Estás en el tren, volviendo a casa después de un aburrido viaje de trabajo, entreteniéndote mirando por la ventana y durmiendo a ratos, el viaje se te está haciendo eterno. Fuera hace mucho frío pero dentro del tren hace un calor insoportable, llevas varios botones de la camisa desabrochados, y piensas que si por ti fuera te quitarías toda la ropa. El vagón no está lleno ni mucho menos, pero la gente se ha ido distribuyendo uniformemente. Tú te has sentado en uno de esos asientos ideados para cuatro viajeros, con un asiento a tu lado y dos enfrente, pero todos están libres, de lo cual te alegras, vas más a gusto así. Pero de repente cambias de parecer, en una parada cuando queda apenas una hora de viaje me subo en el mismo vagón. Llevo una maleta grande y he venido corriendo porque llegaba tarde, así que tengo la respiración muy agitada y necesito ayuda con la maleta. Tú te percatas de eso y te levantas para ayudarme a meterla en el portaequipajes. Después me siento en uno de los asientos que está frente al tuyo, en diagonal, dejo mi bolso de mano en el asiento de al lado y me quito el abrigo largo que llevo y la bufanda.
Me observas con disimulo, llevo unos zapatos negros de tacón alto, muy elegantes, y un vestido camisero corto y negro, ceñido a la cintura con un cinturón rojo. El pelo lo llevo suelto, aunque me he puesto un lazo también rojo a modo de diadema, que me da un toque inocente e infantil. Te fijas en mis medias con costura atrás y te imaginas qué ropa interior llevaré, no ves ninguna marca por lo que supones que llevo uno de esos tangas minúsculos. Intentas pensar en otra cosa porque te parezco demasiado joven y yo noto que miras a todas partes menos a mí. Mientras tanto te observo, noto que el calor del vagón hace mella en ti y te has desabrochado varios botones. Me entran ganas de levantarme y desabrocharte los demás, me he fijado en ti desde el primer momento, eres bastante mayor que yo y eso me gusta y además he notado que me mirabas con deseo. Me imagino qué cara pondrás cuando follas y decido provocarte un poquito, la verdad es que estoy un poco excitada entre el calor y esas miradas lujuriosas. Me voy desabrochando botones poco a poco para que vayas viendo parte de mis tetas y no puedas evitar mirarme. No lo puedes evitar y me acabas mirando descaradamente a los pechos, que se agitan demasiado entre mi aún agitada respiración y el traqueteo del tren. Tú te quedas hipnotizado mirándolos y yo te miro a la cara mordiéndome el labio inferior, como dándote permiso para que disfrutes del espectáculo. Mis grandes pezones se están poniendo duros y se marcan bajo la tela del vestido y sé que eso te calienta, seguro que estás fantaseando y preguntándote cómo serán, si serán rosados, si te dejaré probarlos.
Después de un buen rato de calentón visual, aparece el revisor pidiendo los billetes. Tú te pones a buscar el tuyo en tus bolsillos y yo cojo el bolso para buscar el mío. Con lo sobresaltada que estoy se me cae y todo su contenido queda esparcido por el suelo, entre tu asiento y el mío. Voy rápidamente a recogerlo y tú no puedes evitar fijarte en mis tetas al inclinarme, viendo parte del pezón derecho. Son más grandes de lo que parece, te da la sensación de que es la aureola más grande y rosada que has visto nunca. Tú sorpresa crece cuando al ayudarme a recoger las cosas, entre libros, cartera, y demás, ves un vibrador, que con el movimiento del tren acaba debajo de tu asiento. Le damos los billetes al revisor que no se percata de nada, solo me echa varias miradas