Todo lo que escriba será única y exclusivamente fruto de mi imaginación.
Lucciana era una italiana que estaba de viaje de estudios en New York. Tenía un buen nivel de inglés, y unas notas más que buenas. Todo le iba bien, y no tenía ningún tipo de queja, hasta aquel sábado.
Christian la observaba desde la longitud. Era un chico guapo, de ojos negros y fino cabello castaño.
-¿Seguro que nadie se enterará?
-No te preocupes, es una chica fácil de callar. Como pudes ver, siempre está sola, porque es muy insegura.
-Tú y tu carrera de psicología.
-Ella te gusta, ¿no?
-Sí, algo así…
Lucciana caminó hacia el andén, extrañamente desierto. Al entrar en el tren, supo que algo andaba mal. En el tren sólo estaba aquel extraño chico que siempre la estaba observando. Se sentó al otro lado del vagón, y cruzó las piernas. Su minifalda roja resbaló hacia su cuerpo, dejando ver sus muslos.
Casi todo era normal, hasta que él se le acercó.
-Llevo mucho tiempo observándote, ¿cocacola?
-Eso es evidente.
Cogió la lata y bebió un largo sorbo. Tenía mucha sed. Permanecieron hablando durante bastante tiempo, y, entonces, empezó todo.
La temperatura corporar de Lucciana aumentó, y su sexo estaba empapado. Sus pezones estaban duros como piedras, y le costaba controlarse.
-Parece que no te encuentras bien.
Christian le rozó el hombro, haciéndole creer que quería calmarla, pero, el contacto se parecía más a una excitante caricia que a un gesto de consuelo, y ella cerró los ojos, disfrutando del contacto. Christian aprovechó la ocasión para masajear sus senos, y apretar sus pezones. Ella gimió en un gesto de placer, y se dejó llevar.
Le bajó las bragas y la tocó.
-Vaya, si estás empapada.
Christian bajó a su sexo, y lo lamió, rozando su clítoris. Ella se estaba dejando llevar. La penetró con la lengua, y gimió de placer.Ella no lo veía, pero el bulto de Christian aumentaba.
-Creo que así no conseguiremos nada. Creo que te calmaré mejor así.
Se sentó en el sillón, y la hizo sentarse sobre él, la penetró y ella se retorció de placer. Se movía con agilidad, y Lucciana disfrutaba con cada embestida. Se corrió dentro de ella, pero todabía no se había saciado, y Lucciana le pidió a Christian que siguiera.Follaron como locos tres veces más, y en todas se corrió dentro.
Cuando ella cayó, agotada y saciada en sus brazos, Christian paró. La dejó en el sillón, vistiéndose, mientras él se alejaba victorioso.
Ella jamás sospechó que Christian la había drogado, pero volvía a él siempre que podía para follar como animales.