Los nervios me atenazaban, pero había también algo de excitación que alteraba mi respiración.
De un momento a otro se abriría la puerta y un hombre desconocido entraría con la intención de follarme y yo debería ser obediente y darle el máximo placer complaciendo todos sus deseos.
Mire a mí alrededor: Aquel pequeño cuarto con paredes obscuras y muebles algo antiguos y la tenue luz roja que apenas permitía ver, creaban el ambiente adecuado para que ese encuentro, el primero de muchos otros que vendrían, fuera de alguna forma velado, aunque sin duda nuestros cuerpos y rostros se quedarían grabados en la memoria mutua.
A mis casi 40 y 10 años, que diría Sabina, las circunstancias me habían llevado a aquella situación: Una deuda por sustancias prohibidas adquirida por mi hijo adolescente, que él no había podido pagar, me había hecho ser el objeto con el que su camello, cobraría de largo dicha deuda.
Todo estaba por empezar y aunque en principio yo estaba deseando que terminara pronto, al menos aquella primera cita, en el fondo me sorprendía mi excitación y deseo de que aquello empezara.
Mi experiencia de mujer madura, ahora separada, pero que en tiempos de mi matrimonio y por otras circunstancias me había permitido mantener relaciones con otros hombres aun casada, me animaba a tratar de resolver de la mejor manera aquella situación, de forma satisfactoria para todos los implicados.
Mientras esperaba anhelante y también algo temerosa la llegada de mi primer cliente, “mi primer cliente” pensé de inmediato la frase, asumiendo mi nuevo rol de puta propiedad del camello, recordé como aquel joven unos años mayor que mi hijo, me había llamado a mi móvil y concertado una cita para tratar “de un asunto grave y urgente en el que esta implicado su hijo” había dicho escuetamente, añadiendo una dirección, de un hotel, y una hora en la que debería comparecer, en una ciudad a unos kilómetros de mi lugar de residencia.
Volví a mirar a mi alrededor, y también me contemple en el espejo: Mi cuerpo cubierto por un escueto body años 20 en negro con encajes y un pronunciado escote, que permitía ver parte de mis pechos aun levantados y de mediano volumen, acentuaba mis curvas y mis caderas y sin duda la cremallera que hasta mi pubis lo cerraba sería un buen reto para el hombre que estaba a punto de aparecer.
Unas sandalias de tiras negras de charol, de fino tacón, completaban mi atuendo.
Me recosté en un sofá antiguo frete al espejo y espere impaciente y confusamente excitada.
Volvió a mi cabeza el primer encuentro aquella tarde con el hombre que me había citado por el móvil, en un pequeño hotel de las afueras de aquella población, hacia ahora 15 días.
Cuando llegue al hotel a media tarde, tenía orden de enviar un mensaje para comunicar mi legada lo que hice de inmediato recibiendo como respuesta el número de una habitación: 305.
Entre en el hotel y el recepcionista me miro: “Puedo ayudarla en algo?” dijo amablemente.
Me quede parada y ruborizada: “A la habitación 305” dije abochornada.
“La esperan?” pegunto solicito el hombre.
Mientras miraba hacia el ascensor afirme con la cabeza y me dirigí hacia él.
“Está bien… tercera planta” dudo un momento… “que tenga una buena tarde…” y sonrió.
Casi volando aborde el ascensor, por suerte nadie más esperaba.
Llegue a la puerta de la habitación y golpee con los nudillos.
“Adelante ¡” una voz imperiosa respondió al otro lado.
Tome el picaporte y entre.
Ante mi sentado en el borde de una cama grande, un hombre de unos treinta, rubio, vestido deportivamente, me miro complacido.
“Muy bien, Señora, gracias por venir”
Mire buscando un sitio donde sentarme, pero él me detuvo: “No, yo que Ud. permanecería de pie, hemos de hablar de ese asunto grave y como resolverlo” dijo sonriendo.
Yo llevaba un pantalón ajustado con botines, una blusa azul abotonada de cuello redondo y una chaqueta.
Su voz melodiosa, como sudamericana, infundía cierto respeto pero confianza.
“Veamos…” volvió a sonreír… “su hijo me debe varios miles de euros por consumo de alguna substancia, ya sabe…” y sonrió, me miro de arriba abajo,” y me dijo que tal vez Ud. Podría hacer algo al respecto, pues él no es solvente.” Sonrió de nuevo mirándome detenidamente.
“Cuál es su propuesta”?
Me sentía incomoda allí de pie con el hombre analizando cada parte de mi cuerpo con serena pero inquietante mirada.
“No se” respondí confundida…” de cuantos miles hablamos?” pregunté temerosa.
“Digamos que unos 20.000” y sonrió con satisfacción.
“Dios mío¡¡¡” exclame… “no… se… como… puedo…” balbucía acalorada.
“Tranquila mujer…” dijo levantándose y viniendo hacia mi… “yo veo dos posibilidades…” se acercó y me acaricio el pelo, era más alto que yo a pesar de su juventud. Me quedé quieta, como paralizada.
Me tomo de la barbilla” Una que Ud. me pague esa cantidad en plazos que ya acordaríamos…” se detuvo y me miro a los ojos.
Sus ojos color café me envolvieron… “o que Ud. trabaje para mi hasta saldar la deuda…” se dio la vuelta y volvió a asentarse en el bode de la cama.
Me quede helada… “ trabajar… para Ud.?”
“SI yo tengo un pequeño burdel en las afueras y sin duda Ud. con ese cuerpo…” volvió a mirarme de arriba abajo… “que después analizaré despacio, tendría mucho éxito entre mis clientes…” me miro expectante.
“Yo… de puta…?” respondí con la voz quebrada.
“Bueno esa es una palabra muy fea, simplemente Ud. haría disfrutar a mis clientes y la deuda se iría reduciendo, ya fijaríamos en que cantidad por servicio…”
No sabía que decir. Él se levantó y acercándose a mí me quito la chaqueta.
“Bueno veamos qué tipo de trato hacemos… parece que lo de pagarme se hace difícil en metálico, así que quizá sea mejor que yo valore la otra opción” y empezó a desabrocharme la blusa.
Yo estaba petrificada, excitada, asustada… no sé, pero no podía reaccionar. Tras despojarme de la blusa admiro mis pechos envueltos en un sujetador negro de encaje.
“Ummmm, creo que esto encantará a mis clientes, muchos son amantes de los buenos pechos maduros…” los abarco con ambas manos y tras sopesarlos, deslizó hacia abajo las copas del sujetador y pellizco mis pezones que ya estaban crecidos y duros.
“Genial, reaccionan rápido, eso es importante para alguno de mis… especiales… clientes… con refinados gustos…” dijo sonriendo.
“Bájate los pantalones…” me ordenó ya tuteándome.
Yo estaba como una autómata y tras desabrocharlos los deslice al suelo.
La braguita negra de encaje apenas cubría mi depilado sexo que observo complacido.
“Ya imaginaba yo que ahí debajo había buena materia prima… date la vuelta”
Obedecí y poso sus manos obre mis nalgas apenas cubiertas por la braguita y metiendo sus manos dentro, la deslizo por mis muslos, me volteo y su mano se posó entre mis piernas con firmeza abarcando mi sexo.
“Ya estas mojada zorrita y penas acabamos de empezar…” sonrió y tras meter un par de dedos en mi sexo los llevo a mi boca…”chupa perra!!! “me ordeno.
Obedecí de inmediato notando el sabor salado de mis jugos lo que pareció complacerle.
Muy bueno, logro encenderme :v, pero tenía que seguir me dejó iniciado xD