Jóvenes y Cachondas. Aquí comienza un cuento que no es verídico, o mejor dicho, no es una historia que me haya ocurrido a mi. Puede serle verídico a alguien, pero eso sería pura coincidencia.
cuento es un juego yo presento lo que tengo escrito hasta ahora y lo continuamos entre todos. Vale?
Obviamente, no será cuestión de subir versiones de este cuento a tientas y a locas, ustedes me tiran ideas para continuar y yo las plasmo en el cuento. En este punto quiero aclarar que será automáticamente descartada aquella sugerencia que sea excesivamente subida de tono. Vamos.. que no coincida con mi línea de escritura, ya sois grandes y os dareis cuenta de lo que quiero decir.
Ahora, la primera parte de mi cuento.
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Vivo en un departamento modesto desde que me separé de mi esposa a finales del año pasado, las comodidades no son muy lujosas, apenas tiene un solo ambiente que hace las veces de dormitorio, comedor y sala de estar, también hay una pequeñísima cocina y un baño sin tina, pero completo. No es un palacio, pero es MI PALACIO, allí tengo lo indispensable para mi subsistencia, mis pocos muebles (que por ser pocos hacen parecer que mi pequeño palacio sea más grande) y mis herramientas de trabajo, un equipo de computación casi completo y una colección de discos, disquetes y CD-ROM»s conteniendo distintos tipos de información que utilizo para confeccionar mis programas, ya que trabajo de programador en una gran empresa comercial, e independiente en mis ratos libres, que debido a esto ya casi no existen.
Un sábado de marzo me despierto tarde escuchando ruidos en el pasillo y en el departamento de al lado que hacía casi un mes que estaba desocupado, lo estaban volviendo a ocupar, me visto, me pongo ropa de calle, y con el pretexto de salir a comprar me inserto en el frenesí que esa mudanza estaba provocando en el piso, vi a dos mujeres jóvenes (al menos más jóvenes que yo, que soy cuarentón) y otros tantos hombres que eran los que hacían el trabajo pesado. Más adelante me enteré de que ellas eran tres y que los varones que las ayudaban eran parientes. Saludé muy cordialmente a lo que todos respondieron de la misma manera
La cosa es que ese día se lo pasaron acomodando los pocos muebles que traían en su mudanza y al caer la tarde ya no se escuchaba nada en el departamento de al lado, debieron de quedarse dormidas luego del ajetreo de la mudanza. Yo, por mi parte, tenía trabajo que hacer y puse manos a la obra. Encendí el equipo de audio a muy bajo volumen, como para escucharlo y nada más. Creo que me quedé trabajando hasta las 2 o 3 de la mañana.
Al día siguiente, alrededor del mediodía, estando ya despierto y pensando en lo que iba a preparar para el almuerzo de ese día, suena el timbre y abro.
– Disculpe vecino
Era una de las chicas a las que había saludado el día anterior. Tenía frente a mi a una hermosa pelirroja con el cabello sobre los hombros de cara redonda, hermosos y grandes ojos ámbar, una boquita no muy chica pero exquisitamente sensual, como de unos 25 años, casi de mi altura, y vestía con una camisa amplia, muy de entrecasa y unas calzas de Lycra muy ceñidas a su figura. A través de su camisa blanca se distinguian sus grandes pechos enfundados en un corpiño negro.
– Si – respondí – En que puedo ayudarte?
– Uuuhh, en tantas cosas. Pero ahora necesito saber donde puedo conseguir, hoy, una extensión eléctrica para conectar el equipo de audio y la heladera.
– Mmm… Hoy es domingo y en los barrios casi no hay comercios disponibles, pero si no vas a conectar nada más que lo que me comentaste te presto uno que no estoy utilizando, y cuando compres el que realmente necesites me lo devuelves.
– Aayyy.. Gracias.. Que bueno que eres!
La hice pasar pero sin cerrar la puerta y saqué, de un cajón del placard, el cable que le iba a prestar. Por sobre mi hombro pude ver como observaba todo el entorno y cuando me di vuelta para entregarle lo que le iba a prestar observé un extraño brillo en sus ojos, nuestras miradas se cruzaron y espontáneamente preguntó.
– Tu vives solo aquí?
– Si – le respondí
– Te lo pregunto porque no parece el departamento de un hombre solo, si bien en la decoración se nota que no estuvo la mano de una mujer, está todo muy bien ordenado, prolijo y limpio.
En realidad, en mi departamento, la decoración no existe, cuando me mudé compré una cama barata pero en buen estado, una mesa con cuatro sillas y un escritorio para mi computadora, de todo eso compré lo más económico que pude conseguir y en ningún momento me fijé si los estilos y colores se correspondían o coincidían, me resultaban cómodos y nada más, no busqué otro pretexto para adquirirlos. En cuanto al tema de la higiene, a mi departamento viene, dos veces por semana, una señora que se encarga de eso.
– Gracias por el cumplido. – le contesté – Pero ocurre que no me gusta perder el poco tiempo que tengo libre en buscar cosas que puedo necesitar.
– Y también tienes una PC! Tienes conexión a Internet?
– Si, si alguna vez necesitas conseguir información sobre cualquier tema, me avisas, que si no lo tengo, lo buscamos por la red. Estudias?
Ahora era yo el que preguntaba.
– No, ya me recibí, soy Enfermera Diplomada.
– Que bien! Entonces ya se a quien puedo acudir cuando me no me sienta bien.
– Si, primero al médico y luego a mi – dijo con una hermosa sonrisa que dejaba ver, entre sus labios, unos hermosos dientes perlados. No se si fue su sonrisa o el tono suave y dulce de su vos, o quizás ambas cosas, lo que provocó un cosquilleo en mi bajo vientre, que hacía mucho tiempo que no sentía.
– Entonces quedamos así, cuando alguien necesite del otro avisa.
– Vale
– Por favor. – le pedí cambiando de tema – No conectes nada más que lo que me me has comentado, a ese cable, ya que es delgado y no queremos que ocurra un accidente.
– Puedes estar tranquilo que no vamos a incendiar el edificio.
A lo que respondí con un corta carcajada y se retiró, no sin antes darnos un beso en la mejilla. Nos pusimos, mutuamente, una mano en la cintura, justo en el límite entre la espalda y donde esta pierde el nombre, pero ella, luego del beso, bajó descuidadamente su mano acariciándome un cachete del culo, lo que atribuí a una casualidad.
Cuando ella estaba por salir, le dije:
– Mi nombre es Horacio
– Y el mío es Claudia – respondió sin dejar de sonreir
Al ver como se iba pude entrever, por debajo de su blanca y amplia camisa, la forma de su culo moldeado por la calza que llevaba puesta. De nuevo sentí ese cosquilleo.
