Infidelidad, Vouyerismo. Lo primero que sentí al ver a Lorena fue una rabia infinita. Bueno, no, mentira, eso fue lo segundo. Lo primero fue una fuerte oleada de deseo, como todo hombre que se precie sentiría al ver a una chica tan espectacular sentada en el sofá de su propia casa.
Todavía la recuerdo allí, como la vi ese día, tomando un café y jugando con el estúpido perrito de mi madre. Con sus largas piernas morenas cruzadas, dejando que su suave piel de terciopelo asomara por debajo de su decente y recatada minifalda. Yo, parado como una estatua en la entrada del comedor, pude regodearme a mis anchas mirándola.
Viendo como sus firmes pechos tensaban la tela de su camisa cada vez que se movía a dejar la taza sobre la mesita. No eran muy grandes, pero si firmes, con unos puntiagudos pezones que se marcaban perfectamente en la tela a pesar de la protección del sujetador.
Cuando ellas se percataron por fin de mi presencia fue cuando sus grandes lindisimos ojos marrones se fijaron en mi, y eran tan bellos y expresivos que no pude por menos que sonrojarme de la emoción. Sus labios carnosos y de un rojo intenso le daban un cierto aspecto vicioso que su nariz recta y afilada contrarrestaba. Pues su barbilla afilada junto con su pelo largo, castaño y lacio le daban un aspecto serio y formal. Se que mi descripción suena muy cursi, pero es que no se como podría hacerlo sin caer en ello.
Pero lo verdaderamente importante de aquel momento fue lo segundo que sentí, la descomunal rabia que me embargo al notar que sus maravillosos ojazos pardos, después de haberme echado un fugaz vistazo, se apartaron rápidamente de mi, despreciándome automáticamente como de costumbre.
Lo odio, es algo que he odiado siempre. Todas las chicas que conozco me miran, y no me ven. Tengo ya casi 16 años y siempre me he sentido como un mero adorno en donde quiera que he estado. Soy «normal», demasiado normal. Mido lo justo, soy bastante delgado ( enclenque como decía mi abuela ), tengo el pelo corto, lacio y oscuro, unas gafas odiosas que casi ocultan mis pequeños ojos marrones y una cara aniñada y de lo mas anodina que solo parece merecer un primer comentario del tipo «que simpático» antes de que las muchachas se olviden de mi. Pues soy demasiado tímido e introvertido como para charlar con ellas de sus tonterías, cuando alguna me dirige la palabra apenas puedo tartamudear alguna parca respuesta mientras me pongo colorado como un tomate.
Por todo ello apenas tengo cinco o seis amigos, y soy como un fantasma que vaga por las aulas sin que nadie repare en su presencia, pues ni siquiera soy lo suficientemente interesante como para que alguien se meta conmigo o me desprecie.
Mientras permanecía allí, de pie, escuchando como mi madre le decía a la nueva vecina las consabidas tonterías y chismorreos, decidí que esta vez iba a ser muy diferente.
Pero que muy diferente….
Mi madre es muy buena persona, simpática y afable, y desde que se divorcio de mi padre a cuidado de mi con muchisimo cariño. No la veo mucho, pues se pasa el día en la tienda en la que trabaja, pero por las noches procura charlar conmigo. Y aunque con ella hablo algo mas, nuestras veladas suelen ser monólogos suyos casi exclusivamente.
Sin embargo esa noche preste bastante mas atención a lo que me contaba, pues me puso al día acerca de la inesperada visita. Por lo visto el objeto de mi súbita obsesión era una recién casada de 23 años que todavía estudiaba Derecho en la Universidad y que se había mudado hacia unos días a la casa de enfrente.
Yo había visto la mudanza, pero solo me había cruzado con su marido, un tipo callado y apresurado que apenas si musito algún parco saludo en respuesta al mío.
Mas tarde, sentado frente al ordenador en mi estudio, devanándome los sesos pensando en la forma de hacer que esa altiva diosa se arrodillara a mis pies caí en la cuenta de que el cuarto en el que estaba quedaba enfrentado a uno de los suyos a través del patio de vecinos. Lo malo es que tenia la ventana cegada, pues antes el cuarto de enfrente estaba ocupado por los hijos pequeños de nuestro anterior vecino. Y, con tal de no verlos, logre que mi madre me permitiera tapiar la ventana, con la vana esperanza de que tampoco así los oiría gritar cada vez que se peleaban.
Por suerte mi madre no me dejo cegarla por completo como era mi intención, y me obligo a dejar un huequecito en la esquina superior para acoplar un pequeño ventilador de esos que se usan en las cocinas, y así poder renovar un poco el aire de la estancia.
Solo tuve que parar el interruptor del ventilador y subirme encima de la mesa para ver a través del patio de vecinos. Vi que ellos habían instalado en ese cuarto una habitación para invitados, con un mueble puente con estanterías que ocupaba toda la pared de mi izquierda, con una cama de esas que tienen debajo otra plegada, y un gran armario con espejos en la pared de mi derecha. Por lo visto aun no habían comprado las cortinas de ese cuarto, y como en teoría nadie les podía ver, no parecían tener prisa en hacerlo.
Pase los días siguientes subido encima de la mesa. Por mi madre no había problema, pues cuando no estaba trabajando, comprando, cocinando o limpiando me dejaba hacer lo que quisiera en ese cuarto, y respetaba mi intimidad hasta tal punto que daba pena.
Mi paciencia tuvo una recompensa inesperada. Un día el esposo coloco en esa ventana un pequeño tendedero extensible y su sensual mujer pronto se acostumbro a tender ahí la ropa antes que subir todas las escaleras hasta la azotea del edificio.
Esto me permitía poder contemplar sus adorables y generosos escotes a placer. Desde la altura incluso podía vislumbrar con toda comodidad como asomaban sus pechos al inclinarse los días que no usaba sujetador. Conforme pasaron los días y aumento su confianza respecto a que nadie la podía ver empece a verla con ropas cada vez mas livianas y fresquitas, como correspondía a la época veraniega en que estabamos.
El día que paseo por delante de mis ojos ataviada tan solo con unas exiguas braguitas, a juego con un precioso sujetador de encaje, fue cuando decidí que debía desempolvar la vieja maquina de fotos que mi padre me había regalado por Navidades hacia un par de años; y que, por despecho, ni siquiera me había dignado a sacar de su embalaje.
Esta era bastante cara, y buena, siendo tan automática que apenas si tuve que practicar antes de conseguir sacar unas tomas realmente magnificas del cuerpo de mi vecina.
Durante un par de semanas me dedique a hacerme una colección cada vez mas abultada de fotos sensuales de Lorena. Me convertí en un experto sacando tomas fugaces de sus pechos a través de sus escotes y de su gran culo ( que me volvía loco por su volumen y dureza ) cuando se agachaba a ordenar la ropa sobre la cama. Por suerte el padre de uno de mis amigos tenia una casa de fotografías y el chico, tan pícaro como yo, o mas, se las ingeniaba para revelarlas mientras le ayudaba en la tienda, sin que este se enterara.
Supongo que se quedaría con copias de muchas de las fotos, sobre todo de las que le tome el día que, mientras planchaba la ropa acumulada, Lorena se despojo de la liviana camisetita que llevaba puesta ( supongo que por el calor que hacia esa tarde ). Como ya imaginaran le hice casi tres carretes de fotos a sus pechos puntiagudos, cuyos afilados pezones parecían estar siempre de punta. Estos, de un color rosa intenso, eran muy gruesos, destacando de un modo descarado en la pálidas colinas que coronaban.
Solo pude obtener unas cuantas tomas de su oscuro conejo, pulcramente recortado, el día que, tras revolver en el armario, se despojo de sus braguitas para probarse la parte inferior de un viejo bikini que ahí guardaba. Este le quedaba demasiado ajustado por lo que Lorena tras contemplarse en el espejo lo volvió a guardar. Las tomas no fueron muy buenas, pero tenían la calidad suficiente como para que las guardara como oro en paño.
Parecía pues que la cosa podía continuar así indefinidamente… hasta el día de la fiesta.
Esa noche tuvieron una fiesta intima en la casa. Yo no lo sabia por aquel entonces, pero era su hermana pequeña que había ido a pasar la velada a su casa con su novio, quizás para celebrar la nueva mudanza. El caso es que las risas y voces que se oían desde mi casa dejaban bien a las claras que el consumo de alcohol estaba siendo muy elevado.
Yo, fiel en mi puesto de vigilancia, permanecí al acecho durante horas, como venia haciendo en las ultimas semanas… y, como tiene que ser, la espera tuvo su recompensa.
Lo que vi fue como las dos hermanas ( aunque yo aun no sabia que lo eran ) ayudaban al novio de esta a tumbarse en la cama de invitados que habían preparado a toda prisa.
La cosa en si no tendría mayor interés, de no ser porque en cuanto la hermana menor se marcho ( en busca de un cubo de fregar por si el chico vomitaba durante la noche ) su novio empezó a tocar el culo de Lorena por encima de su falda, mientras le decía algo al oído. Dado que yo estaba usando el teleobjetivo de la cámara para ver mejor la escena, como hacia siempre, solo tuve que apretar el botón para captar el magreo in fraganti.
Lorena, mientras se reía alegremente de lo que le había dicho se aparto de él, por lo que cuando regreso su ingenua hermana con el cubo ya no había nada «raro» que observar.
Luego se marcharon las dos juntas al comedor, y poco después pude oír como se abría la puerta de su domicilio. Me asome por la mirilla de mi propia puerta y pude ver como el esposo acompañaba a la joven en el ascensor. Supuse, acertadamente, que la iba a acompañar hasta su casa, dado el lamentable estado en el que estaba su novio. Así que regrese a mi puesto de observación por si sucedía alguna cosa mas… y vaya si sucedió.
A los pocos minutos entraba Lorena de nuevo en el cuarto, con un paño húmedo en las manos, para ver el estado de su invitado forzoso. Sentada en la cabecera de la cama la buena samaritana secaba su sudor etílico mientras charlaba en voz baja con el sujeto, el cual agradeció el cariñoso detalle a su manera, subiendo de improviso una de sus manos para apretar uno de los puntiagudos pechos de Lorena a través de su fina camisa. Ella, para mi sorpresa, tardo bastante en reaccionar ( digamos que, quizás, porque también estaba bastante mareada ) dándome tiempo de sobra para conseguir unas buenas tomas.
Cuando por fin lo hizo, después de que este se lo apretujara a conciencia durante unos minutos, se levanto de la cama, riéndose de nuevo de lo que le había dicho, o hecho.
Pense que ya había acabado el espectáculo… pero este solo estaba comenzando.
Lorena se dirigió a los pies de la cama y, tras algunos esfuerzos, consiguió quitarle los zapatos y los calcetines. Luego se empeño en quitarle los pantalones, lo que fue aun mas difícil. Por desgracia su adorable cuerpo me tapaba el del joven, por lo que hasta que los vaqueros no salieron por los tobillos no vi el desaguisado que Lorena había hecho.
Pues con sus maniobras había desplazado el ajustado y reducido slip del sujeto hasta la mitad de sus muslos, casi a la altura de sus rodillas. Eso no era lo malo, lo malo era que el tipo, ya fuera por los manejos de Lorena, o por lo que le había estado tocando, tenia el largo y grueso chisme totalmente erguido, y pidiendo guerra. Y ese era el problema.
Saque unas tomas muy divertidas mientras la abochornada Lorena hacia lo imposible por tratar de meter ese rígido pedazo de carne dentro de la escueta prenda. Al principio trataba de que la tela del slip cediera lo suficiente, pero al final comprobó que ni con las dos manos podía esconder algo tan tieso y duro dentro de la ridícula prenda intima.
Yo podía entender la desesperación que empezaba a embargar a Lorena, pues su esposo no tardaría demasiado en regresar de nuevo a la casa y ella no iba a saber como excusar que el tipo tuviera el trasto fuera de su sitio y con una rigidez tan llamativa y elocuente.
De repente veo que ella se queda quieta, con esa barra de carne apretada todavía en su mano. Y, sentándose en el borde de la cama, empieza a mover su manita arriba y abajo.
No me lo podía creer. Allí la tenia, sentada de frente a mi, masturbando de un modo cada vez mas vigoroso a un tipo medio desnudo y borracho. Era algo increíble.
Por fin tenia la oportunidad de oro que había estado esperando. Y no la desperdicie. Pues empece a sacar fotos como un descosido. Saque primeros planos de toda la escena, procurando que tanto ella como lo que estaba haciendo se viera con toda nitidez.
El tipo, además de encontrarse en la gloria, debía de estar aun despierto, pues Lorena se giraba de vez en cuando hacia él y parecía dialogar. Yo solo veía al sujeto de cintura para abajo, dado que el cuerpo de ella me tapaba el resto, así que no podía verle bien.
Pero si podía ver, y fotografiar, la mano derecha del suertudo, pues esta asomaba por delante, aferrada al pecho derecho de Lorena, que manoseaba y estrujaba sin parar.
Por eso me lleve otra nueva, y muy grata sorpresa cuando Lorena, en un momento dado, cambio de postura y, apoyándose con una sola rodilla en la cama se inclino sobre el enorme pene que masturbaba con violencia. Levantándose ella misma la falda hasta la cintura para que el tipo pudiera meter las manos bajo sus bragas con toda comodidad.
Justo en ese momento se me acabo el ultimo carrete de fotografías que llevaba, y tuve que perder un tiempo precioso rebuscando uno virgen por todos los cajones. Cuando por fin conseguí encontrar uno y volver a mi puesto de observación me quede de una pieza.
Lorena ya se había desmadrado del todo. Lo primero que vi, y fotografíe, fue la curva superior de sus sublimes nalgas desnudas, pálidas, enormes y adorables. Estas indicaban bien a las claras no solo que sus bragas estaban bajadas o quitadas, sino que el tipo tenia acceso directo y libre hasta su intimidad. Como no podía ver lo que pasaba en esa zona me limite a hacer un par de tomas de su trasero. No quería malgastar mi ultimo carrete, sobre todo teniendo justo en frente una escena digna de la mejor película pornográfica.
Créanme si les digo que no exagero lo mas mínimo, pues Lorena le estaba pegando al tipo una mamada como yo no había visto otra igual. Tenia cogidos sus grandes huevos con una mano, mientras con la otra seguía masturbándolo a un ritmo infernal. Pero era su boca, la de los labios gruesos y sensuales, la que hacia la mayor parte del trabajo, subiendo y bajando por su miembro con el mismo ritmo desenfrenado que su mano.
