Me llamo Daniel, soy un chico de unos 36 años y hasta hace muy poco tiempo sólo había tenido relaciones heterosexuales. Siempre he tenido un buen cuerpo, fibrado y con músculos marcados; me cuido bastante. Tengo el pelo oscuro, ojos marrón claro, gafas y perilla que ya empieza a encanecerse. Me dedico a la fotografía profesional.
La historia comienza cuando me llama mi hermana para decirme que viene de Francia al pueblo para bautizar a mi sobrina. Yo estaba encantado de volver a verlas, hacía casi un año que no las había visto y tenía ganas de ver cuánto había crecido la niña. Como de costumbre, soy un desastre para la ropa y mi único traje apropiado estaba un poco viejo y desfasado. Decidí hacer una inversión de futuro y acercarme a unos grandes almacenes a comprarme uno nuevo.
A los pocos días, cuando tuve la tarde libre fui a comprarlo. Subí por las escaleras mecánicas hasta la planta de caballero y fui buscando algo que me llamara la atención. Algunos trajes eran muy bonitos pero tenían unos precios desorbitados. Al doblar una esquina vi a un dependiente guapísimo hablando con una clienta. Era muy joven para trabajar en esos almacenes. Aparentaba unos 22 años, mediría más de 1.90m, tenía una perilla bien recortada, unos labios carnosos y unos ojos verdes que derretían. Era de los chicos más guapos con los que me he cruzado. En su zona había trajes que no eran muy de mi gusto, pero me empeñé en encontrar allí algo para mí. Esperé a que acabara con la señora y se acercó a mí para preguntarme:
– ¿En qué te puedo ayudar? ¿Buscas algo en concreto?
– Buenas, sí. Quería un traje para un bautizo, pero me gustaría que fuese de corte moderno.
– Vale, veamos que encuentro por aquí. ¿Es suyo el niño que se bautiza?
– No, es la hija de mi hermana. Yo estoy soltero (lo dejé caer como quien no quiere la cosa).
– … (buscaba por los estantes de los pantalones). ¡Éste! ¿Qué te parece?
– … sí, no esta mal. ¿Me lo puedo probar?
– Claro, al fondo a la derecha está el probador. Vete a probarte éste y yo me acerco con otros por si acaso.
– Vale, gracias.
Me fui al probador y me probé el pantalón. La verdad era bastante elegante, color negro mate. Me quedaba un poco justo por las piernas, como hago deporte las tengo bastante musculadas y no me entra cualquier cosa:
– ¿Qué tal? ¿Cómo te queda?
– Pues un poco justo, ¿no crees? (le enseñé como me quedaba).
– Sí, eso va a ser por estar tan fuertote, jajaja. (lo dijo con una risa maliciosa). ¿Te ha gustado ese? ¿Te traigo una talla mayor o te pruebas otro?
– Dame otro mientras y traéme también la talla mayor de este, para tener opciones.
Me cambié el pantalón y me puse el nuevo que me había traído. Era prácticamente el mismo modelo pero en azul marino y no me quedaba tan justo, pero no me acababa de convencer. Me dejé la puerta entreabierta sin querer y mientras me cambiaba me di cuenta que el dependiente me había echado alguna que otra mirada furtiva. Me quité la camiseta para comprobar mis sospechas y lo llamé. Sus ojos lo delataron, me miraba de arriba a abajo:
– ¿Y ése? ¿Qué tal?
– Me queda bien, pero.. no sé… ¿no me hace un culo raro? (me incliné un poco en actitud seductora).
– … (se mojó un poco los labios con la lengua). Bueno, yo lo veo bien aunque creo que prefieres el negro, ¿verdad?
– Sí, con otra talla me tiene que quedar mejor. ¡A ver…!
Me dio el pantalón con talla mayor y me cambié casi sin cerrar la puerta. El dependiente se alejó pero a un lugar desde el que podía verme perfectamente. Ese pantalón me quedaba perfecto, el culo en su sitio, un poco entallado, era perfecto:
– Sí, me lo voy a quedar. ¿Tendrás una camisa y una chaqueta para estos pantalones verdad?
– Claro, ahora te las traigo.
A los pocos minutos apareció con una camisa blanca y una chaqueta del mismo tono de negro. Me ofreció la camisa y le dije que esperara a ver cómo quedaba. Cada vez que me giraba al espejo su expresión se volvía morbosa; y su bulto empezaba a crecer bajo aquel uniforme gris.
– ¿Te ayudo?
– Por favor, soy un desastre para estas cosas.
Me abotonó el cuello y los puños y me colocó los hombros. Me quedaba bastante bien, no soy engreído pero sé que soy un chico atractivo y esa camisa me sentaba como un guante.
– Perfecta, tienes una percha estupenda.
– Jajaja, gracias.
– Ahora la chaqueta…
Me ayudó a ponerme la chaqueta. Su bulto era ya más que notable, yo me exhibía en el espejo con demasiada exageración para seguir provocándolo. Me encanta excitar a la gente.
– ¿Te lo llevas entonces?
– Sí, este va a ser mi traje.
– Cuando te lo quites te lo preparo. ¿Corbata necesitas?
– Vale, miraré alguna.
