Esto sucedió hace varios años para el matrimonio de mi hermano mayor de 24 años. Su novia, una muchacha de su edad, muy hermosa. Sus suegros eran muy amigos de mis padres y se visitaban a menudo. Yo tenía 18 años y siempre me llamó la atención doña Amanda, la mamá de la novia de mi hermano. Una señora de unos 54 años, muy normal para su edad, nada extraordinario, bajita algo rellenita, con unos pechos muy desarrollados, piernas torneadas de muslos gruesos y unas caderas anchas con un culo bastante abultado. A los muchachos de mi edad, seguramente no les llamaría la atención, pero a mí siempre me atrajeron las mujeres maduras y vez que podía le miraba sus piernas al sentarse enfundadas en medias brillantes, o trataba de ver más de sus tetas por los escotes. No sé si yo me pasaba películas, pero al parecer siempre ella me miraba de forma enigmática, levantando una ceja y fijando su mirada en mí cuando la miraba. Me acostumbré a no desviar su mirada, al contrario descaradamente le miraba sus muslos y creo haber notado que ella los entreabría cuando yo la miraba, sin que nadie lo notara. Está de más decir que me inspiraba mis más ricas pajas.
El día del matrimonio, la fiesta fue en nuestra casa y doña Amanda vestía muy hermosa con un vestido largo muy ajustado y escotado, dejando la espalda descubierta. Yo la miraba y ella consciente de eso, me devolvía miradas sonrientes. Al terminar la fiesta como a las cuatro de la madrugada, ya no quedaban invitados, los novios se habían marchado a su luna de miel y en la casa quedábamos solamente mis padres, doña Amanda con su marido y yo. Todos estaban bastante bebidos, sobre todo el marido de doña Amanda y ella también, aunque algo menos. Mis padres no los dejaron irse y la mejor solución fue invitarlos a quedarse en la cama de mi hermano que estaría vacía y que compartía conmigo en el mismo dormitorio del segundo piso. Ayudamos a subir al marido de doña Amanda y lo acostamos. Estaba tan ebrio que ni se dio cuenta cuando lo desvestimos con doña Amanda. Mis padres se fueron a dormir a su dormitorio en la planta baja y doña Amanda me dijo una vez acostado su marido, quien comenzó a roncar enseguida: -Ya mijito, dése vuelta para quitarme el vestido para que no se arrugue y aproveche de acostarse usted.
Yo me di vuelta a medias y pude ver de reojo como doña Amanda quedaba con su ropa interior negra, un sostén grande y calado, que dejaba la mitad de su grandes tetas al descubierto y unos calzones tipo bikini ajustados a su gran trasero. Se metió a la cama y yo solo con mi bóxer, hice lo mismo. Yo no podía dormir, la imagen de doña Amanda en ropa interior no se me borraba de la mente y mi erección era tremenda, pero no me podía pajear, pues las camas estaban muy cerca. A los pocos minutos, ella se levantó, creyéndome dormido y salió hacia el baño del pasillo. Yo la seguí y la encontré sentada en el WC con los calzones arrollados en las rodillas. No pude ver bien su entrepierna, pues su barriguita lo impedía, pero ver sus muslos desnudos y sus grandes tetas cubiertas a medias por el sostén, hicieron crecer más mi verga.
-¡¿Qué hace aquí mijito?! –me preguntó asustada.
-Vine a acompañarla Sra. Amanda, pensé que le había pasado algo –le contesté entrecortadamente.
-No mijito –respondió con voz traposa por el trago- solo que me dieron ganas de hacer pipí. Pero váyase, no es bueno que me vea casi desnuda.
-No Sra. Amanda –respondí- me quedaré acompañándola, no sea que se caiga al regresar a la cama.
-Bueno mijito, pero vuélvase para que no me mire… -No se preocupe Sra. Amanda, no la miraré…
Sentir el ruido del chorro de pichí en la taza del WC, donde ella con sus piernas abiertas orinaba, me puso la verga a mil y mi erección no podía disimularla.
-¿Qué le pasa mijito? –Me preguntó sonriente- ¿se siente mal? -No Sra. Amanda, solo que usted me… me hace sentir raro… -¡Ay que chico este! Exclamó riendo –¡mire que mira
ndo a esta vieja se pone raro! -Sra. Amanda, ¿no despertará su marido mientras estamos aquí? -No, pierda cuidado hijo –respondió sonriente, siempre con voz traposa- como está de borracho no lo despierta ni una locomotora pasando por encima de él, ja, ja, ja.
-¿Está segura? -Mira hijo, llevo 35 años durmiendo con él… lo conozco bastante –respondió seria.
-¡35 años! ¿Y acostándose sólo con él? -¡Eres curiosito mijito! –me contestó con una sonrisa pícara- ¿te cuento? No, en los 35 años me hice algunas escapaditas… comprenderás que es mucho tiempo para pertenecer a un solo hombre ¿no crees? Tuve mis aventurillas muy reconfortantes… ¡uuuuuf! –y mirándome el bulto que crecía más en mi entrepierna- ¿y tú, tienes muchas novias? -No Sra. Amanda, por el momento… nada -Y entonces eso que tienes allí… ¿sólo pajitas y nada más? No me digas que lo tienes así por mi culpa… ¿qué te puede gustar de esta vieja? -Sí Sra. Amanda, Ud. me lo tiene así… de mirarla… de sentirla…
Ella seguía sentada en el WC con sus calzones en las rodillas y sus piernas abiertas, su respiración se había ido agitando y su voz le temblaba.
-¿Sabes? Esta conversación y el mirarte tu cosita tan grande, también a mí me está poniendo rara… me da una cosquillita en mi cosita y yo sé por que… Venga mijito, acérquese que debemos aliviarnos de lo que nos pasa.
