Quisiera contarles una bonita experiencia que viví en mi juventud, y que rememoro constantemente, pese a que en la actualidad, con 45 años, casado y con tres hijos, soy un hombre feliz. Sin embargo, el recuerdo de mi aventura sexual y amorosa me permite gloriosas masturbaciones en mis momentos de soledad. Mi nombre es Pablo, y con 20 años ingresé en una academia militar. Era joven y tenía una hermosa vocación de servir a mi patria. Todos los chicos que ingresamos ese año traíamos parecidas ilusiones y temores. Además, por nuestra juventud, y la gran mayoría inexperiencia sexual, el hecho de estar encerrados de lunes a viernes en una academia militar donde no había más mujeres que las señoras de la limpieza, mayores y feas, nos tenía a todas horas con las hormonas alteradas.
Por esas casualidades que tiene la vida me tocó compartir la habitación con José Antonio, un chaval la mar de majo. José Antonio era más o menos como yo de alto, 1,80 metros, delgado y de piel blanca y fina. Tenía un aspecto aniñado, casi femenino, pero no amariconado. Pese a su aspecto frágil era cinturón negro de judo, por lo que bromitas con él las justas.
No sé quien fue el primero en difundir el rumor, pero si tengo claro el hecho de que si le afectaba, José Antonio sabía disimularlo. De carácter tímido y retraído, los comentarios sobre su posible homosexualidad nunca parecieron molestarle. Si bien se trataba de un discreto rumor en la academia que nadie desmentía pero tampoco se magnificaba.
El hecho de compartir cuarto con alguien señalado como gay me producía cierta incomodidad, pero yo también entonces era tímido y discreto, así que nunca comentamos el tema. Una vez le pregunté si no le molestaba, y me respondió que no iba a perder el tiempo con esas tonterías, pero tampoco negó las acusaciones.
Yo la verdad es que siempre me he considerado heterosexual, pero no negaré que algunas veces había tenido ciertas fantasías, e incluso de más joven tuve ciertos contactos no muy inocentes con un primo (unas pajas e incluso un atisbo de torpe mamada que le hice). Así que empecé a fantasear con mi compañero de habitación.
Al cabo de unos meses en la academia, José Antonio y yo llegamos a hacernos buenos amigos. Los rumores sobre su homosexualidad desaparecieron y los dos, de carácter similar, aunque él bastante más retraído que yo, congeniamos bastante. De todas formas nuestra relación se limitó al ámbito de la academia. Los fines de semana yo salía de copas con otros amigos y el se iba a un piso de alquiler que compartía con su hermana Marta, que estudiaba en la Universidad local, pero algunos fines de semana volvía a casa de sus padres y José Antonio se quedaba el piso para él solo. Así que solía encerrarse en su piso a leer y ver la televisión.
Un día en la academia, después de cenar estábamos en la habitación los dos solos estudiando. No recuerdo porque tontería empezó la discusión. Pero recuerdo perfectamente el momento en que cometí el grave error (aunque desde luego no me arrepiento para nada dadas las consecuencias del mismo) de llamarle maricón de mierda. José Antonio me dio una bofetada tan rápida que no pude esquivarla. Intenté devolverle un puñetazo, pero el judoka experto me inmovilizó con una llave sencilla.
Así pues acabé en el suelo tumbado bocarriba con José Antonio sentado sobre mi pecho. La situación era bastante tensa. Además los dos llevábamos un ligero pijama de verano, por lo que notaba perfectamente su polla apoyada en mi pecho. Pese a lo violento de la situación sufrí una erección importante. El contacto con su piel cálida y suave, su aliento sobre mi cara cuando me insultaba, y sobre todo su polla en mi pecho me pusieron tremendamente caliente. Él me decía:
– ¿Crees que soy un marica verdad?¿Lo crees?
– Perdona José Antonio, no lo decía en serio.
– Pero dime ¿lo crees o no?
– No es asunto mío
Entonces me dio una sonora bofetada, que resultó aún más humillante que la primera.
