Disfruta de la parte 15 de los «Relatos de Papi» aquí.
Tomás no quiso despertarla a eso de las 6 de la mañana.
Se levantó y se dirigió al baño. En cuanto cerró la puerta, Anne, que fingía estar dormida, se levantó rápidamente y caminó ella también al baño y lo escuchó orinar y abrir la regadera. Tomó la cámara. e hizo conexión con su celular seleccionado algunas de las fotos: donde estaba posando sobre el estómago de Tomás con su verga sobre el hombro, una de las que se la estaba mamando y la llevaba a la mitad, y otra donde la tenía insertada en el ano. Pensó un momento, presa de dominante deseo, y adjuntó también el video de la expulsión del semen. Puso la dirección electrónica personal de Raúl, escribió “espero no te moleste, querido”, y las envió. Respiró hondo, emocionada por su atrevimiento. Puso la cámara donde estaba. Se levantó y entró al baño justo cuando Tomás salía. Se puso frente al espejo y paró sus bellas nalgas, invitándolo a pasar.
“Me encantaría vivir así, conectado a ti preciosa. Sentir tu cuerpo envolverme la verga siempre”, dijo él, al penetrar su ano nuevamente, pero quedándose inmóvil. Ella fue quien comenzó a mover su apetitoso trasero en forma circular, muy lentamente.
“¿No te cansas de cogerme, novio? ¿eh? ¿No te enfadas de metérmela tantas veces? ¡No me puedo imaginar cómo eras de joven! ¡Pobre de mami!”, decía con jadeante voz.
Raúl iba en camino a su trabajo después de dejar a los hijos a la escuela, cuando en su celular sonó la alerta de correo. En el primer semáforo, vio que se trataba de un mensaje de su esposa. Lo vería en la oficina.
Cuando se sentó en su escritorio, esperaba el habitual correo de saludo, pero notó que se trataba de uno muy pesado, que tardó algo en bajar en el aparato.
Su erección fue instantánea al ver a su bella esposa mirándolo a los ojos, con una enorme, morena y gorda verga junto a ella. Su corazón comenzó a latir apresuradamente. Puso el teléfono sobre el escritorio, hacia abajo. Miró hacia afuera para poderse levantar sin que alguna persona se percatara de su tremendo síntoma, imposible de disimular.
La segunda foto de su esposa devorando el pene de su suegro lo hizo bajar su bragueta, y comenzar a masturbarse debajo del escritorio. Nerviosamente, miró de nuevo afuera. Esperó a que pasaran unas personas. Se levantó, y se metió a su baño privado. No creyó poder aguantar más, después de ver la foto de Tomás ensartado en el culo de su bella esposa, pero cuando comenzó a ver el video de lo que había hecho su suegro en el culo de Anne, se comenzó a masturbar lentamente, asombrado por la cantidad de semen que su añoso rival le había depositado, deleitándose con el sonido de los burbujeantes pedos, viendo como salía chorro tras chorro cada vez que Anne contraía y relajaba su esfínter. Ni en mis mejores años, pensó.
Tomás no era una falacia ni una exageración de Anne, cuando la hizo gritar la verdad, noches atrás.
Se serenó. Se limpió y se sentó de nuevo en su escritorio. Seguramente fue él quien la embarazó, tiene razón Estela, pensó. Minutos después, marcó el celular de Anne, contra su costumbre de no llamarle cuando estaba de viaje, salvo que fuera algo importante.
“¿Aló?”, escuchó la dulce voz de Anne contestar.
“Hola amorcito”, dijo Raúl.
“Ah, eres tu mi príncipe azul. El identificador de llamadas no sirve aquí. Te hubiera contestado de otra forma. ¿Cómo estás?”, dijo Anne.
“Hirviendo. Estoy que echo lumbre por ti”, confesó Raúl. “Eres una desconsiderada. Esperaba quedarme con puros pensamientos cochinos, pero me desarmaste con lo que me mandaste, preciosa”.
“Qué bueno que te gustaron. Papi te manda muchos saludos. Vamos a un brunch con sus gentes”, evidenciando que no podía hablar sobre el tema.
La llamada continuó un par de minutos más, con las preguntas obligadas por los niños, escuelas y rutina de la casa.
“Llámame en cuanto puedas. No puedo estar sin oír tu voz, amor”, dijo Raúl al colgar.
“¿Qué bueno que le gustó qué?”, preguntó Tomás.
“Unos tenis que le compré y se los dejé”, dijo Anne, mintiendo sobre la verdadera razón, pensando en que, a pesar de sentirse más relajada, ahora la trama de su vida estaba más complicada: su padre no sabía que su esposo ya sabía, quedando todavía Estela en la ecuación.
Guardó el teléfono en su bolso, y le dio un beso en la boca dentro del taxi.
Tras un ajetreado día de conocer y caminar, la enamorada y cansada pareja llegó a su hotel después de una elegante cena. Se tiraron en la cama a ver las fotos de la cámara.
“¿Te imaginas cuanto daría mucha gente por estas fotos? Hay que pasarlas a un sitio seguro, amor. Nos la llegan a robar o se nos pierde y se nos acaba el teatrito. ¡Imagínate que algún cabrón las suba a internet!”, dijo Anne, al comenzar desde el principio a ver todas las fotos.
“Ven”, dijo, desnudándose. “Quítate la ropa tú también. Que nos tome una juntos en este inolvidable viaje”. Apiló unos folletos y una caja y puso la cámara encima. Ya tenía planeado el espectáculo para su marido.
Anne se puso frente a Tomás, cubriendo su desnudez, mientras él la abrazó debajo del cuello, justo dejando ver sus senos. A intervalos de 10 segundos, cambiaban de posición, obteniendo una serie de fotos que los deleitaría por muchos años. Terminaron con una foto de Anne arrodillada ante Tomás, mamándole la verga, de perfil, mirando ella al lente, y el a ella. En una de las fotos, Anne mostró su estómago con las enormes manos de su padre en sus costados, de alguna forma aceptando y mostrando el fruto de su incestuosa relación.
Pasaron al jacuzzi e hicieron el amor con su clásica desenfrenada locura, terminando exhaustos, excediéndose del tiempo recomendado, como en Nueva York.
“Que delicia que te vengas dentro de mí sin la preocupación de que me embaraces, pillín”, dijo ella, cuando Tomás termino de eyacular en su vagina. “Ya tengo lo que quería”, agregó, frotando su estómago.
“¿De verdad querías un bebé mío?”, preguntó Tomas.
“Sabía que me habías embarazado desde la primera noche, amor. Lo del domingo fue para que te quedara claro a ti”, contestó Anne.
“Me muero por verte con la pancita”, dijo Tomás, cuando por fin se metieron a la cama.
Anne no llamó a Raúl, como habían acordado. El pobre se tuvo que conformar con las fotos que ella le mandó y darle vuelo a su imaginación.
Al día siguiente, se replicó lo mismo del día anterior, mientras Raúl regresaba de dejar a los niños en la escuela, pero esta vez, se dirigió a su casa. El correo era pesado, seguramente cargado de material, listo para gozarlo. En esta ocasión, y previa revisión, Anne le mandó la secuencia de fotos que la cámara tomó en forma automática.
Me encantan estas historias…