Un joven va con su novia a una discoteca pero termina siendo cogido por el culo (por primera vez) en un baño
Veintiocho años tenía por aquel entonces, y esa noche fuimos con mi novia Sandra y dos parejas amigas a bailar a una discoteca. A esa hora había muchísima gente y tuvimos que ponernos a hacer fila para poder entrar. Nuestros amigos quedaron delante nuestro y yo me puse detrás de Sandra abrazándola por la cintura como solía hacer, y con mi cara al costado de la suya hablaba con nuestros amigos que de vez en cuando volteaban para hacer algún comentario.
La fila se movía a ritmo lento y al poco rato ya había bastante gente más, que al ir llegando, formaron fila detrás nuestro. Me separé un poco de Sandra para encender un cigarrillo y al moverme hacia atrás sentí que mi culo tocaba contra alguien que estaba parado detrás y que yo no había notado que estuviera tan cerca. Giré la cabeza como para pedir disculpas y apenas llegué a hacerlo con un gesto, ya que el chico que estaba detrás enseguida hizo lo propio con un leve movimiento de la mano y una sonrisa como para indicar que no había sido nada.
Quizá para él no había sido nada, pero a mí me puso bastante nervioso. No podía estar seguro pero me daba la sensación de que había sentido en mi culo el bulto de ese muchacho y eso me había provocado una sensación muy extraña. Nunca había tenido nada sexual con hombres ni en fantasías, sin embargo el sentir ese breve contacto en el culo me había desconcertado. El solo hecho de analizar lo que había pasado, que si ese paquete semi blando que había sentido contra mí era o no su pija, que sí, que tenía que serlo dada la posición en que estabámos, que si él habría notado que había sido accidental o habría pensado que lo hice a propósito… en fin, que de solo pensar en esas cosas mi verga había reaccionado y tuve que acomodarla en mis pantalones porque estaba ya dura como una piedra.
— ¿Te estás poniendo contento? — me susurró Sandra al oído, echando un poco la cabeza hacia atrás y con una sonrisa pícara en su cara.
— Si… — contesté tratando de ocultar la turbación que sentía en ese momento.
Nuestros amigos conversaban entre ellos y miraban hacia adelante. En el sigiente paso que dió la fila me acomodé mejor detrás de Sandra, haciendo coindidir bien mi verga con el centro de su generoso culo. Llevaba un vestido de falda corta y debajo apenas una tanga que se perdía entre sus nalgas por lo que con mi pantalón de tela liviana aquello se sentía de maravilla. Trataba de concentrarme en el culo de Sandra, pero no podía dejar de pensar en el chico que estaba detrás mío, otra vez muy cercano, como podía adivinar mirando de reojo.
Sin pensarlo demasiado, al cambiar el peso de mi cuerpo de un pie hacia otro, me moví un poco hacia atrás y noté que mi culo rozaba otra vez contra su paquete aunque casi imperceptiblemente. Mantuve la posición y poco después el también se movió aumentando el contacto por un breve instante para volver luego a apenas tocarnos. Ese corto momento me despertó muchísimas dudas pero puedo decir que lo que tuve seguro inmediatamente es que la reacción que me había provocado fue aflojarme. Sentí que se me aflojaban las nalgas, sentí que se me aflojaba el culo y sentí que deseaba, sí deseaba, que se volviera apretar contra mí.
La fila seguía moviéndose cada tanto, pero luego de cada movimiento yo podía notar que el seguía, apenas tocándome, detrás mío. Lo suficientemente cerca como para notar que estaba allí, y lo suficientemente separado como para que pudiera todavía tomarse como un contacto casual. Yo no sabía qué hacer, pero Sandra, que debía estar también gozando con mi pija bien parada entre sus nalgas vino en mi ayuda al mover su culo hacia atrás y con eso también el mío. El chico de atrás no sólo no se retiró ante el contacto, sino que avanzó sus caderas hacia adelante y se apretó aún más. Pude sentir que su verga también estaba dura, tanto que pude adivinar su contorno y posición y moví mi culo un poco hacia un lado para sentirla entre mis nalgas, a lo que él respondió
apretándomela aún más. Llegado este punto ya era claro para ambos que el contacto no era nada casual y que ambos lo deseábamos y lo estábamos disfrutando. Antes de llegar a la puerta de la discoteca la fila se movió en unos cuantos pequeños pasos, y en todos ellos, luego se separarnos por un instante, podía notar, aliviado, como su verga, cada vez más dura, volvía a apretarse contra mi culo.
Los restantes cinco minutos que demoramos en entrar, creí que me volvía loco. Nunca había siquiera fantaseado con un hombre y ahora tenía una verga apretada en mi culo que me estaba dando un placer insospechado y mi propia pija, dura como una roca, gozaba contra el culo de Sandra que se sentía como nunca. Sandra volvió a acercar su boca a mi oido para susurrarme:
— Me encanta sentirla bien dura contra mí
— Me lo imagino — contesté yo con una sonrisa, y lo que en realidad quería decir es que sabía exactamente de qué me hablaba, porque yo mismo estaba gozando sintiendo una pija apoyada en mi culo. Con mis manos en sus caderas, atraía a Sandra contra mí al tiempo que movía mi culo hacia atrás apretándolo contra la verga de aquel muchacho que a su vez hacia fuerza hacia adelante y me la refregaba entre las nalgas.
