Tengo un amigo desde los días de escuela, formamos parte de un grupo grande de amigos, pero la vida nos ha ido separando poco a poco. Somos pocos los que aún mantenemos una relación de amistad. Somos tan amigos con mi compadre, que vivimos en la misma casa.
Todo comienza desde mi primer fracaso matrimonial, me divorcié a los 30 años de edad debido a una profunda mala relación con mi ex-esposa. Eso me llevó a una profunda depresión, aunque no tuvimos hijos, realmente me afectó el rompimiento. Mi compadre siempre estuvo conmigo y nunca me dejó, me dio ánimos y compañía por todos los bares de la ciudad dónde ahogaba mis penas.
Encontré otra mujer y volví a casarme con los años, pero creo que no estoy preparado para el matrimonio. Volví a divorciarme cerca de mis 40 años. Esa vez la ruptura fue más fuerte, porque hubo 2 niñas involucradas, así que otra vez vi un panorama oscuro. Mi compadre nunca se alejó y siempre me echó el hombro para darme ánimos.
Sin bien es cierto, él también se divorció de un matrimonio bastante joven, no le afectó tanto, porque la ex-esposa era terriblemente inmadura (una jovencita de 18 años) y solo duraron como 2 años. Estuvo solo por más de una década hasta que alrededor de sus 45 años, encontró otra jovencita. A mi amigo le gusta la dinamita, comenzó a salir con una joven de 25 años, mientras él y yo rondábamos los 45. Ella una joven trabajadora, muy educada con buenas costumbres, servicial con mi amigo, primorosa para tratarle; físicamente, tez clara pero no blanca, cabello liso y castaño, ojos grandes y color café, labios carnosos, pechos perfectos, cintura de gimnasio, buenas nalgas y lindas piernas largas.
Económicamente, nos iba muy bien a ambos hasta que una mala decisión de trabajo le hizo perderlo todo, perdió su empresa, su casa, sus autos, todo. Durante su angustia fue mi oportunidad de retribuir su amistad. Yo heredé buen dinero y lo uní con mis ahorros para hacerme de una buena propiedad, es una casa rodeada de jardines a las afueras de la ciudad. Es una casa grande dónde vivía con mi madre hasta que ella partió, así que vivía solo. Hablé con mi compadre y le invité.
– Oye, no te preocupes por la vivienda. Ya conoces mi casa y tengo mucho espacio, pásate a vivir conmigo. Yo me muevo a una habitación separada para que tengas privacidad. Quédate allí 2, 3 o cuántos años necesites, eso te permitirá ahorrar y luego comenzar de nuevo mientras trabajas.
– Acepto tu oferta, porque no tengo una mejor opción.
– No se diga más, arreglemos la mudanza.
Ellos llevan 5 años viviendo conmigo y no tenemos planes de hacer algo diferente, así vivimos muy bien. Todo muy armonioso y relajado, nunca hemos tenido una discusión. No tenemos arreglo para la comida, yo cocino para los 3, cuando puedo y ellos también. Siempre hay comida y bebidas en casa, los 3 suministramos todo. Si algo hace falta, va y lo consigue. Ella hasta ya sabe mis cervezas favoritas y me las regala de vez en cuando y yo ya sé sus platos favoritos, así que se los preparo con gusto.
Arriba expliqué, que me moví a una habitación separada del resto para respetar su privacidad, así que casi nunca se acerca a mi área ni yo a la habitación de ellos, salvo tenga que dejarles ropa limpia, la dejo sobre su cama y me retiro. Lo mismo hacen ellos, ella ha llegado a la puerta y pregunta si puede pasar a dejar algo, todo muy natural. Nunca «me miró al ojo» sobre ella, aunque realmente es guapísima hasta que…
Una mañana me sentí enfermo y no fui a trabajar, me levanté tarde esa mañana y fui a la cocina para prepararme un té caliente. Mi sorpresa no fue ver a la mujer de mi compadre en la cocina, porque sabía que ella salía a trabajar hasta el mediodía. Mi sorpresa fue verla solo usando una tanga rosada, sin nada arriba, vi sus pechos libres como a 3 metros de mí. Inmediatamente, intentó cubrirse y soltó un grito por el susto.
