Hace unos años visité al urólogo para hacerme una revisión después de un tratamiento de alargamiento de pene. Había ganado un dinero como estudiante y lo invertí en mi polla. Ahora mi mástil medía 21 centímetros y era bastante grueso. Sin embargo, antes de usarlo decidí ver si todo estaba bien. Llevaba una semana tomando unas pastillas que se llaman Semenex que son para incrementar la producción de semen y quería saber hasta cuando tenía que seguir el tratamiento.
Al llegar, estaba asustado porque la uróloga estaba de vacaciones y tuve que ver a un hombre.
Después de esperar una hora en la consulta entré a su despacho. Él médico tenía una gorra de cirujano y el típico uniforme que se ponen en consulta. Pero éste le quedaba grande.
Pensé que iba a ser un viejo gruñón con malos modos. Pero me encontré con un hombre de unos 45 años pero de aspecto más joven. Había algo en su cara que me llamaba la atención. Me dijo que me quitara la ropa y me acostara en la camilla. Mi corazón latía a 100 Km. por hora porque nunca había estado desnudo frente a otro hombre. Él me explicó que tenía que ver si después de mi tratamiento tenía sensibilidad y si mi erección era normal. Me acosté con mucho miedo y el me tranquilizó diciéndome que era un procedimiento normal. Se puso unos guantes de látex y me comenzó a estimular el pene. La cara se me puso roja porque rápidamente tuve una erección enorme debido a que hacía casi dos meses que no tenía actividad sexual. La erección era muy fuerte porque me dolía hasta la pelvis y el pene parecía que me iba a estallar. El medico sacó una especie de lubricante con un olor peculiar. Lo aplicó suavemente con sus manos en mi polla y también a mis testículos. No me atrevía a mirarle pues mi miembro estaba totalmente enrojecido. Después de untarme el líquido comenzó a masturbarme suavemente diciéndome que tenía que ver como me corría y si me dolía. Siguió haciéndolo mientras yo mantenía los ojos cerrados. Él me dijo que me imaginara que era una mujer. Me explicó que eso era lo que le decía a sus pacientes para hacerlo más llevadero. Mantuve los ojos cerrados y me dejé llevar y en momento dado comencé a gemir de gusto. De repente sentí algo húmedo y caliente arropar la cabeza de mi polla mientras me seguía masturbando con suavidad.
Al abrir los ojos, contemplé como me le chupaba pasándome la lengua alrededor de la coronilla.
Estaba a punto de explotar. De pronto sentí que con la otra mano jugaba con mis testículos sobándolos y apretándolos de vez en cuando. Pasados unos minutos subía y bajaba hasta casi la mitad de mi pene, mientras me acariciaba las pelotas y con la otra mano me introducía suavemente su dedo del corazón en el ano. Estaba en éxtasis, abrí mis piernas para que pudiera meterme bien el dedo. Al principio me molestó, un poco pero después de unos minutos me estaba gustando. Incrementó su ritmo chupándome con más fuerza, apretando mis testículos también, mientras me seguía trabajando por detrás. Estaba a punto de correrme y él lo notó, así que me metía y sacaba el dedo más rápido hasta que me corrí completamente en su boca. Se tragó casi todo. Había sido la mejor corría que había tenido en mi vida. Después de acabar no me atrevía a mirarle. Él me dijo que no me cobraría la consulta. Me dejó su tarjeta en el pecho y me dijo que cuando quisiera otra mamada, que fuera a esa dirección que era la de su casa. El médico salió por la puerta lateral hacia otro despacho y yo me vestí avergonzado de lo que había sucedido.
Al llegar a mi casa y pensar sobre lo que había pasado me sentía culpable. Después de una semana me sentía cachondo y pensaba masturbarme. Fui a la habitación y abrí el
cajón para buscar un lubricante. Al abrir, vi la tarjeta del médico. Decidí llamarle. Tenía un poco de miedo. Al contestar el teléfono pregunté por Patricio. Él reconoció mi voz y me dijo que pasara por su casa a las siete. Me dijo que si quería una buena chupada que me afeitara bien.