Pasó el resto del domingo sin mayores emociones, yo escuchaba la música que salía del equipo de audio de mis vecinas y como me gustaba apagué el mío y seguí trabajando, era música, en su mayoría, con ritmo iberoamericano muy romántica y hasta algo excitante.
Llegó el lunes y comenzó la semana de trabajo, de loco frenesí (como lo es siempre) corriendo contra el reloj y charlas con los clientes y el personal de sistemas de los clientes. Queremos un programa que nos ayude a hacer esto y aquello que nos de un listado de esto otro y que nos de una estadística de lo de más alla.. bla.. bla.. bla..
En fin, una semana de trabajo como cualquier otra, el miércoles me encontré con un amigo para cenar luego de la jornada de trabajo y volví a casa un poco más tarde de lo acostumbrado. Cuando abro la puerta encuentro una nota que fue pasada por debajo y que decía algo así:
«Estuve por acá tres veces con la intensión de devolverte lo que me prestaste, ya para mi es muy tarde, mañana tenemos que madrugar y me voy a dormir, son casi las 10 de la noche. Cuando nos veamos te devuelvo el cable.
Un besito. Claudia»
Fue una nota que me hizo frenar del ritmo acelerado que llevaba encima debido al trabajo y recordé que tenía vecinas nuevas. No fue hasta el sábado, ya pasada la mañana, que escuché ruidos y música en el departamento de al lado.
Hacia la mitad de la tarde suena el timbre de mi puerta. Corro a abrir, casi como un niño que espera ansioso la visita de sus abuelos, no sabía por qué, o al menos no creía saberlo, pero cuando abro la puerta encuentro ante mi a una morena despampanante, más alta que yo, de frondoza cabellera negra, ojos negros almendrados con un extraordinario color blanco en la parte blanca de sus ojos que hacían resaltar exageradamente sus ojos negros, su boca, ligeramente grande, tenía unos labios de perfecto color carmesí, no estaba maquillada, por lo que deduje que el color de sus labios era natural; su cuerpo era delgado y estilizado, enfundado en una reme
ra amarilla muy ajustada y sin sostén para sus senos, lo que me dejó entrever que el tamaño de sus pechos era ligeramente mayor para ese tipo de cuerpo, pero sin exagerar, a su cintura se ajustaba una amplia pollera de tela muy delgada, también de color amarillo y larga hasta sus tobillos. Calculé que tendría algo mas de 25 años.
– Hola Horacio. Soy Lucy, amiga de Claudia. Ella me pidió que viniera a traerte y agradecerte por el préstamo que nos hiciste.
– Por favor, pasa. Dime. Por qué no vino Claudia?
– Ella se está duchando.
Entró y cerré la puerta tras de ella, cuan grande fue mi sorpresa al darme cuenta que la luz del sol que entraba por la ventana dejaba ver la transparencia de esa pollera, donde se distinguía la perfección de sus piernas y la exquisita redondez de sus caderas, cuando giró de costado para seguir hablando pude apreciar la forma de sus nalgas.
«Mi madre.. que pedazo de mujer!» pensé mientras contemplaba ese hermoso paisaje. Ella se percató de mi observación y sonrió con una sonrisa entre cómplice y resignada, ya estaba, ya lo había visto y no lo pudo evitar.
No se cual sería mi cara en ese momento, hace muchos años que no tengo una erección por la mera contemplación de algo similar, pero ahí estaba mi amigo, entre mis piernas, sostenido dentro de mi slip, como un enajenado en un chaleco de fuerza, diciéndome, «acá estoy» con un cosquilleo.
– Bueno, bueno.
Uy!!.. pensé, se dio cuenta de como la estaba mirando, pero ella, sin acusar recibo de mis miradas, prosiguió:
– Por lo que veo, Claudia no exageraba, tienes un apartamento muy acogedor.
– Podemos convenir en que no me esforcé mucho para lograrlo. Surgió así, puse lo que necesitaría para vivir y trabajar, nada más. Pero, por lo que veo ya estuvieron hablando de mi.
– Y no te imaginas como
– Mejor que no, que no me lo imagine. Se como son las mujeres cuando se ponen a hablar de hombres.
Yo lo sabía porque me había tocado alguna vez presenciar algo similar en mi propia casa, cuando alguna amiga venía a visitar a la que ahora es mi ex-exposa y se ponían a hablar de esas cosas. Me molestaba contemplar ese panorama, escuchar que le estaban sacando el cuero a otro hombre y me iba a mi cuarto de trabajo, si no tenía trabajo me ponía a jugar con algún juego de estrategia militar que tanto me apasionan. Pero Lucy, inmediatamente, como adivinando mis pensamientos, agregó:
– No, no pienses mal, Claudia habla muy bien de vos y, desde hoy, yo también.
– Quieres tomar algo? – le pregunté
– No, gracias, tenemos trabajo doméstico que hacer. En todo caso, más tarde podría ser, te vienes para nuestro apartamento y tomamos algo los cuatro.
– Los cuatro? Ustedes son tres o tienen visitas?
Sonrió y respondió.
– Somos tres, te falta conocer a Marie, todas trabajamos en lo mismo y fue así como nos conocimos, trabajando juntas, por ese entonces, todas trabajábamos en el mismo turno y fue así como decidimos vivir juntas. Por esas cosas de la vida, alguna cambió de trabajo, otra de horario, y ahora es muy difícil tener a las tres en casa al mismo tiempo, hacemos lo posible para que los fines de semana no los pasemos separadas y hasta ahora nos va bien.
– Bueno, le digo, me muero de ganas de conocer a Marie. A que hora te parece que vaya de visita?
– A las 8, mas o menos. Te parece bien?
– Perfecto, acomodo mi trabajo para mañana, me ducho, y voy.
– Te esperaremos ansiosas – contestó con una amplia sonrisa cómplice como diciendo, «es una broma», cosa que entendí de esa manera.
A las 8 de la noche, pasados un par de minutos, era yo el que estaba tocando a la puerta de mis vecinas, es Lucy la que viene a mi encuentro, vestida con la misma ropa con la que vino a mi casa, me da un beso en la mejilla y me invita a pasar. Ahora soy yo el que escudriña a su alrededor, cuando se acerca Claudia y me saluda con otro beso similar pero en este caso presté mucha atención a su mano, yo aún tenía la duda desde el domingo pasado, quería constatar si su caricia en mi nalga fue coincidencia o adrede. Esta vez su mano vino directamente a mi glúteo izquierdo y yo, ni lerdo ni perezoso, hice lo propio con su glúteo derecho, que noté suave a través de su minifalda blanca tableada, al mejor esti
lo jugadora de tenis, ella no acusó recibo de mi caricia, se limitó a dirigirme la mejor sus sonrisas.
Me invitan a tomar asiento justo cuando Marie sale del baño dentro de una bata de tela de toalla color turquesa y con una toalla del mismo color alrededor de su cabeza.
