Mi nombre es Clara. Soy enóloga. Es mi pasión desde que tengo uso de razón. Los viñedos, las uvas, la pasión por hacer el mejor vino son lo que dan sentido a mi vida. La experiencia que les voy a contar hizo que cambiara mi perspectiva de como lograr un buen vino y mi vida apasionanate.
Hace un par de meses fui contratada por una bodega de Mendoza en la República Argentina. La empresa que me contrató en Argentina me propuso ser la administradora total de la firma. Debería ponerla a la vanguardia nuevamente y convertirla en la mejor del país. La idea era además de vender en el mercado local, exportar a Europa y América del Norte. Un desafío con el cual me sentí identificada de manera inmediata.
Al llegar al aeropuerto de la ciudad me esperaba una persona de la empresa. Un joven esbelto y dorado por el sol. Evidentemente trabajaba en los viñedos. Me recibió con las palabras:” bienvenido a la tierra del sol y del buen vino”. Se acercó y me dio un beso. Me sorprendió al principio pero el aroma delicado y fino a uva, no hizo más que agradarme de una manera sutil.
Camino a la finca y sentada en el asiento trasero del auto noté que mi chofer miraba por el espejo retrovisor. Aproveche la ocasión para interiorizarme en la finca de la cual iba a ser administradora en los próximos meses de mi vida.
Intenté sacarle información. Me contó que se llamaba Andrés, trabajaba en la viña en diferente tareas. Desde cosechar hasta hacer su propio vino. Después supe que era unos de los dueños. Heredero de una familia que siempre produjo vinos de alta calidad.
Andres no estaba de acuerdo con mi contratación. Por lo que me hizo la vida imposible desde que llegué. Asi que decidí hablar con él de frente antes de que todo se volviera un infierno.
Lo cité en el salón de degustación. Allí estaban exhibidas las botellas de todos los vinos que se produjeron hasta el momento. Un ejemplar de cada cosecha y variedad.
El calor afuera era fuerte pero en la habitación estaba fresco y semioscuro. Nos sentamos en la barra.. El, del lado de dentro como diciendo: » mando aquí». Estaba vestida con un vestido blanco que llegaba arriba de mis rodillas Su cuerpo esbelto y firme. Emanaba hombría y sabiduría.Tomé la palabra y le dije mirándolo a los ojos: Se que no le gusta que esté acá. Pero me han contratado y debo hacer mi trabajo lo mejor posible.
El sonrió y tomó mis manos. Me estremecí un poco. Sus gestos y movimientos eran pocos habituales. Debo decir que me sorprendió de una forma placentera. Las llevo hasta la nariz y las olió suavemente. Luego las soltó y las dejo sobre la mesa. No supe que decir. Esperé a que él lo hiciera.
Crecí aquí .Mi abuelo me enseño todos los secretos de hacer el mejor vino. Le mostraré. Tomo una botella de las exhibidas y la destapó. Agarró dos copas. Y las sirvió hasta la mitad. Pruébela- dijo. Olvídese de todo. Cierre los ojos por favor . Olvide que soy su enemigo. Huela… El olor del vino me recordó el beso del recibimiento en el aeropuerto. Tomé la copa la moví en círculos hasta que el vino se oxigenó bien. Cerré los ojos y bebí un sorbo. Las sensaciones comenzaron a correr por mi boca. El aroma, el sabor, la textura. Eran simplemente increíbles. Sentí como Andrés tomaba mi mano. Y sin que yo abriera los ojos me dio en beso en los labios. Un beso largo, profundo, suave y potente. Mas potente que el sabor del Malbec que había bebido. Entoces las sensaciones de mi boca y mi nariz recorrieron todo mi cuerpo. Mis pezones se endurecieron, mis muslos sentieron la brisa del verano y mi sexo se humedeció lentamente hasta mojarse por completo. El tomó la copa de mi mano y la dejó sobre la barra. Me alzó en brazos y me llevo por unas escaleras hasta la bodega. Me dejé llevar no pude decir nada. Flotaba entre sus brazos fuertes y dorados por el sol. Recosté mi cabeza contra su pecho. Mis mejillas tocaron sus pectorales fuertes y tiernos. Era un ave volando en el cielo azul. No note que mi vestido dejo ver por completo la tanga blanca. En el medio de la bodega había una batea de roble francés. Llena de uvas Malbec recién cosechadas.Solo atiné a suspirar un sí..