Después de afeitarme salí hacia allá. Tenía un poco de miedo pero por otro lado, valía la pena arriesgarse. Aquella corrida todavía me hacía temblar las piernas. Al llegar a su portal, toqué el timbre y una mujer abrió la puerta. Me quedé petrificado. Pensé que quizás era la esposa o que tal vez tenía la dirección equivocada. Le iba a decir que me disculpara pero de pronto escuché. ¿No me reconoces cariño? Era el urólogo. "Soy Patricia"
Era increíble en la consulta había notado algo raro y era que debajo de su gorra de cirujano escondía una larga melena rubia, además tenía un pecho bellos. Con razón se ponía un uniforme algo ancho. Entré a la casa y me llevó hasta la sala. Tenía un traje negro medio transparente que mostraba una silueta muy femenina. Tenía medidas negras. Su rostro parecía al de aquella actriz que se llama Linda Evans. Sus ojos eran verde oscuro. Me sirvió una copa para que me relajara y hablamos un rato. Después de varias copas se acercó a mí y me desabrochó el pantalón. Yo me dejé llevar. De repente me dio un beso en la boca y para mi sorpresa le correspondí.
Nuestras lenguas juguetearon durante un rato. Patricia seguía manipulando mi polla hasta que me quité lo pantalones. Se arrodilló y me la comió como nunca me la había comido. En un momento dado se la metía casi completa. Con la mano derecha ella jugaba con mis pelotas y con la izquierda me apretaba las nalgas. Después de un rato se levantó y me llevó de la polla hasta la habitación. Ahí se quitó todo menos un tanga negro. Me acostó en la cama y lubricó bien mi polla. Ella se lubricó con bastante líquido su ano y trepó encima de mí. Poco a poco se introdujo la cabeza de mi pene en su ano hasta tenerla dentro. Una vez dentro comenzó a moverse suavemente arriba y abajo hasta que llegaba hasta la mitad de mi polla. Le agarré por la cintura y comencé a follarle. Le chupaba los pechos y le besaba la boca jugando con nuestras lenguas. Después de un rato sentía como ella contraía el músculo del ano para darme apretones. Estaba excitado y le agarré fuerte por la cintura y la bajé con fuerza. ¡Oh! Gritó ella y la parte de enfrente de su tanga se mojó completamente. "Ten cuidado cariño, me ha dolido mucho". Seguí follándole y cuando estaba a punto, ella se salió y comenzó a masturbarme mientras succionaba una de mis nueces con fuerza. Me corrí como nunca. Había sido incluso mejor que la corrida del despacho. Después de correrme ella siguió chupando mi polla durante un largo rato hasta que se me volvió a poner dura. No me soltó a hasta que me corriera nuevamente. Estaba totalmente cansado y con sueño. Ella me llevó hasta el Jacuzzi y ahí aprovechó para afeitarme completamente, las nalgas y piernas. Me preguntó que si me había gustado la mamada. Y le dije que sí. Ella me dijo que si me quedaba a dormir por la mañana me correría aún mejor. Así que me quedé.
Mientras no bañábamos ella no se quitó el tanga. A la verdad que no se le notaba nada. Debía tener un pene pequeño. Me sequé y me fui a la cama mientras ella se quedó en el baño preparándose. Al día siguiente, me desperté sintiendo su boquita en mi polla, rápidamente se me puso dura.
También influía la suavidad de las sábanas de satén. Ella lamía la polla de arriba a bajo y ocasionalmente las pelotas. Me sentía como un rey. Me puso una almohada debajo de las nalgas y siguió haciendo su trabajo. En una de las ocasiones que había bajado a las pelotas se detuvo en mi ano. Salté, pero ella me dijo que me tranquilizara. Me lamió el ano unos 10 minutos y era divino. Mi polla estaba a punto de caramelo. Entonces introdujo su dedo en el ano.
Empezó a masturbarme mientras me metía el dedo como lo había hecho en el despacho. Esta vez con un dedo comenzó a tocarme de una forma rara me comencé a mover
y me dijo: "Tranquilo te daré un masaje de próstata". Mientras me masturbaba suavemente con una mano con la otra me daba un masaje de próstata. Era una sensación increíble. Sentía como se iba acumulando una especie de tensión en mi ano y mi pene.
De pronto, comenzó ha acelerar el ritmo. Cuando estaba al borde me apretó la próstata y los chorretones me dieron en el cuello y la barbilla. Siguió ordeñándome durante unos minutos hasta sacarme la última gota de leche. Había sido increíble. Ella me dijo que me tomara una Viagra porque necesitaba que le follara bien.
Nos acostamos una hora hasta que la pastilla hiciera efecto. Le cogí y la acosté boca arriba y le follé como un loco. Entre gemidos y gritos decía que era mi puta y haría lo que yo quisiera. Después de media hora estábamos sudando. Ella era insaciable. Noté que casi se estaba metiendo mis 21 centímetros enteros.