– Hola. Tu debes de ser Horacio. Verdad?. Por favor, toma asiento mientras yo me termino de vestir. Ya estoy con ustedes.
Marie es mayor que sus amigas, calculo que tendría algo más de 30 años, su altura es ligeramente inferior a la de Claudia, de tez morena, y no pude percibir mas, debido a su indumentaria tan de entrecasa. Pasó a la otra habitación a cambiarse de ropa. El apartamento de mis vecinas es algo más grande que el mío, si bien, el ambiente principal es un poco más pequeño, tiene otro ambiente que oficiaría de dormitorio. Yo tenía la curiosidad de como podrían vivir tres chicas en un apartamento de dos ambientes y entonces caí en la cuenta de los comentarios de Lucy, eso de que casi nunca están las tres juntas, aparte, también pude observar que el sofá del living es de esos que se pueden transformar en cama.
Me quedo conversando con mis dos anfitrionas y admirando la minifalda de Claudia, esperando que en algún momento se agache para ver algo más de lo que había acariciado apenas un par de minutos atrás. Como adivinando mis deseos de repente se levanta de su silla y dice
– Vamos a tomar algo.
Se dirige hacia un mueble bajo con puerta de vidrio donde se podían apreciar distintos tipos de bebidas alcohólicas, aunque no en mucha cantidad, se agacha delante de mi, dejándome ver el comienzo de esos hermosos cachetes semi desnudos debido a que estaban tapados por una muy diminuta tanga de color blanco. Que hermosos glúteos! Como la botella que buscaba estaba detrás de las demás no tuvo otra opción que agacharse más para tomarla y debido a eso me dejó ver casi todo ese hermoso trasero. En ese preciso instante volví a sentir el cosquilleo en mi pene pero muchísimo más fuerte, casi al punto de llegar a la erección. Oigo una vocesita que sube desde mi entrepierna diciendo «Quiero de eso… quiero de eso»
Luego de esta exhibición, pone sobre la mesa una botella de vino tinto pidiéndome que la descorche, y acto seguido es Lucy la que me acerca el utensilio necesario para tal tarea. A todo esto ya me había olvidado de que Lucy estaba a mi lado, ignoro si me vio mirando el hermoso culo de su amiga, y mucho más ignoro cual sería mi cara mientras lo miraba, pero seguro que se lo contaría ni bien me vaya de ahí, cosa que, lejos de avergonzarme, debo reconocer que me excitó.
Luego de un corto lapso, Marie sale de la habitación dentro de una remera color turquesa (presumo que debe de ser su color favorito) bastante ajustada, a través de la cual se pueden distinguir sus senos que no son grandes ni chicos, yo diría que lo justo para ese tipo de cuerpo, más bien delgado, a su cintura y caderas se abraza un pantalón de jean, que deja adivinar sus formas. Sale con un bolso en su mano y me dice
– Lamento mucho no poder quedarme con ustedes, no faltará oportunidad, estamos muy cerca como para perdernos, pero resulta ser que una compañera se enfermó y tengo que ir a reemplazarla toda la noche.
– Vas muy lejos? – le pregunté
– Si, el hospital donde yo trabajo queda lejos, tengo que tomar dos colectivos y, por ello, viajar más de una hora.
– No te hagas problemas que vas a llegar en menos de media hora, así que tienes tiempo de tomar algo con nosotros y luego te acompañamos, yo tengo un auto aparcado en el estacionamiento del edificio.
– Aaayy.. Que divino! Gracias… Harías eso por mi?
– Eso no es nada, comparado con lo que soy capaz de hacer por ustedes tres.
Y como si lo hubieran ensayado me dieron un beso las tres juntas, Lucy, que estaba a mi izquierda, me besó en la mejilla izquierda, Marie, que estaba a mi derecha, me besó en la mejilla de su lado y Claudia, que estaba de frente a mi, me besó en la punta de la nariz.
Resumiendo, el vino no lo abrimos, no quisimos abrirlo porque Marie dijo que no podría tomar debido que tendría que estar toda la noche despierta, entonces propuse que lo tomáramos luego, Claudia se levantó, fue hasta la cocina y vino con una bandeja con cuatro pocillos de café, lo tomamos, bajamos hasta el estacionamiento, puse en marcha mi auto y nos fuimos los cuatro al hospital donde trabaja Marie.
Realmente, el hospital quedaba lejos de nuestras casas, pero no me importaba, hubiera conducido mi automóvil durante toda la noche, Claudia se había sentado a mi lado y tenía una hermosa visión de sus piernas y del comienzo de su entrepierna donde se distinguía, como un puntito, su braguita blanca. Eso me estaba excitando y me estaba poniendo al borde de la erección, sensación que me gustaba, por supuesto, y al mismo tiempo deseaba poseer ese cuerpo pequeño y voluptuoso al mismo tiempo.
Esos pechos grandes, casi hasta la exageración, ese hermoso culo, tan redondo como apetecible. Ya me estaba calentando (y se notaba) con la sola idea de tener ese cuerpo debajo del mío, cuando, Marie interrumpió mis pensamientos
– Ya llegamos – Dijo – Que temprano que llegué!
– Podemos tomar otro café en ese Bar de enfrente mientras hacemos tiempo – propuse
– Vamos – dijo Lucy
De repente Claudia me dirige una mirada de desconcierto y sin que me diga nada entendí lo que quiso decirme, su diminuta pollera no era la apropiada para un local de esas características y a esa hora. Decidí jugarme, y le dije
– No importa, no puede ser para tanto el mal ambiente de ese local, y menos si está enfrente de un hospital. Confía en mi, por favor.
Ella aceptó sin decir nada y en ese mismo instante yo pensé: «Ojalá no tenga que arrepentirme de mis palabras».
Entramos al local, casi no había gente, sólo dos mesas ocupadas por sendos borrachos. Eso me tranquilizó sobremanera. Bebimos café y conversamos de nosotros, ahí fue cuando me enteré de las edades de las tres. Claudia tiene 26 años, Lucy 27 y Marie 35. A ninguna de ellas le dura mucho tiempo un novio porque ningún hombre soporta tener una novia a la que puede ver de tanto en tanto y sin ningún día ni horario fijos, con ese trabajo que es lo más parecido a la esclavitud que vi en mi vida, si no fuera porque es pago, realmente es un sacerdocio. La única que mantiene novio hace más de un año es Lucy, porque el es camionero y falta varios días estando de viaje y cuando vuelve tiene, por lo menos, dos días de descanso, en ese lapso, siempre encuentran tiempo para reunirse, aunque sea un encuentro furtivo. De pronto, Marie se levanta y dice:
– Bueno chicos, ha llegado la hora de ir a mi trabajo, pórtense bien en mi ausencia y no hagan nada de lo que luego se puedan arrepentir.
Yo tomé esas palabras como una invitación pero no quise pensar en eso, en cambio respondí tratando de dar un toque de humor.
