Tres días después llegó Pablo con otro examen. Esta vez era de inglés. Estudiar inglés le gustaba o al menos le disgustaba menos que otras materias. La nota del examen era fantástica para el historial de Pablo: nada menos que un 8. Cogí su cara entre mis manos y le di un fuerte beso de alegría. Nos encaminamos a mi habitación y procedí a desnudarle. Luego él hizo lo mismo conmigo. Solo que esta vez le dije que me desnudara totalmente. Soltó el broche de mi sujetador y lo deslizó hacia abajo sin dejar de mirar con los ojos muy abiertos mis pechos. Estoy muy orgullosa de mis pechos. Tienen un tamaño ideal pues siendo grandes no son excesivos y no están caídos como los de muchas mujeres a mi edad. Bajó mis bragas sin dejar de mirar mis pechos. Comenzó a acariciarlos y a besarlos. Era muy muy agradable.
Entonces nos tumbamos sobre la cama. Continuó acariciándome por todas partes. Se notaba que le faltaba experiencia pues lo hacía de una forma excesivamente rápida y un poco brusca, pero le dejé hacer. Ya tendría tiempo de enseñarle, ahora podía disfrutar de su premio. Acercó su boca a mi vagina y comenzó a recorrer los labios con su lengua. También lo hacía de manera torpe pero estaba disfrutando mucho por los sonidos de agrado que emitía. En ese momento le dije que situara sus rodillas junto a mi cara. Comencé a acariciar su hermoso pene y lo introduje en mi boca. Era el primer 69 que hacía. Me estaba aficionando a chupársela. Pablo continuaba restregando toda su boca por mis labios vaginales disfrutando de su sabor y olor. Poco a poco comenzó a mover su pene dentro de mi boca introduciéndolo más y más profundamente. Empecé a sentir náuseas pero intenté relajar los músculos de mi garganta para evitarlas. Pablo sacaba su pene casi totalmente de mi boca y lo volvía a introducir del todo. Yo notaba como chocaba con mi garganta su punta. El ritmo se hizo más rápido y entonces noté que estaba eyaculando en mi garganta. Por mi postura no pude evitarlo y tuve que tragar su semen para no asfixiarme. Mantuvo su pene ya algo fláccido dentro de mi boca unos minutos más que aproveché para jugar con él con mi lengua y luego se incorporó liberándome.
Se le veía radiante, totalmente satisfecho. Se acercó para besarme en los labios y pude notar mi olor íntimo. Era muy extraño tener juntos la cara de mi hijo y mi olor al mismo tiempo. Le pregunté que si le había gustado y me respondió que había sido fantástico y que lo que más le excitó era notar como su pene llegaba hasta mi garganta. Tras darle yo un nuevo beso en los labios nos fuimos juntos a la ducha. Nos enjabonamos mutuamente y Pablo aprovechó para meterme mano un poco más. Tras la ducha reemprendió el encierro en su habitación con «sus amigos los libros» como ya los llamaba.
A pesar de las sesiones de sexo que habíamos tenido Pablo seguía comportándose de la misma manera, cariñosa y obediente tan rara en un muchacho de su edad. Había pasado los días entre nuestras sesiones con cierto temor a los cambios que podían producirse en ambos por si todo se descontrolaba y Rafael llegaba a enterarse. Eso podía traerme consecuencias imprevisibles. Seguí con mi vida cotidiana comprobando que mi hijo no dejaba de pasar horas y horas estudiando.
