Un pequeño robo en un centro comercial de depara un castigo.. que disfruta plenamente
Cada día después de la secundaria pasábamos a comprarnos un refresco y a fumar (ninguna de nosotros sabíamos, pero que importantes nos sentíamos, al menos eso siente uno cuando su edad fluctúa entre los 16 y 18 años) y a veces pasábamos al centro comercial, sólo a molestar a los vendedores haciéndoles sacar miles de prendas que nos medíamos, para dejarles botado todo. O pasábamos rato escuchando los CD»s de pruebas y buscando entre ellos los de los cantantes que nos gustaran. Una de esas tantas veces en el centro comercial, una de mis compañeras de grupo, (la mayor de nosotras) sin que las demás nos diéramos cuenta, tomó un CD, y cuando estábamos lejos de la tienda, nos lo mostró. Le preguntamos que cómo era que había logrado hacerlo y ella dijo que no era la primera vez. Era nuestra heroína, y supongo que las demás del grupo secretamente (Al igual que yo) quisimos igualar su hazaña.
Pasaron varios días y no veía la oportunidad de poder ufanarme ante mis amiguitas con el hecho de que yo también había podido sacar algún objeto de la tienda, y un día me decidí, salí sin pensarlo de la escuela directo al centro comercial y entré en la enorme tienda departamental. Vagué por largo rato por varios pasillos, había tantas cosas hermosaaas!! y no me decidía … Así que me dirigí a la sección de lencería y pues la verdad mis papás nunca habían accedido a comprarme ropa de mujer, siempre el clásico bikini de algodón, con la camiseta a juego, o el corpiño, revisé con cuidado todo tipo de ropa hasta que vi el que sería mi objetivo, una tanga negra con encaje al frente, y un pequeño triángulo de terciopelo en la parte de atrás que terminaba en una fina tira de el mismo material. La tome, y seguí caminando observando la ropa, los jeans, pasé por varios pasillos voltee para todos lados y cuando creí que nadie observaba saqué la prenda del ganchito y la metí dentro de mi propia ropa interior. Me dije "LISTOOO" voy a ser la más admirada del grupo. Sentí que podía llegar a hacer bulto, soy bastante delgada y no se veía "normal" el chipote que se hacía en mi abdomen así que decidí ir al baño a acomodarme. Llegué a los sanitarios y algo nerviosa pero con paso firme pase a uno de ellos. Me abrí la chamarra y me bajé el pants (habíamos tenido clase de deportes), y acomodé el bultito en mi calzón de tal manera que no se notara por encima de la ropa. Salí del baño y di dos o tres vueltas más por varios pasillos. Llevaba la ficha de la mochila en la mano y me dirigí a la puerta, recogí mi mochila y justos tres pasos antes de salir de la tienda, siento una mano en el hombro. Me congeleeee! *¿Llevas algo que no hayas pagado nenita? Sentí que me moría… y lo más calmada que pude me di la vuelta, con su mano aún en mi hombro, si cuando escuché la voz me sentí petrificada, al ver al dueño de la manota en mi hombro, casi me desmayo.
Era un señor enorme, también quizá lo vi así en ese momento porque soy muy pequeñita de estatura, yo creo por esos días apenas y llegaría al 1.50 y pesaría a lo mucho 46 kilos, y este Guardia de Seguridad a mi me pareció un gigante, estaba ya entrado en años, algo calvo al frente y canoso, pasado de peso, con un bigotote todo entrecano y unos ojos como de ogro.
Todavía sostenida del hombro, y con mi mochila en el contrario, caminé guiada por la presión del guardia en mi hombro por un pasillo lateral a las cajas hasta que llegamos a una pequeña oficina. Me dio un pequeño empujón para que entrara y me dijo secamente *Siéntate Yo, por supuesto, obedecí sin chistar, y escuché como azotó la puerta y pasó el cerrojo. Quería morirme cuando volvió a preguntar *¿Llevas algo que no hayas pagado nenita?
-No señor, nada *¿Estás segura? Sólo asentí con la cabeza. Se acercó a mí y me ordenó que me pusiera de pie. Me revisó como de mala gana y se sentó detrás del escritorio. *Sácate la chamarra y pásamela.
Yo no decía nada, sólo acataba a obedecer. Dejé
la mochila a un lado de mi banquito (el banquillo de los acusados), me quité la chamarra y la puse sobre el escritorio que nos separaba. La tomó con rudeza y le dio vueltas, vació los bolsillos laterales y revisó por todos lados. Nada.
*Sácate los zapatos y el pants.
Me quedé perpleja, y quise replicar mirándolo a los ojos, pero su mirada era mucho más penetrante que la mía y no me quedó más remedio que obedecer.
