Diego conocía a Laura hacía más de veinte años. Desde el primer momento hubo entre ellos una poderosa atracción erótica que los llevó a la cama casi sin preámbulos. Disfrutaron enormemente de todos y los más diversos placeres pero por diferentes circunstancias se alejaron, incluso viviendo en ciudades diferentes, por lo que se vieron por largo tiempo.
Sin embargo, después de todos esos años la casualidad los volvió a poner en contacto y retomaron una relación casi clandestina, puesto que ambos tenían sus compromisos. Laura había tenido una hija, Olga, que ya terminaba su adolescencia y, aunque ya no tenía pareja, tenía que mantener una apariencia convencional. Por su parte Diego tenía había hecho negocios importantes que le proporcionaron una excelente posición pero que le hacían cambiar de residencia con cierta frecuencia, aunque nunca les había tocado vivir en la misma ciudad. El hecho de vivir en lugares bastante apartados les impedía por otra parte tener una relación regular, por lo que se veían de manera muy ocasional: alguna vez pasaron varios años sin verse, en otras vivieron en la misma ciudad de manera temporal, épocas en las cuales se veían una o a lo más dos veces a la semana.
Al tiempo que sucedió lo que os cuento, Laura andaba por los cincuenta años. A pesar de no tener la belleza de la juventud, su piel conservaba una delicadeza que permitía que los inevitables efectos de la gravedad: los senos levemente caídos, algunas arrugas en la cara, no hicieran mella en una perversa sensualidad que luchaba por salir a flote en contra de su lado más convencional que se resistía deliciosamente a dejarse ir en una orgía de placer y de lujuria desatadas. La piel muy blanca y muy fina tenía una exquisita sensualidad, así como todos sus puntos más eróticos: los pezones, el clítoris, el ano. Cada vez que Diego le chupaba, acariciaba o masturbaba estos puntos sensibles, la reacción de Laura comenzaba por un temblor de placer, hasta terminar por retorcerse en el disfrute de la lujuria y la penetraciones más perversas, con juguetes, los dedos o la verga de Diego.
Diego fue destacado por seis meses a la ciudad de Cali, Colombia, donde a la sazón vivía Laura. Sus primeros meses estuvo muy ocupado y se vieron muy poco. Sin embargo Diego tuvo que participar, por las razones sociales del medio que frecuentaba, en varias visitas a bares-burdeles con putas caras y guapísimas (que las amistades de trabajo le pagaban) con las cuales desahogaba su gusto por el sexo, en orgías durante las cuales Diego hacía que las muchachas posaran para él, se exhibieran en diversas poses, incluyendo la masturbación y todo tipo de perversiones, entre las cuales destacaba el sexo anal.
Al cabo bajó la presión del trabajo y Diego tuvo tiempo para ver a Laura varias veces seguidas. Le tocó ir algunas veces a buscarla y dejarla a su casa, un departamento totalmente clase media y convencional. Las más de las veces aparecía por ahí su hija, Olga. En este tiempo, Diego había terminado de hacer de Laura una verdadera adicta al sexo en variedades algo degeneradas, cosa que la atraía cada vez más. Diego nunca le hizo daño físico del tipo golpes o instrumentos punzantes. A lo más la palmada excitante en las nalgas pero si, y cada vez con más frecuencia la penetración anal. Diego la había iniciado no sólo en ese aspecto sino en todo lo relativo, especialmente en la delicia de exhibirse y abrirse por detrás. También había aprendido a besar con el culito y tenía el ano sumamente sensible, podía abrirlo y contraerlo a voluntad. Diego le había regalado una excelente colección de juguetes y drogas de placer (marihuana y hash, cocaína y poppers) misma que estaba encerrada en una caja de seguridad que él había hecho instalar en casa de ella, luego de algún tiempo de frecuentarse asiduamente.