Verla allí, con los ojos entrecerrados y la cara sonrosada y sudorosa por el esfuerzo ( y quizás el placer), enmarcada pos sus pelos largos y lacios que caían sobre sus hombros y sobre los muslos desnudos del afortunado sujeto, fue la escena mas erótica que había vivido hasta la fecha. Tanto que me corrí en mis pantalones sin casi darme cuenta.
No podía apartar mi vista de la increíble escena, espaciando los fotogramas al máximo para que me duraran hasta el final. Y cuando este se produjo fue realmente apoteósico.
Sin previo aviso vi que de repente Lorena apartaba la cara, reprimiendo a duras penas las fuertes arcadas que le produjeron la súbita eyaculación, rezumando algo de esperma por la comisura de sus labios. Luego, como su mano seguía bombeándole por inercia, varios chorros de semen le impactaron en la cara y los ojos antes de que atinara a poner su otra mano encima y dejar así que el resto de la esencia se derramara en esa zona.
Después de escupir buena parte de lo que aun tenia en la boca en el cubo, uso el paño húmedo para limpiar las huellas de lo sucedido en el sujeto y en la cama. Logrando, por fin, encerrar al rebelde aparato derrotado en su exigua celda de algodón.
Luego se marcho, medio tambaleándose y dando traspiés, hacia el cuarto de baño, creo que para arreglarse ella también. No la volví a ver de nuevo ni a Lorena ni a su esposo, y cuando me levante a la mañana siguiente el suertudo «invitado» ya se había marchado.
Y así termino esa memorable velada, y empezó mi reinado.
Esta vez conseguí que mi amigo me hiciera varias copias de las fotografías. Las cuales guarde bajo siete llaves en mi habitación, como ultimo recurso en el caso de fracasar.
Luego comprobé los horarios laborales de su esposo por ultima vez, y empece a actuar.
Tenia que ser meticuloso, no podía precipitarme en el chantaje, pues si iba demasiado deprisa ella podía rebelarse y decidir contárselo todo a su esposo o incluso a la policía antes que ceder a mis demandas. Así que empece poco a poco.
Lo primero fue meterle por debajo de la puerta de su domicilio un sobre con las copias de dos carretes ( 48 fotos ). No estaban todas, pero ella no tenia modo de saberlo.
Junto con las fotos una nota muy escueta, escrita a maquina, en la que solo le ponía que no lo hacia por dinero, sino por amor.
Como no podía ser de otra forma a media mañana la vi deambular por el cuarto, con el sobre en la mano, mirando a través de la ventana y cotejando lo que veía con las fotos.
Poco después oí el timbre de la puerta de mi casa, pero fingí no estar.
La primera «transacción» debía ser lo mas impersonal posible para no meter la pata.
Por eso en cuanto calcule que había vuelto regresado a su domicilio la llame yo por teléfono ( me sabia sus números de casa y del móvil de memoria ) y le dije quien era.
No les aburriré con toda la conversación, pues haría este relato largo y tedioso. Se la resumiré diciéndoles que la convencí de que estaba enamorado de ella, que por eso la espiaba y por eso
había reaccionado así ante su «infidelidad».
Lorena, como no podía ser de otra forma, me trato como si fuera un crío idiota ( cosa que odio con toda mi alma ) que había hecho una travesura. Y trataba de que le diera los negativos a cambio de «olvidarse» del incidente.
Poco a poco la fui llevando hacia mi terreno, hasta lograr que accediera a desnudarse en el cuarto ante mi. Le dije que si se probaba sus conjuntos mas sexis de ropa y lencería le daría a cambio seis de los negativos. Ella me dijo que yo podía hacerle mas fotos y yo le replique que si, pero que no me serviría de nada enseñárselas a su esposo, mientras que las otras podían ser su ruina matrimonial. Al final, como no, claudico a mis demandas.
Por suerte Lorena tenia en casa un teléfono de esos inalámbricos y yo un supletorio en mi cuarto, por lo que podía hablar con ella mientras se probaba la ropa.
Esto era importante ya que el oír mi ansiosa voz adulándola y animándola mientras se iba poniendo y quitando la ropa fue venciendo su natural pudor y vergüenza.
Al principio lo que saco del armario eran prendas bastante «normales» y recatadas, que se ponía deprisa y corriendo, tapando su cuerpo todo lo posible con las manos o la ropa al hacerlo. Pero conforme fueron pasando los minutos las prendas que escogía eran cada vez mas frívolas y sensuales, y ya no parecía importarle que la viera ( y fotografiara, por supuesto ) totalmente desnuda mientras se las probaba frente al amplio espejo.
Entonces empece a masturbarme, jadeando y respirando lo mas agitadamente posible, para que a Lorena no le quedara la mas mínima duda de lo que estaba haciendo y que lo hacia por ella. Procure que coincidiera mi orgasmo cuando estaba desnuda y le suplique, con la voz ronca, que no se moviera, que se estuviera quieta un momento. Así lo hizo, y se quedo frente a mi, con las piernas algo separadas. También Lorena estaba ruborizada, con sus pezones eternamente erguidos apuntándome desafiantes, y unas gotitas de sudor perlando su frente. Pero lo que provoco mi «descarga» final fue el ver ( o creer ver ) un brillo de lujuria en sus grandes ojos pardos, que marcaban el principio de su perdición.
Deje que durante los días siguientes meditara sobre lo sucedido, mientras yo terminaba de completar mi reducido circulo de elegidos. Como ya les dije al principio tengo muy pocos amigos, pero formamos un grupo bastante unido. A parte del que me ayudaba a rebelar las fotos ya habían otros dos camaradas que estaban al tanto del asunto. Y que no solo habían visto todas las fotos sino que se deleitaban escuchando mis progresos.
A estos tres tuve que añadir otros dos mas. A uno por amistad y al otro por interés.
Pues este ultimo no era un intimo del todo, pero su padre era bastante adinerado y tenia acceso a ciertas cosas que yo sabia que, de seguir todo bien, al final me harían falta.
Una de las primeras cosas que le pedí a este muchacho fue que me prestara su teléfono móvil, pues para la segunda parte de mi plan era indispensable contar con uno.
Cuando lo tuve en mi poder volví a llamar a Lorena, y le dije que era lo que quería a cambio de la segunda entrega de seis negativos.
Necesitaba saber si aquel brillo de lujuria que creí ver estaba ahí realmente, y para eso le pedí que se vistiera de un modo «especial» y saliera a pasear a la calle. Les aseguro que me costo bastantes esfuerzos y regateos, pero al final logre que accediera a salir a dar una vuelta vestida solo con una fina camisa veraniega y una minifalda de cuero, sin ningún tipo de ropa interior. Le obligue a llevarse su teléfono móvil, para irle indicando el camino a seguir sin que me viera en ningún momento. Y empezamos el nuevo juego.
Como la otra vez al principio se le veía turbada e inquieta, sobre todo cuando alguien se fijaba en sus llamativos senos ( que bamboleaban descaradamente bajo la fina camisa ) o le dedicaba algún que otro piropo o grosería. Pero al poco rato su andar se hizo mas firme, y empezó a erguir la cabeza con orgullo y echar los hombros hacia atrás.
Sin importarle que con ello se marcaran aun mas sus gruesos pezones, que eran visibles incluso desde la acera de enfrente. Yo la llamaba cada poco, oculto lejos de ella como si fuera un espía, indicándole las calles que debía tomar. Cuando creí llegado el momento oportuno la obligue a pasar por las cercanías de una obra, haciéndolo coincidir con su hora de descanso. No creo que haga falta que les diga mas, fue una autentica revolución.
Eran mas de veinte tipos compitiendo a ver quien gritaba la barbaridad mas gorda.
Y Lorena, cumpliendo mis vaticinios, no solo aguanto el chaparrón estoicamente, sino que incluso aflojo el paso para que todos pudieran contemplarla y alabarla a placer.
Después de eso la mande directamente a uno de los jardines mas concurridos de la ciudad, donde le indique en que banco debía sentarse, y fingir leer el libro que llevaba preparado en el bolso, separando sus piernas y olvidándose de quienes la rodeaban.
Lo hizo sin pensárselo dos veces, sobre todo porque no sabia que mis amigos ocupaban el banco de enfrente desde hacia un rato, y de esta forma pudieron ver en directo a la que iba a convertirse en nuestra futura esclava. Lorena, totalmente deshinbida estuvo casi media hora con su intimidad tomando el fresco, para deleite no solo de mis amigos sino de las decenas de personas que pasaron por delante suya y se fijaron en el «regalo».
No quise hacerla esperar mas, y le ordene que regresara a casa. Cuando lo hizo yo ya la estaba esperando en mi cuarto, con la cámara lista. Lorena, desde el cuarto de enfrente, me pidió los negativos por teléfono y yo le dije que para dárselos tenia que devolverme el favor que le había hecho el día anterior. Como no sabia de que le hablaba se lo aclare, quería que se masturbara delante mía como yo había hecho delante suya el día anterior.
Para ello contaba con lo excitada que tenia que encontrarse después de lo que había estado haciendo toda la mañana. Y no me equivoque, pues accedió a hacerlo pero sin quitarse la ropa, para que no pudiera tomar fotografías de lo que hacia. Yo accedí, por supuesto, y pronto pude ver ( por primera vez en mi vida ) como una mujer se pellizcaba los pezones por encima de la camisa mientras sus delicadas manos se introducían bajo la breve minifalda. No hubo trampa ni cartón, pues en menos de diez minutos la oí jadear como una fiera mientras regueros de sudor resbalaban por su frente y Lorena se mordía los labios al tiempo que sus piernas se doblaban por el intenso orgasmo que consiguió.
Ya iba por el buen camino, y tras meterle los negativos prometidos por debajo de la puerta, la llame por teléfono para citarla al día siguiente a la misma hora. Pues ahora no podía dejar que se «enfriara», ni que meditara demasiado sobre lo que estaba haciendo.
A la mañana siguiente, como estaba acordado, le llame y obligue a ponerse un conjunto aun mas seductor que el del día anterior. Esta vez la minifalda era de pliegues y mucho mas corta, y la camisetita a juego además de traslúcida dejaba el ombliguito al aire.
Lorena, aunque se sonrojo al ver en el espejo como sus senos se marcaban en la prenda de un modo realmente descarado, accedió a salir a pasear a cambio de seis negativos.
Pero a punto estuvo de negarse cuando le dije que hoy, además, le iban a meter mano.
Le dije que a lo mejor seria yo, pero a lo mejor no, y que ella debía de hacerse la tonta y no rebelarse ante las caricias que recibiera. Fingiendo no notarlas o «pasar» de ellas.
Tuve que usar bastante menos persuasión de lo que me esperaba, señal de que la cosa iba por buen camino. Y pronto salimos todos a pasear.
Mis amigos esperaban impacientes ya, sorteándose entre ellos quien seria el primero en actuar, dado que yo la seguiría de lejos y me abstendría de participar… por el momento.
Después de dar un par de vueltas de «calentamiento», volviendo a pasar junto a un par de obras para irla poniendo «en situación», con los groseros insultos y piropos que de nuevo le dedicaron los obreros, le pedí que cogiera un autobús de una de las líneas mas atestadas a esa hora. Con ella subieron al vehículo dos de mis impacientes amigos.
El primero en «actuar» tan solo le pudo poner la mano en el trasero por encima de la minifalda, pues ella salto de golpe hacia delante como si le hubiera picado un bicho.
Tras el lógico susto mi amigo estuvo a punto de bajarse del autobús, pero el otro chico le echo valor y volvió a ponerle la mano en el culo. Esta vez Lorena, aunque tensa como un alambre, se quedo quieta, y ni siquiera volvió la cabeza para ver quien era el osado que la tocaba cada vez con mas descaro. Cuando por fin bajo del autobús en la parada indicada ni siquiera sus grandes gafas de sol podían ocultar el sofoco que tenia encima.
Sin embargo en el siguiente autobús que la hicimos subir ya se lo tomo con mas calma, y mis amigos pudieron acariciarle el amplio y firme trasero a placer.
Uno de ellos, que ya no podía aguantar mas las ganas, le «cazo» uno de los senos desde atrás, apretándoselo a placer durante unos interminables segundos ante el asombro de los dos jubilados que no quitaban ojo a la espectacular señorita que viajaba a su lado.
Lorena, sin que le dijera nada, se compro una revista de esas de cotilleos antes de subir al siguiente autobús. Su utilidad era evidente. Desplegándola delante suyo podía fingir que estaba leyendo para tratar de ignorar los manoseos de mis amigos, y al mismo tiempo evitaba que la gente que la rodeaba se percatara de cómo las manos de estos afortunados jovencitos se apoderaban de sus sensibles pechos con todo desparpajo.
Aun así la hacíamos cambiar de autobús con mucha frecuencia, pues la gente pronto se daba cuenta de lo que pasaba, y tenia que evitar que alguien montara un escándalo que arruinara todo lo logrado hasta el momento.
Mis amigos, cada vez mas excitados, no dudaban en restregar sus rígidos paquetes por su trasero, para que ella los sintiera junto con las manos que buceaban bajo su camiseta a la captura de sus rígidos y puntiagudos pezones. Pues su grosor y dureza les atraían mucho mas que su culo. Aun así, a un par de ellos les encantaba meter las manos bajo su minifalda y manosear sus pétreas nalgas con deleite, deslizando los hábiles dedazos por su estrecho canal hasta rozar los limites de lo prohibido. Notando, encantados, como Lorena apretaba sus muslos para evitar que sus dedos alcanzaran su rincón mas sagrado.
Fue uno de ellos el que, después de haber estado amasando sus carnes desnudas bajo la minifalda durante un rato, volvió a deslizar de nuevo sus dedos por la hendidura.
Pero esta vez, para su sorpresa, nada obstaculizo su avance, pues Lorena permanecía con sus piernas semiabiertas y no apretaba sus muslos ante su acoso como de costumbre
El chico, ilusionado, continuo hacia abajo, hasta que se llevo una sorpresa aun mayor.
¡ Sus dedos acababan de chocar con otros dedos que ya se estaban ocupando de hurgar a conciencia en su indefensa intimidad !. El susto fue mayúsculo, pues su compañero se encontraba a su lado, magreandole las tetas bajo la camiseta, como de costumbre.
