Yo trabajaba en una agencia publicidad, tenía poca experiencia laboral en el área, pero con mucho esfuerzo estaba allí como uno de los ejecutivos más jóvenes a los 26/27 años a cargo de la relación de compañías pequeñas y medianas. Mi jefa era una de las gerentes principales de la compañía, tenía mucha experiencia y era una persona de fuerte personalidad y muy definida. Era muy obsesiva, la primera en llegar a trabajar y la última en irse, nos convocaba a reuniones los sábados por la mañana o teníamos sesiones de trabajo en equipo durante el tiempo de almuerzo; sí, continuamente teníamos sesiones ejecutivas y comíamos en la mesa. También era una señora muy educada, no alzaba la voz y siempre parecía tener absoluto control de su carácter, aunque estuviera nerviosa o enojada. Era de esas profesionales que son exigentes consigo mismas. Todas las mañana iba al gimnasio sin ninguna excepción, no tengo idea a qué hora se levantaba de la cama, pues recuerdo que hablaba de hacer ejercicio por 90 minutos como mínimo. Luego iba de lunes a viernes al salón de belleza para que le maquillaran y peinaran. Su vestimenta era impecable, siempre de ropa color oscuro y elegante. Claro, ella era la imagen más importante de la empresa y la misma compañía pagaba por su imagen. Físicamente, ella era una escultura de mujer. Tenía algo más de 40 años, alrededor de 1.75 m de estatura, complexión delgada y firme, piel blanca; ojos expresivos y cejas fuertes, cabello negro y completamente liso, usaba un fleco sobre su frente. Su boca era perfecta con labios carnosos color rosado, su dentadura impecable. Abdomen plano, pocas caderas y un trasero bien parado, duro y trabajado en gimnasio. Sus piernas eran largas y bien ejercitadas, algo más gruesas que el resto de su físico.
La relación que ella tenía con el resto de las personas no era buena, pues era tirante. Se le tenía miedo y a veces rabia. Sabíamos que tenía dos hijas y no sabíamos nada sobre su marido, nunca hablaba de él y muy poco de las niñas.
De mi parte, ¿qué puedo decir? Un tipo joven de 1.88 m de altura y deportista, luego de años de natación y pesas, pero que en ese momento había dejado de practicar.
Un día, la oficina ganó un contrato con el gobierno, un negocio que jamás había logrado y todos estábamos orgullosos del logro. La jefa decidió que teníamos que celebrar y nos invitó a un bar distinguido para cenar y beber un viernes por la noche. Ella invitó a otros gerentes al convivio y al parecer, ya conocían bien el lugar, pues se les notaba cómodos y conocedores del menú.
Ella se la pasó hablando con sus invitados, mientras nosotros, su equipo, nos divertíamos a un lado formándose dos grupos muy bien marcados entre los jefes y el resto de la gente. Decidimos irnos para dejarles en confianza, ya que ellos no mostraban indicio de querer terminar la reunión. Me despedí y busqué la salida.
Antes de salir, cerca de la puerta, un viejo amigo de años me reconoció y me invitó a su mesa. Unos 30 minutos después, fui al sanitario luego de tanta bebida. En el trayecto volví a ver el área dónde tuvimos el convivio en una zona casi privada y mis ojos casi escapan de sus cuencas. Mi jefa estaba completamente pasada de tragos, apoyando sus nalgas en la zona erótica de otro jefe mientras éste le acariciaba entre las piernas y el otro jefe le daba besos sensuales en los labios. Al pasar de vuelta, ella estaba siendo seducida por 2 jefes de la compañía. Era algo excitante verla así, pues su imagen era de alguien fría, pero allí se mostraba muy en lo suyo.
Mi noche se alargó y me quedé perturbado. Minutos después vi que ambos le llevaban de la mano, porque caminaba con dificultad y al pasar por la puerta de salida, me reconoció y también abrió los ojos sobre mí. Claro, jamás se imaginó que aún estaría allí, pensó que me había retirado hace rato. Fue un momento perturbador y excitante.
Pensé durante el fin de semana, ¿cómo iba a reaccionar el lunes que nos viéramos en el trabajo?
Llegué el lunes como de costumbre y ella también. Me saludó y sin esperar que el resto llegara, me llamó a su despacho. Yo sabía de lo que se trataba, pensé que podía perder mi trabajo. Al entrar, se mostró relajada y hasta de buen humor.
– Fer, te vi a la salida del bar y quiero preguntar si viste algo.
Me puse nervioso y no pude mentir, dudé demasiado.
– No, no, sí le vi salir, pero no se preocupe. Todos tenemos derecho a disfrutar y pasarnos de vez en cuando de bebidas, no tenga desconfianza que no diré nada.
– No entendiste. Eso es obvio que lo viste, y conociéndote también notaste que hay mucha confianza entre ellos y yo.
– Sí, pero eso es normal para formar equipos de trabajo.
– Fer, no te sientas incómodo, no pasa nada.
Su tono de voz suave y amable era algo totalmente inusual. Me daba mucho temor, era intimidante. Me dijo que debía atender unos asuntos urgentes, pero que me invitaba a almorzar al salón de reuniones, que pediría almuerzos. Aunque le expliqué que debía salir al mediodía, me dijo que era de trabajo, así que debía atender. Pasé mal esa mañana, no trabajé nada, pensé que sería despedido y no le dije nada a nadie.
A la hora del almuerzo, llegué unos minutos antes para enfrentar lo que fuese, ya estaba resignado. Ella llegó puntual como siempre.
– No esperaba que estuvieses tan ansioso, Fer. Sé que soy una mujer muy atractiva, pero no sabía que te atraigo tanto para que vinieras antes y estuvieras tan ansioso.
Nuevamente, abrí los ojos de sorpresa, pues lo que decía no correspondía su personalidad de día a día. Se quitó dos broches de su blusa, se me acercó y me dijo…
– No seas tímido, no creo que no supieras a lo que venías…
Sí sabía qué hacer, pero estaba en shock. Realmente, no esperaba eso.
– Señora, usted me sorprende, nunca le vi como en este momento.
– ¿Quieres ver más? Puedo dejarte ver más y quiero que me toques.
Cerré la puerta con llave y ella se quitó la blusa completamente. Tenía una escultura hermosa frente a mí y sus pechos sostenido por un sostén negro. Nos acercamos y sus manos fueron directo a mi miembro.
– Nunca he acariciado un pene de un joven como tú a esta edad. Me pareces un galán fuerte y voy a demostrar mi confianza.
Seguidamente, desnudó sus pechos y me quitó el cinturón del pantalón. Me empujó hacia una silla y bajó mi pantalón y mi boxer. Mi pene quedó libre y aunque no estaba erecto, ya estaba más que atento.
– Lindo, tu pene es lindo, se ve fuerte como tú.
Comencé a recibir la mamada de verga de mi vida. Esa mujer sí sabía dar placer con la boca. Mis manos fueron bajo su vestido y le quité las bragas oscuras. Esas piernas de piel suave y fuertes músculos eran una delicia. Su vulva tibia y completamente depilada comenzaba a mojar, inserté un dedo, luego dos hasta que metí los cinco en forma de cono. Se sentó sobre mí y la penetré a todo lo que daba mi verga. Gimió, cerró los ojos y no paramos de besarnos y meternos la lengua. Terminamos rápido, porque fue intenso.
– Fer, te pido confianza y sigilo. Esto lo haremos de vez en cuando, pero no siempre.
– Sí, señora. Por usted siempre haré siempre lo mejor. Gracias, es usted preciosa.
– Gracias, Fer. Tú eres mi chico travieso, agradezco nuestro secreto…