Si alguien me pregunta cuales fueron mis mejores vacaciones, les respondo que fue un fin de semana de verano que pasé en el chalet de mi jefe junto con su familia, inmediatamente me tachan de pelota y no me creen; aunque tampoco les digo toda la verdad, porque si se entera mi jefe de lo bien que me lo pasé posiblemente me despida.
La situación del chalet era envidiable, cerca de unos acantilados y de una cala apartada y casi desierta. El viernes por la noche lo habíamos pasado cenando en un puerto deportivo junto con su hija, una chica joven con un cuerpo espléndido, con cara aniñada con cierto punto de picarona. Tengo que confesar que eran unos perfectos conversadores. Él era un pijo de los de siempre forjado a base de guateques sesenteros, su hija le gustaba el estilo ibicenco o nuevo hippie.
El sábado estuvimos todo el tiempo en la playa, su hija se puso en top-less dejando ver unas tetas perfectas, no eran excesivamente grandes, pero si rellenas y erectas. Yo hacía como si no estuvieran allí, pero cada vez que su padre se echaba en la arena, dirigía mi vista hacia ellas. Cuando mi jefe se quedó dormido, mis miradas empezaron a ser insolentes, J. se dio cuenta y mi cara se enrojeció. "¿Nos damos un baño?". Dicho y hecho; corrí tras sus piernas largas y esbeltas y sus tetas bamboleantes.
En el agua, J. se abalanzó sobre mí y me dio una ahogadilla. Salí detrás de ella y la cogí por detrás, involuntariamente, le agarré las tetas. La solté, dudando de su reacción, pero parecía no importarle. Volvió a lanzarse sobre mí; yo me eché hacia atrás y J. me agarró del bañador, mi pene se escapó, saltando como un pez más, alegre en el inmenso mar. Intenté subirme el bañador, pero en mi ofuscación no atinaba a colocármelo. Ella se acercó me lo cogió y, con una presión que casi me lo parte por la mitad, lo devolvió a su lugar.
– Ves que fácil es.
Me quedé petrificado ante su acción, ella, por su parte, se rió y salió del agua. La seguí hasta donde estaba su padre. Entonces ella se agachó sobre él y le acarició la espalda con sus enhiestos pezones, aquello llevó mi erección al máximo. Su padre se despertó con el frío del agua, sin percatarse de que eran las tetas húmedas de su hija las que lo habían despertado, quizás pensase que habían sido sus dedos. Yo inmediatamente me tiré al suelo para escurrir el bulto.
– Muchacho- me dijo mi jefe- échate sobre una toalla, te vas a llenar de arena.
– Me gusta así- le contesté.
Mi jefe se puso boca abajo. Su hija aguantaba la risa; en realidad se estaba cachondeando de mí. Empezó a tocarse el pezón con su dedo mientras canturreaba, para mí era como si me estuviera tocando el pene, porque cuanto más erecto estaba su pezón más erecta estaba mi polla. Luego se acarició los labios con el índice de su otra mano, manteniendo la boca entreabierta. Entonces me di cuenta que los saltos que mi miembro daba, presionado por la arena se dirigían a un orgasmo y que no podía remediar. Cuando la muy puta se metió el dedo en la boca y se lo chupó, la naturaleza explotó. Ella se dio cuenta y dijo:
– "¿Por qué no vamos a tomarnos unas cervezas? – Muy buena idea- dijo su padre, levantándose de inmediato.
– Perdonadme, pero yo me voy a quedar un poquito más- dije.
Gracias a Dios el mar estaba cerca para una limpieza de urgencia. Aquella tarde mi jefe tenía que ir a recoger a su mujer al aeropuerto. Tardaría al menos dos horas y media en volver y di por seguro que las aprovecharía para acostarme con su hija. Pero esta, al quedarnos solo, parecía indiferente, y yo no supe como seducirla por lo nervioso que estaba.
Me fui a mi habitación. Esperaba que en cualquier momento entrara, pero pasó un buen rato y allí no pasaba nada. Entonces abrí la puerta me desabotoné el short para dejar entrever mi pene enhiesto y permanecí como un pescador con su caña, simulando estar durmiendo. Al cabo de un tiempo oí como ella pasaba de largo por mi puerta. Dudé si me
habría visto o no, estaba a punto de levantarme, cuando sentí que ella había vuelto y permanecía en el quicio de la puerta. Al excitarme más, mi pene volvió a escaparse y me convencí de que era más valiente que yo. Permanecí quieto a la espera de acontecimientos.