Mi amigo, asomándose con disimulo, vio como un tipo ya mayor, de unos cuarenta y tantos años, elegantemente trajeado, usurpaba su lugar. Este atildado caballero, situado justo enfrente de Lorena se había unido a la fiesta por propia voluntad, y no sabíamos cuanto tiempo llevaba metiendo sus dedos en nuestros asuntos ( y nunca mejor dicho ).
Lo que si era evidente es que Lorena le dejaba maniobrar con toda comodidad, y solo el rubor de su rostro y el jadear de su agitada respiración, unido a la intensidad con que se mordía sus carnosos labios nos indicaba cuanto estaba «sufriendo» ante su osadía.
Por eso la llame de inmediato y la hice bajar del autobús en la siguiente parada, pues era fundamental para mis planes no solo que ningún extraño se inmiscuyera sino dejarla con las «ganas» suficientes como para que accediera a todas mis demandas posteriores.
Esta vez, cuando ella salió del ascensor, todavía turbada y sofocada por la experiencia, yo la esperaba en persona en la puerta de su casa. Lorena me miro incrédula, supongo que porque no me había vuelto a ver desde ese día y no acertaba a creer que el mocoso de poco mas de quince años que tenia delante suya era el responsable de lo que ocurría.
No dejo de mirarme mientras abría la puerta de su casa, en silencio, como pensando en mil cosas y sin acertar a decir ninguna. Yo la seguí, despacio, recreándome en mi poder.
Nada mas entrar en su acogedor comedor tome la palabra y, sentándome en el sofá, le dije a Lorena que se acercara hacia mi. Ella pareció dudar un poco, pero pronto dio el primer paso… el primer paso hacia su sumisión.
En cuanto estuvo de pie a mi lado me susurro «los negativos…». No la deje continuar, sin mediar palabra le alce la minifalda con las dos manos. Lorena dio un respingo, pero permaneció quieta, dejando que me regodeara con la visión de su desnuda intimidad a un par de palmos de mi cara. Aunque ya la empezaba a conocer muy bien, no pude por menos que extasiarme en la contemplación de la lujuriosa selva, oscura y rizada, que tenia al alcance de mi mano. El perfecto cuidado y depilación de su triangulito hacia que sus gordezuelos labios, de un tono pardo ligeramente oscuro, destacaran poderosamente.
Estos, como ya suponía, todavía estaban húmedos y brillantes por culpa del manoseo que había recibido hacia tan solo unos minutos. Justo como yo quería que estuvieran.
Cuando deje caer su minifalda creí ver en los ojos de Lorena una cierta decepción, pues lo mas seguro es que ella estuviera esperando que yo le hiciera algo. Y, sin embargo, era justo lo contrario… yo quería que fuera ella la que me hiciera algo a mi.
Agarrándola suavemente de las caderas fui tirando de Lorena hacia abajo, hasta lograr que se quedara de rodillas entre mis piernas separadas. Con una mano le quite las gafas de sol, mientras con la otra le tapaba la boquita, pues vi que estaba a punto de hablar.
Luego me apresure a bajar la cremallera de mis pantalones, pues vi su intención de levantarse en cuanto empece la maniobra. Pero se quedo clavada en el sitio en cuanto libere a «la cosa» de su encierro. No era para menos, pues acababa de dejar a tan solo un par de palmos de su cara a una maravilla de la naturaleza. Créanme, no presumo ni les exagero, pero mi «hermanito» mide 36 cm de largo, y es un cilindro casi perfecto, cuyo grosor oscila entre los 6 cm y pico de la base hasta los 4,5 cm de la cúspide.
Todos mis amigos coinciden es que es algo fuera de serie, y la mirada fija y absorta de Lorena corroboraba punto por punto sus afirmaciones.
Ella, con los ojos clavados en la «monstruosidad» que tenia delante, no acertaba a decir nada, ni a reaccionar. Solo atino a balbucear alguna que otra excusa, casi inteligible, mientras yo la cogía de sus hombros y la dirigía poco a poco y con exquisita suavidad hacia el que iba a ser su amo y señor. Me basto con recordarle que le había visto, y fotografiado, haciéndole al novio de su hermana ( me acababa de decir quien había sido el afortunado entre sus frases incoherentes ) lo mismo que yo deseaba que me hiciera ahora a mi. Luego solo tuve que murmurarle lo mucho que la amaba, a diferencia de aquel tipo, y otras tonterías por el estilo, para vencer sus últimos resquemores y lograr que agarrara con ambas manos mi rígido y descomunal aparato. El resto fue el nirvana.
Lorena, aferrada a mi mandoble como si le fuera la vida en ello, empezó a lamerlo, y a besarlo con cariño y veneración. Sus labios gordezuelos succionaban de maravilla, y su hábil lengua me derretía de placer. Sus manitas subían y bajaban, acariciándome todo lo que podían, mientras jugueteaban con mis sensibles huevos. Después acelero el ritmo, introduciéndose en la cálida boquita trozos cada vez mas grandes de carne, hasta que me dio la impresión de que se asfixiaría, si seguía devorándome con tanta gula y ansia.
Pero Lorena sabia muy bien lo que hacia, y se frenaba justo cuando mi glande rozaba la entrada de su dulce garganta, dándome así la maravillosa sensación de estar follandome un coño con lengua. Si algunos de ustedes han tenido la suerte de experimentar algo así seguro que saben a lo que me refiere… en cuanto al resto, háganme caso y pruébenlo.
Yo, en el séptimo cielo, me limitaba a juguetear con su pelo, lacio y suave, acariciando su sudorosa carita sonrosada de vez en cuando, absorto tanto en el exquisito placer que recibía como en la expresión de viciosa que habían adoptado sus rasgos angelicales.
Hasta que note que me estaba llegando el poderoso orgasmo y entonces, sin avisarle, le aferre la pequeña cabecita con las dos manos, haciendo coincidir el momento justo en que mas hondo estaba introducido en su boca con mi abundante eyaculación.
No tuve piedad con ella y, a pesar de escuchar sus gemidos de protesta, la mantuve en su posición hasta descargarme completamente en el interior de su garganta.
Lorena, cuando la solté, casi vomita. Pero, a pesar de escupir algunos pegotes de semen en la alfombra, ambos sabíamos que mi violenta maniobra había hecho que se tragara casi todo mi esperma. Forzándola así a degustar mi esencia sin mas remedio.
Luego, sin darle tiempo a reaccionar, me levante, tirando en el sofá el sobre con los negativos prometidos, y marchándome hacia la entrada del salón mientras me abrochaba los pantalones. Antes de salir me gire, contemplando orgulloso mi victoria absoluta.
Ella aun estaba medio sentada medio de rodillas junto al sofá, con una mano apretando su conejito por encima de la minifalda, señal inequívoca de su deseo insatisfecho y una turbia mirada de pasión en sus ojos. Sabia perfectamente que Lorena quería y anhelaba que volviera a su lado, y que calmara sus sofocos y ardores con mi gran varita mágica.
Pero no eran esos mis planes, pues tenia que dejarla sufrir en este estado, para obligarla a desfogarse sola con sus dedos, o esperar hasta que regresara su marido, teniendo todo el rato en su mente el enorme rabo que acababa de saborear.
¿ Por que ? Se preguntaran algunos de ustedes. Pues porque de este modo ella, cuando al día siguiente me plante en la puerta de su vivienda apenas irse su esposo, me abrió y recibió en su casa como la esclava insatisfecha y anhelante en que yo quería convertirla.
Por seguir el ritual le ofrecí un nuevo juego de negativos a cambio de su «virtud», pero ambos sabíamos que si se lo hubiera pedido sin mas, posiblemente habría aceptado.
De este modo ella podía seguir autoengañandose, diciéndose a si misma que cedía por salvar su matrimonio, mientras su cuerpo claudicaba y se rendía ante mi.
No lo sabia seguro, pues sus gruesos pezones se marcaban en su liviano camisón con la dureza de costumbre. Pero cuando empece a besar a Lorena, camino de su dormitorio, e introduje una de mis manos bajo su ropa, y palpe por primera vez su húmeda y cálida rajita, no me quedo ya la mas mínima duda. Los fluidos que mojaban mis dedos eran la mejor prueba que podía tener de que anhelaba fervientemente lo que yo iba a darle.
Su boca sabia a miel, su aliento me quemaba, y los suspiros que emitía mientras mis dedos hurgaban en su encharcada intimidad me estaban volviendo medio loco.
Prácticamente los dos nos caímos sobre la cama que estaba aun sin hacer. Sus manitas se aferraban desesperadas a mi cuello, y su jugosa boca devoraba la mía con un ansia que hacia solo unos días no podía ni imaginar. La dulce Lorena se había convertido en una fiera hambrienta de sexo, y yo me deje arrastrar por la pasión que le había inducido.
No perdí el tiempo en desnudarme, simplemente me desabroche la bragueta y deje en libertad mi aparato. La sujete firmemente por las caderas, y la empale de un solo golpe hasta los mismísimos huevos. Lorena no pudo ni gritar, se quedo con la boca abierta en un silencioso jadeo, con los ojazos marrones dilatados al máximo y sus manos arañando mi espalda. Yo me había quedado quieto como una estatua al ver su reacción, pues les confieso que hasta me asuste un poco. Hasta que Lorena dejo escapar el aire en un largo suspiro diciendo «SIIIIIIIII…….» y me trabo con sus piernas, dando así inicio a la fiesta.
Fue el polvo mas salvaje que había tenido en mi vida, y eso que gracias a mi increíble «chisme» he disfrutado de los encantos de muchas mas mujeres «maduras» a pesar de mi corta edad que la mayoría de ustedes con los años que tienen ahora.
Pasado el susto inicial Lorena se aferro a mi cuerpo como si fuera una lapa, meneando las caderas como si le fuera la vida en ello. Imprimimos un ritmo salvaje y violento a la «galopada» que no ceso hasta que ambos nos corrimos, prácticamente al mismo tiempo.
No podía, ni debía, detenerme. Pues era fundamental que ella sucumbiera totalmente al hechizo de mi rabo. Por lo que, sin siquiera sacarla, continúe hacia un nuevo orgasmo.
La reacción de mi diosa fue fulgurante, ya que al estar mucho mas «sensible» esta vez encadeno varios orgasmos antes de que yo volviera a eyacular en su cálido interior.
No la deje descansar, y chupando y mordisqueando por primera vez sus divinos pechos me volví a recuperar. Esta vez fue mucho mas tranquilo y reposado. Pudimos adoptar las posturas mas clásicas y tradicionales, disfrutando mutuamente de nuestros cuerpos, antes de que yo eyaculara por tercera vez. Durante el largo rato que estuvimos gozando ella había conseguido otros dos o tres orgasmos, por lo que cuando yo me corrí se limito a derrumbarse a mi lado, agotada como me confeso que no lo había estado en la vida.
Le di un cariñoso beso en los labios y me retire a mi casa sigilosamente, dejándola en su cama, derrotada y feliz. Los negativos que deje junto a su almohada solo eran ya una mera excusa, pues Lorena había caído en mis redes como una encantadora sirena.
La mejor prueba de lo que les digo fue la radiante sonrisa que ella me dedico la mañana siguiente, cuando volví a aparecer ante su puerta al rato de marcharse su esposo.
Fue otra velada memorable, en la que ambos gozamos casi tanto como el día anterior, probando nuevas posturas y repitiendo las que mas nos gustaban, corriéndonos una y
otra vez como si el mundo fuera a acabarse antes de la hora de comer.
Esta vez, cuando me iba a marchar, ella me solicito los negativos. Y yo, con una cínica sonrisa le pregunte si no había disfrutado. Lorena solo pudo responderme que si, y yo le dije que se diera por pagada así, que el resto de los negativos aun se los tenia que ganar.
Ella se sonrojo y turbo ante mis osadas palabras, pero acepto el hecho con sospechosa rapidez, señal de que el influjo de mi «varita mágica» había surtido el efecto adecuado.
Prueba de ello es que durante los días venideros abría la puerta de su casa casi antes de que yo llamara al timbre de la entrada, mostrándose nerviosa cuando yo dejaba pasar un rato, a propósito, antes de acudir a su domicilio, una vez que su esposo se iba a trabajar.
Nuestros encuentros seguían siendo muy fogosos, como tiene que ser, pero ahora hasta hablábamos entre uno y otro, mientras nos acariciábamos mutuamente sobre la cama, a la espera de recuperar las fuerzas para un nuevo «asalto».
Acostumbrado a la charlatanería de mi madre me había convertido en un buen oyente, lo que propicio que Lorena poco a poco me fuera convirtiendo en su confidente. Así me entere de su vida, de sus fantasías, y de sus sueños. Y también de su anterior amante…
Un día, medio adormilada después de un largo combate, ella me confeso que solo había engañado a su esposo con un hombre, y una sola vez en su vida, antes de conocerme.
No pare de preguntarle hasta enterarme de que el afortunado había sido, una vez mas, el novio de su hermana. Luego Lorena me contó, entre risitas, como había sucedido todo.
Por lo visto una noche que se encontraba sola había accedido a acompañar a la pareja a una sala de fiestas que habían abierto hacia poco. Ella, al igual que Viviana, su hermana menor, iban con unos vestidos de noche tan cortos como ajustados, luciendo sus curvas provocadoras con descaro, a sabiendas que sus reducidos tanguitas y la ausencia de los innecesarios sujetadores harían que estas seductoras prendas se pegaran a sus cuerpos como una segunda piel, para desesperación y turbación de cualquier hombre con el que se cruzaran esa noche. Pues como de costumbre parecían competir por ser la mas bella.
Y su influjo afecto sobre todo al hasta ese momento fiel novio de Viviana.
El tipo era un poco zorro, y a sabiendas de que la luz del viejo ascensor en el que había subido hasta la casa de los padres de las seductoras hermanitas a recogerlas estaba estropeada, decidió aprovechar la inusitada oportunidad que se le presentaba a la bajada.
Ellas también sabían lo de la bombilla fundida del ascensor, por lo que entre risitas y bromas entraron en la trampa, sin poner pegas ni objeciones.
En cuanto el ascensor empezó a bajar el novio de Viviana se apresuro a situarse detrás de Lorena y, con todo el descaro del mundo, le atrapo uno de sus puntiagudos senos por encima del vestido. La sorpresa de la chica ante su osadía fue tan grande que no acertó a reaccionar, y solo le pregunto algo irritada «¿qué estas haciendo?» cuando noto su rígido paquete clavándose entre sus nalgas. El tipo, avispado, le dijo que había sido «un error» y, aunque ambos sabían que era mentira, Lorena decidió no decirla nada a su hermana para no montar un escándalo innecesario. Sin embargo, a mi, en la intimidad de su cama me confeso, sonrojándose deliciosamente, que también el hecho de haber sentido su duro y grueso aparato ( mucho mas grande que el de su esposo, pero bastante menor que el mío ) clavándose entre sus nalgas había ayudado a que le perdonara su atrevimiento.