Por su parte Olga, ya tenía casi 20 añitos y estaba buenísima. Un poco más oscura que su madre, digamos morena, tetitas paradas y un culito aún más parado, de esos que tienen las nalgas bastante separadas lo que hace que el valle entre estas estaba siempre bastante abierto. La morra era bastante putita y algo drogadicta, no duro duro pero se metía mota y coca: todo lo que le poní
an por delante. Tenía una serie de amiguitos – que a Diego se le hacían bastante degenerados – con quienes salía frecuentemente; estaba más o menos claro, por su actitud y modales que el sexo no le era desconocido ni menos desagradable. De hecho, cada vez que estaba sola con Diego buscaba forma de provocarle, ya sea mediante poses y miradas sugestivas o frases e insinuaciones de doble sentido. Incluso a veces en presencia de Laura, pero de manera más sutil lo provocaba con miradas o gestos secretos. El día que comienza esta historia andaba vestida con una minifalda blanca, tan corta que con el menor movimiento se le veían los calzones (curiosamente no eran tipo hilo dental como se hubiera esperado de una muchacha que hacía alarde de sensualidad sino blancos y más bien grandes y sueltos, siempre siendo un bikini) y una camiseta también blanca, que le apretaban sus preciosos senos, que se le salían por el escote. Era verano y Olga había estado en la piscina y estaba bastante tostada y muy saludable, de comérsela!.
Laura estaba por llegar y Diego estaba sentado en el sillón de la sala. Olga le había abierto la puerta y al poco rato llegó a hacerle compañía. Luego de ofrecerle una copa (Diego sólo aceptó un refresco) puso una canción lenta y sensual de Sade "Smooth Operator" y comenzó a bailar sola. Después de contonearse y mover las caderas de un lado a otro, comenzó a acariciarse el cuerpo con las manos: las muchachas que atendían en los clubes nocturnos que Diego frecuentaban no lo hacían mejor, aunque Olga mantenía aún un cierto recato, no dejaba ver su busto ni el sexo, y se toqueteaba esas partes con cierta discreción, pero con evidente intención y placer, era obvio que trataba de seducirlo.
Cuando terminó la canción, Olga le preguntó "Quieres más?, que tipo de música te gusta?". El le respondió que pusiera cualquier cosa y le dijo acaso no había pensado en posar para alguna revista, que el conocía editores importantes y que podría conseguirle una prueba. "A ver, siéntate en el sofá, ponte de perfil y levanta los brazos", comenzó por pedirle. "Mírame y mójate los labios". Ella lo miró con expresión de deseo y movió su lengua sobre los labios con expresión sugestiva. "Súbete un poco la falda" le ordenó Diego, a lo cual ella obedeció sin chistar, dejando ver casi completamente los calzones. Cuando le pidió que se arrodillara en el sofá y que se levantara un poco la playera, ella lo hizo hasta arriba dejando ver los pezones bien erectos. Y en cada cambio de posición aprovechó para agacharse de tal manera de mostrar ampliamente las nalgas. "Tu sabes que Laura y yo tenemos una relación muy intensa", dijo al cabo Diego. Ella asintió y dijo "Aunque veo que son bastante cuidadosos, se nota a la legua eso. Y en alguna oportunidad he podido ver los juguetitos que ella tiene, e incluso jugar con ellos, pero ahora están escondidos y no puedo, aunque quiero mucho.". "Te gustaría jugar con nosotros?" le preguntó Diego, "Tu sabes, es un juego que no tiene límites, te atreverías?, pero primero habrá que preguntarle a tu madre, quieres que lo haga?".
Recién había Diego hecho la pregunta y cuando Olga estaba por comenzar a decir – obviamente – que si, se escuchó el ruido de las llaves de Laura entrando por la puerta principal. Traía un par de paquetes uno de los cuales pasó a Olga para que lo pusiera en la cocina y pasó para su recámara con el otro. Diego acompaño a la hija a dejar el paquete a la alacena y cuando estuvieron lejos de la vista de su madre, le comenzó a tocar los senos y la vulva ya algo húmeda debajo de los calzones. Pasó una mano por sus nalgas y al comenzar a deslizar su dedo por la hendidura de atrás, empezó a decirle "Quieres que le diga a tu madre que quieres que te cojamos entre los dos?" "Dime", le insistió "Quieres que te masturbemos el ano?" Y así otras frases calientes y soeces que pusieron a la chica en ascuas. "Si, Diego, si, por favor, hagámoslo de una vez".
