Como alguna vez os he comentado, a mis 37 años, me encantan las maduras y maduritas en la cuarentena y cincuentena.
Como alguna vez os he comentado, a mis 37 años, me encantan – sin desmerecer a veinteañeras y treintañeras- las maduras y maduritas en la cuarentena y cincuentena. Esto que os cuento me ha sucedido hace un mes. Llevo ya seis meses trabajando en una pequeña capital de provincia, en otra ocasión os contare lo q me sucedió en una villa donde estuve destinado en una sucursal.
Suelo tomar café a media mañana en una cafetería próxima a la oficina bancaria donde trabajo. El primer dia que la vi, ya me fije en ella.
Rubia con el pelo levemente ondulado, ojos azules, 1.60 de estatura q siempre elevaba sobre botas o zapatos de tacón. Unas piernas aún bien torneadas a sus 55 años q le calculaba, si bien se le adivinaba algo de vientre, cosa que la verdad hasta le daba su punto de morbo.
Siempre me fijaba en ella, y percibí que ella también se fijaba. Comprobé que siempre q entraba ella me miraba y cada uno desde su mesa nos cruzábamos miradas. Vestía de manera elegante, a veces con traje chaqueta, otras con una casi minifalda que a su edad exhibía con dignidad, revelándome que además de unas apetecibles piernas era una mujer coqueta.
Confieso que alguna vez en mi apartamento, mientras me masturbaba en soledad o mientras me cepillaba a alguna veinteañera que había conocido en los restaurantes de la zona comercial próxima o en alguna discoteca, pensaba en ella. Aquella dama madura estimulaba mi deseo, me provocaba morbo y el solo recuerdo de su imagen me ponía.
Un día que fui a comer a uno de los restaurantes habituales, la descubrí sentada en una de las mesas. Me fijé que estaba sola, y la verdad, mandé al cuerno el miedo a hacer el ridículo y me acerqué a su mesa.
Mientras me aproximaba, ella alzó la mirada y me descubrió, se notó su semblante de sorpresa, al advertir que me aproximaba a ella.
La saludé,
– Hola, perdona, ¿ te importa si me siento aquí? Ella, me miró mas sorprendida que enfadada por mi pregunta
– No, no, puede sentarse.
Le di las gracias y le dije que al estar todas las mesas ocupadas, había pensado en sentarme allí con ella.
Le comenté que la conocía de vista de la cafetería.
Ella respondió que no se daba cuenta (lo cual los dos sabiamos que era mentira).
La tenía enfrente, compartiendo la mesa del restaurante, jó, se me puso dura solo de tenerla al lado.
Comentamos trivialidades sobre el clima, la televisión y cuando en respuesta a su pregunta le dije q trabajaba en un banco, bromeamos sobre los prestamos y créditos. Durante la conversación no dejé de mirar sus ojos azules, su piel bronceada – de solarium , a esas alturas del año- y unas tetas a todas luces deliciosas que apuntaban redondeadas bajo una blusa de ligeras transparencias.
Tras el postre quise invitarla, ella se negó, y repliqué que al menos me permitiese invitarla a tomar un cafe en una terraza en un parque próximo, aprovechando el buen tiempo.
Cinco minutos antes, al terminar el postre, se levantó y fue un momento al baño.
Yo, me deleité viéndola caminar. Llevaba una falda por encima de las rodillas, su trasero era generoso pero firme y su blusa con leves transparencias, me puso a 100.
Tras insistir que tenia q irse pronto, aceptó la invitación.
Nos cruzamos una mirada al salir del restaurante, me descubrió deteniendo mi mirada en su escote, no lo pude evitar.
Las terrazas del parque estaban a 10 minutos andando pero le sugería que fuéramos en coche, así la podría acercar después a donde tuviese que ir.
Cuando le abrí la puerta del coche, su trasero rozó mi pantalón a la altura de mi pito, al entrar ella en el coche, tuvo que notar la dureza de mi rabo, pues tenia un empalme total.
