Oye no me digas guapa, no por que me guste vestirme de mujer soy marica
Pronto comprobé que no era ninguna mojigata, y que la tiraba más el sexo que la fidelidad a su marido, pues la veía volver a casa acompañaba por diferentes chicos con los que no se cortaba de pegarse un buen magreo de despedida, que yo espiaba a través de la ventana con cierto instinto de voyeur, y muriéndome de envidia la primera vez que llegué a verla follando dentro del coche que descarandamente aparcaba el chico de turno a la puerta de mi chalé. Tras esa primera vez que la vi follar con uno de sus acompañantes ya no pude evitar esperarla despierto cada vez que salía, para espiar su llegada a casa y meneármela de nuevo mientras la veía las fogosas despedidas que ofrecía a sus acompañantes.
Como a los tres meses de entrar en casa, hará hoy unos siete meses, estaba yo ya rabioso de envidia de sus relaciones con sus amigos y decidí castigarla un poco pues me jodía que fuera tan liberal regalando sexo a todos los que conocía y que a mi no me ofreciera ni catarlo. Esa noche cuando vino a pedirme permiso para salir de marcha, ya maquillada y arreglada con uno de esos sensuales vestidos que utilizaba, le contesté que no, que debía quedarse en casa por si se despertaba el bebé ya que yo estaba muy cansado -aunque en realidad el niño jamás se despertaba- y que me parecía que estaba saliendo demasiado y desatendiendo el cuidado de la casa. Ella que venía alegre como siempre a pedirme el permiso y daba por supuesto que se lo iba a conceder, se quedó perpleja, boquiabierta y sin saber reaccionar, tras lo que se volvió a su habitación con la cara roja de ira y dando un portazo tras encerrarse en su cuarto. Reconozco que sentí cierta satisfacción al ver su indignación, quizá por el perverso placer de ser su jefe y poder castigarla un poco poniéndole de manifiesto que era yo quien mandaba y quien tenía la facultad de permitirle salir a diverirse -y follar- con sus amigos.
Todo el día siguiente estuvo con cara de enfado y yo hice como que no me daba cuenta pero intentado pincharla un poco y aumentar su rabia, dejando el cuarto de baño sucio, con todo el suelo encharcado y las toallas por el suelo, dejando ropa tirada por todas las habitaciones para que tuviera que ir recogiéndola, pidiéndole cosas continuamente para interrumpirla en los trabajos que hacía, así mientras recogía el baño le pedí que me preparara un café y tras servírmelo decirle que estaba amarguísimo y que me preparara otro, luego que me limpiara unos zapatos, luego que me trajera alguna cosa, cuando me sirvió la comida estuve un rato leyendo y le dije que la volviera a calentar que se había quedado fría,… así hasta que por la noche le anticipé que estaba pendiente de la llamada de un amigo para salir con él a tomar una copa y que por tanto ella se tenía que quedar con el niño -lo cual era incierto claro-, y esperé hasta que se hizo muy tarde para decirle que ya no iba a salir. Al día siguiente seguí con la misma política de chincharla todo lo que podía -para mi satisfacción interna-, y preparé un montón de ropa sucia para decirle por la noche, tras esperar a que antes se maquillara y cambiara de ropa, que la necesitaba limpia al día siguiente por lo que tampoco podría salir ya que tenía que lavármela y plancharla. Su cara era de total indignación y creo que logré hacerla sentirse bastante humillada para mi gozo interno.
Al cuarto día decidí ser bueno y dejarla salir por la noche, aunque no sé si lo que me motivó fue no excederme en el castigo o las ganas que yo tenía de hacer una nueva incursión a su ropa interior íntima, a la cual no podía acceder si ella se quedaba en casa. Esperé a que ella pasara el mal trago de venir a pedirme, humildemente y teniendo que tragarse su enfado, permiso para salir y, cuando se lo concedí, recuperando la alegría y dándome las gracias, la chica se puso su ropa y pinturas de guerra y salió de marcha nuevamente.
En cuanto salió de casa me fuí a su habitación y enseguida localicé las bragas que acababa de quitarse, las cuales todavía presentaban cierta humedad reciente y tan profundo olor a sexo que me hizo pensar que en esos días, ante la imposibilidad de salir con sus amigos, no había
visto la necesidad de cambiárselas, lo cual se tradujo en mi inmediata erección, por lo que me quité los pantalones para dejar libre mi polla y poder hacerme una paja a gusto. Con enorme excitación por su humedad y aroma procedí a ponérme su tanga para poner en contacto mi tieso rabo con la humedad que había dejado en la suave tela su jugoso coño. Estaba en ese placer meneándomela dentro de su tanga cuando a mi espalda oí:
– Pero qué está haciendo, será guarro….
Me volví con un susto de muerte y ahí estaba ella con cara sorprendida mirándome. Me quité de un golpe su tanga, me tapé como pude muerto de vergüenza, y pasando a su lado, sólo me salió decir "perdón" y me fuí rápidamente a mi dormitorio. Ella, igualmente cortada, tampoco se atrevió a decir nada más.
Con enorme preocupación no pude pegar ojo en toda la noche maquinando como debía manejar tan bochornosa situación. Despedirla, además de injusto y que me jodía puesto que la chica me gustaba, era inviable pues sin duda se tomaría la revancha contándoselo a mi esposa. Al final decidí decirle que yo sabia que ella no era fiel a su marido y proponerla que se olvidara de lo que había visto y, a cambio, yo no le contaría a su esposo sus contínuas correrías nocturnas.
Por la mañana me levanté y bastante nervioso fuí en pijama al comedor a desyunar. En contra de lo que era habitual no me tenía preparado el desayuno, fuí a la cocina y allí estaba ella pero, en vez de la cara de enfado que preveía, tenía el gesto relajado e incluso me saludó con cierta sonrisa de complicidad. Yo directamente le solté la parrafada que había estado preparando toda la noche, y ella, tratándome de tú por primera vez en su vida, me contestó tranquilamente:
– Mira, no me asusta nada lo que le puedas contar a mi marido, él ya sabe que a veces le he sido infiel y no estoy muy convencida de mi matrimonio, sin embargo, tú te cagarías si tu mujer, familiares y amigos se enteran de que te gusta ponerte las bragas de tu "sirvienta", ibas a ser el cachondeo de todos aunque no creo que a tu esposa le vaya a divertir mucho.
Yo tartamudeando le contesté:
– Oye guapa, te equivocas si crees que me las puse porque me guste vestirme de tía, no soy marica…
– No te permito que me llames guapa -me cortó secamente-.
– Vale perdona -respondí-.
Autor: q2001k
q2001k ( arroba ) hotmail.com