Ella dejó escapar un suspiro que delataba que pedía más y no quería que lo sacara. Acercó su pene a los pechos enormes de Ana y le dio a entender que quería que le masturbase con las tetas. Ella comenzó con gran lujuria desatada a sujetar el pene de Ramón entre sus pechos, Ramón eyaculó en las tetas de Ana que quedó agotada y muy satisfecha con la follada de Ramón.
Cuando este verano estuve en el pueblo de mis abuelos para relajarme un poco y liberarme de mis obligaciones habituales me contaron una historia que creo que vale la pena relatar. Resulta que mi abuelo me contó la historia de la tendera. Era una mujer de unos 40 años de medidas grandes, pechos grandes, buen culo. Muy recatada, nunca se le había conocido ningún desliz. Su marido estaba enfermo y era mucho mayor que ella, se casaron hacía veinte años, era casi una niña, la niña más mona del pueblo y este hombre ya rico la engatusó.
Ahora la tienda la llevaba ella. Tenía que hacer una ampliación eléctrica y llamó a un nuevo electricista que se había cambiado a vivir al pueblo hacía poco tiempo. Era un hombre de unos treinta años, bien parecido. Tenía novia también muy recatada y pueblerina, siempre vestida con ropas largas y amplias que no dejaban ver nada.
Ramón se alegró de saludar a Ana en la tienda, no se conocían, pero esa primera mirada revelaba simpatía a primera vista.
-Hola, soy Ramón, el electricista -Pasa, yo soy Ana. Verás es por dentro, lo que quiero es ampliar la instalación para poder hacer más grande el almacén. Mira en ese altillo quisiera poner unas estanterías.
Se subió a la escalera sin darse cuenta de que desde abajo tal vez Ramón iba a admirar mejor su cuerpo. Debajo de esas ropas se notaba una mujer muy poderosa, con un cuerpo joven y con mucha vida. No llevaba la falda corta, pero al subir a la escalera se le veía por encima de la rodilla.
-Espera que te sujeto la escalera no te vayas a caer.
Ramón no pudo evitar mirar para arriba. Le vio casi hasta las bragas negras que llevaba, no eran pequeñas, pero se notaban sensuales. Una mujer que viste sensual promete alegrías si se lo trabaja uno bien, pensó por un momento Ramón. Ana notó que Ramón había visto lo que había debajo de su falda y se ruborizó bajando en seguida.
-Perdona es que esta escalera es muy insegura, te la arreglaré gratis. -Vale, lo que te decía, allí voy a poner las cajas y quiero que pongas más luz.
Sus miradas se cruzaron otra vez y una media sonrisa hizo pensar maldades a Ramón.
-No te preocupes, pero es un poco tarde deja que te invite a un refresco. -Pero tiene que ser poco porque me espera mi marido en casa.
En el bar charlaron amistosamente y Ana le contó que su marido era muy mayor y que estaba en una silla de ruedas hace dos años, así que el negocio ahora lo llevaba ella. Un deje de amargura se notaba en su miraba y en la forma de contarlo.
-¿Y como se lleva lo de tener un marido imposibilitado? -¿Cómo crees? Es muy triste que una persona a la que quieres esté así, pero vamos a trabajar juntos en esta reforma.
Ana iba con una blusita con escote que dejaba ver un pecho grande y una faldita bastante corta para lo recatada que era. Se sentaron juntos en un pequeño sofá que había en el almacén. Estaban alegres y reían porque Ramón era muy chistoso y Ana por primera vez se sentía contenta y feliz. -Pero ¿tú tienes una novia no? que alguna vez te he visto de la mano.
-Bueno, no es nada serio, estamos saliendo. En realidad es que nunca he conocido nadie que merezca la pena, así como tú, una mujer de una vez, tan guapa y tan valiente.
Ana se sonrojó y agachó la vista, pero le encantaba que alguien se fijara en ella y Ramón era un hombre tan majo y correcto.