-Ahora sí va a ver la tanga, me va a pillar- Me dije mientras me sacaba los tenis y el pantalón.
Al igual que con la chamarra, puse las cosas sobre el escritorio. Revisó los zapatos, las bolsas del pantalón, lo puso al revés y nada. Yo seguía de pie, con la cabeza agachada mientras el iba poniendo mis pertenencias de lado. La playera del uniforme me quedaba larga, apenas llegaba a tapar mi calzón, y yo procuraba encorvarme para que cubriera lo más posible esperando que no descubriera el pequeño bulto que tenía extendido a lo largo de mi abdomen.
Se quedó mirándome por lo que a mí me pareció una eternidad, su frente se veía sudorosa, y pasaba un pañuelo bruscamente por ella y por su nuca. *Estoy seguro de que algo escondes nenita, así que vas a tener que sacarte la playera.
La tierra se abrió a mis pies, lo juro, sentí que ya no había manera de seguir ocultando mi trofeo. No me preocupaba el hecho de quitarme la playera, porque como mis senos no estaban completamente desarrollados, pues mi madre tenía la loca idea de que mientras no hubiera nada que cargar, no había necesidad de usar un brassiere, así que mi cajón de ropa íntima estaba atiborrado de camisetitas y pantaletas que eran una vergüenza para mí en las fiestas de pijamas. Con el horror de ser descubierta, pero con la vaga esperanza de que mi camiseta cubriera el cuerpo del delito me saqué la playera del uniforme deportivo y me quedé ahí parada, mirando hacia el suelo, rogando porque algo me salvara.
Tomó la playera la puso encima de lo demás se puso de pie y se me acercó. Ahí estaba yo parada en camisetas, pantaletas y calcetas de blanco algodón, temblando no sé si de miedo, vergüenza o frío. Volvió a revisarme, ahora me doy cuenta que más que revisarme bien, lo hacía descuidadamente y ni una sola vez pasó ni cerca de donde escondía yo lo que había tomado. Se dio la vuelta, caminó alrededor mío, todo era silencio, sólo alcanzaba a escuchar cómo limpiaba su sudor y volvía a guardar el pañuelo en su bolsillo. Caminó de nuevo a su silla y me dijo, *Sé que algo llevas, así que vas a tener que quitarte la camisetita, lo siento mucho, pero es mi trabajo, y como no quieres reconocer que llevas algo que no has pagado, deberán hacerse las cosas a mi modo.
Sin decir nada, agaché la cabeza, y me saqué la camiseta de golpe, dejando al descubierto mis senos, pequeños, pero muy bien formados, rosados, y ¿erectos?, así es, el frío del cuarto, el miedo a lo que estaba pasando, y los nervios, habían puesto mis pezones paraditos, no me había dado cuenta desde que rato los tendría así. Y ahí me quedé, parada con el obvio paquete dentro de mis pantaletas, para colmo asomaba la punta de la etiqueta por junto al ombligo. Me eché a llorar, ¡me habían descubierto!; le decía al Guardia que no llamara a mis padres, que yo pagaría mi falta y la prenda, y que le juraba que jamás iba a pasar algo semejante de nuevo. Jaló su silla con el encima y se escuchó un rechinido al hacerlo, *No llores nenita, ven… Me acerqué corriendo y llorando a los brazos que me extendía, y me abrazó fuertemente, sentí como el sudor de su frente mojaba mi hombro en el cual se recargaba mientras me abrazaba. *No hay nade en este mundo que no tenga solución, le vamos a encontrar una.
Decía mientras me apretaba contra su pecho y abría sus piernas para apretarme contra su cuerpo. Fue cuando reaccioné y sentí que sólo traía puestas las pantaletas. Hice por alejarme de él, pero era muy fuerte, así que me jalé hacía atrás con más fuerza cubriendo mis pechos. Me soltó al ver mi reacción y me dijo con la voz más suave de la que fue capaz un hombre con un timbre de voz tan grueso.
*Todavía tienes algo que no te pertenece Se puso de pie frente a mí y voltee hacia arriba sin perder de vista sus ojos, Me tomó
de la cintura, me alzó como a una muñeca y me sentó de golpe en el escritorio situándose en medio de mis piernas.
Metió su mano en mis pantaletas y empezó a deslizarse por mi vientre hacia abajo recorriendo la pequeña línea que llevaba a mis vellos genitales, que en ese entonces, no eran lo abundante que son ahora, delgaditos y de un color castaño, los rozó con la punta de los dedos y sentí un pequeño salto en mi vaina sin saber cómo es que me reaccionaba de ese modo. Con la misma lentitud con la que metió la mano, tomó el extremo de la tanga que ocultaba y la sacó de mis pantaletas por completo. Yo aún sollozaba, pero me sentía extraña, con una aceleración del pulso y la respiración. Se quedó mirándome fijamente a los ojos con el cuerpo del delito colgando de dos de los dedos de su mano derecha. Yo no decía nada, sus ojos eran hipnotizantes, me hacía sentir algo que no había sentido nunca. Acercó su cara a la mía, me tomó con la mano izquierda de la nuca, y me jaló hacia sus labios.