– Quédate tranquila mami, yo voy a cuidar a las nenas.
– Eso es lo que me preocupa – respondió siguiendo mis bromas.
Nos saludó a los tres con un beso y se fue, muy a su pesar, me di cuenta de que lo estaba pasando bien y que no quería irse, aunque fuera su obligación.
De repente, Lucy vio, en un rincón, una máquina de música y enseguida me preguntó:
– Horacio. Tienes dos monedas?
Metí mis manos en un bolsillo y saqué dos monedas que le acerqué a su mano extendida. Fue hacia la máquina, puso una moneda y presionó dos botones, luego puso la otra moneda e hizo lo mismo, yo ignoraba que era lo que ella había seleccionado.
El primer tema era un auténtico ritmo iberoamericano, una salsa creo, yo de música no se mucho, sólo se que es lo que me gusta y lo que no, pero así y todo lo que me gusta jamás lo memorizo, era un ritmo muy pegadizo y sensual, eso fue lo que me hizo ver Lucy mientras volvía hacia la mesa moviendo sus caderas acompañando el ritmo del tema musical, de repente Claudia se levanta, me toma la mano y me lleva al centro del local a intentar enseñarme a bailar ese sensual ritmo. A este punto debo confesar que el baile nunca fue mi fuerte, soy mas bien del tipo «pata dura» con el asunto de seguir el ritmo con mi cuerpo, pero esa noche, cuando vi como Claudia se contorneaba y movía su cintura de manera que me dejaba ver su hermoso culo cuando me daba la espalda y pegaba su pelvis a la mía cuando estaba de frente, comencé a moverme de tal manera que yo mismo me asombré de lo que estaba haciendo, y debo de haberlo hecho bien, porque inmediatamente, Lucy se acercó y continuamos bailando los tres, ellas se turnaban para refregarme el culo en mi pelvis a lo que mi pene reaccionó favorablemente al jueguito erótico de ambas, cosa que me ponía muy incómodo pensando que se pudiera notar, pero decid
í continuar dejándome llevar, de repente la música llega a su fin y Lucy se nos aparta retornando a la mesa, miro a los dos borrachos que estaban sentados en las mesas de la otra punta del local y era como que se habían despertado y nos miraban con los ojos grandes como el dos de oro en las barajas españolas, no era para menos, esas niñas bailando podían resucitar hasta un muerto, que me lo digan a mi.
No tardé en darme cuenta el motivo por el cual Lucy se había vuelto a la mesa, el tema siguiente era un bolero, lento como el solo y muy sensual, Claudia levanta la vista del piso buscando mis ojos, me mira fijo, noto un brillo en los suyos, un brillo que yo nunca había visto en otro par de ojos, tanto es así, que sus ojos ámbar me parecían de color mucho más claro, camina un paso hacia adelante y nos encontramos tan cerca que un papel no pasaría entre nosotros, pone sus manos alrededor de mi cuello mientras pega su cuerpo contra el mío y continúo dejándome llevar, abrazo su cintura tan fuerte como pude y me gustó lo que sentí, sentí su pelvis contra la mía de tal manera que parecían encastrar perfectamente una con la otra, como si estuvieran hechas la una para la otra, más arriba, a la altura del pecho, siento sus dos protuberancias y percibo como se le endurecen los pezones, como queriendo empujar los míos hacia adentro. Ay, pensé, me voy, me voy, por supuesto, a este punto mi amigo estaba pugnando por salir, tratando de romper mi slip, primero, y mi jean después. Les hecho una mirada a los dos ebrios y veo que no sólo estaban más despiertos que un águila sino que los dos se habían llevado una mano hacia sus pantalones, por debajo de la mesa. Al ver que la situación se estaba poniendo pesada, tanto para nosotros como para los demás, me separo de Claudia, tomándola de la cintura la llevo hacia la mesa, cuando nos acercamos veo en la cara de Lucy un gesto de admiración y susto al mismo tiempo, se percató del bulto que tenía en el pantalón. Pagué y nos fuimos.
– No hagamos esperar a esa botella de vino que dejamos sobre la mesa – dije como pude en medio de mi excitación
De vuelta no conduje muy rápido, circulé por la derecha y abrí mi ventanilla tratando de que el viento fresco de la noche refresque mis ideas. Durante el trayecto de vuelta nadie dijo nada, incluyendo a Lucy, yo le pregunté:
– Qué pasa Lucy?
– No mucho – respondió – cuando estuvimos hablando de mi novio recordé que hoy tendría que haber vuelto de su viaje, y mi celular no sonó en todo el día.
– Bueno, pero a lo mejor se retrasó por algún motivo.
– Eso es lo que temo. Que le haya pasado algo en la ruta.
No dije más nada, quise decirle que las malas noticias viajan rápido pero me pareció inoportuno.
Ya estábamos llegando cuando de repente, Claudia rompió el silencio preguntándome:
– Qué es ICQ?
Creo que estaba con ganas de tomar alguna clase particular de computación, yo le expliqué la teoría de funcionamiento del ICQ y le prometí que cuando lleguemos les mostraría en mi propia máquina de que iba eso. Vi ese brillo picarón en sus ojos y comprendí que era eso lo que ella quería escuchar.
Al llegar les pedí que trajeran la botella para mi casa así la tomábamos mientras les mostraba como es eso del ICQ. Sugerencia que tomaron como si fuera una orden y que ejecutaron con cierto grado de sumisión. Fue Claudia la que abrió la puerta de su departamento y ya estaba a mi lado con la botella en la mano antes de que terminara de abrir mi puerta.
Encendí mi computadora y mientras hacía todo el proceso de arranque descorché la botella, serví tres vasos y brindamos por el comienzo de nuestra amistad.
Al rato de comenzar a mostrarles como funcionaba el ICQ dentro de la gran red, justo cuando ya no había mucho más para decir o mostrar, suena el teléfono móvil de Lucy, era su novio diciéndole que ya estaba en la ciudad y que le estaban descargando la mercadería que trajo, que en quince minutos estaba acá, de visita.
Pienso que fue lo mejor que nos pudo pasar, porque Lucy le pidió a Claudia que por favor no vaya para el departamento por un buen rato, a lo que Claudia respondió de manera aprobatoria y con ese mismo brillo en los ojos que yo le había visto en el bar frente al hospital. Le pedí a Claudia q
ue trajera música de su casa, sobretodo salsa y boleros, creo que no terminé de pedírselo cuando ya estaba fuera de mi departamento y entrando al suyo a buscar lo pedido, no habrá pasado ni un minuto cuando apareció con dos compactos en la mano, pero a mi me pareció una eternidad.
Allí estaba yo, con la mujer que me había excitado sobremanera hacía poco más de una hora, ella, con su remera blanca de breteles, sin corpiño, con su pollerita tableada, también blanca y con unas ganas de empujarla sobre la cama que me mataban, pero no, no iba a ser tan bruto, iba a jugar su juego de seducción en el que me estaba enroscando y me gustaba.