Diego se dirigió entonces a la recámara de Laura, esta estaba poniendo una ropa sobre la cama. "Antes que te cambies", dijo él, "Quiero preguntarte algo. Se me antoja que iniciemos a tu hija en nuestras perversiones, estás dispuesta?". "Si digo que si, que implica?" pregunt&oa
cute; ella. "Si aceptas, es aceptar que va a ser nuestra esclava, de la misma forma que tu eres mi esclava. No nos negará nada; ella misma se ofrecerá a las peores impudicias y su imaginación contribuirá siempre a la materialización de nuestros peores vicios y depravaciones. Haremos el amor los tres, ella verá como tu eres mi esclava, será tu ama y yo también con ella. Aceptas?" Insistió Diego, mirando a los ojos de Laura que estaba medio sorprendida pero ya algo excitada, sensación que aumentó al sentir como Diego la tomaba por detrás, haciéndole sentir su bulto contra las nalgas y pellizcándole los pezones ya erguidos, a través de la blusa y el sujetador que llevaba.
"Si", dijo Laura y sintió que iba a hacer realidad muchos sueños. Ni a si misma se lo confesaba, pero había tenido sueños eróticos con su hija y que uno de sus morbos era – en ocasiones por desgracia muy poco frecuentes – tomarle la temperatura rectal. La particular forma y posición de las pompis de Olga hacía que, si la hendidura entre las nalgas no estaba tapada por el calzón o el bikini, se le viera el ano perfectamente expuesto, por lo que la lubricación del culito, seguida de la penetración del termómetro (Laura se había preocupado de tenerlos de varios calibres, que usaba según la inspiración del momento) eran un bello y excitante espectáculo. "Si, quiero todo con ella, tu eres el amo. Haz de nosotras lo que quieras" dijo entregada, "Bésame". Diego la apretó contra si y la besó en la boca abierta que se dejó chupar los labios y la lengua, dejándose meter la lengua grande y dura de su amante.
"Date una ducha rápida y te cambias, te espero aquí", dijo Diego sentándose en el borde de la cama y tomando el control remoto del televisor y video/DVD player, mientras Laura salía con unas ropas en la mano rumbo al baño adjunto. Mientras se oía el ruido de la regadera en el baño, estuvo haciendo zapping. Sin encontrar nada realmente interesante, se dirigió a la caja fuerte. Sacó una bolsa de consoladores y otros juguetes, la que colocó sobre la cama, luego tomó una caja donde había varios artículos de lo que los americanos llaman "parafernalia": un pequeño sobre de plástico transparente con un par de gramos de cocaína, otro un poco más grande con algunas dosis de marihuana y hash, y tres o cuatro poppers, más los accesorios del caso, espejo, papel de liar , hojilla de afeitar, encendedor, cigarrillos, una pequeña pipa para el hash, un delgado tubo de plata que terminaba en una bolita de marfil que el tubito de plata perforaba. La idea era que la bolita llenaba completamente el orificio nasal y de esa manera se puede sorber de manera muy "eficiente" unas rayas de coca. Todo el material fue puesto ordenadamente sobre la mesa, Asimismo varios DVD pornográficos muchos de los cuales habían visto y disfrutado, emulando al tiempo escenas completas, con Laura.
Tomó entonces la bolsa de juguetes y comenzó a sacar: unas bolitas de tamaño más bien pequeñas – alrededor de 7 – blancas y amarradas con un cordón de seda también blanco. Otras bolas, de silicona transparente y un poco más grandes, de casi dos centímetros de diámetro, unidas por un vástago del mismo material. El conjunto tenía unos treinta centímetros de largo y era un bello collar con cinco bolas perfectamente resbalosas. También un consolador de más o menos el mismo diámetro con forma y textura de un pene un poco pequeño, perfectamente erguido y con su cabeza completamente desnuda, provisto de su correspondiente arnés negro. Finalmente, dos tapones anales, uno negro y otro completamente transparente, ambos de más o menos 2 centímetros de diámetro en la parte más gruesa y provistos de un dispositivo que permitía su conexión a un perfecto motor vibrador que se transmite a lo más íntimo de quien lleva el tapón. Todo esto lo colocó ordenadamente sobre una toalla en la gran cama. Mientras oía a Laura en la ducha, Diego preparó la pipa de hash y unas líneas de coca sobre el espejo y se dirigió al baño con la pipa en la mano. Después de tomar un par de bocanadas de la pipa, invitó a Laura a que hiciera lo mismo, cosa que esta hizo con gran deleite.
