Esperando mi turno
Todo fue igual que el día anterior, aunque no cometí los mismo errores que el día anterior. Allí si que sabían como corregirte.
El grupo corriendo en el patio fue un drama. No habíamos dormido nada. La Superior Ley nos maldecía una y otra vez y nos arremetía con el látigo.
Al cabo de un rato, me acordé del pobre esclavo de aquella noche y alcé la vista. Todavía no entiendo como no se paraba y decía «Abandono». Iba medio cojo, un brazo no lo movía, tenía moratones y arañazos por todo el cuerpo pero el seguía allí. Era impresionante.
Cuando nos tocó hacer flexiones, la Superior Ley no se cebó mucho en él aunque le recriminó por no acatar su orden. Él intentaba hacer flexiones con un brazo mientras la Superior Ley le gritaba al lado pero no él podía.
Todo aquel día parecíamos unas momias. Nos faltaba dormir… y comer pero aguantábamos como podíamos.
La noche llegó y la Superior Axis volvió con la Superior Metal y la Superior Límite. Esta vez, me pareció que se metían en una celda más cercana a la mía. Fue la peor noche porque resultó ser la del esclavo que empalaron en el furgón. No pegué ojo.
Así hasta la cuarta noche cuando me visitaron la Superior Metal y la Superior Límite. Todo aquel día había estado pensando en dormir, en comer y en aquellas Superiores. Al fin, llegó el momento. Nunca antes había tenido tanto miedo.
La Superior Ley les abrió la celda y entraron.Yo a la espera a cuatro patas en un rincón.
«Hoy no tengo ganas de nada» – dijo una de las dos Superiores.
«¿Y eso?» – dijo la otra Superior.
«No sé. Tengo el día tonto» – dijo la primera Superior.
«Venga que te voy a animar. Llevo unos días pensando en un nuevo juego.» – dijo la otra Superior.
«Ah sí? Y de que se trata?» – dijo la primera Superior.
«Primero necesito que me pongas a este con la espalda a un rojo intenso. Yo ahora vuelvo.» – dijo la segunda Superior.
«Eso esta hecho, Metal» – dijo la Superior Límite.
La Superior Metal se fue y la Superior Límite me cogió de la oreja izquierda.
«En pie, inútil!» – me soltó a la vez que tiraba de la oreja.
Me puso de cara a la pared.
«Quiero ver bien piernas abiertas y brazos extendidos contra la pared.» – dijo la Superior Límite autoritariamente.
«Sí, mi Superior» – contesté yo.
La Superior Límite empezó a fustigarme con un látigo en la espalda. Pero no era un látigo normal, tenía unos pequeños pinchos en las extremidades. Aquello empezó a doler mucho desde el principio. En el quinto latigazo ya empezaba a picarme la espalda. Yo apretaba los dientes pero no pude contener alguna que otra lágrima. La Superior Límite seguía castigándome sin decir ni una palabra. La espalda me dolía de veras.
«De rodillas» – me ordenó la Superior Límite de repente.
«Sí, mi Superior» – contesté yo a la vez que cumplía la orden.
«Gírate» – me ordenó.
Me giré poco a poco y me puse enfrente de la Superior Límite.
«Levanta la cabeza y mírame» – me ordenó.
Aquello me dejó perplejo. No supe bien que hacer. Tenía bien presente que estaba prohibido mirar a una Superior pero por el contrario sabía que no debía desobedecer a una orden directa de una Superior.
Finalmente, alcé la cabeza lentamente y poco a poco vi a la Superior Límite. Pude comprobar lo que había visto de ellas hacía unos días, pero el hecho de que me observara me produjo corte y hacía que me costara mirarla. Allí estaba Ella con su gorra, …, con su pelo recogido, … , su sonrisa maliciosa, …, su impresionante figura, …, sus ‘shorts’, …, sus muslos, …, sus botas, …
«¿Qué ves, llorica?» – me soltó viendo que tenía lágrimas en la cara.
«A un Ser Superior» – contesté yo agachando la cabeza.
«Correcto. ¿Y que puedo hacer contigo?» – dijo la Superior Límite.
