“¡Aaaaah…ohhhhhh…aaaahhhh!” gritó Tomás, tratando de no perder detalle con la cámara, al darle a su amada hija la acumulada y caliente carga; imposibilitándola a tragarla del todo,
embarrando su hermosa cara y pelo. Terminando de eyacular en su boca, tiró a un lado la cámara, jadeando de intenso placer.
Anne simplemente quedó mirándolo, sensualmente, relamiendo el semen a los lados de su boca, devorándolo con familiar gula.
Tomó de nuevo la cámara. La cambió a modo de fotografía. “Retrata tu obra”, le ordenó. Después de posar sonriente, con su cabeza apoyada en su mano, comenzó a lamer el estómago de su padre, subiendo lentamente, limpiando de su cara los restos de semen, tragando y escupiendo lo poco que le quedó en la boca. Quedaron cara a cara unos segundos, observándose sin hablar, hasta que Anne comenzó a lamer melosamente su cara, mientras con la mano masajeaba sus testículos.
“Ya me tragué toda tu cosa novio. ¿Me besas?”, preguntó, y sin esperar respuesta, unió su boca a la de Tomás, fundiéndose en un largo beso, abrazándose y girando sobre sus cuerpos.
El semen en su pelo hizo un desastre. Tomás al jugar con él con sus dedos y llevarlo a su boca, que ella lamía y mamaba como cachorro.
Anne se puso de pie para ir al baño. Primero buscó una secadora de pelo, y encontró la de su madre. Fue por su amante y lo jaló a la regadera. Entre besos y manoseos se ducharon y salieron minutos después.
Tomás se cambió mientras su bella hija se secaba el pelo y se maquillaba. Cuando salió, lo encontró en su atuendo deportivo, listo para salir a caminar.
“¿Tendremos desayuno mañana, preciosa?”, preguntó Tomás.
“¡Claro! Todo vuelve a la normalidad”, contestó Anne.
“¿Y los jueves de papi?”, preguntó él.
“Esos son irrenunciables”, le aseguró Anne.
“Lo más irónico del caso es felicitar a Raúl por mi bebé que llevas dentro”, dijo, al tiempo que ambos se rieron.
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“¡Vaya sorpresa!”, dijo Tomás a su yerno al abrir la puerta. “Muchas felicidades Raúl, ya supe que vas a ser papá otra vez”, dijo al abrazarlo, sintiendo la misma sensación que aquel lejano domingo cuando que lo saludó y se acababa de coger a su esposa por primera vez, al felicitarlo por servirles a su hija y el de fachada.
“¿Cómo la ve, don Tomás? Pero pues a nuestra reina, lo que pida. Estoy encantado, y usted seguramente también por tener otro nieto o nieta más”, dijo.
“¡Pásele! ¡Está en su casa!”, dijo Raúl, muy, muy lejano de saber quién era el padre del bebé.
Anne bajó minutos después, en su sensual y ligera ropa de noche. Platicaron un momento los tres. Raúl se levantó y subió a la recámara. Los niños seguían dormidos.
Tomás tomó las manos de su hermosa hija y se miraron. Ella se levantó a cocinar, mientras el solo la observaba.
“¿Cuándo le dirás a Estelita, hija?”, preguntó Tomás.
“No sé. No sé si le diré. Me lastimó mucho y la verdad, no sé si vuelva a hablarle. Va a sacar sus conclusiones y estará segura que el bebé es tuyo”, contestó con algo de fastidio Anne.
Raúl bajó de nuevo ya vestido, listo para salir a jugar tenis con sus amigos.
“Habrán de disculpar que no los acompañe hoy, pero tengo juego”, dijo.
Lo despidieron en la puerta. Cuando se alejó en el automóvil cerraron y se abrazaron, comiéndose a besos.
“Voy a ver a los niños”, dijo Anne, descubriendo y mostrándole sus bellas nalgas al subir la escalera. No traía calzón.
Tomás se sentó de nuevo a la mesa. Anne sacó alimentos del refrigerador y la alacena. Tomás se puso de pie y se dirigió a ella. Puso sus enormes manos en los hombros de su hija y comenzó a recorrerla hacia abajo, bajando su sensual pant rosa hasta las rodillas, al tiempo que sacaba su erecto miembro.
