Parejas liberales. Mi esposa y yo, después de tanto fantasear en la cama, decidimos visitar un club swinger, eso fue cuatro años atrás.
Ya hemos ido dos veces a uno de ellos que se llama Platoo»s, que por desgracia nos enteramos que fue cerrado recientemente, y a otro llamado Trapezee. La primera vez que entramos a Platoo»s estábamos muy nerviosos. Fantasear es una cosa pero ir a realizarlo es otra. Pero allí estábamos ese sábado, el cual es el día en donde solo se puede entrar solamente con su pareja. Después que nos dieron un tour por el lugar decidimos ir a la barra a darnos unas copas del vino que habíamos llevado. Como a los cinco o diez minutos de estar ahí se acercó un tipo norteamericano para preguntarnos si su esposa podía mamarse a la mía en uno de los tres cuartos privados que hay en el local.
Mi esposa, que para ese tiempo contaba con 26 años de edad, tenía un blue jean blanco ceñido a su piel y su cuerpo, bien atendido en el gimnasio, resaltaba de forma espectacular. El culo de ella no tiene que envidiarle nada al de Jeniffer López, lo mismo que su linda cara y su larga cabellera negra. No es pechugona, pero tiene sus pechos lindos. El papel aguanta todo lo que uno le pueda escribir, pero para nada estoy aquí exagerando al decirles que mi esposa es muy linda y esta buenísima.
Cortésmente le dijimos que no al tipo, no sin antes mirar a la joven esposa del gringo que no estaba mal pero en realidad a mi esposa no le interesaba tener nada lésbico. Esa noche fuimos relajándonos y recorriendo el lugar sin encontrar a nadie que nos gustara para hacer un intercambio, aunque a decir verdad no estábamos preparados para ello, y menos mi esposa. Lo único que estábamos haciendo era dar un paso y a lo más que llegamos fue a quedar en toallas en la parte de atrás del lugar y meternos a uno de los cuartos privados solos ella y yo.
Adrede yo había dejado la puerta sin seguros para que alguien entrara y nos viera y a la primera que abrieron la misma mi esposa ya no pudo relajarse más, por lo que decidimos abandonar el lugar.
En otra ocasión fuimos un jueves al otro local, Trapezee. Ese día podían entrar, además de las parejas, las personas que fueran solas. No había mucha gente en el local así es que después de un rato decidimos pasar a la parte más privada, para la cual hay que estar por lo menos en toallas. Habían varias parejas pero ninguna nos llamó la atención. Hombres solos sí habían unos quince o veinte. Cuando vieron a mi esposa fueron despojándose de sus toallas para mostrar sus vergas. Había uno de ellos que no era tan alto como los demás y que era de la raza latina, poseedor de una verga de buen tamaño y grosor que a mi esposa le gustó. Nos paramos frente a los cuartos privados a lo que limpiaban los que estaban desocupados. Mientras esto ocurría se acercó un norteamericano (vivimos en Estados Unidos en el estado de la Florida) a proponernos un intercambio, pero no era lo que esperábamos para nuestra primera vez. Los hombres pasaban por nuestro lado ya con sus fusiles al descubierto a ver si me esposa se decidía a probar alguno de ellos.
La persona que estaba haciendo la limpieza de los cuartos nos dijo que ya podíamos entrar y así lo hicimos. En esta ocasión ya adentro puse el cerrojo para que mi esposa se pudiera relajar. Comenzamos a prepararnos besándonos. A medida que se calentaba la acosté en la cama y dejé que ella me mamara primero. Luego fui yo el que comenzó a mamarle su rajita que ya estaba mojadita de la excitación. Cuando estaba cerca del orgasmo paré y fui hacia su boca para besarla. No quise que acabara para que estuviera caliente y así cediera a meterse otra verga que no fuera la mía. Mientras la besaba le pasaba mi pinga por encima de su rajita para excitarla aún más y comencé a incitarla para meter a otro en el cuarto:
«¿Cuál te gustó de los que están ahí afuera?», le pregunté excitado y dándole la confianza al decirle, antes de que me contestara, que yo quería verla clavada con otro.
«El muchacho que parece que es latino está bueno», fue su respuesta, entretanto yo seguía besándole su boca, cuello y tetas, mientras continuaba también pasándole mi verga por su rajita mojada.
Cuando ya estaba super excitada y me rogó que ya la clavara me levanté para abrir la puerta y hacer pasar al muchacho que le gustó… pero ella reaccionó y me dijo que no. «No estoy preparada para que otro me lo meta. Todavía no. Quiero que tú me claves», me pidió. No quise forzarla porque no es así como deben ser las cosas, por lo que procedí a taladrarle su rajita que estaba mojada y ávida de pinga, y que por esta vez era la que ella quería…. la mía.
Sí afuera del cuarto estuvieran los dos novios que ella ha tenido y que han sido los únicos otros que se la han culeado, ella hubiera dicho que sí. Especialmente el que se llama Cesar pero que vive en Barcelona, España, y del que solo se sabe que maneja un camión allá desde que salió de Ecuador… ese es el que a ella le gustaría que se la coja nuevamente.
Mientras tanto en otra ocasión que fuimos al club platoo»s algo nos pasó… pero eso lo contaré luego.
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