Después de un rato entre jadeos me dijo que cambiara de posición y se recostó de lado en la cama casi en posición fetal y subió su rodilla izquierda todo lo que pudo. Me dijo que le follara duro. Le introduje mi polla con facilidad y comencé a embestirla por detrás. Ella comenzó a gritar diciendo: ·"sigue, no pares, sigue" Al momento, sentí unas fuertes contracciones que casi expulsaban mi polla de su ano pero yo seguía empujando con toda mi fuerza hasta que ella dio un gran grito de placer. Al terminar, se la dejé dentro un rato todavía la tenía dura pero no tenía deseos de correrme. Ella me había sacado todo en la corrida anterior. Ella se salió y me dijo que me pusiera boca arriba y sentó mientras yo veía como desaparecía toda mi polla dentro de ella. Luego, ella se echó hacia el frente y comenzó a besarme locamente. Así estuvo casi media hora.
Al día siguiente, me fui para mí casa. Había sido una experiencia alucinante. Dos semanas después ella me llamó y me invitó nuevamente a la casa. Aparecí deprisa, mi polla le echaba de menos. Esta vez, ella estaba vestida con una blusa azul y una falda de seda gris. Sus medias eran azules. Nos tomamos unas copas y comimos algo. Hablamos un poco de cine y me llevó a la cama. Rápidamente me saqué la polla para que me la chupara pero ella no se puso de rodillas. Me dijo que quería que me pusiera una ropita que tenía para.
Me sentía raro pero sus gratificaciones sexuales eran siempre sorprendentes. Me puse la misma ropa que ella había llevado puesta primera vez que le visite, excepto por el tanga. Yo tenía unas bragas de seda negras cuyo roce ponían mi pene duro. Me dijo que me acostara boca arriba y comenzó a chuparme los testículos y meterme el dedo. Luego me dijo que quería un 69. Se puso encima de mí y le comencé a lamer el ano mientras ella me chupaba la polla y seguía jugando con mi ano. Después de un rato sentí un calor en mi pecho. Era algo duro. Ella se quitó el tanga y me dijo que le chupara los testículos. No quería. Nunca había echo algo así pero ella comenzó a darme un masaje de próstata como aquel día. Pensé que nadie se enteraría así que lo hice.
Después un rato ella me dijo que le chupara la polla. Me negué. Así que ella se levantó y se sentó en la cama. Me había quedado con mi polla dura y mi ano falto de estimulo. Me dijo que si quería ser su hombre tenía que pasar esta prueba. Cuando me iba a arrodillar ella me puso las manos sobre la cabeza y me guió hacia su polla. ¡Era enorme! Creo que hasta más gruesa que la mía. La tenía bien dura. Comencé a chupar pero no se me daba bien y en par de ocasiones ella se quejó. Así que me dijo que me acostara boca arriba. Me puso dos almohadas esta vez. Se arrodilló y comenzó a meter su lengua en mi ano. Después de unos minutos me puso lubricante en el ano y en el interior de las nalgas. Me abrió bien las piernas y me acercó a su enorme pene. Empujó su cabeza abriendo mi agujerito. Me dolía y me dijo que me relajara.
De pronto, me embistió con fuerza hasta la mitad me corría disparando una pequeña piscina de esperma en una estómago y recibiendo algunas gotas en mis labios. Ella no se detuvo y siguió follándome mientras me besaba la boca. Cada arremetida me causaba dolor. A Pesar de estar lubricado su polla era enorme. Me
la sacó y me dijo que me pusiera en cuatro. Así lo hice. Me sentía humillado de semental a yegua. Todavía tenía el traje y las medias puestas que estaba húmedos de sudor y leche. Me introdujo el dedo y comenzó a darme un masaje mientras me ordeñaba con la otra mano como si fuera una vaca. Después de unos minutos sacó le dedo y me introdujo un consolador de látex que tenía se inflaba utilizando una especie de pera.
Me dijo: "Con éste me inicié hace mucho tiempo" Empezó a inflarlo hasta que parecía que me iba a rajar el ano. Le grité que parara y se detuvo. Ella se acostó boca arriba e hizo un 69 conmigo. Su polla casi me asfixiaba y el consolador me estaba haciendo daño cualquier movimiento se multiplicaba dentro. Ella comenzó a comerme la polla mientras yo le comía la suya. Mi pene se estaba poniendo duro. Mientras se me levantaba sentía más presión en mi ano. Cuando estaba totalmente erecto ella presionó el botón del vibrador. Sentí un cosquilleo agradable mientras seguíamos haciéndolo. Cuando estaba a punto ella puso el consolador al máximo y me corrí con gran fuerza. Ella se tragó absolutamente todo. Después se levantó y se puso sobre mi boca y me folló la cara hasta correrse dentro de boca tragándome todo lo que pude.
Después de ese día, me convertí en su hombre pero una vez al mes, Soy la Putita del Urólogo.
Autor: MARIA