"Tu mamá y yo queremos hablarte para darte la respuesta a la pregunta que le hice, espéranos en la sala&quo
t; advirtió Diego a Olga en una breve incursión al cuarto de la hija. Llevaba en la mano la pipa de hash y el espejo, de ambos de los cuales Olga probó con fruición. Diego la besó en los labios abiertos mientras la niña se refregaba el vientre contra el sexo que sentía duro bajo el pantalón. Dejó los implementos en una mesita de la sala y volvió por Laura. Esta estaba aún dentro de la regadera y de enjabonarse había pasado casi inconscientemente a masturbarse. Tenía una pierna apoyada en el borde de la tina y una de sus manos acariciaba su vulva mientras lavaba con cuidado su culito. Diego le ordenó vestirse con una broma.
Mientras se secaba y vestía – Diego le había escogido una ropa interior que había dejado también sobre la cama – Diego manipuló los DVD y control remoto y al cabo de un par de minutos ya había una película puesta y estaba buscando. Se llamaba Terapia Anal y pertenecía a una serie denominada Euro Hardball, filmada en Budapest con un conjunto de bellas y depravadas mujeres y finalmente estuvo puesta la escena que buscaba.
" CUARTO 10
Comienza una escena en que el marido trae a su esposa para la terapia anal. Ella es una mujer delgada, bonita, de excelente cuerpo y una melena mas bien corta, de pelo negro; viste un apretado vestido de tela transparente. En el cuarto están además, un muchacho delgado y de buena figura, de pelo oscuro vestido sólo con un pantalón negro, una chica rubia muy delgada, lleva sólo un corsé de cuero y botas negras de manera que expone sus senos y su sexo.. La sujeta, con una correa al cuello. Nikki Anderson vestida de enfermera, con un uniforme blanco muy corto (se le ven los calzones). Es una rubia muy linda de cara, con un cuerpo exuberante y una expresión perversa.
El muchacho se acerca, le quita el vestido a la mujer, luego le pone un especie de antifaz que le impide ver y la coloca en cuatro patas sobre la cama, cerca del borde. Le abre levemente las nalgas y le besa ligeramente el ano, apartando el calzón, luego se aleja.
La enfermera le permite a la rubia acercarse, siempre sujeta por la correa y darles golpes, con un suave látigo, en las nalgas a la mujer que las tiene levantadas. Luego el muchacho jala a la rubia de la correa, la lleva hacia la pared, se coloca detrás de ella y le comienza a acariciar la vulva (totalmente depilada) mientras la enfermera se acerca por el otro lado de la cama y le da bofetadas a la mujer en la cara con unos guantes. Por su parte, la rubia observa esta escena abriendo las rodillas para dejar que el muchacho le abra el sexo y le acaricie el clítoris y las nalgas.
La enfermera se acerca al marido, él está vestido con traje y corbata. Le acaricia la verga por sobre el pantalón, tiene una enorme y obvia erección; luego se dirige hacia la mujer que sigue en cuatro patas. Se pone al lado de ella sobre la cama, le baja los calzones y luego le abre las nalgas y la muestra así, abierta, al marido. Tiene el ano perfectamente dilatado. El muchacho se acerca con un tubo de crema y la lubrica. Luego se retira y la enfermera la masturba. Nikki Anderson es expertísima en el arte de la masturbación anal y la paciente comienza a gozar y a gemir. El muchacho acerca a la rubia por el otro lado de la cama y ella, con unos largos guantes de látex, masturba también alternadamente a la paciente que goza como perra. Excelentes tomas del ano totalmente abierto, la paciente se abre las nalgas con las manos a más no poder, gimiendo de placer mientras los tres, la enfermera, la rubia y su marido la abren completamente mientras le masturban sucesivamente el ano.
Luego Nikki rubia toma un enorme tapón anal, de color rojo y con un largo mechón de crines que sale de la base, la mujer está presentada y ella se lo introduce hasta el fondo. La masturba con este tapón largo rato, haciendo el delicioso juego de dejar que el ano se cierre – por lo menos parcialmente- en la parte más estrecha para luego sacárselo sólo un poco hasta el punto de su máximo diámetro en que el ano está enormemente dilatado. El marido mira, apoyado en la pared y se masturba. Finalmente Nikki se levanta y le deja ensartado el consolador hasta el fondo.