-Sí Ana, creo que te mereces lo mejor, que no puedes estar así dejando pasar tu vida, que tienes que disfrutar, reír, salir por ahí. Estás muy bien Ana. -No digas eso Ramón, cada uno tiene que cargar con su cruz, y la mía es esto, mi vida, mi marido, mi tienda y poco más. Estoy sola y marchita y me tengo que conformar -No puedes conformarte tan joven, te sienta muy bien esta blusa, eres tan preciosa.
Sus manos acariciaron el pelo y la cara de Ana, que se empezaba a preocupar, y alejar.
-No te alejes, solo deja que te dé un beso Ana, lo he deseado desde que te vi el otro día, creo que me he enamorado de ti, no puedo irme sin que me des un beso.
-Pero solo uno, uno pequeño.
Sus labios temblorosos se acercaron muy despacio. Ramón se acercó un poco más, y abrió su boca despacio, tratando de abrir los labios de Ana, e introducir su lengua en la boca de ella, lo hizo despacio y con ternura y ella no pudo evitar que inconscientemente su boca se abriera y sus lenguas se cruzaran.
-Ramón, no puede ser, soy una mujer casada, no puedo abandonarme -Tranquila Ana, despacio, no pienses en nada, solo disfruta del momento, yo te quiero y quiero que seas feliz, despacio, mi niña, vamos, muy despacio.
Y poco a poco Ana iba cediendo y una mano de Ramón se introdujo por el escote de Ana, le desabrochó un botón y luego dos. Tenía una mano en un pecho de Ana por encima del sujetador que era negro de encaje bastante provocativo.
-No puedo Ramón, no puedo, me estoy excitando y no debo, mi marido me espera.
-Vamos, abandónate, tu marido está bien y tú le vas a cuidar, pero tienes que cuidarte a ti un poquito y yo te voy a ayudar porque te quiero y vas a disfrutar, te lo mereces porque eres genial y estás muy rica y yo te quiero hacer muy feliz.
Y con esta palabrería le iba levantando el sujetador y una mano se iba introduciendo y tocando directamente su pecho, notó su pezón bastante grande como un garbanzo y palpitaba y parecía crecer un poco más. Ana ya apenas podía hablar, jadeaba y se iba abandonando. Se seguían besando cada vez más salvajemente y Ramón tenía en su poder un pecho con una mano y la otra iba bajando por su espalda haciendo un movimiento rápido había conseguido desabrochar el sujetador de Ana y hacia abajo se introdujo por la falda, abriendo la cremallera.
Al oído le seguía susurrando:
-Vamos, Ana yo te quiero, disfruta, vas a ser muy dichosa. Te lo mereces.
Ella ya no decía nada, se dejaba hacer, ni siquiera le había importado que su sujetador se abriera y sus pechos generosos botaran dentro de su blusa medio abierta. Con su mano Ramón ya podía viajar de un pecho a otro acariciando cada vez con más energía. La otra mano giraban en todo el contorno de las braguitas que vio que eran pequeñas y en círculo se introdujo a su entrepierna que notó al tacto peluda y muy mojada.
Sobraban los susurros porque Ana ya estaba convencida de que lo iba a pasar bien, se aferraba a él como una niña temerosa de que le pasara algo, pero segura de que estaba próxima al momento que tanto deseaba.
Con un solo movimiento la penetró hasta el fondo y entraba y salía con fuerza, así durante diez minutos, ella le subió las piernas alrededor de la espalda para que la penetración fuese más profunda, su coño pedía más y que no saliera de allí ese intruso tan delicioso. Ramón sudaba de agotamiento.
No quiso eyacular dentro para evitarle un posible disgusto y sacó su pene enrojecido y en plena erección. Ella dejó escapar un suspiro que delataba que pedía más y no quería que lo sacara.
Acercó su pene a los pechos enormes de Ana y le dio a entender que quería que le masturbase con las tetas. Ella comenzó con gran lujuria desatada a sujetar el pene de Ramón entre sus pechazos y a hacer movimientos arriba y abajo.
En unos minutos Ramón eyaculó en las tetas de Ana que quedó agotada y muy satisfecha con la follada de Ramón. Aquella era solo la firma del contrato. La obra vendría más tarde.
Autora: Doloresxxx