– Por donde empezamos? – me preguntó
Y yo, tratando de aplicar un doble sentido, con mi mejor sonrisa pícara, le dije
– Cómo?
– Con la música, zonzo – contestó en medio de una carcajada.
– Comencemos con la sensualidad de la salsa, total, para magrearnos con los boleros tenemos tiempo.
Respondió con otra carcajada y me dio la espalda para insertar el primer compacto en mi equipo de audio, cosa que hizo flexionándo su cintura exageradamente provocando que su cadera se moviera hacia atrás, apuntando su culo hacia mi, en esa posición se quedó hasta que comenzaron a sonar los primeros compases de ese ritmo alucinante y mucho más alucinante cuando se tiene ante los ojos una persona con las medidas de Claudia bailando con entera exclusividad para uno. Como mueve ese cuerpo! Por favor! Me voy.. me voy en un orgasmo con solo mirarla.
Se acerca hacia mi y la tomo de la cintura, ella pone un muslo entre mis piernas y yo hago algo similar con la pierna que me queda entre las suyas, el magreo entre nosotros es terrible, porque cuanto más yo quiera acariciar su pubis con mi muslo, más me acerco y refriego a mi amigo contra su muslo, mi pene no da más y ella lo ha notado, porque cada tanto baja su vista hacia el bulto en mi pantalón.
Yo aguanto todo lo que puedo, pero en medio del segundo tema me separo, estoy al borde del orgasmo, me doy un respiro y aprovecho para cambiar el compacto y poner el de boleros que ella trajo, lo coloco en la compactera y pongo a esta en reproducción continúa, así no tendría que preocuparme porque el disco se termine en algún momento.
Giro hacia ella y me acerco con los movimientos más sensuales que puedo. Ella rompe en una carcajada, claro, con mi pene como lo tengo no hay movimiento sensual que valga. Es algo que se contradice con lo otro, es una imagen muy patética.
De nuevo se abraza a mi cuello y yo abrazo su cintura, pero esta vez decidí no quedarme así nomás y comienzo a acariciar su espalda y su culo con mis manos, mientras baja una, la otra sube, de repente subo su pollerita y pongo las dos manos sobre su tanguita. Que va! Le estoy tocando el culo como el mejor, le acaricio justo en los pliegues que unen sus nalgas con sus piernas y ella se derrite en un suspiro, estoy un rato así y busco el broche de su pollera, lo encuentro justo detrás, debajo de su espalda, la desabrocho y bajo su cremallera, ella se separa un poco de mi para dejarla caer al piso, cuando esto ocurre baja sus brazos de mi cuello y busca el botón de mi jean, lo desabrocha (yo no uso los jean con cinturón), ayuda a mis pantalones a llegar al piso y cuando vuelve subiendo, su mirada choca contra la visión de mi pene que ya se siente mas liberado pidiendo a gritos que lo saquen de dentro del slip, Claudia se detiene en la punta del bulto, pasa muy suavemente un dedo de su mano tocando apenas la cabeza de mi amigo, pero más interesada por la mancha del lubricante natural que sale de ella y que queda en mi slip de color bermellón, con su dedo ahí sube la cabeza mirándome a los ojos, saca su dedo de mi slip y se lo lleva hacia la punta de su lengua, probándolo.
– Que rico! Es dulce! – exclama
Pongo mis manos bajo sus axilas y muy suavemente la levanto hasta hacerla parar de nuevo, acerco mi boca a la suya y nos damos un beso lleno de pasión, lujuria y dulzura al mismo tiempo, nuestras bocas se juntan como si fueran una sola, solamente se separan para dar paso a su remera que le estoy sacando, ella desabrocha mi camisa y la saca para atrás, ahora soy yo el que busca separar nuestros labios para bajar besando su cuello, a lo que ella responde con un profundo suspiro, mordisqueo muy suavemente el lóbulo de una de sus orejas y el suspiro se transforma en jadeo, sigo bajando mientras le doy besitos cortos y suaves en todo su pecho hasta que me detengo frente a sus pezoncitos chiquitos como los botones de mi camis
a, casi sin aureola, pero sobresaliendo de sus pechos algo más de un centímetro y apuntando hacia adelante, cosa que me atrajo sobremanera, debido al tamaño de esos senos pensé que podrían apuntar un poco más abajo, pero esos pechos realmente desafían a la ley de gravedad.
Su jadeo aumenta considerablemente cuando beso y mordisqueo esos pezoncitos maravillosos, allí me detengo un buen rato, mientras, mi amigo pugna por salir, aunque sea rompiendo mi slip, pero no lo consigue, mi excitación es tremenda y me cuesta respirar. Sigo bajando con mis besos y me detengo en su ombligo, paso mis manos por sus nalgas mientras lo hago, su cuerpo se arquea hacia atrás y temo que se caiga por eso subo una de mis manos a la altura de su cintura con intenciones de sostenerla si esto ocurriera, pero se incorpora y sigo con mis besos, llego al borde de su tanguita y siento ese olor entre dulce y ácido que proviene de su entrepierna, bajo una mano hasta donde calculo que está el centro de su cosita, ella abre las piernas para facilitarme la tarea, su bombachita está más que húmeda, mojada, paso un dedo por ese lugar y subo la cabeza buscando sus ojos, ella, a pesar de tenerlos cerrados, intuye mi movimiento, los abre y me mira, saco mi dedo y me lo paso por la lengua, saboreando lo que en el viene adherido, de manera similar a como ella lo hiciera conmigo un rato antes.
– Hermoso, riquísimo, me vuelve loco – le digo mientras vuelvo a besar sus caderas pero bajando hacia su zona pubiana.
Mientras tanto, pongo mis manos en el elástico de su tanguita y justo en el instante en que le pegaría un beso en su pubis, bajo su bombachita hasta los tobillos y ella se corre ligeramente hacia atrás con el propósito de terminarla de sacar, liberar su pubis al aire y besárselo fue todo un solo movimiento, me encuentro con una zona pubiana con pocos vellos, suaves y delicados, tanto así que ni se nota que están, sus jadeos, en este punto, son gemidos más que perceptibles y sus piernas tiemblan al momento de aproximar la punta de mi lengua sobre el comienzo de esa rayita mágica. Ahora es ella la que me toma de las axilas y me invita a subir a su altura, yo creo que ella estaba por llegar a su primer orgasmo y quiso dilatarlo un poco más, me besa mucho más apasionadamente que antes, nuestras lenguas se retuercen una contra la otra, mientras siento que ella baja una de sus manos hacia mi pene, lo acaricia un poco sobre el slip y eso me vuelve loco, creo que ella se da cuenta porque inmediatamente mete su mano por dentro de mi ropa interior y con un movimiento suave pero seguro, extrae mi miembro, junto con mis testículos, fuera del slip. Baja la otra mano también, mientras no deja de besar mi boca, y tomando mi slip del elástico, lo baja hasta mis muslos, deja de besarme y se agacha para seguir bajándolo, yo saco mis pies de dentro de mi calzoncillo ya en el piso y ella lo revolea para un costado, no sin antes olerlo y pasarle la lengua a la mancha, que era bastante grande, mientras me mira con cierto grado de lujuria y pasión.