claras al canalillo y me llama señorita cuando sé que está pensando en lo zorra que soy enseñando todo eso, se marcha sin más. Tú coges el vibrador de debajo de tu asiento, te quedas mirándolo, te parece enorme y por tu mente pasan miles de ideas. Me lo devuelves, – esto debe de ser tuyo, cielo. Yo me sonrojo y lo guardo otra vez, creo que están todas las cartas sobre la mesa y me fijo en que ha sido el detonante para que tengas una erección de infarto. Se marca un pene duro y grande bajo tus pantalones oscuros. A mí me excita tanto que automáticamente noto como se moja aún más mi coñito. Decido abrir las piernas y dejarte ver lo que hay. Ves que llevo un liguero con las medias y puedes ver parte del tanga, que no tapa apenas mi coño totalmente depilado. Saco una piruleta y me pongo a chuparlo como si de tu pene duro se tratara. Tú te excitas muchísimo, parece que tus pantalones van a explotar de un momento a otro. Permanecemos en esa situación un rato, hasta que quedan unos 10 minutos de viaje. Entonces me levanto para ir al baño y te susurro al oído mientras que mi pecho derecho roza tu hombro, prácticamente se apoya en él – Voy a traerte un regalo, espérame. – Esperaré a ver qué es, eres una buena zorra. Mientras que esperas a que vuelva escribes en un papel la dirección de tu casa y una hora: Las 22:30. Cuando vuelvo del baño de meto en el bolsillo mi tanga lleno de mis flujos, que me he quitado expresamente para ti. Excitadísimos llegamos a nuestro destino. Me arreglo y me pongo el abrigo de nuevo y me ayudas con la maleta. Me entregas la tarjeta y me dices al oído: – No faltes a la cita, pequeña zorra. Disimuladamente para que nadie se percata, mientras que esperamos a que el tren frene del todo me agarras una nalga, hundes la mano entre mis piernas y me tocas el coñito, mojándotela muchísimo. Me observas mientras que bajo del tren, lo formal que parezco con ese abrigo, y ves como un chico se abalanza hacia a mí y me saluda efusivamente, deduces que es mi novio y aún te pones más cachondo imaginando que soy una verdadera zorrita y que me voy a dejar hacer de todo, sabiendo que mientras que lo saludo no llevo ropa interior, ya que está en tu bolsillo.
No ibas desencaminado…A las 22:30 estaba en tu casa. Me recibiste con el torso desnudo y unos pantalones negros, elegantes. Yo llegué con el mismo abrigo, pasé a tu casa y cerraste la puerta. Me empujaste contra la puerta, una vez cerrada y me cogiste de las muñecas con una de tus fuertes manos, mientras que me explicabas que esa noche iba a hacer todo lo que tú ordenases, y que sabía que iba a disfrutar porque a las putas como yo nos gusta la marcha. Yo asentí y mi cara de deseo fue evidente, tenía ganas de hombre de verdad. Con la otra me desabrochaste el abrigo y quedaste fascinado al ver que debajo tan solo llevaba un conjunto de ropa interior muy atrevida, el liguero y las medias. Eso sumado a los zapatos rojos de tacón que me había puesto había que pareciera una auténtica puta. Sacaste mis tetas del sostén sin quitármelo y te centraste en ellas. Las recorriste con tu lengua, chupaste, manoseaste…mientras me decías –Vaya tetas tiene la zorrita, son enormes, ¿sabes? Tu cuerpo está hecho para follar.-Pues entonces fóllame, ya sabes lo que me gusta. – Te pone cachonda que me vuelva loco con este par de ubres, ¿verdad? – Sí, puedes hacer lo que quieras con ellas, lo que quieras. –Están duritas, los melones de la zorra son duros…y tus pezones son como biberones… !Además grita de placer mientras que amaso estos pedazo de balones!