"
Poco tardó Laura en estar lista para salir, se veía muy bella con un vestido negro muy transparente y pegado. La ropa interior que llevaba: corsé-liguero y medias negras, y un brevísimo calzón, se esbozaba perfectamente a través del vestido. Diego la acompaño a la sala donde esperaba Olga y las invitó a sentarse.
Laura s
e sentía atrapada por la situación que encontraba algo incómoda pero al mismo tiempo la atraía el morbo de saber que muy pronto iba a participar en una serie de actos lascivos y depravados con su propia hija.
Estaban sentados los tres en un gran sofá , Olga al medio con su mamá a su lado izquierdo y Diego a su derecha. Este comenzó por ofrecer su más bocanadas de hash y líneas de coca a la madre y a la hija, ambas aceptaron: Laura porque sabía del erótico efecto de algunas drogas sobre el sexo y disfrutaba enormemente de él, y su hija, porque esta nunca decía que no a estos ofrecimientos. Luego se dirigió a Olga: "Niña", le dijo, "Tu madre y yo te ofrecemos un viaje maravilloso al paraíso de la sensualidad. Nos expondrás tus más secretos deseos y exhibirás tus partes más íntimas. Serás nuestra esclava, así como tu madre es mi esclava, complacerás todos nuestros deseos. Por favor no te sientas presionada, si tienes el menor reparo, lo dices ahora y aquí no ha pasado nada. Pero si asientes, es para todo… Aceptas?" pregunto. No tardó ni un momento en contestar la muchacha, quien sentía como todo su cuerpo era arrastrado por una ola de sensualidad "Si acepto, me entrego a ustedes y les doy todo de mi, mi cuerpo y mi perversa imaginación, mis ansias de placer, hagan conmigo lo que quieran."
"Muy bien, podemos comenzar", dijo Pedro, dirigiéndose a Olga: «Aunque como te conté hace un rato, tu madre y yo tenemos una excelente relación sexual, lo que de seguro no sabes que tu mamita es una verdadera viciosa del sexo en todas sus variedades y del sexo anal, en especial. Es por eso que, aunque le dio un poco de vergüenza hacerte esta invitación para estar con nosotros en esta especial ocasión, al mismo tiempo le da un gran placer que puedas compartir con nosotros estas deliciosas sesiones. Que opinas mi amor?» le dijo mirando a ambas mujeres que no supieron que responder.
«Olga, mira a tu madre, ella te lo confirmará: Laura, dile a tu hija que te encanta gozar con el culito, cierto o no», insistió Diego, quien sostenía la mirada de los muy abiertos ojos azules de su amante. Olga miró a su madre quien no osó pronunciar palabra pero miró brevemente a su hija a los ojos y asintió con la cabeza. «Puesto que no están tan entusiasmadas con hablar, pasemos a los hechos» dijo Diego, quien tomó de una mano a Laura y la atrajo hacia si. El busto y la cara de esta se acercaron a su hija y Diego le tomó la cabeza de manera que las caras se acercaron. «Bésense», les ordenó y acercó con su mano la cara de Laura a la de Olga, un breve beso en la mejilla fue todo lo que atinó la mujer, pero ante la insistencia, sus labios rozaron primeramente los de la joven. «Abre la boca y déjate besar Olga», insistió Diego y al cabo de pocos segundos las dos mujeres se besaban, era claro que Laura le estaba introduciendo deliciosamente la lengua a su hija y que esta la recibía con igual deleite. Mientras tanto Diego ya había dejado de sujetarle la cabeza a su amante puesto que ella misma comenzaba a acariciar la cara y el pelo de su hija, mientras Diego comenzaba a acariciar sus senos de esta por sobre la playera.
Al cabo de unos instantes, Diego interrumpió el dulce coloquio y tomó el lugar de Laura, besando con fruición los abiertos y mojados labios de Olga. Al separarse, se dirigió a su amante, «Laura, quiero que te pongas de pié y te muestres como te gusta hacerlo.»