El saber que despertaba el deseo en su futuro cuñado, a pesar de no tener un cuerpo tan «llamativo» como el de su hermana la llenaba de un cierto orgullo. Y, en cierto modo, la estimulaba. Esa sensación, unida al exceso de alcohol, provoco que esa noche «flirteara» con el muchacho con bastante descaro. Tratando de devolverle la jugada de algún modo.
El chico, viendo lo descarada que se estaba volviendo Lorena, la saco a bailar todas las veces que pudo, calmando los previsibles celos de su novia con la excusa de que al estar ella sola no debían dejar que se aburriera y sintiera un estorbo. El caso es que Lorena, en la pista, cada vez que podía se restregaba sensualmente contra el muchacho, logrando así que este permaneciera con una erección casi constante en sus ajustados pantalones.
En un momento dado Lorena tropezó con otra chica, y esta derramo parte de su copa en su vestido, por lo que se marcho al aseo para tratar de enjuagar la prenda cuanto antes.
El cuarto de baño de las chicas estaba colapsado, como de costumbre. Y la cola parecía que iba a ser para un buen rato. El novio de Viviana, que salía en ese momento del aseo de los chicos, de intentar refrescar su ardor sin éxito, vio las puertas del cielo abiertas.
Con su tono mas dulce y convincente se ofreció para escoltarla al lavabo de los chicos, que se encontraba ahora vacío, y así poder limpiar la prenda sin que nadie la molestara.
Y Lorena cayo de nuevo en la trampa, como una ingenua colegiala.
Apenas había empezado a limpiar la mancha cuando vio reflejado en el espejo al novio de su hermanita. El cual, sin decir ni pío, empezó a manosearle un pecho desde atrás, al mismo tiempo que metía su otra manaza entre sus piernas para empezar a masturbarla furiosamente a través de la fina tela del breve tanguita. Ella fue la primera sorprendida del fuerte orgasmo que tuvo nada mas sentir sus dedos hurgando en su sensible coñito.
Este fue tan violento e inesperado que la dejo débil e indefensa ante su furioso ataque.
El tipo, arrancándole el tanguita de un seco tirón, le subió la minifalda hasta la cintura; y, desenfundando su endurecido aparato, empezó a penetrarla fogosamente desde atrás.
Lorena, apoyada de puntillas sobre el lavabo, con la cara pegada al espejo, solo podía gemir y jadear de placer, mientras el otro aceleraba sus embestidas cada vez con mayor ímpetu. Para ayudarse en sus arremetidas la tenia firmemente sujeta por las caderas pero de vez en cuando subía una de sus manos para estrujarle los pechos. Se deleitaba sobre todo pellizcándole los gruesos pezones, claramente marcados en la tela, a los que daba frecuentes tirones que, a pesar de ser dolorosos, incrementaban el placer de Lorena.
El orgasmo del chico fue descomunal, dándole un ultimo empujón tan violento que le alzo los pies del suelo casi un palmo, tironeando a la vez de los dos pezones que había estado estrujando a manos llenas hacia tan solo unos segundos, haciendo así que Lorena obtuviera también un doloroso y potente orgasmo, que la dejo totalmente agotada.
Tan mala cara se le quedo después de la «fiestecita» que su hermanita Viviana insistió en que regresaran a casa en cuanto la vio volver del aseo con pasos temblorosos.
No se volvió a repetir la «escena», ni su novio había vuelto a molestarla hasta el día en que los sorprendí en el cuarto de invitados. O al menos eso fue lo que Lorena me dijo.
Como ya supondrán después de esta ardiente confesión tuvimos otra larga y extenuante sesión de sexo, que se alargo casi hasta la hora de comer.
Había llegado el momento de dar un nuevo paso adelante en su «educación», por lo que al día siguiente no la visite por la mañana, dejándola nerviosa e insatisfecha para que por la tarde no pusiera pegas cuando la cite en mi casa. Sobre todo porque ella sabia que mi madre no regresaría hasta la noche y nadie nos podría molestar.
Después de dejar solo a su esposo en su casa, con una excusa cualquiera, se planto en la mía, ataviada con un veraniego y seductor vestido de tirantes, con una larga falda lisa, que solo hacia que resaltar su espectacular belleza. La firme pujanza de los senos, cuyos rígidos pezones se clavaban en la tela como de costumbre, evidenciaba la ausencia del innecesario sujetador. Esto, unido a su rostro sonrosado y turbado por la osadía de venir a casa de su «amante» por primera vez, le daban un aire seductor como no se pueden ni imaginar. Tuve que resistirme con todas mis fuerzas para no violar a Lorena ahí mismo.
Pero mis planes eran otros y, tras prometerle una nueva entrega de negativos, logre que accediera a que atara sus brazos a la parte superior del sofá. Mientras ataba firmemente sus muñecas al respaldar calmaba su inquietud con besos apasionados besos y caricias, que debían ayudarme además a excitarla. Pero los agudos ladridos del estúpido perrito de mi madre, que había encerrado en su dormitorio para que no molestara, me estaban poniendo de los nervios, y no me dejaba concentrarme adecuadamente en mi labor.
A Lorena debía de sucederle igual, pues entre beso y beso me pregunto que era lo que le pasaba al animal. Yo, algo irritado, le conteste que el estúpido «lamecoños» no estaba acostumbrado a quedarse solo, ni encerrado, cuando hab&
iacute;a gente en la casa. Ella se río con su voz cantarina mientras me pregunto que porque le había puesto ese apodo.
Yo, que acababa de despojarla hábilmente de su breve tanguita ( prenda que parecía ser la que usaba con mas asiduidad ), le dije que no era un apodo, sino una realidad.
El irónico «vamos hombre» que se le escapo a Lorena, encendió una luz en mi cabeza.
Y, mientras terminaba de atar sus piernas bien separadas a las patas del sofá, le conté que hacia años que sabia que mi madre lo usaba a veces como amante. Pues aparte de oír sus gemidos en innumerables ocasiones una vez llegue a sorprenderla en pleno acto, espiando a través de la puerta entreabierta de su dormitorio como el pequeño chucho le lamía entre las piernas separadas, mientras ella se acariciaba por debajo de su camisón.
Una vez acabado mi trabajo, le di un fugaz beso en sus jugosos labios mientras le decía «tranquila cariño, que si aun no me crees ahora lo vas a comprobar». Hice caso omiso a todas sus preguntas y me dirigí al cuarto de mi madre para liberar al estúpido perrito de su encierro. Este, que es una mezcla de fox terrier con vete a saber que otro perro, salió de la habitación como una exhalación, correteando alocado por toda la casa.
Hasta que lo atrape y lo lleve hasta Lorena, que no dejaba de suplicarme que la soltara y que no le acercara el animal, que haría conmigo todo lo que yo quisiera. Estas frases y otras por el estilo no me conmovieron lo mas mínimo. Y, después de alzarle el vestido, acomode al bicho entre sus piernas separadas, para que hiciera lo que mejor sabe hacer.
Luego volví a bajarle la falda, pues me bastaba ver el bulo que formaba el chucho en su entrepierna, y la expresión de alarma de su rostro para saber que ya estaba «actuando».
Me apresure a poner un dedito en sus dulces labios y a musitarle al oído que si gritaba su esposo se podía enterar. Ella solo susurraba «por favor, por favor…» una y otra vez.
Pero a estas alturas ya no podía engañarme, y al ver como se iba sonrojando su rostro, perlandose con gotitas de sudor, yo sabia que el placer iba venciéndola poco a poco.
Así que me senté a su lado y trate de ayudarla, bajando las tirantas de su vestido para acceder mas fácilmente a su adorables senos. Luego alterne interminables besos con las mas intensas caricias que pude prodigarle a sus divinas colinas de pálida carne. Centre la mayor parte de mis esfuerzos en sus oscuros pezones, como de costumbre, pues sabia que sus gruesos botones eran uno de sus puntos mas débiles. Así que los succione, lamí, mordisquee, estruje, etc., hasta que el súbito y fuerte orgasmo de Lorena me sorprendió.
Este se había producido muchisimo antes de lo esperado, señal clara e inequívoca de que el perrito sabia muy bien lo que se hacia. Ahora que ya estaba roto el hielo recogí la larga falda de Lorena en su cintura con mucho cuidado. Viendo, por primera vez, como su afilada lenguecita entraba y salía de su encharcada gruta rosa a un ritmo vertiginoso.
Ella, que tampoco había podido resistir la tentación de mirar lo que hacia el animal solo musitaba en voz bajita «Dios, Dios…», «Si, si, si…» y otras muchas cosas inteligibles mientras iba camino de su segundo orgasmo a marchas forzadas.
Este fue casi tan intenso como el primero, y prácticamente se encadeno con el tercero, lo que provoco que, a mi pesar, reconociera que el bicho hacia mi trabajo mucho mejor que yo. Pues mi primera intención había sido la de ocupar yo su lugar, y arrancarle a ella los orgasmos que con tanta maña le estaba sacando el chucho a Lorena.
Esta, francamente agotada, se dejaba llevar dulcemente hacia su nuevo orgasmo, por lo que la libere de sus ataduras superiores con mucho cuidado y la incline sobre mi regazo.
Mis intenciones eran tan evidentes que ella misma se encargo de liberar mi monstruoso aparato de su encierro y empezó a hacerme una de sus fantásticas y expertas mamadas.
Yo, concentrándome al máximo, acariciaba y jugaba con sus pechos desnudos, pero no me dejaba arrastrar por el placer de su dulce boca, pues tenia otros planes en mente.
Cuando el animal le provoco el cuarto orgasmo decidí que este ya había tenido bastante diversión por hoy, y de un manotazo lo aparte de la encharcada cueva de Lorena. Luego la separe con cuidado de mi rígido mandoble, dejándola recostada sobre el sofá mientras liberaba sus tobillos de las ataduras. Una vez echo esto la puse en la posición adecuada.
Lorena apenas si cooperaba, dócil como una agotada muñequita de trapo, mientras yo la ponía de rodillas sobre la alfombra, con la cabeza recostada en uno de los cojines del sofá. La pobrecilla, prácticamente desvanecida por el cansancio, solo murmuraba torpes incoherencias mientras yo separaba sus piernas y deslizaba mi mano por su encharcado conejito, ascendiendo a continuación por su pétreo y enorme trasero para que sus fluidos se deslizaran por toda su hendidura. Cuando sepulte mi dedo gordo en su diminuto ojete a Lorena se le escapo una risa floja, mientras me decía «que no fuera malo».
Malo no, fui realmente diabólico, pues nada mas sacar el dedo de su estrecho túnel, y sin darle tiempo a que volviera a cerrarse el anillo de su esfínter de nuevo, le introduje tres o cuatro centímetros de mi descomunal rabo de un solo golpe.
Lorena tuvo que morder con fuerza el cojín para que sus gritos de dolor no resonaran por todo el edificio. La pobrecilla decía «no, no, no…» mientras me suplicaba que saliera y me confesaba que ni siquiera a su esposo le dejaba entrar por ahí, debido a que sentía muchisimo dolor. Hice caso omiso de sus quejas y continúe entrando y saliendo, eso si, con mucho cuidado para no desgarrarla, pero logrando que su negro túnel cobijara cada vez mas centímetros de mi colosal chisme. Les aseguro que era en verdad maravilloso sentir como sus estrechas paredes me apretaban y trataban de obstaculizar mi avance.
Pero yo, firmemente aferrado a sus generosas caderas, no flaqueaba. Y, poco a poco, iba logrando no solo vencer su fútil resistencia sino que Lorena empezara a disfrutar.
Ella, a pesar de seguir llorando, empezó a emitir dulces gemidos con cada uno de mis empujes. Que fueron convirtiéndose en apagados jadeos conforme seguía avanzando.
Sus caderas empezaron a reaccionar y, para cuando quise darme cuenta, mis testículos estaban golpeando contra su húmeda almeja, señal de que mi victoria era de nuevo total.
Quise disfrutarla, y permanecí unos segundos inmóvil. Pero los enronquecidos rugidos de Lorena diciendo «dame, dame, por Dios dame …» encendieron de nuevo mi sangre.
No tuve piedad ni conmiseración con mi lujuriosa esclava, y empece a entrar y salir de su agujerito con toda la rapidez y fuerza que me daba mi juventud. El resultado fue en verdad fulminante, pues Lorena encadeno tres o cuatro orgasmos casi seguidos mientras mordía el cojín para ahogar en lo posible sus gritos de placer. El ultimo fue tan violento que se quedo desvanecida, literalmente, sobre el sofá. Desmayada de puro agotamiento.
Ello no disminuyo la intensidad de mis envites, pues incluso acelere aun mas el ritmo antes de eyacular abundantemente en su cálido interior, presa de un fuertisimo orgasmo.
Estuve a punto de despertarla nada mas acabar, pero por suerte reaccione a tiempo, y me apresure a regresar a mi dormitorio, pues una oportunidad tan buena como esta para ampliar mi colección de fotografías difícilmente se volvería a repetir.
Cuando regrese al comedor la escena seguía exactamente igual, salvo por el detalle de que el espabilado animalito había vuelto a situarse entre sus piernas separadas y lamía de nuevo, gustosamente, todos los fluidos que continuaban manando de su dulce gruta.
Además de hacerme gracia la situación me apresure a sacar unas buenas tomas, pues las fotos valían su peso en oro. Sobre todo la que le tome desde atrás, en la que se veía con total nitidez su carita sudorosa recostada sobre el cojín, y no solo como el perrito lamía su almeja, sino incluso como manaba algo de semen de su aun dilatado orificio anal.
Escondiendo la cámara, por si las moscas, la tumbe boca arriba en el sofá. Y, aunque ya se estaba recuperando un poco, no se dio cuenta de que le sacaba unas cuantas tomas de su cuerpo semidesnudo con el perrito entre las piernas, lamiéndola entusiasmado.
Después de ocultar definitivamente la cámara le ayude a recuperarse, arreglando en la medida de lo posible el desaguisado para que su esposo no se diera cuenta de nada raro.
Aun así no pude por menos que sonreírme para mis adentros con muchisimo disimulo viendo los patosos y torpes andares que llevaba la pobrecilla camino de su casa.
