Pasado el episodio con Estela en la recepción del hotel, Anne temió que fuera a afectar su romance con su padre los días siguientes.
Sin andarse por las ramas, Estela le enseñó sus cartas y traía la ganadora. Intuyó muy bien la verdadera razón de su notable mejora y rejuvenecimiento de papi: se la estaba cogiendo.
Anne pensaba asombrada en lo certera de su sospecha. No sabía cómo reaccionaría papi cuando lo enterara por la mañana. Tenía que hacerlo.
Modeló para sí misma frente al espejo un par de veces. Revisó su vagina y ano con un espejo para que estuvieran exactamente como a su novio le gustaba: sin un pelo de más. Se juzgó lista. Retocó sus labios y salió del baño completamente desnuda tras varios minutos de prepararse.
Lo primero que vio fueron los velludos hombros de su corpulento padre salir de la burbujeante y vaporosa tina.
“Hola novio guapo”, dijo Anne. “¿Está listo mi osote peludo para el romance?”, preguntó con su sensual tono de voz.
Don Tomás solo respondió con un ademán para que se metiera al jacuzzi, sin verla, con solo escuchar su voz.
Anne se puso detrás de él y se sentó sobre el borde. Comenzó a deslizarse sobre sus nalgas hacia la nuca de su padre. Abrió sus muslos y puso cada uno sobre sus hombros y besó su pelo.
Tomó la cabeza de su padre y comenzó a frotar en ella su babeante vulva, varios minutos, emitiendo gemidos mientras Tomás murmuraba de placer, sintiendo como se humedecía su pelo con los jugos vaginales de su hija. Tomó a papi por el pelo, con su mano tirando de el, sin importarle que le doliera, frotándose con su cabeza, como si fuese un consolador. Con Anne, Tomás era un gigante de trapo.
“¡Aaaah, ahhh… aaaahhhh…, papi…ah!, ¡me encantas!”, gemía Anne.
Casi para venirse, Anne se separó y subió por la cabeza de su padre sintiendo su ondulado y entrecano cabello acariciar su encantadora abertura, dejando tras de sí sus rastros de su húmedo deseo, tallando sus nalgas en su cara, sintiendo su gigantesca nariz entre ellas, deteniéndose y frotando con ella su rajadura. Quería que su padre le hiciera unas pocas de caricias con su lengua. Tomás se separó un poco, lamiendo su vulva y besándole el culo, acariciando las blancas y suaves nalgas, al tenor del espumoso y caliente burbujeo.
Anne gimió suavemente, pero siguió deslizando su cuerpo hacia abajo. Tomó el pene de su padre bajo el agua con sus manos y lo insertó en su vagina, sintiendo su familiar y ansiada dureza, de espalda a él.
“Como me excita el agua tan caliente rodeando mi cuerpo con tu vergota adentro, novio”, dijo Anne al acomodarse sobre su padre.
Don Tomás tomó a su hija de las caderas mientras ella se movía rítmicamente, disfrutando al máximo la perfecta penetración, durante varios minutos.
“Novio, no te pusiste el condón», dijo con sensual voz al sentir la rigidez de su padre ocuparla por completo.
“Mm mm… no”, contestó, sonriendo. “Yo creo que tampoco necesitaba esa pastilla mugrosa que me diste”, agregó. “A ver si no me pega un soponcio”, dijo.
“Papi, eres un sesentón y tenemos el fin de semana por delante”, dijo Anne, “mañana veremos si es cierto lo que dicen de ella”
“¿Y si me embarazas, cabroncito?”, continuó ella. Tomás ignoró su pregunta. “Estoy fértil novio”, dijo, pero no dejó de frotarle sus nalgas sobre la cintura.
“¿Acaso has notado que me falte energía muñeca?”, preguntó Tomás.
“¿Te gustaría embarazarme, novio? ¿eh? ¿Te gustaría tener un hijito-nietecito? ¿eh?”, preguntó ella con su provocativa entonación de voz, al sentir una pequeña contracción del pene en su vagina.
“Eres un viejo garañón, una inesperada sorpresa”, continuó, “pero eres mas intenso y aguantas más, espero, y como que también te siento más duro”, agregó entre gemidos.
El ritmo subió y solo se escuchaban los chasquidos del agua mientras Tomás se tiraba vigorosamente a su hija y el agua salpicaba entre las suaves nalgas y el velludo estómago, haciéndola alcanzar su primer orgasmo de esa inolvidable noche, en medio de irrestrictos gritos y jadeos.
“¡Aguanta mi amor…hazme gozar como nunca, cógeme más y más!” comandó ella. Sabía que estaba jugando con fuego al no traer su padre condón, y sentir otras dos pequeñas palpitaciones de su pene mientras él trataba de contenerse.
«¡Papi!», dijo Anne con tono de reclamo. «¡Sentí los chisguetitos, cabroncito!»