Al subir, ella se encuentra con mi pene que la mira desafiante apuntando ligeramente hacia arriba y le da un beso en la puntita, se pasa la lengua por sus labios como saboreando el líquido transparente que le quedó pegado en el momento del beso y se decide, quiere probarlo directamente y comienza a pasar su lengua por todo el glande, saboreando el juguito preseminal.. Yo estoy que exploto.. estoy por eyacular, no quiero acabar en su cara, justo en ese momento me viene a la mente que hace algunos años que no eyaculo dos veces seguidas y temo que con Claudia me pase lo mismo, trato de aguantar, la levanto y le doy un terrible beso.
Nuestros pubis se unen en uno solo, ella abre ligeramente sus piernas de manera de dejar pasar por ahí a mi pene, juguetea con esa situación y presiona hasta dejarme exhausto. Ahora las piernas me tiemblan a mi, y entre besos y caricias nos acercamos a la cama, con un leve empujoncito la invito a sentarse en el borde, yo ya no puedo hablar, ella se sienta y abre exageradamente sus hermosas piernas, dejando al aire su preciosa cosita que quiero besar, pongo mi cabeza entre sus piernas, ella se recuesta hacia atrás y levanta las piernas para facilitarme la labor, me pongo a explorar la entrada de su vagina y separo sus labios con mi lengua, está muy resbaladizo, siento su vagina dilatada mientras busco su clítoris, lo encuentro y entro a dar vueltas con mi lengua a su alrededor, casi sin tocarlo, noto que Claudia se retuerce de placer, mueve casi todo su cuerpo pero deja quietas sus caderas como para no molestarme en mi trabajo, de repente, sus caderas se entran a levantar y
bajar como en un espasmo, pienso que estará llegando su orgasmo, dejo de hacer lo que estaba haciendo y me pongo más cómodo sobre la cama, me acuesto a su lado pero al revés, no saco mi cabeza de su entrepierna, ella, adivinando mis deseos, se pone mi pene en su boca y comienza a chuparlo como si fuera lo último que hace en la vida, yo sigo con lo que estaba haciendo, pero ahora si, toco su clítoris con mi lengua, como empujándolo hacia adentro. Ella se desespera, lo noto en los movimientos de su boca mientras me la chupa, yo también me desespero, estamos por terminar los dos, yo muevo mi lengua con toda mi cabeza, ella mueve su cabeza con mi pene dentro como masturbándome con la boca, me acaricia los testículos y termino, un chorro de mi semen entra en su boca, acelero mis movimientos y ella mueve sus caderas acompañando mis movimientos, está llegando su orgasmo, me pega con su pelvis en mi cara a cada espasmo, yo no quería eyacular en su boca, comienzo a tratar de sacar mi pene de su boca pero ella me lo impide, sigue chupando y acariciándomelo hasta que saca la última gota.
De repente busca mi boca para darme un beso, intuyo que se tragó toda mi eyaculación, porque cuando me besa, de mi semen, lo único que queda es su sabor, que yo aún no conocía y ella me lo hizo sentir.
Claudia quedó casi tan exhausta como yo, en realidad, yo estaba destruido, derribado y envuelto en llamas, por mi mente pasaron algunas cosas, como que no hacía el amor desde hace algunos años, porque coger, con mi ex esposa hemos cogido, más por costumbre que por amor, pero esto fue hacer el amor, y desde mi primer esposa, Rosa, que no tenía una auténtica compañera de la cama y Claudia, me acaba de demostrar eso, justamente, que es una auténtica compañera.
– Horacio – me llamó con su voz más dulce y tierna que de costumbre, quizás producto de su reciente orgasmo.
– Si mi amor – le respondo
– Creo que me estoy enamorando de vos
Y nos damos un beso tan fogoso que casi quemamos las sábanas, no se cuanto tiempo nos besamos, pero ese beso hace que mi amigo se comience a despertar de nuevo, yo no creí que eso pudiera ocurrir tan rápido, debido a la rutina de 17 años de matrimonio durante los cuales, en los últimos 7 no he podido lograr una segunda erección. Pero Claudia lo estaba consiguiendo. Es una diosa.
Bajo mi mano buscando su entrepierna, ella se acomoda sin dejar de besarme y abre sus piernas para que yo haga con su conejito lo que quiera, llego hasta su rayita y acaricio su comisura, su cuerpo se estremece, y su beso es más apasionado, su respiración, aún más profunda, y su abrazo es casi constrictor, sigo bajando, paso por su clítoris que tanto había besado apenas hace unos minutos y se lo acaricio suavemente, se lo pellizco suavemente con dos de mis dedos y noto que su respiración es más profunda aún, sigue excitándose y no para, se excita cada vez más, sigo bajando hasta llegar a la entrada de su vagina, noto que todavía está mojada, mezcla de sus jugos vaginales con mi saliva, juego con mi dedo en la puerta, un juego como que te lo pongo y no te lo pongo, que subo que bajo, de repente Claudia deja de besarme apenas para decirme
– Por favor, ponelo adentro, un poquito, ponémelo adentro. Porfi.
Es tan dulce en su forma de pedir las cosas que no me puedo negar, y comienzo a penetrar medio dedo dentro de su vagina, menuda sorpresa me estoy llevando, su vagina envuelve mi dedo como si fuera una funda casi apretada, intento poner un segundo dedo, acompaño al dedo medio con el índice, se reúnen ambos dentro de ella, y su vagina se amolda a ambos, a todo esto ella se está enloqueciendo aún más, si cabe, y baja una mano buscando mi pene que ya está de nuevo en su mejor puesto de combate y se me hace que está más duro que antes. Claudia me acaricia suavemente por abajo desde la cabeza hasta los testículos, haciendo cosquillas cuando llega a ellos, y el pene se me pone más grande y más duro, yo lo siento como si la tuviera de medio metro de largo por dos pulgadas de ancho, pero no, yo se que no es así, es más, yo siempre dije que llegué tarde al reparto de penes.