Nuestra rutina continuo siendo la misma, pues aunque Lorena se negaba en redondo a que la volviera a sodomizar, me esperaba anhelante todas las mañanas en su domicilio.
Hasta que varios días despu&ea
cute;s, y en mitad de un fenomenal polvo, llamaron a la puerta de improviso. Habitualmente abríamos hecho oídos sordos a la insistente llamada, dado que su cornudo esposo tiene llaves del piso y no podía ser. Pero Lorena me suplico que me vistiera a toda prisa, mientras ella hacia lo mismo, pues el modo de tocar el timbre era típico de su hermana Viviana, y esta sabia con toda certeza que estaba en la casa.
Me oculte tras la cama, para terminar de vestirme en silencio, mientras ella le abría la puerta ataviada solo con su escueto camisón. Se excuso diciendo que se encontraba algo cansada y que por eso aun no se había levantado de la cama. Yo oía sus voces apagadas y no me enteraba casi de lo que decían, salvo algunos comentarios del calor y cosas así.
Decidí arriesgarme un poco y abrí un poco la puerta del dormitorio, para ver desde el resquicio parte del comedor. Pues a ella solo la había visto aquel día, y solo de refilón.
Viviana era una replica casi exacta de su hermana mayor, pero llevaba el pelito marrón mas corto, tipo paje, por encima de las orejas y era algo mas bajita que Lorena ( calculo que 1,63 cm. mas o menos ). Pero lo que mas destacaba de esta chica era su espectacular delantera. Era mucho mas grande que la de su hermana, y parecía tan firme como la de ella. Por lo que enseguida atrajo mi atención, despertando mis mas bajos instintos.
Cuando por fin se marcho y pudimos continuar con nuestra «labor» no pude resistirme a preguntarle por su hermana entre un polvo y otro. Apenas tuve que tirarle de la lengua, pues me sorprendió ver con que énfasis y admiración hablaba de ella, describiéndome su cuerpo con gran detalle, dejando entrever en su voz algunos rastros de cierta envidia.
Al momento decidí cual iba a ser el «pago» de la siguiente entrega de negativos, y no tuve que esforzarme demasiado para convencer a Lorena de que hiciera su parte.
Como ya habrán supuesto le pedí, ni mas ni menos, que convenciera a su hermana para que se desnudara ante mi. Era fácil, pues solo tenia que persuadirla para que se probaran juntas algo de ropa en el cuarto famoso y yo, desde mi casa, haría el resto.
Después de todo lo que habíamos hecho ya, una cosa tan «inocente» como esa apenas le planteo resentimientos «morales» a Lorena. Pues de hecho mi idea la sedujo mucho mas de lo que yo podía suponer. Pasamos un rato muy ameno y divertido en aquel famoso cuarto mientras ella escogía las prendas que le iba a pedir a su hermana que se probara.
Aun no sabia el motivo, pero después de los preparativos pegamos un polvo de lo mas fogoso e intenso, pues Lorena estaba excitada como hacia días que no la veía.
Esa misma tarde quedaron citadas para el día siguiente, y yo prepare todo mi «material»
Aquella mañana, cuando Viviana entro en el cuarto, no sabría decir quien de los dos se encontraba mas excitado. Pues Lorena era un autentico manojo de nervios, revoloteando alrededor de su hermana como una gallina clueca. Lo que me tenia bastante intrigado.
Como en teoría estaban completamente solas, y hacia bastante calor, Viviana pronto se deshizo de su blusa y del ajustado pantalón. Tomando así las primeras fotos del atrevido conjuntito de sujetador y tanguita que llevaba. Este era del mismo tipo de los que usaba Lorena, por lo que supuse que debía ser un habito que tenían ambas en común.
Mi amante y esclava, que llevaba tan solo un escueto camisoncito por toda vestimenta, se apresuro a sacar el primer vestido de los que había preparado la víspera anterior con mi ayuda. Este, que dejaba toda la espalda descubierta, le sentaba como un guante, pero aun así Lorena le dijo algo ( que yo no pude oír ) y Viviana, sin pensárselo dos veces, se lo bajo hasta la cintura, para despojarse del sujetador antes de volvérselo a poner.
Fue todo muy fugaz, y apenas si pude sacar un par de tomas. Pero me di cuenta de que además de ser mucho mas grandes y redondos, eran tan firmes como ya había supuesto; y, aunque sus pezones no eran tan gruesos y descarados como los de Lorena, su tono mas pálido, casi a juego con sus níveas colinas, los hacían aun mas deseables.
Su hermana, avispada, no dudo en despojarse de su camisón para probarse otro vestido similar, no importándole al parecer quedar desnuda ante su hermanita, y ante mi cámara infatigable. Por eso, cuando ambas se despojaron del vestido, a Viviana no se le ocurrió volverse a poner el sujetador, quedándose casi tan desnuda como su
hermana ante mi.
Los carretes se fueron gastando uno detrás de otro, mientras ambas hermanas lucían sus cuerpos solo para mi. Sobre todo cuando pasaron a probarse algunos bañadores y pude fotografiar el llamativo y espectacular bosque que cubría la entrepierna de Viviana.
Este era mucho mas abundante y poblado que el de su hermana mayor, y centraba toda la atención de mi objetivo cada vez que separaba las piernas y mostraba su desnudez.
El comportamiento de Lorena, sobre todo por sus nervios y su ansiedad, no me lo pude explicar hasta el momento en que Viviana, sin malicia, apoyo los senos desnudos sobre la espalda desnuda de su hermana mientras le ayudaba a soltar el broche de un bikini.
Ella no pudo ver, como yo, el intenso rubor y turbación que sintió Lorena ante este inocente contacto. Ahora que por fin había encontrado la respuesta al enigma, solo tuve que fijarme con mas detenimiento, y descubrí lo difícil que le resultaba a Lorena apartar los ojos de los enormes pechos de su hermana, pues le atraían aun mas que a mi.
El momento cumbre de aquel día fue cuando, a punto de acabar, Viviana le pidió algún tipo de ayuda con la copa de uno de los bikinis y Lorena, roja como una amapola apenas atino a meter los deditos por su escote y solventar torpemente el problema.
Viviana, riéndose alegremente, le dijo alguna broma que provoco que Lorena todavía se ruborizara mas. Y, para su sorpresa, y para la mía, atrapo uno de los erectos pezones desnudos de su hermana mayor, pellizcándoselo cariñosamente mientras le decía alguna gracia de la que se volvió a reír. Desde entonces, y hasta que por fin se vistieron, Lorena
estuvo como embobada, incapaz de asimilar lo que le había pasado.
Mientras recogía el material fotográfico mi mente trabajaba a mil por hora, pues lo que acababa de ver habría nuevas e insospechadas posibilidades. Por una parte me permitiría acostarme con la estupenda criatura que Lorena había puesto a mi alcance, y por otra era el momento oportuno para dar el siguiente paso, y empezar a compartir a mi amante.
Aun no había terminado de guardarlo todo cuando llamaron al timbre insistentemente.
Era Lorena, que traía un brillo ardiente y lujurioso en la mirada muy difícil de describir.
No me avergüenza decir que esta vez fue ella la que prácticamente me violo a mi, con un ansia salvaje que nos llevo retozando desde el comedor hasta mi cuarto, follando con casi toda la ropa puesta y haciéndonos hasta daño con los mordiscos y apretones que nos dábamos mutuamente. Estuvimos casi tres horas copulando como dos fieras en celo.
Luego, cuando acabo la tempestad, «pinche» a Lorena, hasta lograr que confesara todo.
Por lo visto, además de quererla con locura, siempre había sentido un poco de envidia, y hasta celos, de su hermana menor. Sobre todo desde que esta empezó a desarrollarse y le crecieron esos espectaculares pechos que ninguno acabábamos de alabar. Me confeso también que desde que se los había visto por primera vez, siempre había rondado por su mente la idea de tocarlos. No es que fuera lesbiana, eso nunca había ido con Lorena, era otra cosa. Algo «morboso» que había hecho que muchas noches veraniegas se acercara hasta la cama de su hermanita. Pero ella nunca había tenido las «agallas» necesarias para hacer realidad su sueño. Por suerte ahora me tenia a mi. Yo haría que este se cumpliera.
Me costo mucho esfuerzo, y el usar mi penúltimo paquete de negativos, pero al final no le quedo mas remedio que acatar mis planes.
Lo primero fue una charla muy «especial» con el novio de su hermana por teléfono.
Al que resulto ridículamente fácil convencer de que después de lo que había pasado aquel día en la fiesta, y en honor a los «viejos tiempos», seria interesante «engañar» a su novia y hacer un «menage a trois» en su casa, sin que ni su marido ni ella lo supieran.
La idea era que se citaran los dos en su casa, y que después de atar y vendar los ojos de Viviana su novio la poseería en su presencia y «quizás» hiciera algo mas si era «bueno».
El chico, relamiéndose por anticipado, se comprometió a convencer a su novia. Esta no estaba muy conforme con la «espontanea idea» que le expusieron ambos de hacer el amor en la intimidad de su piso, aprovechando la ausencia del esposo. Pero después de tomar algunos cafés, y bastantes copas de licor, en c
asa de Lorena, termino por acceder.
Viviana nos volvió a sorprender dándole un largo y cálido beso a su hermana mayor en la mejilla al despedirse, mientras le musitaba al oído «que no era tan tonta como parecía, y que hacia mucho tiempo que se había dado cuenta del interés que despertaba en ella».
Lorena, superexcitada, no sabia como entender ni asimilar esta súbita confesión.
El día señalado solo hubo que llamar a Viviana y decirle que la cita se había adelantado una hora, para tener todo ese margen de tiempo antes de que apareciera su novio.
Yo ya había preparado todo con Lorena, dejando la cama del cuarto de invitados lista, con las mismas cuerdas que había usado para atarla a ella en mi sofá ya anudadas a sus extremos. Lo que no sabia es que en mi puesto de observación estaba mi amigo, el de la tienda de fotografías, conveniente provisto de carretes para captar todo el evento.
Viviana se presento a la hora acordada, ataviada con un ajustado y seductor vestido rojo que dejaba bien poco a la imaginación. Yo, oculto en su dormitorio, quede fascinado por la soltura y facilidad con que Lorena condujo la situación. Le bastaron tan solo unos minutos, y un par de brindis, para llevar a la tierna borreguita hasta su sacrificio.
Me fui acercando poco a poco por el pasillo, con el máximo sigilo. Para cuando llegue frente a la puerta del cuarto de invitados ya estaba Viviana desnuda sobre la cama, con los tobillos separados atados. Su hermana mayor estaba terminando de atar sus brazos al cabezal, y ambas se reían como dos chiquillas jugando a las casitas. En cuanto le coloco el antifaz negro de dormir sobre los ojos, yo hice mi aparición en la escena.
En silencio me acerque hasta donde estaban, desnudando a Lorena con mucho cuidado mientras ambas seguían bromeando acerca de la embarazosa situación, y yo podía ver muy de cerca el estupendo cuerpo de la diosa, del que pronto me iba a apoderar.
Una vez que estuvimos todos desnudos por fin bese por primera vez los labios dulces y jugosos de Viviana, mientras empezaba a estrujar sus grandes y maravillosos senos con ambas manos. Luego baje la cabeza para empezar a chupar y mordisquear sus pálidos pezones con gula, dejando que una de mis hábiles manos descendiera rauda a través de su espesa selva rizada hasta localizar la sensible y húmeda hendidura que esta protegía.
Cuando vio su intención de preguntar algo Lorena no le dejo hablar, poniéndole un dedito cariñosamente sobre los labios entreabiertos y musitando un apagado «Psssss…».
El efecto fue fulminante, pues Viviana, aunque lo sospechara en algún momento, no había terminado de hacerse a la idea de que su tímida hermana mayor fuera a quedarse presente mientras ella hacia el amor con su novio de un modo tan «original».
Y su cabeza le daba mil vueltas a la idea, no dejándola concentrarse en mis avances.
Esa era básicamente mi idea, pues si Viviana estaba lo suficientemente pendiente de su hermana posiblemente no se daría cuenta de que era otro hombre el que iba a disfrutar de ella. Lorena, sentada en la cabecera de la cama, se limitaba a acariciar el dulce rostro de su hermanita, respirando agitadamente mientras contemplaba como yo la saboreaba.
Pues después de degustar a conciencia sus divinos pechos mi boca ya estaba trabajando en su hendidura, haciendo manar un autentico río de espesos fluidos de su cuevecita con solo lamer sus labios privados y mordisquear el apetitoso botón de su clítoris.
El «morbo» de la escena tenia tan excitada a la bellísima ninfa que no fueron necesarios grandes preparativos antes del gran momento. Eso si, tuve la precaución de hacer que la turbada Lorena me la chupara un poco para hacer mas fácil la entrada. Y aun así no me permití el lujo de meter mas que un trozo, para que Viviana no notara fácilmente que no era su novio el que acababa de entrar en su recinto sagrado.
Su cueva esponjosa me acogió con inusitada facilidad, señal inequívoca de lo excitada que se encontraba la jovencita, que solo atinaba a jadear y suspirar ante mi intromisión.
Me quede quieto durante unos segundos, deleitándome con la increíble escena, antes de empezar a bombear adentro y afuera de su cálido conejito, arrancándole así los primeros gemidos de placer. Lorena, con los maravillosos ojazos marrones abiertos como platos, fijos en mi enorme aparato, contemplaba arrobada como era poseída su hermana menor.
Pero no era mi intención que permaneciera inactiva y, con mucha suavidad, me apodere de una de sus manos. La cual deslice hasta uno de los enormes pechos de Viviana.
Lorena, incapaz de reaccionar ante mi osadía, se dejo guiar, sonrojándose mientras su agitada respiración se aceleraba aun mas. Hasta su pulso temblaba cuando su manita por fin se poso sobre la cúspide de uno de los enormes y redondos senos de su hermanita.
Fue un momento mágico. Pues ambos podíamos ver, por el súbito cambio de expresión de la muchacha, que se había dado cuenta de quien era la dueña de las afiladas uñas que rozaban la sensible piel de sus senos. Pero no le importo, pues sonrío encantadoramente, emitiendo un apagado «ohhhhh…» cuando volví a acelerar el ritmo de mis embestidas.
Lorena, hechizada por la enorme belleza de lo que tenia en la mano tardo en reaccionar, pero cuando lo hizo se convirtió en un autentico torbellino, usando ambas manos para no dejar ni un centímetro de la sensible piel de alabastro sin acariciar ni explorar.