El nuevo examen que me trajo dos días más tarde no era tan bueno. La química le costaba muchísimo y siempre andaba diciendo que el profesor no explicaba bien. De todas maneras la calificación era un 40% mayor que la mejor de las calificaciones que había conseguido en esa materia. En mi habitación le propuse algo que aceptó sin dudarlo: afeitarme los genitales. Había notado que cuando hicimos el 69 sacaba varias veces pelos de su boca produciéndose interrupciones en su trabajo con la lengua. Si eliminábamos los pelos disfrutaríamos ambos mucho más. Fuimos al cuarto de baño, me desnudé y me senté en el borde de la bañera. Pablo también se desnudó, cogió una cuchilla de afeitar nueva de su padre y el bote de la espuma. Lo agitó y puso una generosa cantidad sobre toda la zona. Le dije que solo había que afeitar la zona de los labios y que el vello del pubis queda
ría tal como estaba. Me daba un poco de miedo ver a mijo con la cuchilla en la mano acercándose a esa zona tan sensible. Él nunca se había afeitado y dudaba de su habilidad. Cogió con firmeza de uno de los labios y empezó a pasar la cuchilla. Realizó la operación varias veces y, a pesar de mis miedos, no solo no me cortó sino que fue una sensación agradable. Continuó pasando la cuchilla hasta que dejó toda la zona sin un solo pelo. Aclaró con agua caliente y me dio un suave masaje reconfortante. Pablo estaba muy contento por su obra. Me pidió que me diera la vuelta y me agachara para poderla observar desde otro ángulo y así lo hice. La visión del culo y coño de su madre, a pesar de estar enrojecido por el afeitado, tenía que ser magnífica y Pablo comenzó a masturbarse mirándome y acariciando mi ano. Le dije que con mi ano no se jugaba (al menos de momento) y me agaché mientras le hacía incorporarse. Le había cogido gusto a chupársela y me puse a la tarea. Pablo puso sus manos en mi pelo aunque sin hacer fuerza y comenzó a mover su pelvis como había hecho la vez anterior. Nuevamente su pene llegaba a mi garganta produciéndome una agradable sensación. Si no fuera agradable no le habría dejado hacerlo tan profundo. Cuando noté que comenzaba su eyaculación retiré mi cabeza para que la hiciera tan solo en la boca y poderla escupir. Con el semen todavía en mi boca me incorporé para escupirlo pero Pablo acercó su boca pidiéndome que lo compartiéramos. Me quedé sorprendida pero acepté. Introdujo su lengua en mi boca y le pasé parte del semen tragando ambos. ¡Qué pequeño vicioso estaba criando! Unos días más tarde llegó Pablo con un nuevo examen corregido por su profesor. De nuevo volví a quedarme absorta contemplando incrédula la fantástica calificación que lucía dentro de un círculo de rotulador con una palabra de ánimo por parte del profesor. Al principio pensé que con esta motivación conseguiría que Pablo mejorara sus notas, pero esto sobrepasaba mis mejores previsiones.
De nuevo tomamos el camino al dormitorio. Pablo estaba muy animado, tanto que me tomó por la cintura durante el corto trayecto. Al llegar, se arrodilló rápidamente metiendo su cabeza bajo mi falda. Comenzó a recorrer mis muslos con su lengua mientras sus manos se deslizaban bajo las bragas jugando con el vello del pubis. Me las quitó suavemente y yo me eché hacia atrás cayendo sobre la cama. Quedé tumbada con la ropa subida, las piernas abiertas y la boca de mi hijo jugando con los labios vaginales. Me sentía feliz y me eché a reír, también a causa de las cosquillas que me producía. Se incorporó y quedó mirándome. Intenté levantarme para quitarme la ropa y me indicó que no lo hiciera. Tan solo desabrochó mi blusa y comenzó a acariciar mis pechos (hoy no llevaba sujetador) La imagen era muy morbosa: yo con las piernas abiertas colgando de la cama, con la blusa abierta enseñando mis pechos y mi sexo depilado y con Pablo de pie entre mis piernas. Solo de recordarlo me excito de nuevo.