Cuando mis tetas están enrojecidas, decides azotarlas, y eso hace que grite literalmente, sabes como ponerme a 100. Me pides que me quede quieta y vas a buscar algo a tu habitación. Vuelves con un collar que me colocas en el cuello, con una cadena. Te vuelves a encaminar hacia la habitación portando la cadena y lógicamente yo te sigo con los pezones durísimos y deseando que vuelvas a chuparme. Cuando llego me sorprendo gratamente, has colocado unas esposas en el cabecero de tu cama y yo me dejo atar encantada. Tú te sientas a horcajadas encima de mí, debajo de mis tetas, reposando tu miembro en ellas. –Qué te parece mi rabo, ¿zorrita? –Bien, me encanta. (te acercas a mi cara) – Sólo eso?? – No, es fantástico, y está durísimo. –¿Sólo eso? (cada vez que me haces esa pregunta me das en las mejillas con él) – No, es uno de los mejores penes que he visto, quiero sentir esas venas en todos mis agujeros. – ¿Sólo eso? – Quiero que me llenes, que te corras en mí, quiero sentir cada centímetro de carne. Quiero que me partas en dos con él, quiero notarlo en mi garganta, en mi coño, en mi culito…lo quiero todo para mí. – Muy bien, puta. Me lo metes en la boca, de repente, sin preámbulos lo noto en mi campanilla, te has puesto excitadísimo y está enorme. Como puedo lo chupo, al estar atada tú llevas el ritmo, me coges del pelo y me guías. Me estás follando por la boca. Noto tu carne caliente y dura, cálida, muy apetecible. Estoy excitadísima, mientras que me follas la garganta me agarras el pelo con una mano y con la otra me tocas las tetas, sobre las que casi estás sentado. Tus huevos hacen de tope contra mi barbilla y tu ritmo va subiendo. Te entretienes un rato en mis tetas sin dejarme tocar tu pene y luego vuelves a la carga. Haces que te lama los testículos, me voy metiendo un huevo en la boca y otro, aleatoriamente, tú quieres que tenga toda la masa en la boca, todo el escroto. Es casi imposible porque tienes unos huevos potentes, me preguntas: – Quieres que te lo meta todo en la boquita esa tan rica? – Sí, síiii, mételos. – Lo quieres de verdad? (en este caso dejas tus huevos colgando sobre mi cara) – Sííiiii, por favor. – Muy bien, putita. Y los metes poco a poco, casi me ahogo y me da la tos, pero al final lo consigues. Yo muevo la boca y la lengua dentro de lo que puedo y tú estás en el séptimo cielo, tu cara te delata.- Mira como disfrutas comiéndome el culo. Eres una guarra de primera. Cuando te cansas te sientas encima de mi cara, yo lamo con ansia la parte de detrás de tu escroto, tu perineo, tu ano. Y a ti parece gustarte porque estás un buen rato así. Cuando vuelvo a notar tu masa de carne palpitar lo vuelves a dejar, parece que aún no quieres correrte. Entonces te levantas y de acercas a mi coño. Lo miras y me dices que me lo vas a comer hasta que me duela de tanto placer. Eres un experto en la materia y pierdo la cuenta de las veces que me he corrido. Las sabanas están chorreando y mis piernas tiemblan sin cesar.
No dejas de hablarme a intervalos, de decirme lo puta que soy y hablando de lo que me gusta que me jodas con la lengua.
Con la boca llena de mis flujos, de hecho chorrean por tu barbilla, vuelves a mis tetas, y metes la polla entre ellas. Sujetándolas haces una cubana monumental. Cuando no puedes más te corres en ellas. Mientras que te ruego que me inundes con tu leche. Tu corrida es inmensa, tanto tiempo retrasándola hace que salga tu semen caliente a borbotones. Al sentirlo gimo de placer, sabes hacer que este constantemente como una perra en celo.
Me dejas pringada con tu leche y bajas a mi vagina de nuevo, mi clítoris está a punto de estallar. Esta vez además de lamerme, chuparme y penetrarme con tu lengua con maestría, comienzas a meterme dedos, poco a poco. Hasta que tienes toda tu mano dentro de mí, un puño que mueves y que me hace gritar de placer y de dolor al principio y de puro placer salvaje más tarde. Te pido que por favor no pares mientras que el sonido de esa fuerte mano moviéndose en mi interior inunda la habitación. Me corro de tal forma que mis flujos resbalan por tu brazo. El olor a sexo debe inundar ya todo el edificio. Tras varias corridas yo siento que estoy al borde de mis fuerzas, creo que de seguir así podría alcanzar el nirvana sin esfuerzo. Tras un rato quiero sentir tu piel contra la mía y tu peso encima de mí y te ruego que me penetres. Lo haces fuerte, duro, cambiando de ritmo a tu antojo y de mil maneras. Pellizcando mis tetas, dándome azotes, y gritándome cosas sin parar. Me tienes loca de placer, cada vez noto tu polla más dentro, tus embestidas son de campeonato, me da la impresión de que tus huevos van a acabar también dentro de mí, que el tope va a ceder. Después del puño mi coño se ha expandido de tal forma que no noto ningún tipo de malestar ni de fricción negativa en mis entrañas. Disfruto al máximo de tus embestidas y tu también gimes entre palabras y pollazos. Por fin me besas, metes tu lengua hasta mi garganta, compartimos sabores, tu boca sabe a coño, a mi coño, y el sabor de tu polla impregna incluso mi paladar. Es delicioso, tu lengua prácticamente penetra mi boca. Se te ocurre algo para aumentar el placer. Después del puño nos vemos capaz de todo. Vas a por mi bolso, tirado en el recibidor, y compruebas que allí sigue el vibrador. Decides introducírmelo en mi coño de zorra a la par que tu polla. Nunca lo había hecho y grito como nunca. A ti te excita sentir otra polla en mi interior, es de gelatina y realista, y me penetras hasta la extenuación. Definitivamente no sé cuantas veces me corro, estoy casi en un estado permanente de éxtasis, y siendo sinceros también agotada. Sales de dentro de mí, te vuelves a acercar a mi cara y te corres en mi cara y boca. De nuevo unos chorros descomunales salen de ti, es impresionante. Observas como me lo trago y lo saboreo y como se queda en mi cara a lo que no llego con mi larga lengua.