Sus largos dedos pellizcaban, apretaban y amasaban como si le fuera la vida en ello.
Dedicando una especial atención a sus pequeños pezones, los cuales retorció y estrujo sin descanso hasta convertirlos en dos durisimos diamantes de carne rosados.
Yo le conté dos violentos orgasmos, pero Lorena me dijo que habían sido tres antes de que por fin me dispusiera a eyacular en su interior. Ese momento tenia que ser especial, y para ello atrape la cabeza de Lorena con una mano, obligándola a inclinarse sobre ella.
Yo ya me imaginaba lo que sucedería cuando los labios de Lorena se posaran sobre el sensible pezón rosado de su hermanita. Y no me equivoque. Pues Viviana, al sentir los ansiosos labios de su hermana succionando ávidos la sensible cúspide de su pecho, solo tuvo que girar su cabecita a un lado y a otro hasta localizar el desnudo seno puntiagudo de Lorena a escasos centímetros de su cara. Desde mi posición no lo podía ver con nitidez, pero los escandalosos suspiros y gemidos que emitían ambas hermanas a coro, evidenciaban a las claras el entusiasmo con que se devoraban los pezones mutuamente.
Sus voces me enardecieron de tal modo que me corrí como un salvaje, mordiéndome la lengua para que Viviana no escuchara mis gritos de placer. Mis últimos envites fueron tan frenéticos que le arrancaron un nuevo orgasmo a la lindisima jovencita, amortiguado en parte por el pétreo tapón de carne que mordía y succionaba con autentica pasión.
Luego me retire precipitadamente, para que mi amigo tomara unas ultimas tomas de lo que allí estaba pasando con mejor perspectiva, ahora que mi cuerpo no obstaculizaba las increíbles fotografías. Recogí mis ropas y me marche sigilosamente, sin que ambas hermanas repararan en mi ausencia, entregadas como estaban de lleno la una a la otra.
Por suerte Lorena recordó que el novio de su hermana no tardaría demasiado en llegar, por lo que, con mucha pena, libero a Viviana de sus ataduras. Esta, cuando por fin se quito la mascara, no sabia como reaccionar. Sobre todo por la ausencia de su novio.
Lorena le dio la excusa que ya teníamos preparada de antemano, que una vez acabado todo la vergüenza por lo sucedido había hecho que huyera a su casa precipitadamente.
Dado que ambas hermanas estaban igual de turbadas por lo acaecido, se lo creyó a pies juntillas, sin dudar de la veracidad de lo que le decía Lorena. Luego, haciendo caso a su consejo, recogió sus ropas y, tras asearse precipitadamente, salió en su busca, para tratar de hacer las paces y calmar cuanto antes su hipotético nerviosismo.
Lo que ella no podía saber es que mientras iba en su búsqueda su novio estaba a punto de llamar al timbre. Reconozco que fue cuestión de pura suerte el que no se vieran.
Lo cierto es que novio, que venia de lo mas excitado ante la perspectiva de lo que iba a suceder, en teoría, se quedo muy sorprendido al ver el desastroso estado en el que le recibió Lorena, que aun no había terminado de recuperarse del todo de lo que había acaecido anteriormente. El tipo no era tonto, y solo con ver el ruinoso estado de la cama y las cuerdas que aun permanecían atadas en sus extremos empezó a sospechar algo.
Lorena, conforme a lo acordado, le dijo que su novia había venido mucho antes de lo previsto, y que, sin que ambas se lo propusieran, se habían precipitado las cosas. El tipo, viendo las evidentes huellas que yo había dejado se olió sus propios cuernos, y Lorena, con mucho apuro, se lo confirmo. Solo que le dejo entender que había sido su propio esposo el que, engañado, había poseído a su hermana, ambos con los ojos vendados. Y que ninguno sabia con quien había hecho el amor. Pensando ambos que lo hacían con su pareja. Antes las preguntas del muchacho ella le dijo que había sido todo idea suya, que lo había hecho por venganza, por las dos veces que este se había aprovechado de ella.
El tipo, rabiando de impotencia, se abalanzó sobre Lorena y le aseguro que la venganza se la iba a tomar el en ese mismo momento. Algo con lo que ya contábamos todos.
La despojo de su corto batin de ducha con un par de manotazos, y se dispuso a violarla en la misma cama en la que habíamos engañado a su novia. Lo cual era perfecto.
Lorena, que aun estaba bastante húmeda por todo lo que había pasado, no tuvo ningún problema para albergar su rígido estoque. Llegando a disfrutar muchisimo con su ruda violencia. Lo único que no le gustaba era el sadismo y ensañamiento con que el chico estaba tratando sus delicados y sensibles pechos, pues los estrujaba y amasaba como si se los quisiera arrancar. Incluso grito de dolor cuando empezó a pellizcarle y retorcerle los pezones con bastante mala idea. Pero los continuos orgasmos que estaba obteniendo con su salvaje penetración hicieron que casi se olvidara de lo mal que lo estaba pasando.
El chico, viendo que lo que se suponía que debía ser un castigo se estaba convirtiendo en una recompensa cambio de planes. Con una brusquedad innecesaria giro a Lorena en la cama, dejándola boca abajo y obligándola a ponerse de rodillas ante él.
Esta vez ni siquiera la almohada pudo amortiguar los agudos gritos de dolor que emitió la pobrecilla cuando el novio de su hermana la sodomizó sin piedad, y sin prepararla.
Aferrado a sus caderas imprimió un ritmo vertiginoso a su vaivén, logrando así que su respetable aparato se clavara hasta los huevos en su estrecho y sensible canal posterior.
Las continuas quejas y suplicas de Lorena solo servían para encender su sangre, por lo que cuando estas empezaron a remitir el chico empezó a palmear sus nalgas con dureza, pues no estaba dispuesto a que la «traidora» disfrutara de nuevo con su «castigo».
Perdí la cuenta de los cachetes que le dio desde que empezó a dárselos hasta que al fin se corrió en su interior, pero tuvieron que ser varias docenas, pues le dejo las nalgas de un color rosáceo y con la sensible piel ardiendo de dolor.
Al acabar se vistió airado, mientras le decía que por esta vez ya tenia bastante. Pero que no se iba a olvidar de su «jugarreta» tan fácilmente, y que muy pronto se volverían a ver
Alguno de ustedes quizás se haya preguntado que como es posible que yo supiera todo lo que estaba pasando. Y la respuesta es obvia. No solo mi amigo había fotografiado lo que había sucedido, sino que yo había estado todo el tiempo oculto junto a la puerta, no fuera que el tipo se «enciegara» mas de la cuenta y quisiera hacer alguna barbaridad.
Cuando nos quedamos por fin solos ayude a Lorena a lavarse, pues el trasero le dolía tanto que casi no podía ni andar. Aunque lo que mas miedo le daba es que Viviana se enterara de la verdad y, en venganza, le contara todo lo sucedido a su marido.
Tenia esa idea tan fija en la cabeza que no me quedo mas remedio que confesarle toda la verdad, y decirle que tenia fotografías suficientes como para que su hermanita callara todo lo sucedido. Para mi sorpresa ella se alivio con mis palabras, dispuesta a ayudarme a chantajear a su hermana pequeña cuanto antes para evitar posibles complicaciones.
Después de meditar las posibles alternativas en la soledad de mi dormitorio decidí que Lorena ya estaba a punto para el sacrificio final. Por lo que reuní a todos mis amigos con el propósito de prepararlo todo concienzudamente.
Una vez reveladas las fotos hice que Lorena invitara a su hermana a su casa. Esta, que todavía no sabia nada, dado que su novio aun no le había dicho lo que había pasado, se quedo anonadada al ver todas las fotografías que Lorena puso ante sus ojos. Le confeso el chantaje de que era objeto, remarcando continuamente que era cosa de unos simples críos, y diciéndole lo que estos querían a cambio de devolverles todos los negativos y no arruinar así sus relaciones con sus parejas respectivas.
Según le contó a su ingenua hermanita estos chicos estaban locos por hacer el amor con una
mujer, y si ellas accedían a pasar un solo fin de semana con ellos, los «mocosos» no las volverían a molestar en la vida.
Costo mucho rato de persuasión, pero al final Viviana cedió ante los argumentos de su hermana mayor, dispuesta a «sacrificarse» ante unos críos insolentes.
Aprovecharon que ese viernes era el cumpleaños de Lorena y, tras mentir a sus parejas respectivas, diciéndoles que se iban a pasar unos días con sus padres a no se donde, nos recogieron con sus coches y nos llevaron a los seis a la casa de campo de aquel amigo que les dije que su padre tenia mucho dinero. Aquel fin de semana el chico convenció a sus padres para que le dejaran ir allí «de acampada» con sus amigos, como ya habíamos hecho otras veces. Y, como en las otras ocasiones que habíamos ido, le dieron el fin de semana libre al anciano matrimonio que cuidaba del lugar y de sus animales, para que lo pudieran disfrutar con su familia en un pueblo cercano donde vivían.
Aquel viernes 13, pertrechados de provisiones, y conducidos por nuestras dos futuras esclavas, llegamos al lugar donde se harían realidad nuestros sueños mas lujuriosos.
Viviana, que no me había dirigido la mas mínima palabra en todo el trayecto, desde que me reconoció como el jovencito con el que se había acostado engañada, se apresuro a encerrarse en un dormitorio, supongo que bastante arrepentida de haber aceptado venir.
Lorena, incomoda por la excesiva atención que despertaba en los cinco muchachos que la rodeaban constantemente, no se separaba de mi lado, como si yo fuera a protegerla.
Cuando en verdad era justamente lo contrario.
Después de una cena frugal, a base de sándwichs y refrescos, que Lorena tuvo que subirle a su cabezona hermanita, dado que esta se había encerrado en su dormitorio y no quería saber nada de nosotros, llego por fin el momento de celebrar su 24 cumpleaños.
Acompañe a Lorena hasta la alcoba principal de la casa, dejándola anonadada viendo la descomunal cama de matrimonio que allí había. Esta era de época, y tan grande que en alguna ocasión nos habíamos acostado cuatro chicos a la vez sin apenas molestarnos.
Lorena, dándome un apasionado beso en la boca me dijo «que bien lo vamos a pasar» y yo, deshaciéndome de su cariñoso abrazo le replique mordaz «eso espero, que te portes muy bien con todos». Ella, que aun no se había hecho a la idea de lo que implicaban mis palabras, observo anonadada como le presentaba a uno de mis amigos, que aguardaba impaciente en la entrada del dormitorio. Luego, mientras empezaba a desabrocharle la camisa, en vista de que se había quedado rígida como un maniquí al darse cuenta por fin de lo que iba a pasar, le susurre con cariño al oído » Felicidades, disfruta de mi regalo».
Nada mas apartarme de ella mi amigo se arrojo como una fiera sobre ella, empezando a besarla por todas partes mientras sus ansiosas manos se aferraban ya a sus maravillosos pechos expuestos, adecuadamente realzados por el escueto sujetador.
Al salir pude ver como mis otros cuatro amigos jugaban a las cartas en un dormitorio contiguo, apostando entre ellos por ver quien era el próximo afortunado en entrar.
Les recordé que debían insistir en «felicitarla por su 24 cumpleaños», siendo esta frase el saludo y grito de guerra que debían usar todos cuando hicieran el amor con ella. Les recordé que, al menos por esta noche, debían ser muy cariñosos, y procurar darle mucho placer, si querían tener una sumisa esclava de por vida. Mis amigos se mostraron muy conformes, y los rígidos bultos que delataban sus pantalones auguraban que Lorena difícilmente iba a poder olvidar esta fiesta de aniversario.
Yo, por mi parte, tenia esa noche un trabajo tan agotador como estimulante. Tenia que lograr que mi «varita mágica» doblegara a la arisca Viviana cuanto antes, pues de lo contrario nos podía estropear todos los planes que habíamos trazado.
Para mi sorpresa cuando entre en su dormitorio, tras llamar a la puerta, me la encontré tumbada en la cama… totalmente desnuda. Aunque no dispuesta, pues con su voz mas despreciativa e hiriente me dijo «así que tu eres el primero ¿no?, venga, pues hazlo ya y acaba cuanto antes». Por supuesto que lo hice, pero no como ella esperaba.
Me desnude lentamente ante Viviana, disfrutando horrores cuando vi el súbito brillo de asombro y admiración que despertó en su mirada la contemplación
de mi espectacular miembro erguido y en todo su esplendor.
Luego empece a besarla, muy delicadamente, deleitándome durante largo tiempo en el dulce sabor de sus labios y su piel. Procure que las interminables caricias que prodigue a sus divinos pechos fueran tan tiernas como enervantes, dedicándole una atención tan especial a sus sensibles pezones que estos ya permanecieron rígidos y de punta durante el resto de la velada. Bese y acaricie su cuerpo con toda la maestría que tengo, dejando solo una parte de su cuerpo indemne a mi acoso y ataque, su adorable intimidad.
Esta permaneció intocable hasta que Viviana, incapaz de soportarlo por mas tiempo me suplico «por favor, por favor…», agarrándome de los pelos una de las veces que mi boca se deleitaba con la sensible piel de la parte superior de sus muslos, para obligarme por fin a lamer su ya chorreante intimidad. Señal inequívoca de mi nueva victoria.
Esta vez no me hice de rogar, y empece a lamer su húmeda cueva con diligencia. Casi no había empezado a degustar sus dulces labios íntimos cuando una abundante descarga de fluidos, unida a unos fogosos gemidos, delato la virulencia de su primer orgasmo.
Este, en vez de calmarla, la excito aun mas, de tal modo que sus manos hasta me hacían daño tironeando de mis pelos para obligarme a continuar lamiendo su cuevecita.
No estaba dispuesto a dejar que ella tomara el mando, por lo que apartándome de ella, a pesar de sus inútiles protestas, le obligue a hacer un sesentaynueve si quería continuar.
Y vaya si quería, por poco se asfixia intentando meterse un pedazo demasiado grande de mi descomunal aparato con tal de que yo no dejara de lamer su jugoso conejito.
Era una delicia, tumbada sobre mi me la chupaba casi tan bien como su divina hermana mayor, a pesar de que su constante glotonería hacia que la pobrecilla tuviese arcadas cada dos por tres, cuando intentaba meterse demasiada carne de golpe en la boquita.