La mujer se puso de pie, y se alejó un paso, pero sin saber bien que hacer. «Date vuelta, queremos verte por detrás» le dijo Diego y ella obedeció sin chistar, se encontraba de espaldas a menos de un metro de distancia y suspiró levemente «Ahora abre un poco las piernas, levántate el vestido y enséñanos las nalgas», volvió a insistir Diego, a lo cual Laura nuevamente obedeció, enseñando sus piernas separadas, las medias, el liguero y el breve calzón. «Ahora bájate los calzones y míranos», le ordenó Diego, cosa que ella hizo de inmediato, sintiendo que se veía terriblemente impúdica, con los calzones a medio muslo y apretando las nalgas porque se sentía completamente desnuda, pero igual dio vuelta la cara por encima del hombro, algo sonrojada, para que le vieran los ojos.
«Lo que más le gusta a tu madre es mostrar el ano», le dijo Diego a Olga, «Pídele que se abra las nalgas con las manos», al mismo tiempo que tomaba una de las manos de la joven y la ponía sobre su
bragueta, que estaba a punto de estallar por lo erótico de la situación. La muchacha la comenzó a acariciar suavemente y tras alguna reticencias dijo «Mamá, ábrete las nalgas y muéstranos el ano».. Laura obedeció y se mostró deliciosamente abierta a su amante y a su hija.
«Es una verdadera experta en besar con el culito», le dijo Diego a Olga, «Es una sensación que la vuelve loca de placer, no es cierto, mi amor?». Laura ya había perdido todo el pudor y sólo pensaba en el placer y la sensación de extraña libertad que le daba sentirse inmiscuida en estos actos depravados. Sus dedos sujetaban sus nalgas bien abiertas, uno de ellos rozaba el ano que se cerraba y dilataba casi sin control. Con la cabeza vuelta hacia atrás miraba a su amante y a su hija, quienes se besaban mientras Olga se dejaba acariciar los muslos abiertos por Diego quien le introducía la mano por debajo del blanco calzoncito, para tocar los labios de la rajita, ya completamente húmedos por la creciente excitación de la muchacha.
«Quieres que te muestre como se lo hago, no es cierto niña?, después se lo harás tu porque tienes una lengua deliciosa, por ahora ayúdame a darle lo que quiere», dijo Diego y se puso de pie. Tomó a Laura de los hombros y la hizo dar un paso más hacia adelante de tal manera que quedara cerca del respaldo de un sillón, de tal manera que, inclinándose levemente pudiera apoyarse con las dos manos en él, Laura, sabiendo lo que se esperaba de ella, arqueó la espalda y flectó ligeramente las piernas, ofreciendo las nalgas. Tomando entonces de la mano a Olga y la colocó al lado de su madre pero mirando en el sentido contrario. No hizo falta indicación de Diego para que la Olga le tomara las nalgas de su madre y se las separara, dejando nuevamente desnudo el ano. Diego se arrodilló y le comenzó a pasar la lengua por toda la hendidura entre las nalgas, ante la mirada atenta de la muchacha quien veía como su madre suspiraba de placer cuando la lengua le rozaba el ano. Luego comenzó puso sus labios directamente sobre el culito y comenzó a sorbérselo y a introducirle la lengua, cosa que provocó gemidos y movimientos de placer y entrega por parte de la mujer.
Al cabo, Diego le dijo a Olga, «Ya sabes como hay que hacer y el placer que eso le da, ahora te toca a ti». Antes de ponerse de pie, le terminó de deslizar los calzones por las piernas a Laura hasta sacárselos completamente por los pies. «Es toda tuya», dijo poniéndose de pie para cambiar de posición con la muchacha. Esta se arrodilló detrás de su madre, que había aprovechado la ausencia del calzón para abrir más las piernas, le separó las nalgas con las manos y comenzó a besar con deleite al culito que se le ofrecía, primero levemente y luego, al sentir que el ano se abría para su boca, como en un verdadero beso, con mayor pasión, haciendo que su madre comenzara un impúdico baile de lujuria. Diego tomó la cara de Laura y la besó con ardor, su mano bajó al húmedo sexo de su amante y comenzó a masturbarle el clítoris. Laura se sentía en el séptimo cielo, disfrutando el placer de abrir y cerrar su ano penetrado ya totalmente por la lengua de su hija, mientras su amante la acariciaba por delante.
