Me acerqué y se la metí, ella se mordía los labios, se sacudía, arañó mi espalda, gemía como una perra, empezó él a convulsionarse, yo sentía las contracciones de ella y esto también provocó la salida de mi leche, la de ambos se juntaba en las piernas de ella, quien la recogía y se la llevaba a su boca, se embarraba los senos con leche y nos besaba en la boca haciéndonos probar el semen de ambos.
El caso es que hace años las cosas no iban bien, nuestros trabajos y las constantes cuentas que pagar nos habían separado, a los 15 años de casados, tal vez lo del sexo había ido a parar a un tercer o cuarto lugar, eran tantas cosas en que pensar, la competencia en el trabajo, la pensión del niño, ropa, alimentación, en fin, todo se complicaba.
Alguna vez yo la veía arreglarse para ir al trabajo o para asistir a algún compromiso, ella con sus 35 años estaba mejor que nunca, de mediana estatura, con bonitas piernas y una redondita cola, algo de carnecita demás en el abdomen, pero disimulado con un par de bellos senos, con unos pezones obscuros, en total contraste con su blanca piel, cara bonita, pelo bien cuidado e impecable aunque conservadora al vestirse.
Lo que más me gustaba era verla con el brasier, especialmente tenía uno negro que le quedaba de maravilla, le juntaba las montañas haciendo al medio un irresistible canal, que a veces mostraba a mi y a alguien detallista, porque no lo mostraba abiertamente, se le veía cuando se agachaba o tal vez al verla de arriba.
Intentamos hablar muchas veces, pero acababa en pelea, así que era mejor no hacerlo y ni que decir de las relaciones, no puedes tenerlas con tu mujer si estás mal, ellas te ponen la condición, si no te portas bien, no hay premio.
Yo calmaba esas ganas con alguna que otra compañera eventual, pero era como masturbarse, no había la misma motivación, porque debo confesarlo, aún amo a mi esposa como cuando hace tantos años la desposé.
Y me preguntaba como ella aplacaba las ganas si las tenía, yo pensaba que las mujeres calmaban sus ganas con los menesteres del hogar, viendo a sus hijos, yendo de compras, en fin, lejano estaba de lo que en realidad ocurría.
Fue en una reunión del curso de mi hijo mayor que me di cuenta que algo pasaba, estaba el papá de Tomasito, hombre de unos 40, buen físico, amable y de buen trato, cuando llegué a esa última reunión en compañía de mi esposa, (Algo inusual, ya que detestaba estas reuniones), noté que él se acercó a saludarla y ella igual lo hizo, no fue en manera efusiva, pero tú te das cuenta cuando hay química entre dos personas, y allí había química, física y que sé yo que más.
Él me dio la mano, hablamos, me dijo que mi hijo y el suyo eran súper amigos, que sería bueno reunirlos y tal vez también hacerlo entre nosotros, para conocernos mejor, tomé esta invitación como algo no en serio y le dije que por supuesto, que nos pondríamos de acuerdo.
Pasaron dos semanas desde aquella fecha, yo había olvidado lo del plan de reunión, fue mi esposa la que me recordó lo conversado.
– Te acuerdas del papá de Tomasito, del colegio, pues fíjate que me lo encontré de casualidad el otro día y me dijo que quedó contigo de reunirnos. – Pero no quedamos en nada formal, pero para que no de lata, dile que podría ser este fin de semana, tal vez en casa de ellos, ponte de acuerdo con su mujer. – Eso será un poco difícil, ella esta hace tres meses en el exterior, se fue en busca de mejores ingresos y creo que la cosa entre ellos no va.
Empecé a juntar las ideas en mi cabeza, este galán solitario había movido en mi mujer la compasión (Truco viejo) y claro la buenita seguro que lo escuchaba.
-Bueno dile que nos reunimos el sábado por la tarde, que sea en la casa, preparas algo sencillo de comer, algunos refrescos y listo, mientras los niños juegan platicaremos a gusto.
Así llegó el sábado, mi mujer había ordenado la casa pero como nunca y eso no era todo, se había afanado en probarse distinta ropa una y otra vez, quejándose que la ropa acentuaba sus rollitos, yo como consuelo le decía que estaba bien, que al final no era una reunión importante, pero cada que le decía eso me lanzaba una mirada de “para ti no será importante”.