Anne se incorporó. Tomás contempló la sensual, madura y brillante belleza del cuerpo de su hija humedecido con rastros de espuma. Se le notaba en su leve flacidez el paso de los años. Sus senos ligeramente caídos y un leve exceso de grasa abdominal la hacían más apetecible para Tomás, más doña, más madura. Volteó hacia él comenzó suavemente a sentarse sobre su erecto pene, pero esta vez trenzó sus brazos en la nuca de su padre y se besaron apasionadamente, casi queriendo devorarse.
“Mm mm… mmhhh”, “no te mamé tu pitote novio”, susurró Anne al oído de Tomás, mordisqueándole la oreja y metiendo su lengua por el oído, “a ver si no me embarazas, condenado”, dijo, pero la despreocupación en sus palabras le hizo sentir a Tomás que no pasaría nada si había un accidente.
“¡Si me embarazas, ahora vas a tener que ser tú quien hable con Raúl!”, dijo con jadeante voz.
Tomás enloqueció tras lo que su bella hija hacía y decía, y aumento el ritmo para que, en comparsa con ella, llevaran la experiencia del coito a niveles nunca antes sentidos.
Se detuvieron un momento cuando el temporizador de la bomba paró. Con el dedo del pie, Tomás bajó la palanca para drenar el agua de la tina. Poco a poco fue bajando el nivel mientras sus desnudos y espumados cuerpos quedaban expuestos. Moviéndose rítmica pero lentamente, Anne alcanzó su segundo orgasmo.
“¡Ahhh, ohhh papi, papi…que feliz me haces!… ¡cómo me llenas! “¡Te debo tu mamada subacuática para mañana!”, dijo Anne.
“¡Me moría por coger!”, dijo Anne. “¡No solo tú andabas urgido!”
Tomás tomó a su hija de las nalgas, sin sacarle el pene, y se incorporó cuidadosamente con ella para no resbalar, cargándola fuera del jacuzzi. Anne trenzó firmemente sus piernas en su padre, sin separar su boca de la de él. Se sintió más seguro cuando sus pies tocaron la alfombra. Caminaron hacia la cama. Se detuvo un momento a bombeándola lentamente y continuó haciéndolo al caminar. Anne volvió a sentir el pene palpitarle y fue cuando a Tomás le fue más difícil contenerse. Ninguno de los dos hizo comentario alguno. Había ocurrido otra peligrosa fuga. Le sacó la verga y la sentó. Se dirigió al baño por una toalla y la envolvió, secándola lo mejor que pudo, mientras ella lo miraba con sus verdes ojos, adornados por su rubia caballera, enchinada por el agua de las puntas en su frente y a los lados, haciéndola verse más sensual y atractiva de lo común.
Tomás se paró frente a su hija. Anne contempló su imponente físico y lo bien que le había sentado reactivarlo sexualmente. Se veía fuerte, lleno de vida y energía. Sus 8 pulgadas se erguían frente a su cara como un monumento digno de adoración.
“¿Ves novio? Tu verga apunta hacia arriba, como que se le dobló la cabeza, hasta siento que me quiere decir algo”, dijo Anne sonriente, comenzando a lamer la parte inferior del húmedo y duro tronco de Tomás, como lo había hecho antes, mirándolo a los ojos, mordisqueando sensualmente debajo de su circuncidado glande. Don Tomás puso sus enormes manos en sus caderas y se arqueó un poco hacia atrás, mientras su hija, sentada, le hacía el placentero y ansiado sexo oral que tanto disfrutaba.
Mientras Anne lo mamaba, Tomás miraba fijamente una de las ventanas de la habitación, que tan amplias eran, sin cortinas, y, al tener el cristal sumido en una cornisa de unos 60 cm, empezó a planear tirarse por el culo a Anne mientras ella estuviera de rodillas en la cornisa y el de pie tras ella, deleitándose con la vista de la bella Manhattan de noche.
Sin explicación, Don Tomás retiró su pene de la boca de Anne. Se inclinó y la besó. Caminó hacia la ventana y retiró un par de adornos de la cornisa.
“¿Qué haces novio?”, pregunto intrigada.
“Ven aquí preciosa”, ordenó Tomás a su hija. “Ven, súbete aquí”, dijo indicándole con la palma de su mano donde y como la quería.
Anne obedeció. Se acercó y Tomás la tomó de las caderas y la puso de rodillas sobre la cornisa. Caían plumillas de nieve, enmarcando la bellísima vista de Manhattan en la madrugada.
“¿Ves?”, dijo Tomás. “Cabes perfectamente. Contemplemos la ciudad mientras te la meto por tu culito, ¿qué tal?”.
Anne sonrió y colocó sus manos en cada ángulo superior de la ventana. Ella era una mezcla de sumisión y dominancia bien balanceada. Sabía que podía manejar a su amante como y donde quisiera, pero le encantaba también que él le ordenara hacer locuras.
“¿Y si nos ven, novio?”, preguntó sensualmente. “¿Y si ven que te estás cogiendo a tu novia?”, repitió con tono de despreocupación, al tiempo que sacaba sus apetitosas nalgas hacia su padre, preparándose para recibir su embate.