– Te diré una cosa. Sí soy homosexual, pero hay muchas clases de homosexuales, y yo soy de los que dan, no de los que reciben
– No sé que quieres decir – dije desconcertado.
– Lo sabes perfectamente mariquita, he visto como me miras y sé que en el fondo tú eres de los que se muere por un buen rabo – dijo.
– ¡Qué coño dices!¡Yo no soy como tú! – intenté defenderme.
– Jajaja, claro que no. Yo soy un lo que llaman un gay activo, y tú vas a ser mi mujercita
Estaba alucinado. Había pasado de tener un compañero de habitación gay y tímido a estar a punto de que ese mismo hombre me poseyera a mí. Dicho eso José Antonio sacó su polla del pantalón y la puso frente a mi rostro. Era una polla bonita tengo que decirlo. No muy larga ni muy gruesa, con aspecto delicado, suave. El capullo le asomaba tímidamente debajo de la piel. Yo no sabía que hacer.
– Vamos, no disimules, lo estás deseando – me dijo mientras sobaba mi polla con su mano izquierda – mira que empalme tienes guarrilla.
– ¿No sé que quieres que haga?
– Chúpamela – me ordenó.
Acercó la punta hasta apoyarla en mis labios. Sabía que lo que hiciera en ese momento sería definitivo, no habría marcha atrás. Incorporé el rostro para acercarme a su verga. Saqué la lengua y chupé su capullo, húmedo ya. Él tiró de la piel atrás y liberó del todo el capullo. Entonces me lo metió entero en la boca. Comencé a chuparlo como un chupachups. Estaba caliente, suave, algo salado de su líquido preseminal. Me sentí excitado, dominado por ese hombre aparentemente sensible que en realidad era duro como una roca.
– Sabía que eras una putita desde que te vi, mira como te gusta mamar polla..
– Sí me gusta.
Entonces sacó la polla de mi boca y se inclinó sobre mi rostro. Acercó su boca a mi boca y me susurró: Tú y yo vamos a ser muy felices juntos ¿sabes? – y supe que eso era exactamente lo que quería. Ser felices juntos. Entonces me besó. Fue un beso cálido. Su lengua, suave y caliente como todo él, humedeció mi boca. Jugueteó con mi lengua tornándose cada vez más apasionado. Aflojó la presión sobre mí y se levantó. Se sentó en una silla y me ordenó que me arrodillara ante él.
Ahora me vas a mamar la polla como una buena chica – Empezó a hablarme como si yo fuera una mujer. Me tenía totalmente hipnotizado. No sabía como había pasado de ser un heterosexual condescendiente con mi compañero gay, a ser una putita entregada a este hombre de aspecto delicado pero con una fuerza espiritual asombrosa. Me tenía arrodillado ante él casi rogándole que me dejara hacerle una felación.
Cogí su polla con las dos manos y me la metí en la boca. Comencé una mamada como las que había visto en las películas porno. Era súper excitante. Sentir esa polla entrar y salir de mi boca. Me pidió, me ordenó, que le chupara los pies, después los huevos. Todo lo hice con sumisión y placer. Ese hombre me tenía en sus manos. Después cogió un tarro de vaselina perfumada y me ordenó que me cubriera los labios con ella y con la boca le untara la polla de vaselina. Lo hice con idéntica sumisión. Después me ordenó que me pusiera a cuatro patas. Una vez hecho, noté como me introducía un dedo, luego dos, en el culo. Me dijo:
– Un culito tiene que estar bien lubricado la primera vez ¿sabes?
– Si amor, lo que tú digas
– ¿Quieres que te folle?
– Sí por favor, fóllame – le rogué.
Entonces apoyó la punta de la polla en mi culo.
– Agáchate para que entre mejor
Puse el culo en pompa y él introdujo el glande dentro. Noté un leve dolor, pero como su polla no era muy gorda y tenía bastante vaselina entró con cierta facilidad. Él empujó un poco más hasta que pude notar su vello púbico en mi culo e incluso sus huevos chocando con mis nalgas.
