Elena acercó su mano izquierda hasta mi paquete. Sus labios jugaban con el lóbulo de mi oreja y me llegaba a ramalazos su aliento, con olor a tabaco y alcohol. En la televisión dos parejas estaban follando. El vídeo era realmente bueno. No dejaba lugar a la imaginación, con primeros planos de pollas entrando en los coños de las chicas. A Elena le gustaban mucho las películas porno. Se ponía realmente caliente cuando miraba una. Aumentaban sus deseos de ser follada cuando veía cine de acción dura y era habitual que pusiéramos alguna cinta en el vídeo mientras tomábamos unas copas y entrábamos en calor.
La banda sonora hacia una curiosa mezcla de jazz con los gemidos de las chicas que estaban siendo folladas con gran dedicación. Vestían la habitual parafernalia, medias, ligueros y zapatos de tacón alto. Una de ellas conservaba unas bragas de encaje de cintura muy alta, que su macho apartaba para tener acceso al húmedo coño.
– Mira, cuerpos «Danone». Quién pillara esos tipos.
Ella frotaba mi polla sobre los pantalones del chándal. Yo, como de costumbre, no llevaba ropa interior, y ella cerraba su mano sobre mi miembro, mientras cambiaba de posición en el butacón, cerrando las piernas y frotando sus muslos al tiempo que con la otra mano exploraba dentro de sus bragas. Le desabroché‚ los botones superiores del vestido vaquero. Sus tetas asomaron sobre un sujetador que tenía copas mínimas. Los pezones eran enormes y crecían como dos lunas gemelas sobre la blonda negra. Pellizqué uno de ellos. Respondió al instante y se puso duro y como una roca y del tamaño de un garbanzo. Comenzó a gemir. Los dedos se curvaban en sus bragas como si los estuviera metiendo en su coño. Abandonó mi oreja para mirar al televisor.
Uno de los hombres había sacado la polla del coño de su pareja y estaba sentado en un sofá. Mientras tanto, la chica se arrodillaba y comenzaba una húmeda mamada. La polla desapareció por completo en su boca y ella le imprimía un ágil ritmo, subiendo y bajando la cabeza con fuerza, mientras su pelo rojizo se desparramaba por los muslos abiertos de él. Ella parecía querer decir álgo, pero los buenos veinte centímetros que alojaba no permitían entender nada y, cuando la sacaba de su boca, respiraba ruidosamente y la lamía desde los huevos a la cabeza o enterraba la nariz en la base para chupar los cojones y el culo del tío. El otro también había dejado de cabalgar a su chica para ponerla a cuatro patas sobre la alfombra. Cogió un tubo de crema y se untó el carajo. La cámara hizo un zoom hacia el coño de la chica y después se dirigió a su orificio anal. La mirada del hombre estaba posada en él, al tiempo que se untaba crema y casi masturbaba, pensando en romper ese culito oscuro y apretado.
Estaba claro que Elena había comprendido lo que iba a pasar. Por un instante se quedó mirando la escena en la pantalla. Luego me miró de reojo cerrando más la mano sobre mi polla.
-¿Va a darle por el culo?. ¿Con esa polla enorme?, dudó.
– Si. La morena va a ser enculada con ese trasto. Por eso la crema. ¿Tu lo has probado alguna vez?.
– Mi marido lo intentó hace tiempo, pero me dolía mucho y, aunque él insistió varias veces, no se lo permití.
– Bueno, dije sonriendo, quizá este es un buen momento para desvirgar tu culo.
– Pero tu no puedes meterme tu tranca…, no puede caber en mi culo. La tienes demasiado grande para mí.
Metió la mano en mis pantalones y la masajeó nuevamente, sopesando, calibrando el diámetro.
– Esas chicas son profesionales y están acostumbradas a hacerlo. – dijo.
El deseo y la duda se mezclaban en su voz.
– Si, pero siempre hay una primera vez. Para tí puede llegar hoy. Puedes convertirte también en una profesional, una putita de lujo…
Estrujé sus tetas al tiempo que el semental de la película hundía lentamente su polla en el culo de la chica. El espejo que había en la habitación delante de ella devolvía la imagen de su cara con los ojos cerrados y una expresión de dolor. El hundió casi completamente su bastón en el conducto anal y ella abri&
oacute; ojos como platos y gritó. Parecía en trance. De pronto, empezó a mover las caderas. Primero despacio, hacia los lados, como para abrirse más a la penetración. Luego adelante y atrás, para hundirse aun más el carajo que forzaba su esfínter. Elena miraba embobada la escena. Se contrajo involuntariamente al ver un primer plano de la penetración. Luego se siguó moviendo, pero al mismo ritmo que la chica. Su mano derecha había bajado más profundamente en sus bragas y ahora abría sus muslos descaradamente mientras se deslizaba hacia delante en el sillón.