– ¡¿Qué hacer aquí?!
– ¡Perdón!, me enfermé, no me siento bien y no fui a trabajar.
(Me di la vuelta, aunque ya había visto todo, excepto lo que cubría su mini prenda)
– ¡No se supone que estés aquí!
– Solo vine por té, volveré en otro momento…
Salí, ella se fue a cambiarse. Lo que sucedió fue que ella preparó el desayuno a mi amigo y se duchó. Mi compadre se fue a trabajar, ella asumió que yo ya me había ido, pues soy el primero en salir. Salió a la cocina semi-desnuda a tostar pan. Luego del incidente, volví a la cocina por mi té y ella bajó ya con su ropa completa.
– Perdona, pero no esperaba verte en la cocina y menos así.
(Nos reímos a carcajadas)
– Perdona tú por no hacer ruido, debí avisar que estaba en casa.
– Es tu casa, fui yo la que se equivocó, me confié que ya habías salido.
– Pues, no fui a la oficina. Tengo fiebre y me duele todo.
Ella me preparó algo para comer y me el té caliente. Volví a mi cama a descansar, me quedé en casa todo el día. Cuando ella volvió de su trabajo al final de la tarde, trajo consigo varios remedios para hacerme sentir mejor. Siempre había sido muy atenta, así que no me extrañó. Esa noche la pasé mal de salud y entre mis amigos me cuidaron llevándome té y remedios. En unos días estaba como nuevo.
Mucho tiempo después de ese episodio, pudo pasar casi un año, las cosas continuaban armoniosamente; un día, mi compadre anunció que debía salir de viaje por unos días, cosa extraña, pero razonable por su trabajo. Los primeros 2 días de su viaje transcurrieron sin novedad. Durante la tercera noche, estuvimos cenando frente al televisor con la mujer de mi compadre. Se puso cómoda, se puso unos leggins suaves y una t-shirt que usaba como pijama, bajó en pantuflas y estiró sus piernas frente a mí. Yo siempre le jugaba la broma que alejara sus pies, porque le decía que olían a queso viejo.
– ¡Uffff! Lejos, lejos, aleja esas patas.
(Ambos siempre nos reíamos)
– ¡Tú siempre tan pesado! No sabes tratar una dama.
– ¡Claro que sé tratar una dama¡ Pero tú, tú…
– ¿Yo qué? ¿No soy una dama?
– Sí, eres una dama, pero te veo todos los días, ya me acostumbré a jugarte bromas.
Sonrió y siguió sentada a mi lado, no tan cerca y no había nada fuera de lo acostumbrado. Volvió a estirar sus piernas, pero esta vez sobre mí.
– ¿Te daría realmente asco, si te pidiera un masaje a mis pies?
No sé mi reacción, pero ella me dijo que no me asustara, que no pasaba nada, que si no quería, ella se lo hacía. Le dije que no era asco, pero me daba algo de cosquilla tocarle, aunque eran solo sus pies.
Creo que ya saben cómo son esas cosas, se comienza con los pies, subí por sus pantorrillas. Las cosas se prendieron, le quité el leggins, acaricié sus piernas, le besé. Comencé a besarle la vulva sobre la tanga, correspondió abriendo sus piernas. Hice un lado su tanga para acceder a sus labios vaginales, estaba completamente depilada, era tan suave que me parecía que besaba una tela húmeda con seda y cera.
Nos desnudamos y nos hicimos el amor por más de 1 hora.
Mi compadre volvió de su viaje, ella actúa como si nada ha pasado. Yo también intento fingir que nada pasó, pero siento que mis ojos me traicionan y la veo con mucho morbo.