– ¿Qué sientes preciosa? – preguntó.
– Placer, placer, mucho placer amor mío. Como he podido vivir todos estos meses sin tener tu polla. ¿Por qué me has privado de este placer?
– Tenía que estar seguro de que estabas listo para mí.
– Pues lo estoy, quiero ser tuya, quiero ser tu hembra para siempre.
– Lo serás cariño
Empezó a bombear hasta que finalmente noté una oleada de calor en mis entrañas. Él se aflojó y salió de mi culo. Un chorro de su semen goteó de mi ano perforado.
– Límpiame la polla
– Si voy al baño a por papel
– Con la boca cariño, con la boca
Dudé un poco, pero estaba muy caliente, así que me introduje su polla rebosante de semen en la boca y la mamé hasta dejarla limpia. Su semen era como todo en él, suave y cálido, ligeramente agridulce. Se la chupé hasta que se empalmó otra vez. Fue increíble, volvió a correrse y esta vez en mi boca. Y me corrí a la vez con él sin que me tocara.
Fue un placer extraordinario. Esa noche dormimos juntos abrazados, asumiendo el riesgo de que nos descubrieran. A la mañana siguiente al levantarnos nos besamos apasionadamente.
– Dime que no ha sido un sueño – le dije
– No, amor, no lo ha sido, pero recuerda, ahora eres mi mujer y harás lo que yo te diga. En la academia seremos dos cadetes más. Nadie jamás sabrá nada. Cuando estemos a solas harás lo que yo te ordene, y los fines de semana que no esté mi hermana vendrás a mi apartamento donde serás mi esposa. Cocinarás y limpiarás para mí. Me lavarás la ropa, y me satisfarás cuando y como yo quiera.
– Sí amor, lo que tú digas – estaba tan enamorada en ese momento que sus palabras me emocionaron y me excitaron.
– Para que recuerdes quien eres, te pondrás esto debajo del uniforme en todo momento, menos para ir a gimnasia, para no levantar sospechas.
Mientras decía eso me entregó unas braguitas negras de encaje tipo tanga. Eran suaves. Me las puse debajo del uniforme. Durante toda la semana estuve inquieto. Por una parte mi enamoramiento de José Antonio me tenía loco, todas las noches hicimos el amor. Durante el día el roce de las braguitas me excitaba y a la vez me asustaba por si alguien las descubría. Además sólo el pensar en el viernes me hacía empalmarme.
Por fin llegó el viernes. Salimos por separado como siempre. A mis colegas de siempre les mentí con una excusa, y a eso de las ocho de la tarde llegué al piso de José Antonio. Me estaba esperando, vestía de sport con unos vaqueros y una camiseta de algodón. Tenía el mismo aspecto delicado y elegante de siempre. Me pregunté qué hacía yo allí, a punto de entregarme a ese hombre como mujer, cuando hace apenas una semana estaba en los baños de un pub follando con una francesa y bebiendo cubatas con los colegas. En el fondo no me sentía gay, puesto que me seguían gustando las tías. Tan sólo era una especie de atracción morbosa que sentía hacia José Antonio que me hacía participar en una especie de juego de rol en el que yo desempeñaba el papel de una mujercita sumisa. Era divertido y excitante, pero no algo definitivo. No pensaba en cosas como salir del armario, conocer a su familia. Tan sólo era nuestro juego secreto.
Estaba en esos pensamientos cuando José Antonio me dijo:
– Vístete
– ¿Cómo? Ya estoy vestido.
– No tonta, vístete como lo que eres: mi mujer
– ¿Cómo hago eso?
– Ven – me dijo.
Me llevó a una habitación que por su decoración pertenecía a una chica de nuestra edad, póster de actores guapos, decoración femenina pero moderna, etc. – Joder, pensé, es la habitación de su hermana. Recordé que me había contado que vivía con su hermana, pero que ésta se iba al pueblo cada dos fines de semana.
