya. Esa noche para mi desgracia mis primos se abstuvieron de beber en demasía por lo que tuve que aguantar sus estúpidas observaciones a mi estilo de vida.
-No puedes continuar con ese tren de vida – decía uno.
-Ya eres profesional, debes dejar de saltar de cama en cama – proseguía alguna otra.
-Deberías pensar en sentar cabeza – me increpaba otro que ni siquiera puedo decir quien era porque ni caso que le hacia.
-Debo ir al baño un momento – fue lo único que pude decir para salirme del torbellino de sugerencias.
Quien diablos se creían que eran?. Ninguno de ellos había hecho nada por mí, ni por ellos, por que según me había enterado esa noche y lo que yo ya sabía todos se habían casado por haber embarazado a sus novias o por que sus novios habían embarazado a mis primas.
Y se creían con la moral para juzgarme?. Por lo menos yo jamás había tenido problemas de ese tipo. Yo si sabia cuidarme, y tuve innumerables ocasiones para hacerlo… en ese momento me asaltaron recuerdos de mi amado burdel, mi facultad, en la que habí
a elaborado mi reputación de adicto sexual a base de sacrificio: la gran cantidad de noches que pasé en brazos de diferentes mujeres, cada una más insaciable que la otra, su sabor, su olor, la tersura de su piel, sus gemidos……
Gemidos?…. si hasta me parece escucharlos….
– Mmmmmm….Aaaaaaaaah….Mmmmmm.
Pero… no, no me los imagino, los estoy escuchando.
Si, los escuchaba, venían de la cocina. Por un momento me imaginé que serian las cocineras haciendo la comida, pero me di cuenta que ya habían servido la comida antes de que yo llegara, y no acostumbraban quedarse en una fiesta donde no estaban invitadas.
Así que decidí echar un vistazo, lo cual no era difícil ya que la cocina tenía una ventanilla que daba a otro cuarto contiguo.
Abrí sigilosamente la ventanilla, y me encontré con el espectáculo de una pareja teniendo sexo en la cocina sin cerrar bien la puerta y casi queriendo ser descubiertos.
A la mujer la reconocí sin dificultad ya que quedaba de frente a ella, era Libertad una colega en el colegio donde trabajaba mi hermana, la cual según sabía pretendía entrar al convento para ser monja, por lo que supuse que se daba un último gusto antes de comenzar su vida de celibato. Al hombre por estar de espaldas a mi no lo reconocí en primera instancia, así que resolví solo mirar la excitante escena: Libertad estaba sentada en un mesón de la cocina con la blusa abierta totalmente y el sujetador suelto dejando libres unos hermosos pechos morenos que se bamboleaban con cada embestida que le daba el tipo; su falda subida hasta la cintura dejaba ver sus bien torneadas piernas abiertas del todo y con ellas envolvía por la cintura a su amante ( Libertad en verdad era una mujer hermosa, con un cuerpo sensual y bien formado por lo que se podría pensar que era un desperdicio que una mujer así entrara en un convento). El tipo tenía los pantalones a la altura de sus rodillas y la penetraba con mucha fuerza, motivo por el cual Libertad emitía esos gemidos que me habían llamado la atención. Fue en uno de tantos gemidos que pude conocer la identidad del amante de Libertad: -Ssssiii……. Dame maaaaas! Así José,.. … así querido – José? Si!….. Ahora lo reconocía….. Era nada menos que mi primo José quien se estaba cogiendo a la monjita.
Salí del cuarto un poco confundido…me quedé en el patio y me fumé un cigarrillo. Me puse a pensar en mi primo que no hacia ni diez minutos me daba un sermón sobre la moralidad y ahora se tiraba a una cuasi monja. También pensé en su mujer, Rocío, pese a que como ya dije, Libertad era una mujer para nada despreciable, me parecía que José era un idiota por buscar sexo con otra que no fuera ese monumento de mujer que era su esposa.
Fue entonces que mi últimamente dormida degeneración afloró de nuevo. Estaba dispuesto a ofrecerme como objeto de la venganza de Rocío, así que me puse a la espera de un momento para intentar seducir a mi pobre primita ignorante del engaño de su esposo.
Lamentablemente esa noche no pudo ser ya que José apenas reapareció después de haber terminado de cogerse a Libertad, tomó de la mano a su esposa, se despidió de todos y se marchó, dejándome con las ganas de tirarme a su mujer.
