En los bares y hoteles de la capital de Paraná, Liz y Larissa exhiben sus cuerpos y seducen con su mirada y encantos a los hombres que se atreven a conquistar sus caricias.
La joven del vestido de flores
Ella se llama Liz, delgada y piel morena. Su mirada de ojos miel atrae la mirada de los miles de veraneantes que visitan Curitiba. De día, trabaja como guía turística del Jardín Botánico, de noche es una de las exóticas Acompanhantes Curitiba.
Tiene 21 años, usa vestidos cortos para soportar el calor y la humedad. Le gusta andar en bicicleta sin ropa interior para sentir la frotación del asiento caliente con su sexo desnudo.
De sus múltiples clientes, en su mayoría europeos, recuerda a Javier, un catalán de 27 años, alto, un poco tonificado y siempre bronceado, con sus gafas oscuras. Su portugués era muy limitado, así como el español de Liz, lo que poco importaba para compartir un par de frías cervezas, antes de beber la fuerte cachaza, el verdadero aguardiente brasileño.
Se conocieron en un bar en el centro de Curitiba, ya Liz había hecho un felación rápida a un empresario de Sao Paulo que estaba de visita y pidió un servicio a la morena de ojos miel en su hotel.
Con el dinero que ganó, la morena pidió un emparedado en el pub turístico de salsa casino. Javier la vio en una esquina del mostrador. Se le acercó con cierta timidez, ella se tragó el último pedazo del sándwich y le sonrió al catalán.
Él la sacó a bailar con su paso un poco torpe, pero la destreza de ella, le permitió que los sonidos de la salsa invadieran ambos cuerpos sudados. Ella se reía con los movimientos de aquel joven, que no le quitaba la mirada de encima.
En un momento, ella acercó su mano directamente sobre la bragueta de Javier. Él comprendió aquel gesto universal.
Sexo y resaca
Caminaron por las calles iluminadas hasta que él la llevó a su hotel. Javier la empezó a besar frenéticamente, ella se montó sobre su cintura y el acarició sus piernas delgadas, pero tonificadas gracias a sus paseos en bicicleta.
Él rasgó rápidamente el vestido corto de flores, encontró sus senos pequeños y naturales, los lamió como un refugio. Los introdujo en su boca, mientras ella le mordía el cuello y aruñaba la espalda bronceada del catalán.
Sin esperar mucho, él la penetró varias veces y tuvieron sexo, primero en la pared del pasillo de la habitación, otra en la terraza bajo la luna de Curitiba y dos veces más en la cama. En la mañana, se hidrataron con zumo de naranja. Por supuesto, la cachaza le había provocado a él una terrible resaca, ella ya estaba acostumbrada.
Ambos se hidrataron para un último encuentro mañanero. Ese día, la morena de ojos miel faltó a su trabajo en el Jardín Botánico.
La Garota del bikini amarillo
Esa tarde, Curitiba estaba revuelta por el partido de fútbol entre Brasil y Argentina. Esto le resultaba indiferente a Larissa, una voluptuosa mujer de 33 años, una de las Acompanhantes CWB más veteranas y buscadas por los hombres de negocios de la capital de Paraná.
Esa mañana, asistió a la piscina de un hotel de 5 estrellas, invitada por Marco, un hombre alto con sobrepeso de 56 años, obsesionado por las curvas de la garota del programa Curitiba, a la que llamaba su sol.
De piel canela, alta y cabellos ensortijados, Larissa ese día se colocó su bikini amarillo, para exhibir sus senos operados, su trasero amplio y sus curvas generosas. Marco exhibía orgulloso a su sol, él se sentaba en su tumbona mientras ella caminaba hacia el bar para pedir su piña colada. A los camareros les quitaba la respiración cada vez que ella desfilaba a la orilla de la piscina mientras lo iluminaba todo.
Ambos comieron una copiosa comida en la habitación del hotel mientras él veía el partido de fútbol en vivo, en el que había apostado por Brasil 1000 euros (en reales).
La derrota de Brasil le enfureció, pero siguió disfrutando de las acaricias de la mujer con uñas acrílicas y besos sensuales. A Marco le enviaron dos entradas a la Ópera de la Alambra, esa noche un grupo de Río de Janeiro iba a estrenar su versión de Carmen de Bizet.
A pesar de haber perdido su apuesta, la compañía de Larissa le alegró. Esto lo motivó para invitarla a la ópera. Su amante nunca había asistido a aquel teatro tan majestuoso. Por supuesto, las voces profundas de los barítonos y sopranos la conmovieron hasta llorar.
Aquella noche, fue la primera vez que Larissa no se entregó a Marco como a un cliente, sino como un compañero, a quien ahora veía con ternura y gratitud.
excelente relato