La historia que narro a continuación es real y me sucedió hace cinco años, pero dejó huellas imborrables en mi vida, hasta el día de hoy.
Hola, espero que me recuerden. Como ya mencioné en el relato anterior «El Amante Perfecto», mi nombre es Andros y tengo 45 años de edad. Alto, delgado pero fibroso, de piel bronceada, bien dotado y con una mirada «angelical».
Como recordarán, mi cuerpo es producto de la práctica constante de la natación. Pues bien, sucedió hace cinco años, en que todos los lunes (día de limpieza de la piscina), al llegar me encontraba, entre otros, a este ejemplar de hombre que hacía que el suelo se desvaneciera en mi caminar. Alto, 1.82 de estatura, de piel canela, nariz aguileña y un cuerpo que mostraba todos y cada uno de sus músculos. Este hermoso ejemplar siempre se encontraba los días lunes, cuando yo llegaba a la piscina, conversando con algunos de los de seguridad y otros miembros del personal.
Luego pude averiguar que trabajaba para la marina de mi país y que los días lunes venía a la piscina a ayudar en la limpieza de la misma, ya que era buzo profesional. De esa manera, en más de una ocasión pude ver ese cuerpo escultural, bajo la ajustada ropa de buceo que usaba para limpiar la piscina. Sin embargo, jamás me dirigió ni siquiera una mirada.
Un lunes, al llegar a la piscina se me informó que no podría hacer mis ejercicios diarios dado a que no había salvavidas disponible, más sin embargo, estaba este ejemplar que podía hacer las veces de salvavidas y permitirme hacer mis ejercicios diarios de natación. No habiendo más remedio, acepté.
Durante todo el tiempo que me mantuve en el agua, no hacía otra cosa que mirarle cada vez que mi cabeza salía a tomar un poco de aire. Al finalizar, le agradecí lo que había hecho y le dije que de no haber sido por el, no hubiese podido ejercitar. Me miró, sonrió y su sonrisa iluminó mi vida y mi verga. Le di mi tarjeta de presentación y le dije que para cualquier cosa estaba a su disposición.
Pasada una semana, grande fue mi sorpresa cuando al llegar a casa veo en la grabadora un mensaje de un tal «Andrés», como se llamaba mi salvavidas. En dicho mensaje me daba un número telefónico y que le contactara. Así lo hice y luego de una larga conversación trivial, decidí dar un paso e invitarle al cine. Aceptó y fuimos como dos amigos. Así salimos por varios días, pero su presencia me causaba una erección inmediata, la cual estoy seguro que en más de una ocasión, el pudo observar. El no daba el primer paso y yo tampoco. Por consiguiente, en una de tantas salidas le dije: «me gustas y no sólo eso, te deseo como hombre y como amante».
El me miró, sonrió y sólo dijo: «No quería que llegásemos a este punto, ya que tu amistad vale mucho y no me gustaría perderte. Sin embargo, la magia es la magia y cuando se presente el momento y el lugar adecuado, tal vez pueda estar contigo. Ya sabes que yo no entro en esa onda, pero no te voy a negar que tu causas sensaciones extrañas en mi vida».
Un día, por esas circunstancias de la vida (y previamente arreglada por este servidor), tuvo que quedarse a dormir en mi casa. En ese entonces yo contaba con una cama pequeña, la cual le ofrecí, mientras yo dormiría en mi «sleeping bag». Al apagar las luces de la habitación, comenzamos a hablar sobre diferentes temas y de pronto me dijo con una voz que apenas era un susurro: «Si estas incómodo, puedes pasarte a dormir conmigo». No lo esperé dos veces y me cambié a su cama. Pequeña, pero mejor para mantener los dos cuerpos juntos. En eso y en la oscuridad de la habitación, siento su respiración entrecortada y su mano, mano grande y fuerte de macho salvaje, comenzó a recorrer mi pecho. Yo temblaba de placer, su boca buscó la mía y me dio un beso que aún recuerdo. Luego en un susurro murmuró: «Cuando la magia se haga, entonces será».
De más esta decir que nuestras bocas se buscaron con frenesí, su lengua en mi boca, la mía en la suya y nuestras manos descubriendo lentamente nuestros cuerpos. Si el temblaba de placer, yo no me quedaba atrás. Su boca empezó a recorrer cada centímetro de mi piel, deteniéndose en mis pezones, los cuales mordisqueaba lentamente y eso en mí era una voz de alerta que me decí
a que estaba a punto de entregarme. Luego, cambiamos de posición e hicimos un «69» increíble. A pesar de haber sentido su verga en mis manos, no fue sino hasta que la tuve en mi boca, que me di cuenta que era grande, hermosa, deliciosa. Con un glande que parecía un hongo salvaje y al cual mi boca devoraba como si no hubiese comido en años. El mientras tanto había insertado su lengua en mi culito y me penetraba con ella, llevándome a límites desconocidos.
Sudorosos y jadeantes me pidió que fuese de el, que quería penetrarme y sentir lo que era estar con otro ser de su propio sexo. La petición, me pareció ridícula, ya que a esas alturas yo estaba que había lubricado sólo por mi propio culo, por lo que no me negué. Así, me tomó con suavidad, me acostó boca arriba sobre la cama, levantó mis piernas las cuales quedaron por encima de sus hombros y luego de lubricarme con su saliva, me fue penetrando poco a poco.
Al principio la sensación era algo dolorosa, pero la ternura con que lo hacía permitió que me dilatara poco a poco y disfrutara de esa verga hermosa dentro de mí, de esa cabeza en forma de hongo que me volvía loco. Lentamente empezó sus movimientos de mete y saca, mientras yo me movía en círculos produciendo un vaivén. Yo esperaba que eso fuera eterno, ya que lo estaba disfrutando como nunca, pero como nada es eterno me miró a los ojos y con una sonrisa en los ojos me dijo: «estoy terminando» y seguidamente me llenó mi canal con todo su semen. Semen blanco y espeso que seguía saliendo de mi hoyo una vez que hubo retirado su hermosa verga de mi ser.
Además, viendo que yo no había terminado se ofreció a mamármela y aunque no era diestro, con mis indicaciones fue mejorando hasta el punto que me vine en su boca y se la llené con mis chorros. Fue una noche ardiente y de total placer, ya que lo volvimos a hacer en la madrugada. Con la única diferencia, de que en la mañana me dijo: «Te amo».
Desde entonces, fuimos amantes por cuatro años, haciendo cada experiencia más placentera que la anterior. Pero como el sol sale y se oculta, así también nuestra historia tuvo un final.
Aún le recuerdo y estoy seguro que lo amo. Pero dice un dicho: «Si amas algo, déjalo libre. Si vuelve a ti, siempre lo fue; de lo contrario, jamás fue tuyo».
Hoy sigo recordándole con especial cariño y amor.
Si te gustó mi historia, historia de la vida real, escríbeme.
Autor: andros_under
andros_under ( arroba ) yahoo.com