Estaba desnudo sobre la cama, cuando ella me dijo:
-Hoy te toca a vos amorcito.
Mientras comenzaba a desvestirse lentamente. Ella sabía que esas palabras provocaban una corriente de electricidad en todo mi cuerpo, y la ansiedad se aceleraba mientras demoraba en quitarse la ropa. Es que con mi amor, disfrutábamos dándonos placer mutuamente, y cuando a mí me tocaba, sabía que iba a ser suyo, que mi cuerpo le iba a pertenecer por la eternidad que duraran sus caricias, que la yema de sus dedos iba cargar de electricidad cada célula de mi cuerpo, que con uno solo de sus dedos lograría entrar y erizar lo más profundo que alguien ha llegado en mí, que su lengua hurgaría mis entrañas revolviendo todo el placer que se puede recibir, para luego ser penetrado dominado, ser pasivo y suplicante de su amor para siempre.
-Ponete boca abajo mi vida.
Podría tardar siglos explicando las sensaciones que inundan ese momento de gloria, que es la antesala al cielo. La sensación de sumisión que me embriaga, el poder tremendo que ejercen sobre mí esas palabras, con las cuales no necesita cuerdas ni látigos para transformarme en un ser obediente que le pertenece. Su demora y tranquilidad juega con mi ansiedad. Mi vello ya está erecto tratando de aspirar sus dedos para que rocen mi cuerpo, mientras miles de energías recorren mi piel como viboritas alborotadas.
-Con las almohadas levanta la colita.
Fueron sus palabras, mis palabras favoritas, que me avisan que todos los placeres del universo van a colarse, enterrase, atravesar y pasar por mi agujero, para dar a luz una estrella flotando en el aire. Me imagino su sonrisa camuflada de alegría, continua haciendo los preparativos, pausados disfrutando ese momento del mayor poder que un ser humano puede tener, poseer de otra persona su voluntad confianza y conducta para entregarse al amor. El sonido del encendedor me avisa que se entretiene prendiendo una vela, un incienso y luego apaga las luces. Busca un CD, despacio, para poner una música lenta, como lentas van a ser las caricias con las que me va a dominar.
La habitación está semi oscura. Mis ojos están cerrados pues los únicos sentidos que tienen derecho a participar ahora son mi piel y oídos. Oídos que me hacen temblar cuando escucho que abre el cajón. Que momento. Las cremas y los aceites salen del mismo y las olas que se provocan en mi cuerpo me mantienen con la colita en el aire, para dar paso al momento sublime en el cual mis oídos me regalan la nueva presencia esperada del consolador y el arnés que devoraran mis vísceras. Nuevamente quisiera que el tiempo se detuviera allí, cuando espero para ser suyo, cuando el deseo psicológico me lleva al éxtasis, cuando ella genera con cada movimiento lejos de mi cuerpo que mi alma le pertenezca, cuando ella se empieza a sentir un hombre y caminar como tal, mientras disfruta y goza de mi deseo. Mi deseo le pertenece, y lo sabe.
Siento que se está poniendo el arnés aunque falta mucho para usarlo. Es por un lado una preparación psicológica de ella, y por otro un nirvana para mí. Todas las viboritas que recorren mi piel se juntan en mis nalgas, mientras mi ano hace gárgaras para expulsarlas y mi cuerpo como cuerda de guitarra da su primera nota, vibrando al compás de la música.
Empieza a caminar alrededor de la cama, con su protuberancia colgando, sintiendo mis vibraciones y deleitándose como quien observa un postre antes de comerlo, mientras continúa jugando con mi deseo. Oigo que se detuvo y mi pasividad me hace sentir que cada mili segundo, son días para que llegue el momento sublime del primer roce.
Sigo acostado boca abajo, con las almohadas levantando mis nalgas y han pasado varias vidas desde sus primeras palabras. Se queda parada tras de mí. Sé que eso quiere decir que debo abrir más las nalgas, con lo cual abro bien las piernas y el aire que me acaricia el ano me hace vibrar nuevamente. Toda la energía de mi cuerpo se concentra en los pendejos que rodean el agujero, fuente de placer, centro de todo el mundo en ese momento, que ella luego se encargara de disipar a través de todo el cuerpo, para volver a convertirlo, en el momento justo, en la fuente de mi universo.