Anne levantó su trasero. Papi la encañonó y penetró fácilmente el ano, empujándola contra la estufa. Con ambas manos, ella abrió sus nalgas para recibir el embate de su fogoso padre, hasta tenerla completamente empalada, comenzando el rítmico movimiento. Anne se movió a su derecha y se apoyó en la repisa con sus brazos mientras Tomás fogosamente le metía y sacaba su durísima macana, mientras ambos trataban de acallar sus jadeos.
“Procura no hacerlo tan duro novio”, dijo Anne. “No vaya a ser que bajen los niños y vean como el abuelo se culea a su mami”. Tomás bajó un poco el ritmo, pero a los segundos volvió a su paso anterior. Anne se abrió lo más que pudo, separando sus piernas, mientras papi la tomó de nuevo por los hombros, tirando y empujando su cuerpo con más vigor, a sabiendas de que si bajaban los niños no podría parar.
“¿Qué no nos encantan los deportes extremos?”, dijo Tomás, sin bajar su ritmo.
“Claro, pero no con mis hijos ni mi marido”, contestó Anne con entrecortada voz. “Apúrate novio, y a ver cómo te vienes en silencio”, agregó.
Tomás se bajó un poco abriendo sus piernas, culeándola de abajo hacia arriba, dándose una situación más vulnerable si venían los hijos. Tras unos segundos, el cosquilleo comenzó. Sería trágico si apareciera alguno en ese momento. Imposible detenerse.
Tomás penetró lo más hondo que pudo a Anne, eyaculando copiosamente, llenándola, como tanto le gustaba, mientras ella apretaba su esfínter sintiendo las intensas palpitaciones de su fogoso padre al llenarla de su semen, repujándose contra él.
Tras unos segundos, Tomás comenzó a retirarle el endurecido garrote, más rápido de lo normal. Anne sintió algo de alivio, pero no pudo evitar que le saliera un chorro y cayera en el piso de madera, claramente visible. Tomás guardó su pene, aún embarrado, mientras ella subió su pant. La respiración de ambos continuó agitada un par de minutos. Anne se volteó y se besaron con su acostumbrada pasión.
El primero que bajó fue Ezequiel, su hijo menor. Se sentó adormilado en la silla del desayunador, sin poner atención que su madre y su abuelo estaban en la cocina. Rápidamente, Anne tomó un par de toallas y limpió el semen de papi del piso. Tomás se fue de inmediato y se sentó junto a su nieto. Otra vez la libraron por poco.
Anne preparó el desayuno y se dispusieron a disfrutarlo. Alrededor de mediodía, Raúl regresó y de inmediato se pusieron a hacer planes para la comida dominical.
Cuando el niño se fue a ver TV, Anne tomó las manos de su padre y se besaron de nuevo en la boca.
“¡Que rico es tenerte metido en el culo bajo circunstancias de extremo peligro, novio!”, dijo Anne. “¿Te acuerdas la culeada que me diste en el elevador?”.
Papi sonrió y asintió con la cabeza. “Inventemos un viaje solos otra vez”, sugirió Tomás. Anne se sintió emocionada. “Inventa algo novio. Piensa bien a donde y porqué. Ojalá fuera entre semana”.
Raúl llegó con ellos minutos después. Anne comenzó a sentir escurrimientos por el ano, segura que se le notaría al no traer calzón, como era su costumbre en casa. Seguramente dejaría una mancha en la silla. Tenía que pensar algo rápido.
Le hizo gestos a papi que estaba sentado frente a ella con la mirada, pero éste, a su estilo, no captaba. Aprovechó que Raúl se levantó, y Anne se ladeó, señalándose con el dedo. Tomás puso cara de asombro, como preguntándole que iba a hacer.
CONTINUARA….
«Los ENCANTOS de papi», disculpa
Pon en el buscador: «Los Encantes de Papi». Ahí te saldrá la lista completa. Espero los disfrutes. ¡Gracias!
no encuentro los capitulos 1 al 5 de tus relatos me puedes ayudar??? cliente mirada
Excelente amigo. cuando llega el capitulo 11?
Ya está hasta el 12 amigo
Sigue maravillando este relato. Un 10,00 de puntuación