– Mi hermana es alta como nosotros y algo grandota. Su ropa te queda bien seguro. Te doy veinte minutos. Dúchate, maquíllate, vístete sexy y ponte esta peluca que he comprado y te irá bien – era una peluca de pelo negro liso corta.
Así que me pinté con cierta sutileza, no quería parecer una puta, me puse unas braguitas rosas un sostén que rellené con unos calcetines, unos pantys ajuego. Después me puse un vestido entallado de manga corto y sin hombreras. El conjunto resultó mejor de lo que pensaba. Parecía un travestí, pero discreto.
Cuando José Antonio me vio sonrió. Me dijo que estaba muy sexy y me besó en los labios. Después me mandó que le preparara la cena y una copa. Así lo hice. Luego vimos una película juntos, abrazados. Dormimos en su cama de matrimonio después de hacer el amor. Se comportó como un marido cariñoso y yo como su mujercita. Durante el sábado follamos cuatro veces. No podía separarme de él. Me encantaba besar sus labios, chupar su polla. Follamos en todas las posiciones: yo tumbado bocabajo y el encima. A lo perrito. Yo bocarriba y con las piernas sobre sus hombres. Pero la que más me gustó de todas fue cuando él se sentó en una silla y yo me senté sobre él, de frente. Apoyé mi culo en su polla y poco a poco fui descendiendo hasta empalarme en ella. Así estuvimos durante una hora. Él dentro de mí mientras nos besábamos tiernamente. Me encantaba que se corriera dentro. Notar su semen escurrirse entre mis muslos, chupar su polla después para limpiarla y saborear su dulce leche. Fue un fin de semana muy feliz que repetimos cada dos semanas.
En la academia nos comportábamos con discreción, hacíamos el amor casi todas las noches. Sus braguitas me recordaban a quien pertenecía yo. A veces le hacía una mamada furtiva, y su sabor me duraba en la boca durante horas. O él se hacía una paja y me daba sus dedos para que chupara su semen. Los fines de semana (dos al mes) éramos un matrimonio perfecto. Los otros dos fines de semana recuperaba mi lado masculino y salía de copas y a buscar tías con mis colegas de antes. Pero en el fondo deseaba estar en mi casa con mi marido.
Un fin de semana me dijo que teníamos invitados a cenar. Yo me puse nerviosa. ¿Qué dirán de mí? Vamos a romper nuestro secreto. Él me tranquilizó, me dijo que eran los vecinos de arriba, que sabían de su condición sexual y ya conocían mi existencia, por lo que no había problema.
Así que esa noche hice cena para cuatro. Mónica y Juan vinieron a las nueve. Mi marido me presentó como Paula, su novia. Mónica y Juan me trataron toda la noche como si fuera una mujer. Incluso llegué a pensar por momentos que se lo creían, aunque era evidente que eso era imposible. Mónica me ayudó a recoger la cena mientras los hombres bebían y fumaban. Incluso estando a solas ni una sola vez hizo referencia a mi condición de hombre. Me dijo que me quedaba muy bien el vestido, que llevaba un color de labios que me favorecía, criticamos a los hombres, etc. En definitiva actuamos como dos amigas. Durante el año que estuve en la academia repetimos muchas veladas de esas. Incluso tuve ocasión de tener una aventura “lesbiana” (que locura) con Mónica en secreto.
Cuando acabó el año, José Antonio y yo fuimos destinados a diferentes lugares, y aunque mantuvimos la amistad y el contacto, nuestro “matrimonio” se disolvió. Nos encontramos varias veces años después en eventos profesionales e incluso hicimos el amor varias veces, pero nuestra aventura sexual quedó en el pasado. Hace ya ocho años que no hemos coincidido. Algún email, poco más. Mi vida actual es muy feliz y no la pondría en peligro (mi mujer no conoce mi secreto), pero no me arrepiento del año en que fui la mujercita de José Antonio.
Espero que les haya gustado
Pablo
me gusto mucho!!!