¡Me estaba besando!, ¡Mi primer beso!, sentí como su lengua jugaba entre mi boca, que trataba de abrir más empujándola hacia mi garganta, y de pronto ya me tenía la cara agarrada con las dos manos, había dejado caer la tanga al piso, para abarcarme casi toda la cabeza con sus gigantescas manos, yo tenía los ojos abiertos como platos mientras me besaba, pero no acataba a poner resistencia, empecé a dejarme llevar por la sensación de lo cálido de su boca, las cosquillas de su bigote en mi rostro y cerré los ojos, estaba disfrutando la manera en que ese hombre que antes me había parecido un ogro, metía su lengua en mi boca y trataba de llegar a mi garganta, pasé mis brazos alrededor de su cuello y empecé a responderle con mi inexperiencia, ¡apenas lo abarcaba! pero no quería que dejara de besarme, poco a poco y sin sentir, me fue recargando en el escritorio sin parar de besarme, su mano izquierda mantenía su cara unida a la mía mientras la derecha empezaba a explorar mi virgen cuerpo. Nunca nadie antes me había besado o tocado como un hombre a una mujer y a pesar del pavor que sentía, me dejaba llevar por las sensaciones. Sus gruesas y ásperas manos pasaron por mis pechos, amasándolos, acariciándolos, pellizcando mis pezones hasta dejarlos al máximo de su erección, ni un solo momento dejó de besarme, de saborearme la boca, los ojos, el cuello, las orejas, yo oía como su respiración se tornaba agitada, ya no me importaban su frente mojada y el olor a sudor, presionó sus labios contra los míos, más que nada para dejarme inmóvil, y escuché como desabrochaba su pantalón, e inmediatamente después empezó a sobarme la vaina por encima de las pantaletas con la mano, me apretaba fuertemente, me lastimaba cómo me frotaba, pero a la vez sentía que me estaba poniendo rara, mi cuerpo se retorcía de la sensación que ese hombre me provocaba, mis caderas se movían involuntariamente al ritmo de su mano, mi boca dejaba escapar gemiditos de dolor y placer
-Mmmmh, aaah, aah… ay, ay, mmh Y estos a su vez sólo provocaban que el moviera más rápido su mano y la apretara más fuerte contra mi clítoris (síiii, ese era), mis jugos atravesaban las gruesas pantaletas de algodón, y en una convulsión sentí que me desmayaba de placer, empecé a jadear, gritar, retorcerme, le jalé la mano más fuerte aún contra mi coño y me desvanecí. Volvió a besarme fuertemente como para hacerme reaccionar ante el tremendo orgasmo que acababa de tener y mientras lo hacía, hábilmente deslizó mis pantaletas hacia mis tobillos y las sacó por completo de mi cuerpo, alzó mis piernas para recargar mis pies en el escritorio y me abrió tanto como pudo para dejar mi vaina expuesta. Estaba empapada, escurriendo el jugo a través de mis nalgas, acercó su cara para olerme y apreciar la escasez de vellos, lógico para una adolescente, con sus dedos en forma de «V» separó mis gruesos labios dejando expuesto el capuchoncito rosado, inflamado por la excitación y brilloso de los jugos que habían salido de mi vagina. Mi cueva estaba completamente cerrada, y mis labios se resistían a permanecer abiertos, pasó su lengua a lo largo y ancho de mi vaina y se enderezó, recargó su abultado estómago sobre mi vientre plano y empezó de nuevo a besarme, sin dejar de acar
iciar mis senos con su mano izquierda, de pronto se echó un poco hacia arriba, su pecho quedaba al ras de mi cara, y sentía que me asfixiaba la forma en la que me apretaba contra el escritorio, me jaló de las nalgas y caderas con ambas manos hacía abajo y recargó su polla contra mi vaina, que cosa más dura, me lastimaba a cada jalón suyo, y sus jadeos aumentaban, al igual que mis quejidos entrecortados y ahogados por el dolor de su polla recargándose en mi vaina.
De momento, me agarró fuertemente de las caderas, me jaló hacia él, y arremetió con tal fuerza que sin previo ensanchamiento de mi canal, dejó entrar todo su miembro, llevándose consigo mi telita, mi preciada telita, en un quejido y un sollozo, me lastimaba tenerlo adentro, pero a él no parecía importarle, bombeaba y bombeaba una y otra vez y yo no paraba de quejarme y sollozar.