Yo me acerqué y ella abrazó mis piernas, con su mejilla acarició mi miembro sobre el bóxer y lo besaba y acariciaba. Yo mientras tanto, le acaricié los hombros y bajé mis manos a sus tetas que sentí ricas, grandes calientes y blanditas, le bajé el sostén y me apoderé de esas grandes masas de carne y comencé a darle apretoncitos a los pezones que empezaron a crecer y endurecerse. Ella gemía y besaba mi pene por encima de mi bóxer. Entonces lo empezó a bajar, dejando al aire mi verga que estaba durísima y cabeceaba insolente frente a su cara.
-¡Ooooh que delicia tienes aquí…! –Exclamó- tan grande y gruesa para ser tan jovencito… lo que se pierden las lolas… ¡Ooooh que rico!… creo que me lo voy a comer…
Lo acariciaba con sus manos, subiéndolas y bajándolas a lo largo de mi verga, disfrutando de ese contacto ambos. De pronto lo comenzó a lamer, produciéndome escalofríos, en cada lamida… pasaba su rica lengua y me miraba a los ojos. De repente lo metió todo en la boca, dándome una chupada salvaje, tan experta y exquisita, sacaba y metía mi miembro de su boca… la metía hasta la garganta y volvía a jugar con su lengua en la cabecita…fue tanto el placer que me prodigaba, que a los pocos minutos sentí una sensación tan agradable que cerrando los ojos y apretando sus tetas, me vine en una acabada tremenda, lanzándole chorros de caliente leche, que ella tragó lo que más pudo, saboreándose con su lengua atrapando todos lo que chorreó sus labios y sus tetas. Me miró sonriente y agachándome me dio un beso con lengua acariciándome entero, mientras yo seguía apretando sus ricas tetas.
-Y ahora mijito –me dijo mimosamente- ¿Usted le comería la cosita a esta viejita caliente que también quiere gozar? –y diciendo esto, se sacó los calzones, abrió más sus piernas y haciéndose hacia adelante me mostró una concha grande abierta, rodeada de vellos abundantes ensortijados que le daban un aspecto de morbo increíble, calentándome muchísimo más.
Era lo que más deseaba en ese momento, comerle la concha a doña Amanda. Me agaché y chupé los pezones por un ratito y con la mano comencé a acariciar esa conchita que se me ofrecía. Ella jadeaba y gemía con los ojos entrecerrados. Luego me arrodillé en el suelo y comencé a lamer esa concha peluda y rica, con sabor a pichí y a los jugos que esa caliente y madura mujer estaba expulsando, producto de su calentura… metí mi lengua entre esos labios gruesos y abiertos y comencé una comida de concha exquisita, encontrándome con su clítoris que sobresalía unos centímetros, produciéndole un cosquilleo que ella trataba de escabullir, meneando sus caderas y lanzando pequeños grititos y gemidos… Yo seguí con mi labor con mi lengua gozando yo y haciendo gozar a esa mujer caliente que se me ofrecía… a los pocos minutos, ella comenzó a jadear más fuerte y a resoplar, aumentando
sus movimientos de cadera, hasta que apretando mi cabeza con sus manos, como queriendo enterrarla entre sus piernas, comenzó a acabar llenando mi cara de jugos que expulsaba en gran cantidad, disminuyendo sus movimientos.
-¡Oooooooooh… por la puta… que rico…! uuuuuufffggggghhhh… Aaaaaaaaaaaay… aaaaaaaay…ooooooooooh gracias mijito… gracias…
Quedó laxa por unos minutos, con los ojos cerrados respirando agitadamente. Yo, con todo eso, volvía a tener mi verga dura como fierro. Ella lo notó y se levantó. Me sentó en el WC y ella abriendo las piernas a ambos lados de mis muslos, se fue sentando hasta ensartarse mi verga, pero para mi sorpresa, y con muchos gritos sofocados se la puso en la entrada de su ano. –Ya mijito… -me pidió- trate de metérmela por el culito… hace mucho que no lo siento por allí y me dieron muchas ganas de tenerla clavada en mi culo otra vez… -Pero… le va a doler –le dije.
-No tengas cuidado… mi culito está acostumbrado… no es la primera vez… vamos… despacito… -ella se fue sentando poco a poco, hasta que con un gritito se lo metió todo. Sentí como un guante apretadito su culito de grandes nalgas en mi verga… realmente ese gran culo podía resistir mi gruesa verga… una vez metido todo ella se quedó quieta y comenzó a cabalgar suavemente primero, para aumentar el ritmo y dando grititos y gemidos aserruchó su gran culo con mi verga ensartada… gozaba a mares y yo me volvía loco con esa enculada fenomenal, que nunca imaginé… A los pocos minutos ella nuevamente comenzó a acabar entre gemidos y suspiros moviéndose como loquita sobre mi verga, hasta que acabó intensamente a la vez que me hacía acabar a mí nuevamente, inundándole su ano de abundante leche que chorreó por mis piernas… quedó abrazada a mí por unos instantes, besándome y acariciándome. Luego se levantó, me besó tiernamente en la boca con su lengua, y se limpió el semen de su culo y piernas con una toalla. Se puso nuevamente su sostén y sus calzones y sonriendo me dijo: -Yo también tenía derecho a una luna de miel, ¿no crees? A esta hora debe estar cogiéndose a mi hija tu hermano, pero el hermano menor se cogió a su suegra con mucho placer, ¿cierto mijito?
Sonriendo se despidió de mí y se fue a acostar al lado de su marido nuevamente y yo hice lo propio en la cama de al lado, logrando ambos conciliar un sueño muy placentero, mientras su marido roncaba.
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Autor: Pepe pepe9969 (arroba) starmedia.com