Pablo tenía una sonrisa pícara en sus labios. Reconozco que yo también estaba disfrutando con esta relación. Me encontraba totalmente desinhibida y relajada. Lo que empezó como una simple manera de promocionar su interés por el estudio se estaba convirtiendo en una necesidad por mi parte. Los encuentros amorosos con mi marido seguían tan sosos como siempre, y mi cuerpo me pedía buscar estos momentos de pasión creciente con mi hijo. Pablo comenzó a desabrochar el cinturón de sus pantalones. Me incorporé para ayudarle y comenzar con el rito de la felación que tanto me gustaba pero me rechazó haciéndome tumbar de nuevo diciendo que eso quedaba para más tarde y que esta vez iba a probar lo que era estar dentro de mi. Yo estaba muy caliente. Mis jugos llegaban a mojar las sábanas. Hasta ahora los juegos habían sido digamos «externos», pero ahora iba a sentirle dentro de mi. Era otra pequeña frontera que estaba a punto de pasar. Me estiré sobre la cama para alcanzar la mesilla donde guardo los preservativos que Rafael utiliza. No deseo tener más hijos y menos aún de mi propio hijo. Abrí el envoltorio tomé el preservativo. Pablo se había bajado los pantalones y los calzoncillos hasta los pies pero sin quitárselos y abierto su camisa dejándome
ver su pecho de joven deportista. Se lo puse con suavidad en su pene y comencé a desnudarme. Pablo me pidió que no lo hiciera, que así es como hoy lo quería hacer.
– Bien –le dije- creo que te gustará ver como vas entrando dentro de mi y yo conozco un sitio mejor. Cogiéndole de la mano nos dirigimos al salón. Me senté en el borde de la mesa y me tumbé sobre ella. Pusimos dos sillas cerca para que pudiera descansar los pies. Pablo volvió a bajarse los pantalones y subió mi falda contemplando de nuevo mi sexo depilado. Ahora estábamos a la misma altura. Pablo seguía totalmente empalmado y yo muy mojada por lo que le cogí de la mano atrayéndole hacia mis piernas abiertas. Lentamente colocó la punta de su pene en la entrada de mi vagina y comenzó a empujar. Parecía que le diera miedo hacerme daño. Puse sus manos en mis caderas y le pedí que la metiera del todo. Nunca olvidaré la expresión de su cara en ese momento. Noté como subía una oleada de calor hasta su rostro y abría su boca. Lentamente comenzó un balanceo entrando y saliendo de mi. Yo me encontraba en la gloria. Era una situación impensable poco tiempo antes y ahora se estaba produciendo. Mi hijo me estaba follando y me gustaba. En muy poco tiempo Pablo se corrió dentro de mi. Era normal que la excitación del momento y el sentirse dentro de «mi cueva» por primera vez hicieran que durara tan poco. Pablo se acercó y me dio un beso de agradecimiento. Se separó de mi poniendo cuidado en que el preservativo no se saliera de su pene algo fláccido y se quedara dentro de mi. Se lo quitó y llevó al cubo de la basura. Al volver le pregunté si no le apetecía lamer esos labios depilados que tanto le gustaban. Sin siquiera asentir se sentó en otra silla para hacerlo cómodamente. Comenzó a lamer toda la zona rozando el clítoris que estaba excitado por la anterior penetración. Estaba muy relajada y me sentía feliz. A los pocos minutos tuve uno de los orgasmos más largos y placenteros que he tenido nunca. Pablo todavía tenía que aprender algunas cosas sobre la forma de utilizar su lengua, pero ya lo hacía bastante bien.
Mi orgasmo le asustó al principio pero luego le excitó de nuevo. Cuando me repuse vi que su miembro estaba otra vez totalmente erguido. Le pregunté si quería que la chupase y asintió. Sentado como estaba me arrodillé delante de él y comencé. Me encantaba. Tenía un gusto agradable. Igual que nunca he tenido interés por hacérselo a Rafael, a Pablo siempre me apetecía. Me introducía todo su miembro y apretaba ligeramente con mis labios la base de su pene. Cada vez que lo hacía el pene daba una pequeña sacudida contra mi garganta. Lo hacía lentamente para que durara bastante y no se corriera pronto. Noté que le venía el orgasmo y recogí su semen en mi boca. Pablo de nuevo me pidió compartirlo y así lo hice. Estábamos felices: yo había tenido un gran orgasmo y Pablo se había corrido dos veces, una de ellas en la vagina de su madre con la que acababa de perder su virginidad.
Autor: Nekosan
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