– ¨Te has metido un dedo en el culo, Elena?.
– Siii…, – gimió bajito -. ¿Cómo lo has sabido?.
Miraba fijamente la pantalla. Sus labios se abrieron dejando escapar pequeños ¡ohs!, mientras aumentaba el ritmo de sus dedos.
– ¿Te está gustando masturbarte por el culo?. ¿No prefieres probar mi polla?.
Movía la mano hacia arriba y luego la llevaba de nuevo al orificio de su culo. Sin duda estaba lubricando su ano con el flujo de su coño. Empujaba con la pelvis con cortos movimientos espasmódicos. Yo observaba la operación con ansia. Tenia la polla tan dura que empezaba a sentir dolor. Sin embargo no dije nada. Estaba expectante. Quería que ella misma decidiera lo que deseaba. Cuando se trata de sexo anal, las mujeres son muy cautas. Algunas piensan que es muy doloroso y dudan que se pueda disfrutar o conseguir un orgasmo por el recto. Otras piensan directamente que es algo sucio. Por experiencia sabía que cuando prueban la sodomía terminan haciéndose adictas a esa forma de follar, pero costaba trabajo convencerlas. Por eso dejaba que Elena se abandonara a su excitación hasta ver qué pasaba. Ciertamente sentía curiosidad y ella misma había iniciado la exploración de su culo, pero cualquier insinuación podía hacer que se rompiera su fantasía. Se volvió hacia mi y sacó la mano de sus bragas. El olor de su coño llenó mi nariz. Debía estar realmente húmeda y caliente. La idea de ser follada por el culo tomaba forma en su mente. Se arrodilló delante de mi y tironeó de mis pantalones. Mi polla asomó por fin fuera de su encierro. Con glotonería empezó a chuparmela mientras seguia metiéndose los dedos en el culo. Trabajaba el nabo con auténtica maestría, aunque la vi tan excitada que tuve miedo por un momento de que fuera a perder el control de su boca y me diera un mordisco.
– Quítate las bragas, Elena.
Ella obedeció sin soltar mi polla. Con cuidado acerqué mi pie derecho a su coño y empecé a pasarle el pulgar entre los labios. Enseguida separó las piernas. Estaba completamente empapada. Desplacé mi dedo hacia el clítoris y, finalmente, restregué contra la vulva todo el canto del pie. Seguimos un rato con ese juego hasta que levantó su cara hacia mi y dijo con voz ronca:
– Fóllame el culo, lo necesito, quiero probarlo, fóllamelo ya.
Era justo lo que estaba esperando. Por fin ella misma lo había pedido. Sin decir palabra la levanté del suelo y la conduje al cuarto de baño. Cogí lo primero que encontré para lubricarla: jabón liquido. Por el pasillo terminé de quitarle el vestido y, todavía con el sujetador, aunque con la tetas prácticamente fuera, la tumbé en la cama boca abajo.
Apreté varias veces el pulsador del frasco de jabón y llené la palma de mi mano. Luego se lo apliqué en el ojo del culo y eché más para mi polla. Ella estaba como ausente, con las piernas entreabiertas y sujetando los cachetes del culo con las manos. Levantó un poco las caderas y miró hacia atrás. Tenia la boca abierta y gemía, aun sin que la tocara. Cuando tuve bien untada la polla me acerqué y busqué su ano con los dedos.
– ¿Cómo me pongo?, gimió. Dime como lo quieres. Yo no se hacerlo.
Iba a ponerse de rodillas pero empujé su espalda hacia abajo.
– Tranquila, relájate. Relaja tu esfínter y déjame hacer. Metí el índice lentamente en su orificio, solo la yema del dedo. Un respingo. Luego un poco más a dentro. Un suave gemido. Un ligero movimiento de vaiven. Su anillo muscular se cerró atrapando el dedo. Gimió suavemente y volvió a relajarse. El dedo entero, hasta el nudillo.
-Ahhh!. Qué sensación tan rara!.
– ¿Quier
es que siga?. – pregunté mientras introducía lentamente otro dedo, abriendo el canal paulatinamente. –
¡Siiii!. ¡No vayas a pararte ahora!. – respondió, con los ojos cerrados, acusando la nueva intrusión en su interior. Ahora un tercer dedo. Los hacía girar muy despacio mientras estudiaba sus reacciones. Los hundía hasta los nudillos, explorando el oscuro conducto, y luego, los sacaba un poco, curvando las últimas falanges y masajeando el esfínter.
Elena seguía gimiendo y empezaba a mover las caderas, respondiendo al trabajo de los dedos que se aventuraban en su ano. Era el momento de iniciar una penetración en regla. Saqué los dedos poco a poco. El jabón manó de su interior como crema de un dulce. Apoyé la punta de la polla en su culo y, muy despacio, empecé a presionar mientras mantenía el mango derecho hacia ella. Penetré apenas un centímetro. Ella se tensó y lanzó un gemido de dolor.