Algo roza mi planta del pie. Cuando ya estaba perdido en el cosmos, me trae de regreso una sorpresiva caricia. Luego de la primera vibración, se entretiene entre mis dedos y lentamente barre con sus yemas. Cuando recupero la respiración, reconozco al plumero, amante de todos mis deseos y arte de pintura en sus manos. Ya no puedo más. Y esto recién empieza. Desearía no haber fumado tanto en mis días para poder jadear con la fuerza que merece este momento. Luego de peinar los vellos de mi empeine decide que es turno del otro pie y repite la operación para seguir subiendo por mis tobillos y la cara externa de las piernas. Allí los vellos que las pueblan reciben como agua bendita los primeros roces que me genera. Para pasar de una pierna a la otra hace un semicírculo en la parte alta de mis nalgas y siento que mi corazón explota.
Continua descendiendo para hacer la misma rutina en los pies y penetrar el peligroso camino de la parte interna de las piernas, haciendo el semi círculo esta vez por los huevos y matarme de una vez por todas. La tortura se repite, solo que cuando vuelve a subir el plumero lo hace lentamente por mis bolas, recreándose suavemente en el ano, para después que mi cadáver atormentado fue devorado, subir por la raya y encaminarse por la espalda hasta pedirle al cuello su existencia. De repente se detiene y vuelvo a caer desde el techo del edificio a estrellarme en el suelo. Hizo una pausa para disfrutar mi ansiedad, y que no muera de un infarto.
Está caliente lo que presiona mi cachete derecho y hace círculos. Lo disfruto y tardaré mucho rato en darme cuenta que es su pezón el que controla mis nalgas. Pronto se le une su gemelo para entre los dos conectarse con las víboras que manejan mi deseo. Sus grandes senos, recorren mi espalda para generar la primera vibración de todas las cuerdas de mi guitarra al sentir el contacto de su lengua en el centro de cuello. Su boca grande húmeda y caliente lo devora tal copetín y comienza el largo camino de masticar mis hombros devorarse los omóplatos y tal surco de la vida su lengua desciende por la columna, para ascender, vibraciones mediante, a las carnes prometidas.
La columna se termina, y se toma su tiempo en decidir que cachete será el primer beneficiado de la noche. Sabe que es más importante mantener la tensión, que cumplir el deseo, así que su lengua se mantiene haciendo círculos donde comienza la raya como presa a la espera de su bocado. Por fin, la babosa rumbea hacia mi nalga izquierda, para con circulitos semi concéntricos mojarla toda, morderla. Como puente hacia la otra nalga, usara la parte más baja, para derretir como manteca en su pasaje todas las tensiones. Su cuerpo se va acomodando entre mis piernas y es el preludio del cielo.
Al pasar, su falso y duro pene acaricia mi pierna y me recuerda que será una noche larga en la que soy suyo. Los círculos de la babosa están cada vez más cerca de mi ano, y los pendejos que lo rodean, tirantes como aspiradoras reclaman su gloria, hasta que cada punto de la lengua es pinchada por los mismos y toda la lujuria del infierno atraviesa mi carne como si hubiera sido traspasado por un hierro hirviendo que me lo metieron por el ano y sacaron por el cerebro, y mantenido así, como conejo al fuego estaqueado por un palo, toda la lengua de mi amada se apoya firme, segura y tranquila, sobre mi ano.
Esta calentita, inmóvil, recibiendo las vibraciones de mi cuerpo y todas las víboras surcan por su paladar haciéndolo estremecer. Mi ano la recibe tal cual objeto deseado por largo tiempo y absorbe su humedad como agua bendita, que lubrica mi existencia. Juega, empieza a dar golpecitos como quien golpea una puerta para entrar, a diferencia de que estos contraen todo mi cuerpo. Finalmente, decide que es tiempo de que la lengua haga un trabajo fino, y comience a recorrer cada pliegue del ano, como si fuera un helado, lentamente y marcando su existencia, uno a uno, poniendo dura y tirante la lengua al tiempo que se abre el mismo y ella penetra, dura, mojada, firme y caliente mis entrañas. Esta bombeando rígidamente mi ser, resbaladiza, juguetona, dominante, cuando decide darle un respiro a mi corazón y se recuesta a mi lado. Absorbo todo el aire de la habitación antes que continúe.