– Ve cambiándote y te aviso para que las veas.
Esos ojos verdes mirándome con lujuria me estaban calentando, así que intenté conseguir mi premio. Lo esperaría en ropa interior cuando llegara y vería qué tal. Me quité el traje y me quedé en boxers, llevaba unos de color burdeos que me encantaban. Mi bulto también era más que notable. Oí sus pasos que se acercaban y me incliné a recoger la ropa y colgarla. Cuando abrió la puerta:
– … Oh, lo siento… (se disculpaba pero no se iba ni cerraba la puerta).
– ¡No pasa nada! (me acerqué y me giré para que viera mi bulto)
– ¡Joder! ¡No aguanto más! ¡Me tienes malo!
Cerró la puerta tras de si y me besó mientras me agarraba el culo. Esos besos me sabían riquísimos. Se notaba su juventud, su vitalidad. Se quitó el jersey y la camisa primero y después los pantalones y los calzoncillos. Su cuerpo era muy sexy. Estaba trabajado, con un poco de definición y sólo tenía vello en los pectorales y el abdomen. Su fuerte estaba más abajo, su culo era de libro. Lo tenía redondo y algo pequeño. Su delantera tampoco decepcionaba, su polla debía medir unos 19cm. y con buen diámetro. Al terminar de desnudarse se agachó y me bajó de un tirón mis boxers. Mi polla de 21cm. salió botando dura como una estaca. La observó por unos segundos y se la llevó a la boca sin perder más tiempo. Su boca era estrecha pero movía su lengua con destreza sobre mi capullo. Lubricaba mi falo con su saliva y lo chupaba con ganas. Yo estaba gozando de su maniobra. Me apretaba el tronco con una mano mientras con su boca lamía cada centímetro de mi polla. ¡Qué calor desprendía su boca! Se levantó y se giró para que me lo follara, pero antes tenía que saciarme de su culo.
Me agaché y me comí aquel culito duro y blanco. Era como un bollito de nata. Aunque estaba depilado casi entero tenía un poco de vello en su rajita, pero a mí no me importaba. Hundía mi lengua en su agujero mientras él reprimía los gemidos. ¡Estábamos en unos probadores! Me encantaba hundir la cara entre sus nalgas. Degusté cuanto quise su agujerito y me levanté para seguir gozando de otro modo. El probador era un poco estrecho pero aproveché esta desventaja y me apoyé en la pared, le agarré de las cadera y lo fui acercando a mi polla palpitante. Él se agarraba a la puerta mientras lo iba penetrando con mi nabo. Aquella suavidad y tacto no eran típicas en mí. Una vez la metí por completo me empecé a mover a un ritmo más apetecible. Giré mi cara al espejo y allí estábamos los dos; me estaba follando a un niñato en unos probadores. Sentía que me iba a reventar la polla. Me aupé de la pared y comencé a embestir como siempre me ha gustado. Sus gemidos ahogados y su culo prieto estaban haciéndome gozar como pocas veces.
Con mis manos azotaba su culito mientras yo seguía pentrándolo. Le acercaba la mano a veces y me chupaba los dedos. ¡Joder, este niñato sabía como follar! Notaba que me corría, así que para aumentar el placer subí la velocidad y me corrí dentro de su culo. No pude callar mi orgasmo y resonó por todos los probadores. ¡Qué gusto me había dado el niño! Se giró para besarme mientras intentaba volver a endurecer mi polla todavía dando leche.
Frotamos nuestros cuerpos y como siempre volvía a estar listo al poco rato. Se agarró de mi cuello y se subió encima de mi. Yo enseguida complací su petición y volví a meter mi polla en su culito tragón. Él se quedaba embelesado mirando en el espejo como le rompía el culo. Su cara angelical ahora era la de alguien que está sintiendo el placer más absoluto. Se corrió en mi pecho mientras yo lo follaba cada vez más fuerte.
Su pequeño culo estaba haciendo que llegara al nirvana, sentía las contracciones de su ano en mi polla. Me susurró al oído que lo llenara con mi leche y no pude negarle su deseo. Mi polla ardía dentro de su ano lleno de leche. ¡Estaba agotado! Aquel chico había hecho que me esforzara bastante. Poco más pudimos disfrutar de nuestro polvo porque alguien movió el pestillo buscando un probador libre. Se vistió y salió del probador en silencio mientras yo terminaba de vestirme y recogía el traje para llevármelo. Fui a su mostrador a pagarlo:
– Bueno, … ¿Enrique, no? Aquí está, ¿me lo preparas, por favor?
– Claro… ¿tú eras…?
– Daniel, toma mi tarjeta.
Le di mi tarjeta y le pagué el traje. Nos despedimos y volví a casa. Al mirar el móvil tenía un mensaje de Enrique, “Los maduritos nunca defraudan, ya volveremos a quedar”, ¿Madurito? ¿Me estaba convirtiendo en una fantasía para jovencitos por mi edad? ¡No era tan mayor!. Volvimos a vernos varias veces. Siempre lo pasábamos en grande; pero nunca ha sido igual que en aquel probador. Aquello fue irrepetible.
Excelente relato muy erotico
Buen relato.