Fue tanta la calentura que me agarré mientras hacíamos la fila, que apenas logramos entrar a la discoteca, dejé a Sandra con mis amigos y me dirigí al baño para limpiarme un poco el abundante líquido pre-seminal que con que me había mojado. Me metí en uno de los cubículos y cuando estaba cerrando la puerta para poder limpiarme sin que me vieran, apareció el chico de la fila e indicándome silencio con un dedo en sus labios se metió conmigo y cerró la puerta tras de sí sin darme tiempo a reaccionar (si es que hubiera querido hacerlo). En absoluto silencio apoyó sus manos en mis caderas y me guió para ponerme frente al inodoro y de espaldas a él. Todavía tomándome de las caderas fue acercando su paquete a mi culo y nuevamente me lo apoyo, moviéndose como en cículos para refregármelo por todas las nalgas.
Ya en ese momento estaba yo totalmente entregado y me dejé hacer; estiré mis brazos, apoyé mis manos en la pared del frente, y cerré los ojos inclinándome y tirando el culo hacia atrás. El comenzó a sobarme la verga por encima del pantalón y poco después me desabrochó y bajó los pantalones y ropa interior. Con una mano me acariciaba el culo, me tocaba los huevos por entre mis piernas y con la otra se bajaba su ropa y se desabrochaba la camisa. Cuando dejé de sentir las caricias giré la cabeza y lo ví tomando un preservativo y abriendo el envoltorio con los dientes. Girándo un poco el cuerpo y totalmente dominado por el deseo estiré una mano para tomar su verga. Tenía un tamaño de lo más normal; me pareció una bella pija, con la cabeza en punta, bien derecha y con una piel clara y suave tanto a la vista como al tacto. Sentir esa dureza en mi mano me hizo calentar aún más. Acaricié sus huevos mientras él se colocaba el preservativo y luego levantó la mirada y me sonrió. Yo sabía lo que se venía, y aunque nunca lo hubiera imaginado, lo estaba deseando. Volví a ponerme contra la pared, separé las piernas todo lo que mis pantalones en mis tobillos me lo permitían y me incliné todo lo que pude para ofrecerle mi virgen culo a ese desconocido.
Sin prisas retomó sus caricias a mi culo y pasaba una mano entre mis nalgas dejando que la punta de uno de sus dedos acariciara mi agujero. Usó saliva para humedecerme el ano y luego hasta tomó algo del líquido que mojaba toda la cabeza de mi pija para embadurnarme más. Con la palma de su mano apoyada en mis nalgas, dejaba ir un dedo entre ellas y con la punta hacía movimientos circulares y un mete saca de apenas un centímetro pero que me volvía loco de placer.
Con una mano me separó las nalgas y con la otra dirigió la punta de su verga frotándola en mi ano hacia arriba y hacia abajo hasta dejarla apoyada bien en el centro. Puso su mano en mi espalda para indicarme que me inclinara un poco más y me tomó nuevamente de las caderas atrayéndome hacia él y diciéndome bajito que me aflojara. La sensación de su pija tan dura apoyada en mi ano era tan placentera que no me costó mucho cerrar lo ojos y relajarme para disfrutarla. El lubricante del p
reservativo, su saliva y mi propio líquido pre-seminal hacían su trabajo, y podía sentir como parte de la cabeza de su pija entraba y salía de mi culo en pequeños movimientos. Siempre dirigiéndome con sus manos en mis caderas y a veces usando sus pulgares para separar mis nalgas fue metiéndomela más y más hasta un punto en que realmente costaba hacerla avanzar más. Sentía dolor, pero era un dolor soportable y en ese momento ya no quería dar marcha atrás; quería sentirla toda adentro. Yo hacía fuerza para aflojarme más y él ejercía una fuerza suave pero constante para que siguiera entrando milímetro a milímetro. Al poco rato ya la había metido toda, y a pesar de la exitación el dolor había hecho que mi verga se me bajara un poco.
Se me bajó un poco más cuando sentí que alguien entraba al cubículo de al lado y se ponía a orinar. Con su pija totalmente metida en mi culo y sin hacer ruido, mi compañero apoyó su pecho sobre mi espalda inclinada y estiró sus manos para acariciarme la pija y los huevos, al tiempo que se movía lenta y casi imperceptiblemente dentro mío. Así esperamos que nuestro vecino terminara de orinar y para cuando se hubo ido, yo estaba transpirando, con la verga otra vez dura y moviendo el culo como una perra para que me cogiera más duro.
Entonces se incorporó, me agarró de las nalgas y comenzó a cogerme con movimientos cada vez más largos y más duros. Por momentos rápido y por momentos lento. Con mis ojos cerrados me preguntaba qué cuernos hacía yo, tan machito, gozando como una puta mientras alguien que ni siquiera conocía me daba por el culo. Pero no me importó, y en silencio le decía "si, cogéme, cogéme, cogéme" y movía el culo al ritmo de sus movimientos. Luego sentí como me apretaba aún más contra él, cómo me la metía aún más adentro y me mantenía así mientras su verga palpitaba dentro mío y descargaba su leche. Con su pija aún semi-dura y sin sacármela, me hizo incorporarme y comenzó a pajearme, todavía cogiéndome despacito, hasta que también yo pude sentir que mi pija explotaba y mi culo le apretaba la verga con cada chorro que salía. Pocas veces he acabado con tanto placer. Lentamente me la sacó, silenciosamente nos limpiamos y nos arreglamos la ropa y al salir le dí una palmada en el hombro (un gesto que hasta el día de hoy me resulta cómico) y balbuceé un "gracias", todavía confundido y abrumado por todo lo que había pasado.
— ¿Estás bien, mi amor? — me preguntó Sandra al reunirme con ella.
— De maravilla — le dije sonriendo.
Así termina la historia de aquella, la vez que la sentí en el culo. Y aunque no me veo a los besitos ni otras mariconadas, alguna vez quisiera volver a sentirla.
Montevideo, 5 de enero de 2004
Autor: bi_casado_uy
bi_casado_uy ( arroba ) hotmail.com