«Lo que Usted quiera» – respondí yo sumisamente.
«¿Ah sí? y… ¿Puedo hacer esto?» – me dijo a la vez que me propinaba un rodillazo en la cara.
Aquello me provocó un dolor de mandíbula y de cabeza durante toda una semana.
«Por supuesto, mi Superior» – respondí cuando me recuperé del golpe.
«¿También puedo hacer esto?» – me dijo a la vez que me propinaba un porrazo en la espalda.
Aquello me hizo caer al suelo, pero yo me levanté en seguida y contesté:
«Sí, mi Superior».
«Ya. ¿Pero seguro que no puedo hacer esto?» – me dijo a la vez que me cogía de la base de los huevos y empezaba a tirar con fuerza.
Ahí se me salieron los ojos. Más que por el dolor, empecé a gritar por el miedo a quedarme sin huevos.
«¿Puedo o no puedo!?» – me gritó la Superior Límite.
Entre medio de sollozos le respondí afirmativamente y la Superior Límite me soltó.
«Bueno es saberlo» – me dijo irónicamente en el momento que la Superior Metal volvió a la celda con un maletín.
«Ah! Ya estás aquí. Venga, cuéntame de que se trata.» – le dijo la Superior Límite a la Superior Metal.
«¿Cómo llevas la manicura?» – le dijo en un tono irónico.
Y en menos de dos minutos estaba de rodillas con las manos atadas a la espalda, ésta con polvos pica-pica y mi esfínter con vaselina..
La Superior Límite se sentó en la cama y puso delante de mí su precioso pie desnudo. Al lado tenía una bandeja pequeña donde había un pote de pintura para uñas y su correspondiente pincel. Obviamente, debía de pintar las uñas con el pincel en la boca. La Superior Metal me puso el pincel en la boca y me ordenó que empezara.
Aquello fue realmente complicado. Mi pulso no era muy bueno y para corregirme allí estaba la Superior Metal para darme latigazos en el culo.
La Superior Límite se enfadaba, con razón, cada vez que me salía de una uña; lo que hacía instarla a animar a la Superior Metal a darme más fuerte.
Acabé hecho polvo. Tanto me picaba el culo como daño me hacían los tirones del cuello.
Al final, decidieron acabar la manicura no si antes ordenarme que limpiara bien aquellas maravillosas uñas.
«Y este era el juego que me habías dicho?» – preguntó la Superior Límite.
«No. Ahora viene lo mejor» – le respondió la Superior Metal.
En aquel momento, yo estaba para irme a la cama pero ahí no se acabaría la noche.
Me colocoran una barra metálica que unía mis tobillos. Me pusieron de pie en medio de la celda y ataron mis muñecas, atadas en mi espalda, a una cuerda que colgaba del techo de la habitación. Empezaron a atirantar la cuerda lo que me obligó a agachar la cabeza hasta formar un agulo recto con mis piernas. Como veis, prácticamente no podia moverme.
La Superior Límite me volvió a poner vaselina en el esfínter. Me temí lo peor.
«Como ves, cada una tiene los mismos topes» – le dijo a la Superior Metal a espaldas mia.
«Ya te voy entendiendo»– dijo la Superior Metal con una sonrisa de complicidad.
«Pero, ¿Quien se pone en que lado?» – comentó la Superior Metal.
«Te dejo elegir» – le respondió la Superior Límite.
«Bien, pues eligo la parte trasera. Creo que le cabrá más» – soltó la Superior Metal.
A todo esto, yo ya me había imaginado que es lo que iban a hacer.
La Superior Límite se puso en frente mia y pude observar un pollote de plástico descomunal. En ese momento, empecé a suplicar que no lo hicieran. En mi vida, había pedido algo con tanto esfuerzo.
«¿Has visto que maricona?» – dijo la Superior Límite.
«Venga, que te va a gustar» – soltó la Superior Metal riéndose desde atrás.
Yo seguí implorando clemencia a pesar de que comenzaba a suponer que no iba a servir de nada.
«Cállate!» – gritó la Superior Límite a la vez que me abofeteó la cara.