Luego del ligero almuerzo, entró a darse un duchazo, salió con una toalla envolviendo su cuerpo, se secó con cuidado, untó su piel de brazos y piernas con crema suave, se iba vistiendo, se colocaba perfume en medio del pecho, en el cuello, las muñecas, se puso una tanga negra, no de hilo dental, pero si bonita, con encajes, luego una medias con soporte, las medias eran negras también, luego sacó del ropero una faldita suelta, algo más arriba de la rodilla, no calcaba su figura, pero se veía muy bien, arriba se puso el preciado por mi brasier, acomodó sus senos para que la unión resalte, se puso una camisa delgada de color perla, por lo que la ropa interior resaltaba, no hice comentario alguno, pero estaba para comerla ahí mismo, se peinó y maquilló rápidamente y se fue a ver los últimos detalles.
A las 15: 20 llegaron los dos, padre e hijo, él había llevado una torta helada y los recibimos, los niños claro se fueron al patio a jugar y quedamos los tres en la sala, ya la torta era historia, como la charla estaba animada, invité unas vueltas de ron, en vasos largos, un poco cargados y seguíamos la charla.
– Mi esposa me comentó que hace algún tiempo estás sólo con el niño. -Bueno, no es algo de lo que me guste hablar, pero es cierto, no creo en un retorno de ella, además que nunca funcionó lo nuestro.
Ahora él atacaba.
– Tu mujer me dijo que entre ustedes las cosas tampoco son una taza de leche. -Si es duro admitirlo pero es verdad, con decirte que son meses que ni la toco. -Caramba, ¿y como manejan eso?, ya que estamos en confianza, les comento que una de las razones del distanciamiento con mi mujer fue mi excesivo deseo sexual.
Una risita escapó de los labios de mi mujer.
-Ojalá ese fuera nuestro problema dijo ella, en tono de doble sentido.
Él empezó a darnos una clase de educación sexual, nos habló de la importancia del sexo, yo la sabía pero no sé eran tantas cosas. A medida que la charla subía de tono y ayudados por las cubas, no íbamos soltando, mi mujer sentada a mi lado y frente a él cruzaba las piernas nerviosamente, él no dejaba de mirarla, por el calor se quitó el saquito que se había colocado, por lo que su clara camisa transparentaba su brasier y con el ya sus erectos pezones.
– Las mujeres necesitan una constante estimulación, no se trata de querer tenerlas con las piernas abiertas y listas para nosotros, hay que calentarlas. – A ti te veo mucho en teoría, pero como te comportarías con una mujer que te rechaza siempre o que nunca tiene ganas. – Es que equivocas la manera, no creo que una mujer como esta rechace nada, es más y sin que te ofendas, apuesto a que en este momento está más mojada que nunca.
Sé que ese momento debí partirle la cara por el atrevimiento, pero en mi una sensación extraña me inmovilizaba a la par que tenía severa erección, al ver mi quietud, él empezó a tocar las piernas de mi mujer, suavemente subía y bajaba las manos, ella me miraba y mordía sus labios.
En eso entraron los pequeños, casi nos sorprenden, un vecinito nuestro había recibido de regalo uno de esos juegos de consola, vinieron a pedir permiso para ir a su casa y claro que se los dimos, salieron corriendo, yo tranqué la puerta bien y cerré algo las cortinas.
Ya él estaba al lado de mi mujer donde yo estaba, continuó acariciando las piernas, ahora perdía sus manos bajo la faldita y cada que subía más arriba, mi mujer gemía, lo único que me decía era “Te amo”, seamos felices, se quitó los calzados, hizo que acercara mi sillón al de ellos, empezó con su pie a frotar mi palo, lo notó durísimo y me lo apretaba más fuerte.
En eso él la besó apasionadamente, deslizando encima de la camisa sus mano sobre sus senos, empezó a quitarle la camisa, los bellos senos saltaron cubiertos con el brasier, ella recostada en el sofá se quitó la faldita, quedando con las medias, la tanga y el brasier, la imagen de una bella y ardiente mujer.