Su mano firme se adueña de mi cadera y me pone boca arriba para respirarme al oído y penetrarlo también, siendo ahora su dedo índice el principal protagonista de la fiesta. Este es el peor de todos pienso yo, al tiempo que comienza a dibujar el contorno de mi pezón. Luego de pellizcar los dos, baja por mi ingle al tiempo que continúa rascando el tímpano con su babosa. Su dedo se sitúa en punto medio entre el ano y los huevos presionando haciendo círculos como se harían sobre un clítoris y sintiendo que se inflama como tal. Es el turno de la uña, que araña las pelotas tranquilamente, y las rasca haciéndolas subir, para bajar y arañarme el ano.
-Ummnn, que rico agujerito, bombonazo. Vas a ser mío.
Como descorchando champagne se siente la tapa del lubricante que rocía con un frío gel sobre todas las bolitas, resbalando suavemente acariciando el agujerito, insertándose cuando se abre y su dedo mágico que hace círculos sobre sus pliegues me penetra segura y lentamente al ritmo que su dedo gordo presiona bajo las bolas. Levanto las piernas para que aumente el ritmo, pero se desespera y me bombea con fuerza arañado todo mi intestino.
Me pongo de costado tratando de salirme, pero eso más la excita y más fuerte me coge con su dedo, que siente toda la energía del macho violador y se descontrola al tiempo que me quiero salir y más adentro me la mete. Estoy encerrado, arrullado como un caracol contra el espaldar de la cama y la pared sintiendo los fuertes embates y destrozos que ella genera con su miembro, jadeando me muerde la oreja de manera que no sienta cuando se cuelan otros dos dedos. Quiero salir, pero eso la excita más y más y con mayor furia me posee. Tiemblo, grito, vibro como un animal en celo, me estremezco y… Su voz me despierta:
-Ponete en cuatro patas, mi amor, que te voy a clavar.
Allí estoy, en cuatro patas, con el culo en pompa, esperando que mi mujer me coja. Ella se coloca detrás de mí y detiene ese momento. Su pene grueso y largo acaricia suavemente la cara interna de mis piernas, recorre las ingles, empuja mis pelotas y me tiembla solo pensar su presencia.
Ella se acuesta sobre mí. Sus grandes senos abrazan mi espalda para que el rugoso miembro acaricie de lado mi entrada y se refriegue como dos enamorados.
-Te voy a coger mi amor…
Fueron sus palabras, aparentemente innecesarias, pero llenas de su goce, estampando para siempre una postal inolvidable en mi memoria. Es el momento sublime y la puntita se coloca en la puerta, me abraza fuerte para que mis temblores no nos tiren de la cama. Con todo el lubricante que le puso, se desliza suavemente un centímetro hacia adentro, nada más, que apuro hay. Su mano fuerte golpea la nalga hasta enrojecerla, y es el momento de actuar. Moviendo las caderas en círculos por largo rato debo disfrutar cada milímetro de los que tengo insertados en esa, la zona más sensible del ducto.
Ella se endereza, para que disfrute de insertarme yo mismo ese pedazote que le cuelga. Ya cansado y excitado, empujo para a tras, metiendo casi la mitad. Ella decide que es hora de dejarse de pavadas, toma seguramente mis caderas, y como si fuera un muñeco, me la entierra hasta el fondo. Me coge. Me re coge por días enteros. Me da cachetazos en las nalgas y entra y sale una y otra vez de mi interior. Soy suyo, nueva y eternamente suyo. Los violines del cielo se estremecen nuevamente con las oleadas de placer que susurran mi guitarra en la estocada final que revienta mis entrañas. Los dos caemos exhaustos en la cama.
Quedamos dormidos. Es hora del descanso. Hay que recuperar fuerzas para la segunda parte. ¡Ahora le toca a ella! Mi pene se prepara, a mi juego me llamaron. Es que acaso, hay algo más hermoso que darle amor a un ser querido. Que trenzarse las lenguas mutuamente, succionar sus senos hermosos, morder sus caderas, masticar sus duras nalgas de negra. Saborear el jugo de concha sabroso y grasoso que empalaga mis sentidos. Sentir como crece y se pone erecto su clítoris entre los húmedos dedos que lo acompasan suavemente, pero lo presionan lo suficiente para marcar el ritmo de su respiración en un solo circulo. Penetrarla lentamente haciendo círculos bien pronunciados, con las caderas sincronizadas y las pelvis presionando fuertemente para que el clítoris no reclame hasta que se convulsione totalmente y su vagina muerda mi pene extrayendo todo lo que generó en horas de placer.
Pero esa, es otro historia, y me lleva mucho rato disfrutarlo,…y muchos orgasmos a ella. Ya está por llegar. Un beso y voten el relato porfa..
Autor: SACRA