Juego con mis dedos un rato más dentro de su cosita, los abro, los cierro, los vuelvo a abrir, los vuelvo a cerrar y noto que se moja mucho más que antes, la quiero penetrar, quiero introducir mi pene dentro de su vagina, quiero sentir en mi glande lo que yo he palpado hace segundos, sin dejar de besarla
me voy subiendo sobre ella despacio, Claudia abre las piernas y yo termino mi escalada, quedando con el glande en la entrada de su vagina, tan cerca debo de estar que siento su calor en mi glande y eso me excita aún más, la voy acercando y enseguida siento que está entre sus labios, como si dijera «ábrete sésamo», siento que sus labios se abren para dejarle paso, pero no, son las manos de Claudia las que la abren, le pido que no me ayude, que quiero intentar que esta penetración sea tan perfecta que no haga falta ayudarnos con las manos y comienzo un movimiento hacia adelante y hacia atrás donde cada vez voy intentando avanzar un milímetro más adentro y lo estoy consiguiendo, nuestros jugos se unen y me ayudan a mi propósito, tremenda excitación corrió por mi espalda en el momento en que la mitad de mi glande pasó a través de esos labios no muy carnosos pero si duritos, ya tengo toda la cabeza entrando y saliendo, y me estoy volviendo loco, tan loco que quiero penetrarla totalmente en este preciso instante, pero no, me contengo y sigo jugando así un ratito más, siento que cada vez se moja mas la entrada de su vagina y eso me vuelve más loco, ya no doy más, la quiero penetrar, de repente, Claudia me saca de mis pensamientos con una voz entrecortada debido a su excitación. Creo que quiere gritar pero no puede.
– PONELA YA! Por favor, pónmela ahora. Toda, la quiero toda adentro.
En definitiva, eso es lo que yo también quiero pero al jugar con mis sensaciones, me olvidé de lo que ella sentía. Por suerte, mi egoísmo, en este caso, no me jugó una mala pasada.
Tengo todo mi glande dentro de su almejita, lo vuelvo a sacar, pero esta vez mirando su cara, hace un gesto como de desaprobación pero enseguida vuelvo a ponerlo, esta vez no es sólo el glande sino todo el pene, no lo introduzco brutalmente sino suavecito, quiero prolongar la sensación.
– Aaahhhh.. – salió de su boca, pero sonó tan profundo que creo que vino desde su vagina.
Me quedo así unos segundos, quiero confirmar mis sospechas de cuando puse mis dedos, realmente, esta vagina me calza justo, es como que hubiera sido hecha para mi pene, a su medida, siento que las paredes interiores me lo acarician a todo lo largo, y comienzo a moverme, lento, suave, pero con seguridad, me apuro, llego a sacarlo todo y a volverlo a poner, eso la enloquece más, me sigo apurando, ella revuelve su cabeza sobre las sábanas de mi cama, gime, grita, está llegando a un orgasmo, yo me sigo moviendo pero no quiero eyacular aún, ella grita de placer y vuelve a terminar, yo no me detengo, ella no deja de mover su pelvis hacia arriba y hacia abajo acompañando mis movimientos. De repente se estremece todo su cuerpo, quiere hablar y no puede, todavía está terminando, entonces calculo cuando su clímax entra en el período descendente y aflojo mi presión, casi me detengo pero no del todo, me sigo moviendo, ella toma un respiro recupera el aliento, y me dice:
– Quiero este polvo en el culo! Por favor! !Dámelo por atrás! Lléname el culo con tu leche.
Me detengo, la miro a los ojos que aún los tiene cerrados, ella los abre y me mira, le pregunto:
– Tu sabes que estás pidiendo? Lo has hecho alguna vez?
– Hacerlo, nunca lo hice, pero si lo he intentado. En dos oportunidades, con dos de mis novios, fueron muy brutos y me dolía, pero con vos es distinto, en vos confío, sos tan dulce y tierno que se que no me vas a hacer doler
– Bueno, vamos a hacerlo, por favor, acuestate boca abajo.
La sola idea de que le iba a hacer el amor por el ano a Claudia, y por primera vez en su vida, me excitaba aún más. Yo tengo experiencia en ese tema, tuve una muy buena profesora, una damisela que comenzó su lección diciéndome que me iba a enseñar a hacer algo que iba a enloquecer a toda aquella que me dejara hacérselo al menos una vez. Y me enseñó lo mismo que estoy por hacerle a Claudia, toda aquella mujer que se atrevió a dejarme hacérselo por primera vez, luego tenía orgasmos más potentes por vía anal que por vía vaginal.
Ahí está, lo tengo debajo de mi, ese hermoso culo que tanto desee cuando lo veía a través de la pollera y que tanto toqué mientras bailábamos, ahora me está esperando.
Tomo las dos almohadas de la cama y las pongo bajo su pelvis, lo que hace que sus caderas se levanten ligeramente sobre el colchón, suavemente, con mis manos acaricio sus nalgas, especialmente en el pliegue que se forma en la unión con sus piernas. Subo y bajo mis manos en forma suave y delicada, esta es una de las etapas más difíciles para el hombre, porque en esta parte es donde la mujer toma confianza o no en quien la acaricia, este paso, con Claudia, no es necesario prolongarlo mucho, porque ella ya dijo que confiaba en mi.
Acerco mi cara a su culo y pongo mi lengua entre sus nalgas, moviéndola de arriba hacia abajo mientras separo sus cachetes muy suavemente con mis manos, voy entrando mi lengua cada vez más, hasta llegar al ano. Por favor! Esta chica es una diosa, tiene el orificio anal más hermoso que he visto en mi vida, casi no hay diferencia de color entre las nalgas y el ojete, que cosa hermosa, y que cerradito que está, es lógico, está más cerrado de lo normal, porque ella está haciendo, con su temor, que se cierre más aún, pero no importa, pasando la lengua con suavidad y con palabras tiernas y dulces voy rompiendo esa barrera, más psicológica que física, de repente siento el efecto que quería lograr, ya no está duro como antes, Claudia ya se relajó y me está dejando hacer.
Subo hasta poner mi cuerpo justo encima del de ella, pongo mi cara junto a uno de sus oídos y le digo con dulzura y comprensión:
– En cualquier momento estás a tiempo de arrepentirte, solamente tienes que decirme que te duele y yo paro. Si quieres podremos seguir probando en otra oportunidad o nunca más, la decisión siempre es tuya.
– Gracias por ser tan bueno y comprensivo conmigo. Eres muy dulce! Por favor, sigue adelante que si me molesta te avisaré.
Y volví a mi tarea de lamerle el culo, esta vez con la intención de lubricarlo lo mejor posible, le paso la lengua y trato de meterla dentro de su ojete con la mayor cantidad de saliva que puedo poner, sale y entra, sale y entra, de repente escucho un gemido que sale de la boca de Claudia, ella está gozando, con sólo pasarle la lengua por el ojete ya está gozando, eso me excita muchísimo, porque yo se que si superamos la etapa del dolor con éxito, el final va a ser sorprendente.
Con su orificio anal bastante lubricado con mi saliva, pongo mi pene entre medio de sus nalgas, lentamente las abro con las manos y paso la punta por su agujerito presionando suavemente, como para que las gotas de mi secreción viscosa que el mismo organismo genera, se unan a mi saliva.