Él con sus dedos empezó a jugar con su parte más íntima, frotaba encima de la tanga su concha, con un dedo hizo a un lado la tela y penetraba ese mojado tesoro, ella me hizo acercar más, sacó mi palo y lo masturbaba como loca, empezó a mamarlo fuerte, él seguía en la tarea, ahora quitó la prenda superior, los senos estaban muy tersos, los pezones por explotar, con delicadeza primero y luego torpemente…
Empezó a mamarlos, chupaba como bebé, emitía hasta sonidos, ella seguía mamándome pero con sus manos, empezó a quitarle la ropa, se alejó de mi y se fue directo a buscar su pito, lo sacó, nada del otro mundo, muy similar al mío, incluso algo más delgado, pero para ella era lo máximo, con una mano sobaba las bolas y con la otra subía y bajaba, lo acercó a su boca y con la lengua lo recorría todo, se lo tragó todito, él blanqueaba los ojos y jadeaba.
Yo tomé la iniciativa, me acerqué y quité la tanga, la conchita chorreaba líquido, lo probé, la lamía toda, mis dedos me ayudaban y le metía uno, dos, hasta tres y el que quedaba se deslizaba por su pequeño orificio.
Él la recostó, ella abrió las piernas lo más que pudo, enseñándole el sexo, él se acercó lentamente, con la cabeza jugueteaba con su entrada, ella no podía más.
– ¡Ya métela por favor, dame ya no puedo más!, ¡por favor! – Esto es lo que necesitas, que te den duro, ves amigo…, esta perrita solamente quiere sexo, sexo rico.
Y sin más la ensartó, vi como de la primera embestida, ella llegó al orgasmo, empezó a gritar como loca mientras él hacía su veloz vaivén.
– No me la saques por favor, no termines, quiero gozar, gozar como nunca, esto es lo que necesitaba, toda la vida lo he necesitado.
Él la puso de cuatro, entonces ella podía utilizar nuevamente su boca.
– Así que esto necesitabas, pues de ahora en más te daré cada día, a cada rato, así cambiaras tu carácter y serás la mejor esposa. – Si papacito, pero ahora quiero más, necesito más, quiero que por esta vez me trates como las más puta de las putas, quiero que me den por todas partes.
Al oír eso, él empezó a lamerle el culo y a introducirle los dedos y la lengua, ella se contorsionaba y ayudaba sacando más el culo.
Seguían de perrito, él la sujetó fuerte, primero despacio y luego violentamente se la introdujo por el culo, ella empezó a llorar, pero no hacía nada por detener la embestida y tras acostumbrase ayudaba a la introducción. Sin sacarla de atrás, él la volteó, quedando ahora ella encima de él, ambos de espaldas al suelo.
– ¿Qué esperas, dale no ves que quiere todo?
Al oír esto, me acerqué y se la metí, ella se mordía los labios, se sacudía, arañó mi espalda, gemía como una perra.
– Ya me vengo, dijo él, quiero acabar en tu culo… – Hazlo mi amor, hazlo, quiero sentir tu leche corriéndome por dentro.
Y empezó él a convulsionarse, yo sentía las contracciones de ella y esto también provocó la salida de mi leche, la de ambos se juntaba en las piernas de ella, quien la recogía y se la llevaba a su boca, se embarraba los senos con leche y nos besaba a turno en la boca haciéndonos probar el semen de ambos. Ella se levantó, seguro quería más guerra, pero ya la hora había pasado, el temor era el regreso de los niños.
Nos aseamos y tomamos un trago más, sonó el timbre, antes de abrir, ellos se despidieron con un fuerte abrazo, caricias y un beso que enredaba sus lenguas. Prometimos repetir la escena pero en otro lado, con más calma.
Esa noche volvimos con mi mujer a tener sexo a solas, lo hicimos toda la noche, cuando la tenía nuevamente recordaba lo vivido y esto nos ponía recalientes de nuevo, al día siguiente no fuimos a trabajar y solo fuimos a dejar al niño, nos encontramos con él, nos saludamos como amigos y todo como si nada hubiera pasado, volvimos a casa a tener más sexo, y es que verlo de nuevo nos excitó a ambos.
Autor: Pepini