Yo, en agradecimiento, le provoque dos nuevos orgasmos, alternando mi lengua y mis dedos en la exploración de su encharcada gruta. La cual llego a albergar en un momento dado tres de mis dedos, escarbando furiosamente para provocarle un nuevo orgasmo.
La combinación de su boca, su lengua y sus manos trabajando a la vez sobre mi rígida poya no podía tener otro efecto que el de una espectacular y abundante corrida. La cual, para mi sorpresa, desapareció totalmente en el fondo de su garganta, cuando Viviana se la trago como si tal cosa. Esta loable acción merecía una recompensa, y vaya si se la di.
Tumbándola de nuevo en la cama comencé a penetrarla con tanta dureza como cuidado, procurando entrar poco a poco para no hacerle daño con su tamaño. Pero Viviana me volvió a sorprender, agarrándome el culo con ambas manos para obligarme a entrar mas a fondo, mientras emitía murmullos incoherentes de los que solo pude entender «toda, la quiero toda…». Y sus deseos fueron ordenes para mi, pues se la clave hasta los huevos.
Nada mas hacerlo emitió un pequeño grito y, sin soltar mi culo, ella empezó a menear las caderas como si le fuera la vida en el empeño. Fue un polvo realmente salvaje.
Pero no fue el único, pues durante las inolvidables horas siguientes nos acoplamos los dos de mil modos distintos, llegando a perder la cuenta de los violentos orgasmos que tuvo Viviana, los míos no les digo cuantos fueron para que no me tachen de mentiroso.
Estaba ya próximo el nuevo amanecer cuando, aprovechando la postura desmadejada y sensual de mi nueva e incansable amante, tumbada boca abajo de cualquier forma sobre la cama desecha, decidí que era el momento adecuado para doblegarla del todo.
Arrodillándome detrás suya le separe las pétreas nalgas, hasta dejar a la vista el estrecho e indefenso agujerito que me proponía conquistar. Cuando introduje mi dedo pulgar en el tierno orificio Viviana, agotada y casi dormida, apenas emitió una pequeña queja.
Pero, cuando nada mas sacarlo, fue mi rígido y descomunal estoque el que ocupo su lugar, se le escapo un dulce gemido, mientras musitaba «Diossss…» con voz apagada.
Aferrada a la almohada ni siquiera abrió lo ojos, limitándose a abrir la boca para jadear cada vez que mi barra de carne entraba y salía de su culito. El agotamiento que tenia yo también hizo que tardara bastante en correrme, y cuando por fin lo hice, afianzándome en sus hombros de marfil, me quede tumbado sobre ella, durmiéndome en el acto.
Tuve el mejor despertar de mi vida, pues cuando abrí los ojos lo primero que vi fue a Viviana sentada en mi regazo, empalada hasta la medula con mi descomunal rabo, y una cara de viciosa imposible de describir mientras suspiraba y se mordisqueaba el labio inferior, cabalgándome con un violento ritmo infernal. Dejándome llevar, me apodere de los firmes y descomunales globos que bamboleaban delante de mis ojos, los cuales estruje y amase como si todo lo que les hice la noche pasada hubiera sido un sueño.
Cuando al final nos corrimos, casi a la vez, Viviana se recostó sobre mi pecho, agotada y feliz, con una sonrisa en su linda cara que evidenciaba que mi nueva esclava también había sucumbido al encanto, y tamaño, de mi maravillosa «varita mágica».
Deje que Viviana se diera una buena ducha en el cuarto de baño continuo y salí para preguntar a mis amigos quien era el primero que quería pasar a «enjabonarla». Apenas si termine de decirlo cuando dos de ellos se abalanzaron hacia la puerta. No me quede a ver quien era el vencedor, pues tenia mucha curiosidad por ver que tal estaba Lorena.
Mi adorable ninfa estaba espatarrada sobre la cama de cualquier manera, mientras uno de mis amigos dormía con la cabeza entre sus duros pechos, abrazándola por la cintura.
La desperté con un cariñoso beso en los labios, que todavía olían a esperma y, mientras mi amigo salía a darse una ducha le pregunte que que tal había sido su «fiesta privada». «Divina» me contesto, con una sonrisa de oreja a oreja. Entre risitas me confeso que mis amigos eran incansables, y que el que menos había repetido dos veces. Algo ruborizada me pregunto si no tenia alguna pomada en la casa, pues tenia el culito bastante irritado, dado que todos los chicos habían insistido en poseerla también por ese estrecho orificio.
Durante el desayuno me hizo gracia comprobar como ambas hermanas rehuían mirarse a la cara, sonrojándose muchisimo cuando alguno de mis amigos acariciaban sus bellos cuerpos con desparpajo, deleitándose de la practica desnudez de las muchachas.
Dado que ambas hermanas, por expreso deseo nuestro, vestían solo con unas holgadas camisetas veraniegas, sin ningún tipo de ropa interior debajo, pues así sus cuerpos casi desnudos nos excitarían continuamente y favorecerían nuestras próximas orgías.
Después de recoger la mesa acompañe a Lorena, junto con algunos de mis amigos, a recorrer la finca, pues así aprovecharíamos para dar de comer a los animales.
Viviana no vino porque ya estaba siendo poseída fogosamente por uno de mis amigos en el sofá del comedor, mientras otro esperaba en la salita su turno con impaciencia.
Una vez que lo vimos todo, que dimos de comer pienso a las gallinas y los conejos, y que saludamos a los tres perros pastores alemanes que cuidan el terreno, nos dirigimos a la caballeriza, pues Lorena estaba impaciente por conocer al precioso semental negro que le habíamos contado que allí guardaban los padres de mi amigo.
Este era un animal muy joven, con una estampa preciosa, y Lorena se lo paso en grande dándole de comer y acariciándolo. Era una pena que ninguno supiéramos montar, pero de todas formas el solo hecho de verlo en su caballeriza ya valía la pena.
Cuando regresamos a la casa Viviana continuaba en el salón, solo que ahora estaba a cuatro patas, totalmente desnuda sobre la alfombra y mi otro amigo era el afortunado que la estaba sodomizando con frenesí, mientras el primer chico se masturbaba sentado en un sofá viendo como ella meneaba las caderas con lujuria bajo los violentos evites.
Nada mas contemplar la escena los pezones de Lorena se marcaron en la fina camiseta como si la quisieran atravesar. Los tres chavales que habían venido con nosotros a dar la vuelta enseguida empezaron a pelearse entre si por ver quien se la llevaría a la cama. No me quedo mas remedio que poner algo de orden y decirle a uno de ellos que se quedara conmigo a preparar la comida mientras los otros dos compartían a Lorena a la vez.
Esta, sin decir nada, accedió a subir con los dos chicos a su dormitorio. Y, dado que los tres llegaron bastante tarde a comer, no me cupo la menor duda de lo mucho que gozo.
De hecho, durante el resto de la tarde Lorena siempre se llevaba a mis amigos a la cama de dos en dos, mientras que su hermanita nos seguía «acogiendo» de uno en uno. Eso si, a Viviana parecía complacerle hacer el amor en cualquier sitio menos en la cama, pues era raro que se acostara dos veces en el mismo sitio. Lo mismo la veías en la cocina, qu
e sobre la mesa del comedor, que tirada en cualquier habitación con alguno de mis amigos subido encima de ella. Yo mismo le hice el amor en el gallinero y la sodomice mas tarde en el establo, aferrada a los barrotes del caballo, mientras gritaba como una loca y decía mil disparates que apenas podía entender. Lo único que se me quedo grabado fue lo de «caballito descomunal» que dijo mientras miraba fijamente el desproporcionado chisme que tenia el noble bruto entre las patas. Dándome así una idea de lo mas retorcida…
Esa noche del sábado tenia pensado hacer lo de la víspera pero a la inversa, es decir, yo me acostaría con Lorena y mis amigos se turnarían para hacerlo con Viviana. Pero uno de ellos me dijo que prefería hacerlo con Lorena, y eso motivo que cambiara los planes.
Así que un rato después de cenar mis cuatro amigos se llevaron a Viviana al dormitorio que había usado su hermana mayor la noche anterior, y mi otro amigo y yo nos fuimos a uno de los dormitorios libres para ocuparnos de Lorena convenientemente.
Ni la una ni la otra se opusieron a nuestros deseos y pronto pude comprobar que Lorena se había convertido en toda una experta en el arte de satisfacer a dos amantes a la vez.
Primero la «estimulamos» a conciencia entre los dos, besándola y acariciándola por todas partes, procurando prestar una especial atención a la sensible pepita de su clítoris y a los puntiagudos y sabrosos pezones. Nada mas obtener su primer y largo orgasmo de esta forma fue ella la que se abalanzo sobre nosotros, lamiendo y acariciando nuestros dos rígidos aparatos con deleite. Mi amigo, algo incomodo por la diferencia de tamaño, pronto se fue detrás de ella, y empezó a poseerla a cuatro patas mientras Lorena seguía lamiendo mi cipote incansablemente. El chico quizás no diera la talla, pero se meneaba con tal ímpetu que pronto le arranco un nuevo orgasmo. Ella, succionándome sin tregua, meneaba las caderas al compás que imprimía mi amigo, logrando así que este eyaculara casi al mismo tiempo que yo. Lorena, inundada a la vez por sus dos boquitas tuvo un orgasmo larguisimo, o quizás dos encadenados, mientras trataba de no ahogarse con mi torrente de esperma. Este no fue el final, sino el principio de una noche larguisima.
Casi siempre me tocaba a mi estar abajo, mientras mi amigo la enculaba o se la dejaba mamar. Pero en un par de ocasiones logre que fuera él el que la poseyera mientras yo le dejaba el culito escocido a base de meterle mi largo mandoble sin descanso ni tregua.
Mi amigo fue el primero en quedarse dormido, roto de puro agotamiento, y Lorena, al acabar un frenético e interminable polvo conmigo, se quedo dormida a su lado.
Decidí ver que tal le iba a Viviana y, con sigilo para no despertar a los durmientes, me asome al dormitorio principal. Allí vi como dos de mis amigos dormían ya extenuados, mientras los otros dos seguían luchando como jabatos con la infatigable muchacha. Ella estaba siendo rudamente sodomizada por uno, mientras se la mamaba al otro, intentando que se le pusiera lo bastante dura como para continuar dándole placer.
Esta escena me había puesto tan cachondo que cuando regrese al dormitorio me tumbe en la cama detrás de Lorena y le tapone el culito con mi enorme barra de carne. Ella ni se despertó, continuando abrazada a mi amigo, mientras yo la sodomizaba sin descanso.
Aprovechándome de su profundo sueño pude retorcerle y pellizcarle los pezones sin piedad, algo que ansiaba desde que se lo había visto hacer al novio de su hermana. Les hice autenticas perrerías, mientras la enculaba cada vez mas violentamente, llegando al extremo de morderle los pechos, como una fiera, mientras me corría en su culo con unas interminables descargas. Luego, abrazándome a ella, me quede dormido como un bebe.
La noche había sido tan intensa que el domingo por la mañana no nos despertamos ninguno hasta que fue casi la hora de comer, lo cual hicimos con abundancia después de asearnos convenientemente y recuperar las fuerzas perdidas durante la «batalla».
Aun así esa tarde estabamos todos lo suficientemente «desfogados» como para que mis amigos aceptaran mi nuevo plan con alegría y entusiasmo.
Después de dejar que las dos adorables hermanitas durmieran la siesta tranquilamente, para recuperarse algo mas de cara a lo que les esperaba, las llevamos a la cuadra a ver de nuevo al semental, con la excusa de darle otra vez de comer.
Durante el paseo hacia el establo estuve jugando con los pechos de Lorena, pellizcando sus sensibles y rígidos pezones mientras le hacia preguntas muy intimas. Lo que ella no sabia es que yo tenia las dos manos embadurnadas con la miel que había cogido de la cocina, y que mis caricias estaban dejando esa zona de su camisa bastante pringosa.
Como el día anterior los tres enormes perros vinieron junto a nosotros nada mas vernos salir de la casa, dispuestos a jugar con nosotros… y nunca mejor dicho.
El semental no se lo penso dos veces cuando todos entramos en su cercado y Lorena se acerco a acariciarle confiadamente la cabeza; y, sacando su gigantesca lengua rosada, le pego un largo lametón a la camisa, a la altura de sus firmes pechos, dando de lleno en sus puntiagudos pezones. Lorena, a pesar del sobresalto, no reacciono, dejando así que el noble bruto continuara lamiendo la camisa, y los sensibles pechos que esta cobijaba, y que cada vez se marcaban mas en el fino tejido que iba humedeciéndose.
Todos nos dimos cuenta de que Lorena, a pesar del intenso rubor de sus mejillas, estaba disfrutando de la inusual experiencia. Por lo que, sin burlarnos en ningún momento, la dejamos gozar tranquila, apartándose mis amigos para que yo pudiera acercar a Viviana hasta el lugar. Esta, que contemplaba con los ojos abiertos como platos los tremendos lengüetazos que el insaciable animal prodigaba a los duros pechos de su hermana, ahora totalmente visibles en la prenda, se dejo poner junto a ella sin oponerse lo mas mínimo.
Solo hizo una pequeña muestra de rebeldía cuando vio que yo empezaba a desabotonar su camisa, pero se quedo quietecita cuando le dije unas palabras tranquilizadoras al oído
Volví a untar mis manos de miel a sus espaldas, para extenderla generosamente por sus pezones y buena parte de sus pechos antes de dejarlos al aire. Si Viviana se dio cuenta o no de mi maniobra es algo que no tiene ninguna importancia, pues cuando el goloso animal empezó a lamer sus maravillosos y espectaculares globos desnudos, el gemido de placer que se le escapo a la chica fue musical celestial para nuestros oídos.
Todos permanecíamos absortos viendo como la gigantesca lengua se desplazaba de un enorme montículo a otro con exquisita suavidad, degustando mas de medio seno de una sola lamida. No me pude contener y, desde atrás, empece a masturbarla con dos dedos, logrando así que sus suspiros y gemidos encendieran aun mas nuestra sangre.
No pude por menos que sorprenderme cuando note que Lorena tironeaba de mi camisa, suplicando «por favor, yo también…». La expresión viciosa de su rostro sudoroso era un reclamo imposible de rechazar, por lo que deje a uno de mis amigos masturbando a su hermana y me apresure a despojarla de la camisa, dejándola desnuda ante todos.
Esta vez puse auténticos pegotes de miel en sus rígidos pezones y, incapaz de resistir la tentación, empece a masturbarla furiosamente desde atrás con toda mi mano.
