Mi trabajo me agobiaba y me veía obligado a prolongar mi jornada laboral para poder terminar los asuntos que quedaban pendientes. La jornada era intensiva durante todo el año así que, a partir de las 3 de la tarde todo el mundo marchaba. Así pues, yo quedaba solo. Sólo tenía la compañía de la mujer de la limpieza que venía por las tardes. Al principio apenas manteníamos ningún contacto, pero poco a poco, fuimos entablando una relación amigable. Ella era una mujer de unos 45 años, viuda, que llevaba bastantes años realizando este trabajo en la empresa en la que yo prestaba mis servicios. Es verdad aquello que se dice de que con el roce nace el cariño, porque al cabo de unos meses, ya nos habíamos contado todas nuestros secretos e intimidades. Ciertamente no se trataba de una mujer hermosa, pero tenía algo que me atraía. Estaba algo llenita, pero bien formada.
Poco a poco, con la confianza ella empezó a gastar algunas bromas de carácter sexual y cuando arreglaba la mesa de mi despacho se inclinaba hacia delante de manera que, en más de una ocasión, pude ver sus tetas. Un día en que me levanté inesperadamente de mi silla mientras ella limpiaba mi despacho, tropezamos y ella aprovechó para agarrarse de mí. En esta situación, por un impulso súbito, la abracé y la besé. Ella respondió con un beso aún más largo y cálido. Yo no sabía como salir de esta situación y fue ella quien me dijo: -Creía que nunca me ibas a decir nada. Ya pensaba que no te gustaba.
-Mujer, ¡Claro que me gustas! -Entonces, quizás podamos vernos fuera de aquí y empezar una relación, tengo muchas ganas de que me folles.
-Mira, Clara, a mí también me gustaría mucho, pero quiero que sepas que me gusta practicar el sexo duro y no sé si tú estarás dispuesta a ello.
-¿Qué quieres decir Gabriel? -Pues mira, que si quieres que mantengamos una relación es a condición de que te conviertas en mi esclava y aceptes todo lo que yo quiera que hagas.
Clara se quedó desconcertada, se apartó de mí y se marchó de mi despacho.
Los días siguientes, no entraba en mi despacho si yo estaba dentro y procuraba evitarme. Como yo no quería líos en mi trabajo, simplemente pasaba de ella. Al cabo de unas dos semanas, Clara entró de nuevo en mi despacho. Vino hacia mí, me miró y dijo: -Gabriel, estas dos últimas semanas he estado pensando mucho en la conversación que tuvimos y, tengo tantas ganas de estar contigo que aceptaré ser tu esclava, siempre que me prometas que no me harás daño.
-Clara, le respondí, si aceptas ser mi esclava debe ser sin restricciones, así que lo tomas o lo dejas, pero si estás de acuerdo en ello, piensa que te castigaré tantas veces y tan duramente c rodillas la obligué a inclinarse hacia delante de manera que, al ponerme detrás suyo, pude contemplar su coño y el agujero de su culo.
-Eres una perra estúpida. Deberías saber que ante tu Amo no debes presentarte sin haber antes rasurado tu coño. ¡Ven conmigo!
Clara se levantó y me acompañó hasta mi despacho. La hice estirar encima de mi mesa y procedí a depilarla con unas bandas de cera depilatoria de las que fabricaba la empresa en la que trabajaba. Lo hice sin miramientos, así que cada vez que daba el tirón ella daba unos buenos gritos. Cuando hube terminado, su coño estaba bastante irritado, pero había quedado sin un solo pelo. Para quitar los restos de cera, usé alcohol. Os podéis imaginar como se retorcía de dolor. La hice levantar y bajamos de nuevo al almacén. Llegamos junto a una carretilla elevadora eléctrica. Levanté las palas y mandé a Clara que se situara bajo ellas. Cogí unas cuerdas delgadas que se utilizaban para embalar y le até los brazos a las palas de la carretilla. Después la icé de manera que quedó suspendida en el aire. Me situé tras ella y, con mi cinturón, empecé a darle correazos en el culo y en la espalda. Clara gritaba y lloraba y cuanto más lo hacía, más fuertes eran los correazos. Finalmente paré y la bajé. Ella creía que la iba a soltar, pero lo que hice fue darle la vuelta y volverla a suspender
de las palas de la carretilla. Esta vez, le puse un trapo en la boca que aseguré con una tira de precintó. De esta manera no volvería a gritar.
Cuando la tuve suspendida en el aire, cogí nuevamente mi cinturón y empecé a azotarla. Esta vez, los golpes no eran tan numerosos ni fuertes, pero estaban dirigidos selectivamente a sus tetas y a su coño. La paliza duró unos 20 minutos, pero fue suficiente. Clara se había retorcido de dolor al principio pero, después, aceptaba los golpes resignadamente. La bajé y la desaté. Estaba absolutamente dolorida. Puse la mano en su coño y éste estaba mojado. La muy perra había gozado con la sesión.
-Mira puta, le dije, vas a ponerte de nuevo de rodillas.
Clara obedeció. Tomé el mango de una fregona que había al lado y se lo coloqué encima de los hombros.
-Ahora, ¡Pon los brazos extendidos encima del mango! ¡Mantente erguida o te daré unos cuantos correazos más en las tetas!En esta posición, la observé durante un buen rato, mientras iba insultándola, recordándole lo puta que era. Estar en esta posición la cansaba bastante, así que para que se mantuviera erguida, le pellizqué los pezones varias veces y le di algún nuevo correazo en las tetas. Cuando creí que ya llevaba el tiempo suficiente le quité el mango de la fregona y le dije que se levantará.
-Por hoy no voy a castigarte más. Ahora recoge tu ropa y ven a mi despacho.
Al llegar, me bajé los pantalones y me senté en mi silla. La obligué a arrodillarse ante mí y que me hiciera una buena mamada. Clara chupaba mi polla con mucha delicadeza, sabía hacerlo muy bien, lo que me hizo pensar que lo había hecho bastantes veces antes. Cuando estaba a punto de correrme, retiré mi polla de su boca y dejé caer todo el semen al suelo.
-¡Puta! no eres aún digna de beber mi leche directamente de mi polla. ¡Inclínate y limpia el suelo con tu lengua!No parecía muy dispuesta a hacerlo, pero la amenaza de darle más correazos la convenció. Cuando hubo terminado le ordené que se vistiera.
-Mañana, recibirás nuevos castigos. Ven a mi despacho desnuda para que empecemos en serio tu educaci&oac HEIGHT=5 WIDTH=576 ALT=»LA MUJER DE LA LIMPIEZA – Clara chupaba mi polla con mucha delicadeza, sabia hacerlo muy bien, lo que me hizo pensar que lo habia hecho bastantes veces antes»>
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