Me beso otra vez y comenzó a desnudarme. Mis pezones explotaban en mis corpiños blancos de encaje. Recorrió mi cuerpo con sus manos. Sacó mi vestido y mi tanga. Mi sexo depilado estaba húmedo de deseo y exitación. Entonces lo besé y lo desnudé por completo. Le bajé el pantalón. Su miembro era como él. Imponente y firme. Lo tomé en mis manos lo acaricié. Lo hice crecer más y más. El tomó un cobertor para el pelo y me lo puso. No entendí bien por qué. No me importaba. Que hiciera lo que quiera. Era suya, mi cuerpo mi alma eran suyos. El puso uno en su cabeza también. Y lentamente me apoyo en las uvas que contenían la batea. Un enorme perfume a uvas inundo mi nariz, mi boca. Sentí como las uvas se despedazaban por el peso de mi cuerpo. Sentí mi espalda, mis nalgas y mis muslos llenarse de la humedad del jugo de las uvas. El se acostó sobre mi y comenzó a besarme los labios. Luego bajo hasta mis pezones que pedían a gritos que los besara los mordiera. Yo comencé a moverme y a hundirme en el colchón de uvas. El siguió besando mi vientre, mi ombligo, Deslizó su lengua por él. Llego hasta mis muslos. No podía evitar gemir, retorcerme de placer. Estaba toda mojada, no sabía si era el jugo de las uvas o mi sexo que pedía a gritos su boca. El lo entendió asi y lo beso tiernamente. Yo apoye mis manos en su cabeza y la hundí para que me penetrara con su lengua. Mis gemidos se volvieron chillidos de placer. Los orgasmos comenzaron a sucederse sin parar. Uno tras otro. Giré en la batea y metí su miembro en mi boca. Sabía a uva, a vino hecho por hombres de la tierra. El placer causado era algo que nunca había experimentado. Entonces se dirigió hacia mi rostro y me susurró al oído hay que terminar de hacer el vino. Yo instantáneamente, como si recibiera una orden, abrí mis piernas. Se colocó encima mío y comenzó a penetrarme lentamente, primero. Suave. Sentí mi cuerpo hundirse aún más en la batea. El jugo de las uvas me rodeaba por todos lados. Su miembro llegó hasta el fondo de mi ser. Me sentí libre. Con su vaivén, y su miembro dentro mío, comenzó a mecerme como en una cuna. Las uvas se rompían, se despedazaban en mi cuerpo, se volvían vino. El siguió. Yo comencé a tener mas orgasmos uno tras otro. No podía contenerlos. Me sentí mujer y comprendí la pasión por mi trabajo. La pasión que sentía por el vino y las uvas. Estaba tan mezclada con las uvas y con el cuerpo de ese hombre que era una uva más. Era parte del vino. No pude contenerme le clave suavemente las uñas en los costadosQuedamos abrazados hasta que el zumo de la Uva comenzó a tapar nuestras cabezas de su espalda para atraerlo hacia mí. Para que quedara clavado para siempre en mi cuerpo. El se estremeció y descargó todo su semen dentro de mi cuerpo. Tibio y húmedo mientras su boca llena de uva se unía a la mía. . Luego me cargó en brazos hasta la ducha. Mientras estábamos bajo el agua me dijo. Así me enseñó a hacer el vino mi abuelo. Hay que ponerle la pasión y el cuerpo. Yo asentí feliz. Luego de eso lo embotellamos y lo dejamos en guarda por un año.
Fue el vino que usamos en nuestra boda.