Al final dio resultados porque ella se acercó y se sentó en la cama. Sin preámbulos, empezó a chupármela. Con los ojos entreabiertos, me deleité en la visión de su boca y de su pelo lacio cayendo sobre mi vientre. Yo hice como si despertara. Ella dejó de mamármela y se abrazó a mí, estaba desnuda. Le metí la mano entre sus piernas y acaricié su humedad. Estábamos los dos a punto, la penetré suavemente y le eché las dos manos al trasero, nada más hacerlo ella se levantó bruscamente y dijo: "Mi padre".
Entonces oí las voces de sus padres que entraban por el hall. Se vistió rápidamente y cerró la puerta. Mi jefe preguntó por mí y ella le dijo que estaba durmiendo. Menos mal, no estaba con el aspecto para ser presentado a la mujer del jefe. Oí como mi jefe salía afuera y su esposa entraba en el servicio. De pronto J. entró en mi habitación y me besó. Le dije que lo dejásemos porque nos podrían descubrir.
– Mi padre está echado sobre la hamaca en el jardín y mi madre ha entrado en el baño, ella no se ducha, se baña con sales y permanece más de media hora. Ven.
Me cogió de la mano y me llevó al salón. Me mandó que vigilara por la ventana que daba al jardín. Ella se agachó y se ocultó bajo la ventana y con las dos manos empezó a acariciarme el trasero mientras me mordía el miembro por encima de los calzoncillos.
– Hola ¿Estás ahí?- me dijo mi jefe desde la hamaca.
– Pues sí – acerté a contestarle.
Por entonces J. ya estaba chupándomela. Su padre seguía hablando, pero yo no entendía nada de lo que me decía, solo sentía como aquella chavala era una experta en mamadas, porque no se limitaba a chupar, sino que lamía y cambiaba de ritmo. Estaba a punto de correrme cuando mi jefe preguntó por su hija.
– Voy a llamarla- dije y sin moverme de la ventana giré y grité- J. tu padre te llama.
Ella se apartó y se levantó, saliendo a la ventana.
– ¿Si, papá? – Hija, ¿por qué no me traes un batido de fresas naturales?
Ella mientras tanto me agarraba la polla con su mano y no dejaba de meneármela.
– Ahora mismo- volvió a agacharse y siguió con su mamada.
Yo tenía los ojos en blanco cuando mi jefe se volvió y me miró seriamente.
– P. pareces un poco cansado, deberías de probar otro batido.
Yo solo pude asentir con la cabeza. Mi jefe se recostó otra vez en la hamaca mientras decía.
– El batido de fresas es un alimento completísimo. La leche compagina perfectamente con las fresas. Yo siempre le aconsejo a mi hija, que beba leche para hacerse una mujer sana, cuanto más leche mejor. J.- gritó- tomate otro batido. Cuanto más leche mejor.
Mi jefe no sabía el efecto que sus consejos me provocaban. Me corrí como un desalmado y mi leche inundó la boquita de fresa de su hija. Ante mis gemidos, mi jefe volvió la cabeza y mirándome, sonrió.
– Que gracioso es ver a alguien que va a estornudar y no puede.
A mí me dio una risa tan floja como lo estaban mis piernas. Volví la vista al salón. J. me susurraba "mírame". Se sentó en un sillón y abrió sus muslos. Solo llevaba una camiseta de tirantes y pude ver su coño como en un libro de medicina. Mientras se masturbaba, me dijo: "tócate". Apartándome un poco de la ventana, pero no tanto para dejar de controlar a su padre, empecé a meneármela. Era una putilla; se comportaba como una experimentada actriz porno, ladeaba la cabeza, se acariciaba y estrujaba sus pechos; sus dedos entraban y salían de su coño haciendo lo posible por mantener los labios de su sexo, totalmente abiertos y los labios de su boca entreabiertos. Humedecía su coño con su saliva y su boca con sus jugos vaginales.
Entonces oí como su madre salía del baño. Su hija se corría y yo eyaculaba en el suelo. Como pude restregué el semen sobre el suelo con mi pie desnudo. J. se levantó y se fue a la cocina para hacer batidos de fresa
. Mi jefe me presentó a su mujer y estuvimos bebiendo batido de fresa en el jardín. Todos nos reímos cuando J. se vertió parte del batido sobre su camiseta. Ella también se rió, mientras me miraba con una sonrisa de complicidad con sus labios llenos de leche y sus pezones mojados que parecían que iban a atravesar la tela.
Aquella noche, esperaba continuar las experiencias; porque me había quedado con las ganas de follármela, deseaba hacerlo cuando sus padres durmieran por la madrugada. Pero he aquí que apareció el novio de J. para salir con ella, que a primera vista parecía un gilipollas surfista pijo. Ella, cuando pudo, me dijo: "Cuando esta noche folle con mi novio, pensaré en tí". Lo cual no me consoló, teniendo en cuenta que a la mañana siguiente partía de la casa.
Autor: Tronic