Pongo el glande en su vagina, la muevo un poco, todo el pene y lo vuelvo a sacar, ya tengo toda el pene lubricado y se la arrimo al agujero del culo. Voy presionando y aflojando, sin separar un milímetro mi pene ejerzo presión suavemente y aflojo la presión, vuelvo a lubricar, esta vez hecho un chorrito de mi saliva sobre el orificio con mi propia boca, la desparramo con mi dedo pulgar ejerciendo algo de presión, pero muy suave y no por mucho tiempo.
Vuelvo a la carga con mi pene, me escupo el glande, presiono con suavidad y aflojo, presiono un poco más y siento un pequeño quejido que se escapa de la boca de Claudia, en este punto, me levanto y voy al baño:
– Donde vas? – me pregunta – Vuelve! – me ruega – Continúa por favor.
– Ya vuelvo, voy al baño, nada más.
– Justo ahora tienes ganas de orinar?
– No mi amorcito.. Ya voy.
Tomé una toalla limpia y mojé uno de sus vértices, mucho, luego de mojada, pasé esa punta por la pastilla de jabón con el propósito de hacer mucha espuma. Vuelvo con la toalla enjabonada y cuando paso frente a su cara, le toco la punta de la nariz con la parte enjabonada de la toalla, le dejo la punta de la nariz con un poco de espuma, y le doy un beso. Ahora tengo lubricación suficiente.
Tomo la punta de la toalla que está enjabonada y se la comienzo a pasar por el ojete, mientras hago esto, aumento la presión y siento como el orificio se va aflojando más y hasta permite que mi dedo, con toalla y todo, entre un poco, me paso la punta jabonosa también por el pene, todo, desde la cabeza hasta el vello púbico.
Me subo sobre Claudia y comienzo de nuevo con el jueguito de la presión y el afloje, ahora no es necesario aflojar tantas veces, y cuando me doy cuenta ya tiene dentro todo el glande.
– Te duele cariño? Ya tienes toda la cabeza dentro.
– No, no me duele es una sensación extraña, no la puedo describir, pero me gusta.
Entonces vuelvo a lo mío, saco el pene del ano y vuelvo a lubricar su cuevita ya abierta, pero esta vez estrujo la punta enjabonada de la toalla y dejo que cai
ga por encima de su orificio. Ella emite un gemido debido a la diferencia de temperatura del agua que le corre por el culo. Vuelvo al ataque con el jueguito de la presión y el afloje, ya a la segunda presión vuelve a tener toda mi cabecita en su culito, pero esta vez, al ingresar, emitió un gemido de gozo, con la cabeza dentro y el jabón que queda en la punta de la toalla, lubrico el resto de mi pene que quedó afuera, todavía, aumento mi presión suavemente y entra un poco más, y luego más, hasta que lo tiene todo adentro. De su boca sale una frase.
– Como me gusta. Mi amor.
Ya está, ya pasó lo peor, no hubo dolor, con una buena lubricación y con mucha paciencia nunca hay dolor. Con todo mi pene dentro de su ano, siento los latidos de mi amigo, siento que estoy por eyacular, pero no es esto lo que quiero, es demasiado mi gozo pero no quiero ser yo el único que goce. Entonces saco mi pene completamente, lo vuelvo a lubricar, para que la sensación fría del agua enjabonada retrase un poco mi orgasmo y lo vuelvo a poner, lentamente pero con la seguridad de que ya no le duele, lo pongo todo, y lo vuelvo a sacar, y otra vez, y otra más, y más, y más. De repente su cuerpo empieza a temblar y mi pene comienza a latir muy fuerte y lo saco todo y lo vuelvo a poner, y cada vez más rápido, y más rápido, todo afuera, todo adentro. Su cuerpo se comienza a retorcer e instintivamente entra a empujar sus glúteos contra mi pelvis, esta gozando, de tanto gozar comienza a tener otro orgasmo, yo tengo ganas de echarle ya mi chorro dentro, pero me contengo, salgo, entro, salgo, entro, sus gemidos ya son gritos, me vuelve loco, no aguanto más, no aguanto, ella me pide que no pare, ya no aguanto. Le digo:
– Me voy. No aguanto más. Termino acá.
– Si mi amor. Termina dentro, quiero sentir tu semen en mi culito. POR FAVOR! Ahooooraaaa.
Y en ese mismo instante, sin aflojar, la dejo dentro y comienzo a eyacular, la sigo moviendo, pero esta vez sin sacarla, sigo acabando, no entiendo como es que tengo tanto esperma para volcarle pero sigue saliendo. En tanto ella se mueve, de arriba hacia abajo, de costado, gime, grita.
– Si. Mi amor… Te amo. Te amo. Te amo. Soy la mujer más feliz del mundo.
– Yo también te amo – le contesté, y realmente así lo siento, su entrega hacia mi fue tal que es imposible no amar a esta mujer.
Nos quedamos un rato así, descansando, mi pene se fue achicando y saliendo solo, patinando debido a los jugos de la lubricación y de mi semen. Creo que pasaron como diez minutos hasta que intenté salir de encima de su espalda. Me quedé mirando al techo, el corazón me latía a mil, mientras, pensaba, es posible que este haya sido el mejor polvo de mi vida, no pude recordar un polvo mejor que este en toda mi vida.
De repente Claudia se incorpora, lentamente, ella también está destruida, me da un beso muy cariñoso en los labios y sigue bajando mientras me besa, se detiene un poco en mis pezoncitos y los besa, sigue hasta mi pene, lo busca, lo encuentra y se lo pone en la boca, quiere limpiarlo con su lengua y yo no se lo impido. Vuelve a subir y me besa nuevamente, esta vez muy apasionadamente, pero con pocas fuerzas. De repente toma un respiro, me mira a los ojos y me dice:
– Sabes una cosa mi amor? Este fue el mejor polvo de mi vida, nunca pude echarme un polvo así por adelante. Creo que me gusta más que me cojas por atrás.
Al escuchar esto, subí un dedo a sus labios, como tapándoselos, le dije:
– Yo no te cogí. Yo te hice el amor.
De sus ojos se escurrieron algunas lágrimas de emoción y nos besamos, tan apasionados como al principio. Nos relajamos, acomodamos las sábanas como se pudo, sin salir de la cama, y nos abrazamos, estábamos mirándonos a los ojos cuando creímos escuchar un gemido, prestamos atención y nos dimos cuenta de que venía del departamento de Claudia, era Lucy, seguro que su novio ya había llegado. Nos reímos y nos dormimos abrazados.
Yo soy el autor de este relato, su consecutivo y de otro que se llama Sonia.
No recuerdo cuanto hace que lo publiqué, pero hace más de 11 años, seguro!
Abrazos!