Estamos cansados y me sueltas para que pueda ir al baño, con la condición de que no me limpie ni las tetas llenas de esperma, ni la cara. Cuando vuelvo comemos algo. Has preparado un menú especial, fresas que tomas directamente de mi coño, plátanos que me obligas a chupar antes de comer, etc. Después de semejante menú volvemos a excitarnos, especialmente cuando me ves tomar fresas mojándolas en los chorretones de tu semen que tengo por todas partes. Vuelves a atarme a la cama y me follas. Primero me obligas a sentarme en tu cara y me lames todo, te centras en mi ano, que acabas penetrando con la lengua y luego con los dedos. Me metes el vibrador por detrás y me follas por el coño, con ansia. Te encanta sentir el pollón de goma. La separación entre ambos es muy fina y te pones super cachondo pensándolo. Te das cuenta de que grito más cuando me la metes despacio y profundo. Estás así muchísimo tiempo, te resistes a parar hasta que no te lo pida. Después de mucho rato te acabas corriendo en mi interior, esta vez evidentemente muchísimo menos, ya habían sido muchas aventuras por hoy. Estabas a gusto, dejaste tu pene dentro de mí un rato, mientras que descansabas sobre mis pechos. Poco después te quedaste dormido, con tu pene en mí, sin sacar el consolador de mi culito, atada y llena de leche ya fría. Pensé en despertarte pero me gustó estar así un ratito. Aunque al final me dormí y pasamos horas y horas dormidos, estábamos agotados.
Cuando me desperté estaba destrozada, y tú me follabas. Te habías despertado y al ver la situación y estar completamente recuperado, decidiste follarme de nuevo. – Hombre, si por fin te has despertado, zorra durmiente. Me regañas por ser tan zorra de no avisar y dormir así y me sueltas de la cama. Me coges en brazos, me agarro a tu cintura con mis piernas y mis tetas están a la altura de tu cuello. Nos dirigimos a la bañera. Nos metemos allí y me ordenas que me ponga a cuatro patas. Empiezas a orinarme encima, sabes que me gusta, y luego me obligas a chupártela. Una vez vuelves a estar excitado me la metes por el culo, sin avisar y sin ningún cuidado. Noto que me has partido en dos y me encanta. Estamos así por largo rato hasta que eyaculas en mis entrañas. Después te vas y me dejas que me duche a fondo, por fin me he quitado el semen reseco de ayer. Cuando vuelvo a la habitación estás perfectamente vestido y arreglado, con el tanga del tren y el del día anterior en la mano. Me dices que te los vas a quedar y que ya me puedo ir. Me pongo el sujetador y las medias, me tapo con el abrigo y me voy de tu casa con todo dolorido pero con una sonrisa de oreja a oreja.
Felicidades, un buen relato….
que relato tan guarro…estoy empapada
Lindisimo relato, me ha encantado, lo mejor que lo cuentas, como que el leyente es el que te lo hace, eso excita mucho preciosa, como puedo contactar con vos?
Me ha puesto a mil tu historia, tanto la primera parte en el tren, como la segunda parte en el apartamento. Me he imaginado en ese tren mirándote, deseándote y luego consumando ese deseo. Gracias, has logrado excitarme de verdad. Muy buen relato.