Puse un cd de música pop y nos dirigimos al cercano parque, mientras cambiaba de marcha mi mirada se clavaba en sus rodillas mas sexys aún envueltas en aquellas medias.
Sonreí y le pregunté si le gustaba la música, le dije que hacía una tarde estupenda y que con una compañía tan agradable, era una de mis mejores sobremesa desde que había llegado a la ciudad.
Ella sonrió y me dijo que cualquiera diría – si no fuera por su edad- que quería ligar.
Yo le respond
í a ella diciéndole que no tenía de que extrañarse pues era una mujer atractiva.
Mientras decía eso, detuve el coche un poco mas allá de las terrazas, junto a unos árboles que proporcionaban una pantalla de intimidad.
Puse el freno de mano, nos sonreímos y sin mediar palabra la bese.
Empecé a acariciar sus rodillas, su espalda,,,,,,, ella me mando parar diciéndome que si estaba loco, que alguien nos podía ver.
Eso tiene arreglo, arranqué el coche y la llevé a mi apartamento, mientras conducía acariciaba sus rodillas, sus muslos, ella simplemente se dejaba tocar con los ojos cerrados.
En el garage nos besamos, acaricié por fin sus tetas, en el ascensor meti mi mano bajo su falda, al entrar en mi apartamento cerré la puerta y la puse contra la puerta, la besaba mientras mis manos recorrían su trasero, su espalda , sus tetas.
Yo estaba a 100, la tome de la mano, entramos en la cocina la hice sentar en una banqueta, me baje la cremallera, saqué mi pito y puse mi mano en su nuca, acaricié su melena, la sonreí, acaricié su nuca y la empujé suavemente hacia mi polla empalmada a tope.
La empezó a chupar, sujeté su cabeza y le di a entender q me la comiera, yo movía mi cintura y disfrutaba viendo mi polla ,manchada con el carmín de sus labios, entrar y salir de su boca.
Extendí mi mano y mientras me la chupaba, desabroché su blusa y manosee sus tetas, por encima de un sujetador que hacía aún mas apetitosas sus melones.
Estaba muy empalmado y si ella seguía chupándomela me correría en un minuto, así que tomé sus manos invitándola a que se levantara de la banqueta, bese sus labios mientras intentaba bajarle la falda, ella tuvo q ayudarme.
La apoyé en la encimera de la cocina, con una tijera corte sus pantis para q quedaran como medias hasta el muslo, llevaba unas braguitas negras muy sexy, se las bajé.
Tenía un buen trasero, pero muy prieto para su edad.
Pasee mi capullo por su trasero y por entre sus nalgas. Penetré desde atrás su coño mientras sujetaba sus caderas. Estaba a cien, inclinaba mi pecho sobre su espalda y le decía al oído que estaba buena, q me gusto desde la primera vez q la vi. Ella gemía, yo estaba supercachondo.
De repente, recordé q tenia una vela en uno de los cajones de la cocina.
Abrí el cajón y tome la vela, sin dejar de mover mi cintura alante atrás, penetrando su coño mientras gozaba del espectáculo de su culo redondo q solo temblaba levemente con cada embiste de mi polla penetrando su coñito.
Ella gemía, no hablaba solo gemía.
Cuando empecé a rozar su culito con la vela, me dijo q por ahí no.
Le dije, ya veras como te entra bien, si no te gusta no sigo.
Dejé caer un chorro de aceite en su culo, y metí la vela en su agujerito.
La vela penetro suave y lentamente su culito, yo movía la vela como si la atornillase en su culito.
Era demasiado. uffffffff, me corrí. Saqué mi rabo de su coño. Le di la vuelta, la mande sentarse en la banqueta otra vez. A ella se le había puesto una cara de vicio q solo verla, casi me hace correrme otra vez. Le pasé mi polla por sus tetas, por su boca, y me incliné para chuparle el coño hasta q se corriera hasta la última gota.
A partir de esa tarde, todos los viernes quedábamos. Se convirtió en mi puta privada. Pero eso ya os lo contaré otro día.
Autor: arrond36
arrond36 ( arroba ) hotmail.com