Al día siguiente, sin embargo, las cosas empezaron a cambiar. Por ser domingo yo había salido a jugar fútbol de salón con mis amigos y luego de terminado el partido nos habíamos parado a comer en una pequeña plaza donde es tradicional comer unos sándwiches de chorizo. Todos obviamente me invitaban de todo a mí, por ser mi cumpleaños.
En eso se apareció Rocío, caminando con una sensualidad tal, que me quedé mirándola y casi devorándola con los ojos. Traía unos jeans ajustadísimos que resaltaban sus prominentes caderas y una camisa blanca que aparte de parecer dos o tres tallas más pequeña dejaba ver un sujetador que a duras penas lograba detener a los dos melones que mi primita tenia por tetas.
-no nos presentas? – Me preguntó Richard, uno de mis amigos -Cl…..Claro – dije saliendo de mi estupor – ella es …. es… Rocío, es mi ….
-Su novia – me interrumpió ella – acabo de llegar del interior.
Novia?. Jamás me habría ima
ginado que ella fuera tan lanzada.
Ya que mis amigos le creyeron, me decidí a seguirle el juego hasta donde me llevara. Estuvimos un rato charlando en la plaza, durante el cual ella se puso de espaldas a mi e hizo que la abrazara. Yo quedé fascinado envolviendo esa fina cintura entre mis brazos, mientras que ella apoyaba su trasero en mi bulto, que ya iba adquiriendo proporciones respetables. Estaba ya embalado cuando ella al mismo tiempo que hablaba con mis amigos casi imperceptiblemente empezó a mover su trasero contra mi verga, calentándome que estuve a punto de mandar todo al diablo y tirármela en ese lugar en ese preciso instante.
Sin embargo, pude controlarme, pues pensé que al irse mis amigos podría ya satisfacer mis oscuras intenciones. Por lo que me sorprendí cuando mis amigos se despidieron y yo ya iba a agarrarla de nuevo ella me alejó: -No vemos a la noche primito – dijo la muy perra – espero no olvidarme tu regalo.
No me quedó otro remedio que irme a mi casa y hacerme una paja fenomenal para bajarme la calentura. La paja me la hice pero la calentura en vez de rebajar aumentaba cada vez que pensaba en ese hermoso trasero frotando mi verga. Bueno, para tratar de olvidarme de eso me fui de farra con mis amigos festejando mi cumpleaños, estuve con ellos casi hasta las 10 de la noche, momento en que fui a cambiarme para ir de nuevo al matrimonio, un poco mareado y ya sin muchas esperanzas de cogerme a Rocío.
Llegué a la fiesta casi a las 12 de la noche, por lo que la mayoría de los invitados ya estaban con copas de más, incluidos mis primos, y entre ellos José que ya prácticamente dormía en la mesa. A su lado estaba Rocío tremendamente aburrida, vestía los mismos jeans de la mañana y un top de tirantes que no se decidía si cubrir las redondeces de sus pechos o su vientre bronceado. Me aproveché de las circunstancias y la saqué a bailar, a lo cual ella aceptó sin ningún problema, y no despertó sospechas de parte de los demás.
Obviamente los dioses estaban de mi lado esa noche, ya que apenas entramos a la pista de baile la música cambió de un ritmo tropical a música romántica, por lo que pude tener ese cuerpo tan cerca como lo había tenido en la mañana.
-espero que te guste tu regalo – me dijo al oído apoyando su cabeza en mi hombro.
-Pues aún no se que es – le respondí, aunque a estas alturas ya me lo imaginaba.
En ese momento me llegó otra señal de que Dios existe. Por algún motivo que hasta este momento no se, (ni me importa) se fue la luz quedando a obscuras. Fue en ese momento que me decidí a jugarme el todo por el todo, y la besé en la boca, a lo cual ella respondió casi amarrando mi lengua con la suya. En ese momento la tomé de la mano y la saqué del salón justo en el momento en que la luz volvía, por lo cual pocos o nadie se dio cuenta de nuestra fuga.
Me la llevé a la cocina que noche antes había servido de escenario a la cogida de mi primo y que ahora lo seria de la venganza de mi prima y del mejor regalo de cumpleaños que he tenido.