«Menuda fuerza» – pensé a la ve
z que paraba de lloriquear.
«No hemos venido aquí para ver como nos pides clemencia. Hemos venido para pasar un buen rato. Y quieras o no, vamos a usarte para ello. Si colaboras, te empezaremos a considerar como un buen esclavo; de lo contrario, te trataremos aún peor. Y creeme, podemos tratarte mucho peor. ¿Lo has entendido, inútil?»
– me dijo la Superior Límite.
«Sí» – le contesté miedoso.
«Sí, ¿que?» – me dijo a la vez que me soltaba otra bofetada.
«Sí, mi Superior» – le contesté rápidamente.
«Veo que no has aprendido todo lo rápido que sería deseable» – me dijo la Superior Límite.
«Es un inútil» – soltó la Superior Metal desde atrás.
«Está bien, ¿vas a colaborar para que pasemos un buen rato?» – me preguntó la Superior Límite.
«Sí, mi Superior» – le contesté.
«Bien, pues empecemos» – dijo la Superior Límite.
Las dos a la vez introdujeron los pollones por mi boca y por mi culo respectivamente. Los dos tenian como una especie de tope regulable.
Mientras yo me esmeraba con el pollote de mi boca, el del culo realmente dolía pese a introducirse muy poco.
Cada minuto (que a mi me parecía que eran diez) aproximadamente, bajaban el tope un poco para poder meterlos más adentro.
Al cuarto cambio de tope, el culo ya no me dolía tanto por haberse acostumbrado a aquello; pero, el de la boca empezó a llenarme realmente la boca con lo que me empezó a dificultar la respiración.
A todo esto, las dos Superiores se mofaban de mi y se retaban la Una a la Otra para ver quien iba a ganar. Yo no sabía cual era el objetivo.
Pronto lo averiguaría.
Poco a poco, fueron incrementando el ritmo; y la Superior Límite empezó a trabajarme la boca como si estuviera follando otro culo. Esto me empezó a producir arcadas.
«Como traga esta zorra!» – dijo la Superior Metal.
«Pues anda que su culo. Parece un pozo si fin» – le respondió la Superior Límite.
«Último tope!» – soltó la Superior Límite.
En un sprint final, las sacudidas fueron bestiales.
Los brazos y las piernas me volvieron a doler cuando hacía rato que ya me había olvidado de ellos.
La Superior Metal taladraba mi culo literalmente sin compasión.
Y la Superior Límite follaba mi boca agarrándose de mi nuca para hacer más fuerza.
De repente, un flujo de vómitos salió disparado de mi interior llenando la polla y los shorts de Superior Límite.
«Gané!» – soltó la Superior Metal a la vez que sacaba su pollote de mi dilatado culo.
«Serás cerdo!» – me gritó la Superior Límite mientras yo tosía.
«Por diez segundos!» – dijo la Superior Metal muy contenta.
«Esto es imperdonable!» – dijo la Superior Límite muy enfadada.
El hecho de perder y que yo le llenara de vómitos no le hizo ninguna gracia.
De hecho, aquello le hizo maltratarme durante mucho tiempo.
«Límpiame, inútil!» – me ordenó.
«Sí, mi Superior.» – contesté a la vez que empezaba lamer el pollote lleno de vomitos.
En un arrebato de frustación y enfado, la Superior Límite se quitó el pollote y lo tiro al suelo.
«Mañana lo quiero como lo chorros del oro!» – me ordenó.
«Sí, mi Superior» – contesté rápidamente.
«Vámonos!» – le dijo a la Superior Metal.
«Esto no quedará así.» – dijo mientras cerraba la celda.
A la mañana siguiente, yo seguía allí atado tal y como me habían dejado las Superiores Límite y Metal. Obviamente, no pude dormir nada por el olor de mis vómitos y por mi incómoda posición. Pero más que la ganas de dormir, había algo que rondó mi cabeza toda la noche: «¿Cómo podría compensar a la Superior Límite por lo que había hecho?»
relato escrito por jerkan{DL}, propiedad de DamaLunar
Autor: jerkan23
jerkan23 ( arroba ) yahoo.es