«Dile cuanto te gusta!!!» le ordenó Diego, «Dile que quieres más!». Laura sabía que él quería que ella se entregara completamente, que debía de pedir su placer y no negarse a nada. «M´’hijita, que rico que me haces, sientes como te abro el culito? Quiero que me lo chupes más, me encanta tener tu lengua en el ano», «No quieres algo más? Dile!», susurró Diego, «Mi amorcito, méteme el dedo en el culito, por favor, suavecito ábremelo, quiero tenerlo abierto para ti, hija».
Olga hizo muy rápidamente lo que se le pedía. Sin titubear, como si lo hubiera hecho toda la vida, mirando a los ojos a Diego, se metió el dedo índice en la boca y lo sacó cubierto de saliva; comenzó entonces a introducírselo muy suavemente en el ano a su madre. Diego le indicó con una seña a la muchacha que sólo le diera hasta el primer nudillo, para que la mujer se sintiera abierta pero sin la sensación de tener el ano totalmente penetrado hasta no pedirlo. La sentía excitadísima, podía sentir el clítoris totalmente erguido que sobresalía entre los labios de la vulva y estaba tan mojada que tenía totalmente chorreada la parte superior de los muslos. Laura comenzó
entonces a mover las caderas hacia adelante y atrás en un intento de hacerse penetrar por el dedo que le causaba aquel delicioso escozor. Olga captó de inmediato la intención de Diego de excitar a cabalidad a su madre y movía su mano al ritmo de los movimientos de su madre, sin penetrarla más allá de lo indicado. Finalmente Laura miró a los ojos a su amante, suplicándole que dejara a la muchacha satisfacerla como quería.
Sintiendo que ya venía el orgasmo, Diego le dijo a Olga, "Ya, dale todo" y en el colmo de la excitación, Laura comenzó a dar gritos de «Soy tu putita, métemelo más, mastúrbame el culito por favor», mientras su hija la complacía introduciéndole el dedo hasta el fondo y luego sacándoselo enteramente para poder observar el ano dilatado que se dejaba penetrar gozosamente. "Déjamelo adentro, hasta el fondo", rogó Laura a su hija, "Te lo quiero chupar con el culito". Olga la complació de inmediato introduciéndole el dedo hasta el fondo y sintió como su madre literalmente se lo chupaba rítmicas contracciones del ano y el recto. Diego aumentó el ritmo de sus caricias hasta que Laura, agitando alocadamente las caderas hasta que acabó en un mar de lágrimas con el dedo de su hija dilatándole el ano y haciéndola gozar como una perra.
«Muy bien, se han portado excelentemente» les dijo Diego a ambas. Olga ya se había puesto de pie, Laura había dejado caer su falda y ambas se abrazaban y besaban amorosamente, en la boca. «Hija mía, no sabes lo delicioso que me has hecho sentir, mi ano es tuyo para siempre, puedes tomarme como quieras por ahí, me sentí como una loca cuando me metiste la lengua, te besé rico con el culito, no?». Olga asentía, y no dejaba de besar a su madre en la boca, comunicándole el rico gusto de su ano y diciéndole «Mamita, nunca pensé que tu culito fuera tan rico, besas como una diosa con el ano, es como una boquita deliciosa que se abre para la mía, quiero que me enseñes a besar y a gozar así.»
«Tomemos una copa o algo y luego iniciaremos a Olga en los placeres anales», anunció Diego, «ella es joven y la podremos dilatar muchísimo, para que cuando la sodomice, sólo sienta un grandísimo placer. Me ayudarás abrirla, no es cierto Laura?». «Di que si mamita, que ustedes me van a enseñar a besar y dar todo el culito y a gozar como loca por ahí», rogó Olga como una niña caprichosa". "Si mi amor, comenzaremos por prepararte, tomarás una ducha y te vestiremos, ven…", dijo Laura atrayendo a Olga hacia si.
Continuará…..
Autor: Rgrm69
rgrm69 ( arroba ) hotmail.com
hola me llamo rafa tengo 46 años me agradaria conocer madres e hijas que se masturvan juntas y charlar del tema