La hice sentar en el mismo mesón en el que había estado Libertad, al igual que ella, Rocío me rodeó la cintura con sus piernas, yo volví a besarla y al mismo tiempo comencé a soltarle los tirantes de su top, dejando por fin sus hermosos pechos a mi vista.
Comencé a lamerlos por los costados girando en una espiral que poco a poco iba cerrándose hasta llegar a sus grandes y erectos pezones los cuales al morderlos le causaban un placer enorme que ella traducía en gemidos de placer. Mientras yo me ocupaba de mi trabajo ella hacia el suyo propio, metía su mano en mis pantalones y me empezó a masajear la verga. Una vez que la tuve tiesa ella se bajó, abrió el pantalón y me la sacó, me pasaba la lengua por el glande, me lo mordía delicadamente, sacaba otra vez la lengua y lamía mi aparato por todo lo largo, hasta meterse mis bolas en la boca y chuparlos, mientras seguía masajeándome la verga.
Fue entonces que se la comió entera, me daba la chupada más rica de toda mi vida. Usaba solo la boca, mientras sus manos los tenia en mis nalgas y las empujaba para encajarse mi verga lo más profundo posible.
Pero yo lo que quería era polvearme a mi primita, por lo que saqué mi verga de su boca, la tendí en el piso de la cocina me di a la tarea de q
uitarle esos jeans tan ajustados que me costó gran trabajo. Una vez desnuda tomé sus piernas y me las puse en los hombros, por lo cual al echármele encima su hermoso coño quedó a disposición de mi verga sedienta, a la cual no hice esperar mucho y ensarté a Rocío entre gemidos de placer (suyos y míos).
Era fantástica la sensación que esa concha le daba a mi pene era algo que nunca había experimentado, no puedo explicarlo pero tal vez la abundante y hasta excesiva lubricación que tenia su coño y mi verga hacia que el roce de nuestros genitales tuviera una sensibilidad inusitada.
Quité entonces sus piernas de mis hombros, ya que quería mamarle las tetas al mismo tiempo que me la tiraba, era tremendamente excitante chupar esos pezones tan grandes, no solo para mi sino también para ella que se vino en una tremenda corrida, mientras yo aún buscaba la mía propia aunque sin mucho apuro, quería que esa cogida me durara el mayor tiempo posible.
Fue entonces cuando volví a subirle las piernas, esta vez para dejar su culo a mi disposición, pero en cuanto apoyé mi pene en él, ella adivinando mis intenciones trató de zafarse y se dio la vuelta queriendo escapar. Momento que yo aproveché para agarrarla de la cintura, por que mi regalo yo lo quería completo, y estando ella de cuatro, sin ningún miramiento le ensarté mi tremendo garrote en ese culito que luego me dijo era virgen (el imbécil de mi primo nunca había disfrutado de tremendo culazo), ya pasada por el ano, ella no tuvo otro remedio que seguir, mientras que yo le agarraba y le apretaba las tetas desde atrás, y ella se metía dos dedos en su coño, con lo cual subió su excitación y el dolor fue calmándose. Cuando ya sentía que mi corrida estaba cerca, la tomé por los cabellos y la jalé hacia atrás quedando los dos de rodillas, ella besándome dando vuelta la cabeza y yo encajándole la verga en su culo y sobándole los pechos, hasta que me vine en medio de un mar de gritos y gemidos, inundando su culo de mi semen. Estuvimos un rato más echados en el piso, exhaustos, yo aún disfrutando de mamar esos dulces pechos y ella acariciándome el garrote.
Luego nos vestimos, y fuimos al salón donde ya todos empezaban a retirarse a sus casas, yo me ofrecí a llevar a José y a Rocío a su cuarto en la casa de mis padres, donde estuvimos a punto de repetir nuestra pequeña aventura aprovechando que la borrachera hizo que José se durmiera ni bien se echó en cama. Lástima que en ese preciso instante, la pequeña hija de Rocío despertara y nos arruinara la noche.
En fin; terminado el matrimonio todos volvieron a sus ciudades, incluidos José y Rocío, y yo volví a mi trajín. Sin embargo la noche que mi dulce y apasionada primita me dio su singular regalo de cumpleaños, la guardo en mi memoria con mucho cariño.
Eso es todo lo que les puedo decir por ahora
Autor: PABLO jpsaaq (arroba) yahoo.com