-Me lastimas, para, para… por favor… agh… ay, ay… mmh No parecía escucharme, mis súplicas aumentaban la fuerza con la que arremetía contra mi vagina, sus manos apretaban mis pechos de una manera que dolían, y no paraba, era demasiado lo que me lastimaba, pero sin saber cómo, ese dolor me provocaba un placer inmenso, empecé a mover mi culo lo humanamente posible considerando que al menos me doblaba el peso, al ritmo que el me bombeaba, el hacia abajo y yo hacía arriba, me dolía, me lastimaba, creí que no iba a resistir, pero era un dolor maravilloso, un dolor que me hacía querer más, y mis pujidos y sollozos eran cada vez más rápidos y continuos, sus jadeos eran secos y prolongados y su sudor me bañaba ya el pecho, no sé cuanto tiempo estuvimos así, en el entra y sale, de momento detuvo su respiración, arremetió contra mí de nuevo de manera brusca y soltó todo el aire que había contenido en un grotesco y ronco aaaaaargh. Sentí que mi cueva se calentaba llenándose de una tibieza extraña para ella, mientras él quedaba rendido sobre mi cuerpo recargado sólo en sus manos para no dejar caer su enorme humanidad sobre mi pequeño cuerpo agotado.
Sentía aún como su miembro permanecía completo dentro mío, no acataba a decirle nada, no sabía a ciencia cierta que era lo que había pasado, y sin darle tiempo a nada, empecé a moverme a pesar del dolor que me provocaba, era algo que simplemente no estaba en mis manos detener, era una fascinación por el dolor que me provocaba, el reaccionó ante mis sugerentes movimientos y fijó sus ojos en los míos, salió de golpe, de la misma manera en la que había entrado, dejando que mi vagina escurriera mis jugos, los suyos y la sangre de mi tela, se puso de pie.. no decía nada, me bajó del escritorio y me posó suavemente en el piso, mis piernas temblaban, no tenía fuerzas, y me dejé caer en el banco, se acercó a mí y le vi la polla, estaba toda brillosa, cubierta de un fluido rosado que se había creado con la combinación de los jugos y sangre de la tela, me la acercó a la cara y puse cara de repulsión, para qué la quería ver tan cerca, me jaló hacia ella con una mano en las mejillas, apretándola para lograr que abriera un poco la boca, mientras con la otra se detenía el miembro, se empujó dentro de mi boca semiabierta y poco a poco fue introduciéndomela hasta lo más profundo, no sabía que pensar, pero el sabor me era agradable, y poco a poco fui aflojando la mandíbula para permitirle entrar y salir a placer, el sólo alcanzaba a gemir, y yo apenas podía respirar con todo eso tapándome casi hasta la garganta, empezó a moverse bruscamente sin sacar su miembro de mi boca y me llenó de su semen al ritmo que emitía una especie de quejidos, no lo podía creer, ¿que hacía este hombre?, ¿qué me estaba haciendo?… cuando las primeras gotas tocaron mi lengua, su sabor me dio la sensación de comer ensalada de patatas dulces, y empecé a tragarme todo lo que salía de su polla, no sin antes darle una buena saboreada en toda mi boca, la tomé con mis dos manos que apenas la abarcaban y traté de sacarle lo más que pude, la chupé por todos lados, la dejé sin gota. El parecía satisfecho. *¿Ves nenita?; todo tiene una solución,- me dijo mientras me acercaba mi ropa.
*Si hubiéramos llamado a tus papis, no hubieras podido conservar la tanguita, y todos se hubieran enterado de tu falta, anda; vístete y llévatela, te la ganaste a pulso. Y si tú no dices nada d
e esto a nadie, no diré a nadie tampoco el incidente de la tanga.
Terminé de vestirme lo más rápido que pude, colgué mi mochila en mi hombro izquierdo, y aún tambaleándome por lo ocurrido, levante la tanga del piso y la puse de manera imperativa en el escritorio.
-Quédatela, quizá quiera venir por ella en alguna otra ocasión.
Me abalancé a su cuello, lo besé tiernamente en la boca sin saber porqué, y me di la vuelta hacia la puerta, volteé a darle un vistazo al hombre sentado tras el escritorio, después de todo, ni se veía tan grande, ni tan malo, ni tan ogro, le guiñé un ojo, tiré del cerrojo de la puerta, y salí caminando de ahí de manera triunfal, con la frente en alto y con una sonrisa que no podía ocultar lo feliz que ese desconocido me había hecho; aunque en ese momento no sabía que había pagado la tanga más cara que iba a tener probablemente en toda mi vida.
Autor: irmitags_mx
irmitags_mx ( arroba ) yahoo.com