En silencio, Tomás se arrodilló disfrutando el bello cuadro de las suaves nalgas de Anne, y las besó y lamió. Lentamente, comenzó a meter su lengua por el culo, mientras con su mano acariciaba febrilmente su chorreante vulva, arrancándole gemidos que fueron de menos a más.
Anne golpeó suavemente el cristal para constatar que no se iría de boca cuando su padre le profanara de nuevo el culo, seducida por la belleza de la ciudad. Pensó que, en alguna de las pocas ventanas encendidas en algún rascacielos de enfrente, quizá habría alguien mirándola con telescopio, como en las películas.
Tomás se incorporó a medida besaba la espalda de Anne, haciéndola que se irguiera un poco hasta que sus nalgas quedaron perfectamente niveladas, aguardando que se la metiera.
Comenzó a lubricar el ano de su hija llevando sus babas y las de ella con el glande, haciéndola gemir en anticipación.
Poco a poco y sin mucho esfuerzo, comenzó a penetrarla suavemente, hasta llegar con firmeza a lo más profundo que podía.
Anne gemía de placer, mientras su padre metía y sacaba con lenta constancia su magna erección, aumentando su ritmo, en incontenible necesidad por vaciarse.
“¡Dámela novio, dámela! ¡lléname!”, gritaba Anne, mientras Tomás jadeaba descontrolado ante la inminente explosión.
En su último movimiento, en menos de un minuto, Tomás se detuvo en el punto más profundo, apenas tirando y empujando las nalgas de su bella hija, abrazándola por el estómago, hasta liberar su caliente y abundante torrente de semen dentro de ella. Habían pasado muchos días desde el hotel en México, su última vez, y su carga era proporcional a ese tiempo: muchísima.
Anne movió circularmente sus nalgas mientras su padre se quedó prácticamente inmóvil, soltándola, asegurando que se quedara hasta la última gota de su vital fluido dentro de ella, apretando con ellas y su esfínter lo más que podía. Continuó unos momentos, moviéndose hacia adentro y afuera sintiendo la bastedad del semen que había recibido.
Don Tomás quedó exhausto. Apenas y podía permanecer de pie. El prolongado efecto del agua caliente más la intensa actividad sexual lo derrotaron. Era la primera vez que se cogía a Anne parado. Suavemente, sacó su pene del vaporoso culo de su novia. Ella quedó un momento más en la cornisa, mientras él se dirigía a la gigantesca y mullida cama. Se recostó en contemplación de su obra en la ventana: las bellas nalgas de Anne embarradas con su semen, mientras ella las abría con ambas manos, mostrándole el culo embarrado de blanco, como alabando a su padre su hazaña.
Anne descendió lentamente, también exhausta y agradecida con el fabricante de Cialis que le había dado a su padre una increíble capacidad de satisfacerla, prácticamente de volverla loca, y saciar como nunca lo había logrado su apetito sexual. Tomás alcanzó a ver como le salió un poco de su semen mientras se doblaba para descender de la cornisa, cayendo en la alfombra
Se acercó a la cama y se desplomó junto a él. Melosamente recostó su cabeza en el velludo pecho de su padre. Se incorporó un poco y lo besó en la boca. “Gracias novio”, le dijo. Se quedaron dormidos profundamente pasada las 1 de la mañana.
Tomás se levantó al baño como a las 3. Anne estaba descubierta completamente sobre su costado, dándole la espalda. Cuando regresó a la cama, ella estaba donde mismo. La contempló un rato, oyendo su respiración.
Comenzó a acariciarle la espalda y las nalgas y correr su dedo entre ellas. Estaba tan cansada que no hizo movimiento alguno. Con sus dedos pulgar e índice le abrió un poco el culo, notando que su semen estaba a la vista. Se incorporó un poco y la besó en la boca.
Anne se volteó boca arriba. Tomás la volvió a besar, despertándola. Anne lo abrazó. Tomás la arropó también en sus brazos y la subió encima de él, sintiendo en sus nalgas la dureza de su padre.
Anne se incorporó un poco y Tomás la volvió a penetrar, sin condón, pero estaba tan cansada que se quedó dormida sobre su padre. La empujó con la verga un par de veces, pero no respondió.
Pensó en pasar así la noche, ensartado en su hija, pero a los minutos se sintió incómodo. No podrían dormir. Al menos, él.
La tomó de nuevo entre sus brazos y se rodó hacia un lado, dejándola descansar. Anne se volteó, dándole la espalda a Tomás. Él puso sus manos detrás de su cabeza y se estaba quedando dormido, cuando escuchó un leve pedorreo de su novia. Volteó a verla. De su ano salía un pequeño chorro de semen que escurriendo por su nalga se acumuló en la sábana, junto a ella. Tomás se excitó de nuevo, pero decidió aguantar unas horas para volvérsela a tirar. Esa píldora era una maravilla, aceptó.
Amanecieron juntos, desnudos, como tanto lo desearon.
CONTINUARÁ