Pero la sorpresa nos la llevamos nosotros, pues el animal, después de darle un par de soberbios lametones a sus pezones, bajo de repente la cabeza, y se puso a lamer su coño.
Luego caímos en la cuenta de que la miel que aun chorreaba por mi mano, unido a los fluidos que rezumaban su gruta debieron de haber sido un reclamo imposible de evitar.
Pero en ese momento solo vimos como le endiñaba unos lametones que le obligaron a morderse la mano para no gritar de placer. Yo, después de apartar mi mano, separe las piernas de Lorena todo lo que pude, para que la lengua profundizara al máximo en su dulce intimidad. Dejando que ella se apoyara en mi para que sus espasmos de placer no la derribaran al suelo. Les puedo asegurar que era un espectáculo digno de ver.
Estabamos todos tan pendientes de las lamidas del semental que nos habíamos olvidado de Viviana, hasta que esta, cuando no pudo mas, le suplico a mi amigo que continuara.
Sus palabras, al romper el hechizo que tenia nuestros ojos hipnotizados por el continuo lamer del jamelgo, hicieron que reparásemos en otra espectacular novedad.
Fue uno de mis amigos el que exclamo «¡que burrada!» al ver el descomunal miembro que el caballo estaba exhibiendo ante nosotros. El olor, o el sabor, de Lorena lo había excitado, y asomaba entre sus patas algo gigantesco que daba hasta pavor.
La inspiración fue repentina, y enseguida sujete el brazo de mi amigo para que dejara de masturbar a Viviana. También aparte a Lorena del animal y, cuando ambas hermanas me miraron con expresión insatisfecha, les dedique una sonrisa de lo mas cínica.
Con mi lenguaje mas vulgar les pregunte que si querían ser folladas, y ambas, aunque ruboriz&
aacute;ndose, asintieron lentamente. Yo, disfrutando de un poder que hasta hacia poco jamas hubiera soñado con poseer, les señale el precio que debían pagar si querían joder.
Ambas miraron el descomunal cipote del caballo con expresión horrorizada, pero fue Viviana la que me dijo «¿tu estas loco? ¡eso es imposible!». No deje que continuara con sus lógicas quejas, y le dije que no era justo que un noble animal que les había dado tanto placer se quedara con las ganas, y que ellas tenían «en sus manos la solución».
A buen entendedor pocas palabras bastan, y Lorena, tras meditarlo solo unos segundos, se agacho junto al animal, usando ambas manos para poder rodear el gigantesco cilindro de carne negra que allí palpitaba. Luego empezó a masturbarlo, con muchisimo cuidado, resbalando sus manos adelante y atrás con maestría.
Era algo increíble, verla allí, desnuda y sudorosa, haciendo de mamporrera como si no hubiera hecho otra cosa en su vida. Todos mirábamos, absortos y alucinados, como esa chica, educada y señorial, se rebajaba a lo que hiciera falta con tal de poder follar.
Viviana permanecía tan petrificada como nosotros, hasta que su hermana le dijo «¿y tu a que esperas?». Enseguida se termino de desabrochar la camiseta, agachándose al otro lado del caballo tan desnuda como Lorena.
Ahora eran cuatro las manitas que manejaban la monstruosa manguera negra, y seis los chicos que no daban crédito a sus ojos. Pero yo quise saber hasta donde podían llegar.
Así que me arrodille junto a Lorena y le susurre al oído «restriégatelo». Ella, sudorosa y muy concentrada en la tarea no se lo penso dos veces, y aferrando el gigantesco extremo ( algo mayor que mi puño cerrado ) lo deslizo por sus senos, suspirando cuando rozaron la sensible punta de sus rígidos y sensibles pezones. Luego siguió bombeando como si nada, al igual que había estado haciendo su hermanita, que no había parado en ningún momento, aunque miro la tórrida escena con los ojos desencajados.
Luego me acerque a Viviana, y agarrándole las enormes tetas desde atrás con ambas manos le dije «úsalas». Ahora fue su hermana la que contemplo estupefacta la habilidad que tenia la dotada jovencita para hacer «las cubanas», como yo y alguno de mis amigos ya sabíamos por experiencia propia. Aunque era difícil que el propietario del enorme tubo negro que la chica deslizaba entre sus dos fantásticas colinas apreciara en su justo valor la entrega con que la muchacha estrujaba sus pechos para hacerle sentir mas.
Mis amigos, incapaces de contenerse mas, empezaron a jalear sus nombres, y a decirles groserías y deseos obscenos. Para mi sorpresa ellas o bien no los oían o les estimulaban, porque siguieron masturbando al animal con mas ímpetu aun si cabe. Ahora se pasaban el extremo de una a la otra continuamente, restregándolo por sus pechos todo el tiempo.
En un momento dado Lorena le dio un gran beso en la punta, siendo enseguida silbada y animada por mis amigos. La replica de su hermanita fue darle una lengüetada, que nos puso a todos casi cardiacos. Nos quedamos sin saber cual iba a ser la respuesta de Lorena, porque justo cuando se llevaba el extremo hacia la cara este soltó un autentico diluvio de semen, que cubrió su cara y sus pechos con una autentica nube de esperma.
A pesar del lógico sobresalto Viviana siguió bombeando, quizás por reflejo, haciendo que la leche continuara fluyendo sobre su hermana mayor como si fuera una manguera.
Esto provoco que se le escapara la risa, a la que todos hicimos coro enseguida, pues ver a Lorena prácticamente bañada en semen era algo a la vez estrambótico y divertido.
Pero a ella no le hizo gracia la burla, y su vengativa reacción fue abrazarse a Viviana, la cual no pudo evitarlo por seguir todavía de rodillas. Cuando quiso darse cuenta una gran parte del semen que cubría a su hermana la tapaba también a ella.
Nosotros salimos de allí a escape, pues estabamos viendo que de continuar junto a las chicas íbamos a terminar todos de semen hasta las orejas. Por suerte allí mismo había una manguera, y ambas pudieron asearse en condiciones… antes de continuar.
Pues a pesar del agua fría las dos hermanas seguían estando muy calientes, y ambas se morían de ganas porque cumpliéramos nuestra palabra y aplacáramos su «necesidad».
Lo que ellas no podían ni imaginar era el modo en que lo íbamos a hacer.
Después de secarlas amorosamente con sus propias camisas las llevamos a la entrada de la cuadra, donde habíamos extendidos dos mantas, haciendo que se arrodillaran la una en frente de la otra mientras nos repartíamos a su alrededor para acariciarlas por todas partes. En cuanto las tuvimos a cuatro patas empezamos a masturbarlas frenéticamente, procurando que separaran sus lindas piernas lo suficiente como para dejarnos «trabajar» con comodidad. Cuando consideramos que ya estaban «a punto» trajimos la «sorpresa».
Eran tres sorpresas en realidad, eran tres lozanos y grandotes pastores alemanes que se volvieron medio locos con tan solo oler los maravillosos «efluvios» que emanaban de entre las piernas abiertas de las dos hermanas. Estas, con las caras pegadas a la manta, posiblemente para no verse mutuamente, tardaron bastante rato en darse cuenta de que no éramos nosotros los que les estabamos lamiendo las almejas con tanto deleite.
Lorena fue la primera en notarlo, posiblemente porque todavía tenia fresca la sensación desde lo que le paso con el chucho de mi madre. Pero también puede que ese fuera el motivo por el que no reacciono, dejándole lamer su encharcada cueva sin decir ni pío, limitándose a suspirar y gemir tiernamente. A diferencia de su hermana pequeña.
Pues Viviana, cuando se dio cuenta de que animal la estaba lamiendo con tantas ganas, intento levantarse e irse de la cuadra. Tuvimos que aplicar todos los esfuerzos de cuatro de nosotros para evitar que la fierecilla se escapara. Solo cuando el animal la trinco con sus patas delanteras y empezó a violarla dejo de debatirse, aunque siguió llorando todo el tiempo que duro la penetración. A pesar de lo cual se corrió al menos tres veces.
Lorena, sin tantos complejos, estaba gozando de lo lindo con su nuevo amante perruno, gimiendo como una posesa con el frenético ritmo que imprimía el animal en el acto.
Tan bien se lo paso que cuando el bicho termino, y se salió de su interior, acepto que el otro perro ocupara su lugar sin decir ni mu. A diferencia de su hermana, que en cuanto acabo su semental no suplico que la dejáramos marchar. Así lo hicimos, dejando que se fuera a la casa a darse un buen baño, aunque dos de mis amigos la acompañaron, pues después de todo lo visto estaba locos por «enjabonarla» en condiciones.
El resto nos quedamos en el establo, pues ver a Lorena a cuatro patas sobre la manta, dejándose poseer por cualquiera de lo perros, era un espectáculo increíble e irrepetible.
Ahora que se había marchado su hermana se dejaba llevar por la pasión, gritando como si la estuvieran matando, y murmurando palabras sin sentido. Yo aproveche el resto que quedaba en el tarro y unte sus pezones con miel, para que los dos perros que rondaban a su alrededor, esperando que acabara el galán de turno para ocupar su lugar, tuvieran en que entretenerse. Fue una idea magnifica, pues sus sensibles y rígidos pezones, duros a mas no poder, fueron lamidos sin descanso por todos los dos perros. Uno de ellos le cogió tanto gusto a la cosa que siguió lamiéndolos incluso cuando ya no quedaba ni el mas mínimo rastro de la miel en ellos. Rebañe el tarro como mejor pude para untar con ese resto el abultado y sensible clítoris de Lorena. No hizo falta animar mucho al bicho, pues de inmediato metió el hocico entre las piernas de la chica para lamer a conciencia lo que su fogoso compañero estaba penetrando con un ritmo inimitable. El resultado fue un orgasmo inmediato de Lorena que la hizo gritar como una loca. Durante el resto de la tarde ambos perros se fueron turnando para poseerla una y otra vez, dado que el tercero, desde que había descubierto sus pezones, solo estaba interesado en lamérselos sin parar.
Cuando sus amantes perrunos por fin se rindieron tuvimos que ayudarla a levantarse, y llevarla poco menos que en brazos hasta la casa entre todos, dado que Lorena estaba tan cansada que apenas si podía andar. Aunque después de un buen baño relajante, y una opípara cena, la joven estaba de nuevo radiante y en forma para el asalto final.
Después de todo lo que habíamos visto esa tarde estabamos tan excitados que apenas si descansamos un poco después de los postres antes de llevarnos a las ninfas al sacrificio.
Llevamos a las hermanas al dormitorio principal, donde pronto la cama se convirtió en un autentico lío de piernas y brazos. Ellas estaban encantadas, y se dejaron hacer de todo, y por todos, disfrutando casi tanto como nosotros.
Que les puedo contar que no se imaginen ustedes, seis chicos jóvenes y muy ansiosos con las dos esclavas mas bellas y apetecibles que ningún jeque árabe pudo soñar.
Durante las primeras horas lo difícil era encontrar un agujero que taponar, pues todos se taponaban con una facilidad inaudita. Lo mismo veías a Lorena boca arriba entre dos, que a Viviana boca abajo dando placer a tres a la vez. Era una orgía inenarrable.
Pero conforme fueron pasando las horas los chicos fueron cayendo poco a poco, como es lógico. Llegando al momento cumbre, el que recordare toda mi vida con nostalgia.
Estaba yo sentado mas o menos en mitad de la cama, con Lorena lamiéndome el cipote con gula y veneración, mientras uno de mis amigos la enculaba con energía, cuando su hermanita se deshizo de los dos chicos con los que había estado haciendo un sándwich, dejándolos agotados en un rincón de la cama. Viviana, al ver lo bien que se lo estaba pasando su hermana mayor, se acerco a nuestro lado, y empezó a compartir con ella mi rígido y descomunal aparato, chupando y lamiendo con su mismo frenesí.
Uno de mis amigos, ya repuesto de su cansancio, se acerco por detrás, y poniéndole el trasero en posición sodomizó a Viviana como si le fuera la vida en ello.
Yo, estrujando sus melones penduleantes a manos llenas, estaba en el nirvana, como ya supondrán. Y decidí que debía hacer que ese momento fuera aun mas especial.
Así que me arrodille entre las dos y las obligue a apoyarse en sus codos, dejando que el peso de sus cuerpos descansara en ellos, para que sus manos pudieran hacer lo que tenia en mente. Luego, sin que dejaran de chuparme el miembro en ningún momento, hice que Viviana estirara su brazo, hasta apoderarse de uno de los pechos de su hermana. En cuanto se dio cuenta de que era lo que tenia en la mano empezó a manosearlo con placer haciendo mucho mas fácil que Lorena estirara una de sus manos para hacer lo mismo.
En pocos minutos ambas usaban sus manos para estrujar los pechos de su hermana con frenesí y deleite. Y yo, cogiéndolas firmemente por el cuello, decidía en que boquita sepultar la punta de mi rígido estoque, dejando que la dulce lengua de la otra me lamiera mientras esperaba su turno. Aunque ambas se hacían de todo, habitualmente Viviana se dedicaba mas a juguetear con los erectos pezones de su hermana, mientras que Lorena amasaba y estrujaba los grandes pechos de su hermanita como si quisiera arrancárselos.
Cuando vi que llegaba el momento final junte sus cabezas al máximo, obligándolas a entrechocar sus lenguas si querían lamerme. Lamiéndose la una a la otra sin querer.
Justo en ese momento el afortunado jinete de Lorena se corrió, provocándole a ella un nuevo orgasmo, que la dejo sin fuerzas. Por lo que empuje mi rígido aparato en la boca de su hermana y me empece a correr con mi violencia y abundancia habitual. Viviana, como siempre, empezó a tragárselo todo, hasta que le susurre al oído «guarda algo».
Ella me obedeció, aunque sin saber porque, hasta que se dio cuenta de que yo la estaba ayudando a acercarse a la boca de Lorena, que seguía jadeando aun de su orgasmo. Fue el beso mas tierno y sensual que halla visto en mi vida, y el saber que era mi esperma lo que ambas compartían dentro de su boca lo convirtió en algo inolvidable.
El resto de la noche fue mas o menos igual, una orgía interminable que solo concluyo cuando todos nos quedamos totalmente agotados, al borde casi de la extenuación.
La mañana del lunes fue de reposo y relax. Nos dedicamos a recogerlo todo y volver a casa. Aunque las dos fatigadas hermanas se fueron a la de sus padres para reposar antes de regresar con sus respectivos cornudos. Lo que harán posiblemente el martes.
Así que a partir del miércoles….