– Tranquila, dolerá al principio, pero relájate: pasará enseguida.
Acaricié su espalda y me dejé caer sobre ella. Empecé a besarla en la nuca. Casi inmediatamente se aflojó toda. Entonces empujé un poco más y todo el capullo entró en su ano. Su esfínter, forzado al principio, se cerró como un cepo sobre el mango de mi polla. Arañó la colcha y apretó los dientes, pero no hizo ningún movimiento para liberarse.
Yo sentía su interior: un conducto suave y muy caliente. Aventuré unos centímetros más y paré para observarla. Sin duda le dolía cuando mi volumen forzaba la entrada. Pero su respiración se iba haciendo más profunda a medida que se relajaba y empezaba a sentir esa mezcla de placer y dolor tan propia de la sodomía.
– Estás recibiendo mi polla en tu culito, Elena.
– Sssiiii… sssiii. ¡Ah!, ¡me duele!.
– Pero también te gusta, ¿verdad?.
Comencé a moverme despacio, entrando y saliendo con suavidad.
– Si, demonio, si. Sigue entrándola…
Ladeó las caderas como había hecho la chica de la película y, a cada movimiento, se le escapaba un gemido.
¡Oohh!, ¡que rico!, No sabía que iba a estar tan bien. Sigue… ¡no te vayas a parar ahora!.
Empuj‚ suavemente. De pronto se deslizó hasta el fondo como por una rampa engrasada. Mis huevos pegaron contra su coño.
– Ahora ya la tienes TODA dentro, querida… –
¡Ah!, ¡Siiii!, ¡Te siento, cabrón, me has abierto el culo en canal…!
Aumenté el ritmo de la penetración al tiempo que metía las manos bajo sus muslos, hasta alcanzar su clítoris. Lo froté con los dedos esparciendo el flujo que manaba e incluso alcancé a meter algunos dentro de su coño y tiré hacia los lados para abrirlo. La combinación de los estímulos fue muy fuerte para ella y, otra vez como la actriz, comenzó a moverse atrás y adelante, aunque aquí, a buen seguro, no había nada de ficción.
Definitivamente estaba sintiendo un placer que, aunque tenía un matiz que le era desconocido hasta ahora, estaba trastornándola completamente. Le estaba pegando un fantástico polvo por el culo. El coño manaba sin parar y su clítoris estaba hinchado de tanto frotarlo. Ahora chillaba sin recato alguno y pedía que le hundiera la tranca entera. Se apretaba las tetas y se agitaba como una posesa dando empellones hacia atrás para no perderse ni un centímetro. La polla forzaba su culo sin recato. Entraba y salía como si Elena hubiese sido usada por detrás desde el mismo momento en que la follaron por el coño por primera vez. El jabón ayudaba a resbalar, pero ella aportaba también sus jugos naturales. Y, sobre todo, empezaba a sentir espasmos, las paredes se cerraban sobre mi carajo acercándome a la eyaculación. Con cada empujón se arqueaba su espalda y chillaba, con el control perdido, su coño abierto recibiendo golpes de mis cojones y el ano relleno de carne hasta reventar.
Me agarré a su cintura con ambas manos, clavando las uñas en su carne y propulsando mi pelvis como si quisiera sacar la polla por su boca. Estaba tan caliente que me ardían los cojones y el nabo se hinchó al máximo. Era un polvazo de primera. Elena estaba al borde del colapso, moviendo la cabeza como una loca y gritando:
– ¡Dame, cabrón, dame con tu polla, rómpeme el culo!, Uuaaah
hh!. Me voy, me voooooooy!, por Dios, daaammmeeeeee!.
Se empezó a correr como una perra y, yo, galante como siempre, correspondí con una buena descarga de semen en su culo recién estrenado.
Elena tuvo un orgasmo mayúsculo. Siguió gritando entrecortadamente mientras sacudía todo el cuerpo como una epiléptica. Seguí bombeando leche en su ano hasta dejarme secos los cojones. Por fin le fallaron los brazos y se derrumbó, hundiendo la cara en la almohada y gimiendo como alguien que al que le falta el aire, pero con su culo apuntando al techo y mi polla bien hincada. Luego se relajó y cayó en la cama como una muñeca de trapo. Después de unos minutos saqué mi polla de su interior. El semen y el jabón manaban de su ano, resbalando por sus muslos y mezclándose con el zumo de su coño.
Recuperado el aliento, con los ojos aun cerrados, sonrió satisfecha. Buscó mis labios y me beso. Esbozó una sonrisa y reclinó de nuevo la cabeza en la almohada.
No hacía falta decir nada. Sin duda había nacido una nueva adicta al sexo anal
Autor: Kage
kage ( arroba ) ole.com